J. J. Gori Cabrera
4 Agosto 2024 03:08 am

J. J. Gori Cabrera

CANCILLERÍA AL GARETE

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En la tormentosa realidad nacional el acontecer diplomático discurre como río desbordado. La cancillería navega al garete, porque los profesionales han sido alejados de las posiciones de mando. Las representaciones diplomáticas deambulan inanes y sin control y los desatinos abundan.

Ya es célebre por sus desafueros un exembajador barranquillero en Venezuela, reenganchado como representante ante la FAO en Roma. Otro, desde Londres, cargó lanza en ristre contra un periodista en España. Un funcionario causó un incidente en una reunión fronteriza con Brasil y el Perú al interpelar al alcalde de una isla amazónica alegando que está irregularmente ocupada por el Perú. La candidatura del embajador en Costa Rica a la Corte Interamericana de Justicia fue derrotada. 

Hay, pues, una sensación de desmadre en la diplomacia.

El candente tema de las elecciones en Venezuela lo manejó el presidente con inquietante prudencia y finalmente se unió al clamor internacional para solicitar el recuento de votos. El país respiró aliviado. Sin embargo, en el seno de la OEA, la abstención de Colombia impidió que se aprobara una resolución con similar pronunciamiento. 

El país está tan aturdido por los recientes escándalos locales que resbala un nuevo embrollo del embajador Benedetti ante la ONU que se ocupa de la alimentación. Trascendió que tuvo violenta discusión conyugal e invocó la inmunidad diplomática para evitar que la Guardia Civil lo arrestara. Pero él solo tiene inmunidad por actos oficiales y ante las autoridades locales. Roma está lejos de Madrid y esta violencia doméstica no guarda relación con la agricultura o la alimentación. En cuanto al pasaporte diplomático, no otorga inmunidad; simplemente identifica al portador.

Nuestra diplomacia invadió las islas británicas, algo que nunca lograron Felipe II, Napoleón ni Hitler. Recordemos el caso de la hija de la excanciller Noemí Sanín, a quien ni con sentencias y acciones de desacato podían desalojar del consulado en Londres. La siguió Marisol Rojas, cuya designación fue anulada, para ser renombrada en la misma sede. La exministra de Minas y Energía, Irene Vélez, fue fuertemente combatida como nueva cónsul en Londres por diversas causas, entre ellas ocultar a su pareja, un contratista neerlandés. Para salpimentar el cocido, el embajador en Gran Bretaña, Roy Barreras, se erigió caballero andante de Karol G y atacó a un periodista español que criticó a la Bichota. Calificó a su autor de imbécil, xenófobo, misógino y racista, y le exigió que se disculpara con Colombia … aunque el denostado nunca aludió a Colombia y reside en España. Entretanto, la vicepresidenta Francia Márquez anuncia la visita al país del príncipe británico Harry y de su bella esposa Meghan Markle. Si la visita no gusta en el palacio de Buckingham, pues de malas.

Abundan en el servicio exterior lo nombramientos ilegales que luego anulan por los tribunales sin exigir responsabilidades. Ahora se aplica la doctrina de la novación fáctica: si se anula un nombramiento diplomático porque había funcionarios de carrera disponibles para el cargo, es posible repetirlo después invocando que los disponibles se evaporaron misteriosamente. La doctrina nació en 2018 cuando anularon la designación como cónsul en Bilbao de Carmenza Naranjo (hermana del general Naranjo) y al poco tiempo fue renombrada. Desde entonces los fallos de la justicia se desacatan por falta de personal escalafonado disponible y toca resucitar al descabezado. En otras ocasiones la solución es “reubicar” al feliz cliente en un nuevo cargo.

El canciller Murillo tiene empaque diplomático y se muestra mesurado y equilibrado, pero suscita preocupación que tras esa envoltura se desprendan notas de tropicalismo. Al acusar al servicio exterior de elitista pretende favorecer el ingreso a la diplomacia de ciertas etnias o grupos. El propósito es noble, pero hay que señalar que un diplomático representa a toda la nación, no grupos, etnias o regiones.

Otra novedad es la designación de la analista Arlene Tickner como embajadora itinerante “para asuntos de género y política global feminista”. Es una diplomacia de la contradicción, pues le corresponderá de alguna manera lidiar con el incidente Benedetti y con los nombramientos que ella misma ha combatido en columnas de prensa y que no proceden de política feminista sino de clientelismo de género. La figura se complementa con la creación de un despacho paralelo que se llamará Viceministerio de la Diáspora y duplicará funciones de otras dependencias. Correrá en el mismo carril otro embajador itinerante para el cambio climático.

Y si infortunadamente no podemos ser líderes en más temas, es porque no hay presupuesto para tanta embajada itinerante ni tanta diplomacia creativa.

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