Las niñas de Caracolí, historia de una desaparición
6 Octubre 2022

Las niñas de Caracolí, historia de una desaparición

Crédito: Mirmidones

Un documental sobre unas niñas prostitutas que vivían en una vereda entre Honda y La Dorada fue la punta de un iceberg de corrupción que implica a altos funcionarios del país. El resultado, una novela que cuenta hechos reales y que, por seguridad, sus autores firmaron con el seudónimo de Mirmidones.

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Por lo general las novelas dan pie para que de ellas se realice una versión cinematográfica. En el caso de La casa de J. Balvin es al revés. El documental Los Ángeles azules, las niñas prostitutas de la autopista a Medellín dio pie a un guion cinematográfico para plataforma streaming y de allí surgió la novela, que ya está disponible en la plataforma Amazon y que se lanzará en la Feria del libro de Guadalajara. 

El guion de la serie se presentó hace año y medio al American Film Institute (AFI), con sede en Los Ángeles (California). Allí fue seleccionado y ahora está en proceso de producción. La novela se basa en hechos reales y la firma Mirmidones, un colectivo que, por razones de seguridad, debe mantener el anonimato y escogió el nombre de una tribu que peleó del lado de Aquiles en la guerra de Troya. Como ellos señalan, “cambiamos los nombres de los protagonistas pero quien viva en Colombia sabrá quién es quién”. Por esas mismas razones de seguridad en este texto tampoco se citan nombres

De acuerdo con el relato de sus autores, todo comenzó en 2018. Cinco amigos estudiantes de cine, algunos de ellos exalumnos del Liceo Francés, viajaron al río Magdalena con el fin de organizar una exposición dirigida a los escolares. Se trataba de la primera exposición que se iba a organizar en una zona rural y contaba con el patrocinio de la Embajada de España y del empresario turístico más importante del país, también exalumno del mismo colegio.

Al llegar allí conocieron por casualidad a ocho niñas adolescentes (entre los 12 y los 15 años), muy conocidas en la región por su belleza, por ser buenas jugadoras de fútbol y formar parte de un equipo llamado Los Ángeles azules. Una de ellas era trans y otra era de nacionalidad venezolana. Las adolescentes se paraban en las noches en una bomba de gasolina de la vereda Caracolí, entre Honda y La Dorada, a prostituirse con los conductores de tractomulas y buses. Lo hacían porque en sus escuelas ya no les daban alimentación ni subsidio para el transporte escolar.

Los cinco amigos decidieron hacer un documental sobre la vida de las adolescentes. Convivieron con ellas y descubrieron que a las adolescentes las ofrecían por catálogo y las llevaban a “visitas conyugales” en Doña Juana (La Dorada) y La Pola (Guaduas), las cárceles de la región. Ellos hicieron el documental acerca de estas niñas, le dedicaron un artículo en el diario El País, de España, y apareció en la Televisión española.

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Crédito: Mirmidones

Los cinco cineastas decidieron desenmascarar a los proxenetas, a los políticos corruptos que se robaron los recursos del Plan de Alimentación Escolar (PAE) y que por ello sentenciaron a las niñas a que abandonaran la escuela y salieran a ganarse la vida como prostitutas.

Para ello le pidieron ayuda a Valentina, de 14 años de edad, la líder del grupo y la prepago más famosa de la región. De una impactante belleza, era hija de un cruel y sanguinario paramilitar que asesinaron para que no hablara en los procesos de Justicia y Paz. Era la única del grupo que no se paraba en la carretera a prostituirse. No lo necesitaba porque era amante de un jefe de Clan del Golfo que conoció en alguna de sus visitas conyugales en la cárcel.

Valentina convenció a sus amigas para que colaboraran en el documental, portaran cámaras escondidas y grabaran en fiestas secretas a sus clientes (empresarios, paramilitares y políticos) y les dijo que a cambio los cineastas les cumplirían un sueño que les cambiara la vida. 

Las adolescentes se paraban en las noches en una bomba de gasolina de la vereda Caracolí, entre Honda y La Dorada, a prostituirse con los conductores de tractomulas y buses. Lo hacían porque en sus escuelas ya no les daban alimentación ni subsidio para el transporte escolar.

Para lograr mejor su objetivo los cineastas contrataron a un exmilitar que tenía una agencia de seguridad para interceptar teléfonos y recoger información que comprometiera al alcalde y a los políticos de la región.

Gracias a los contactos de sus familiares, los cineastas lograron reunirse con el fiscal general de la nación y el procurador general para ponerlos en conocimiento de los delitos que se cometían contra las niñas. Desde su despacho, en videoconferencia, el procurador general le ordenó al procurador provincial que investigara al alcalde y demás funcionarios públicos por el robo al PAE y demás delitos de corrupción que estaban cometiendo.

Como nunca prosperaban las denuncias contra el alcalde y los políticos corruptos por falta de pruebas, los cineastas decidieron conseguirlas a través de una agencia de seguridad.

Así lograron aportarle al procurador provincial pruebas de contratos irregulares, de cuentas offshore en Panamá del alcalde, de la manera como se robaba el PAE, audios de llamadas interceptadas, videos... 

El alcalde fue imputado y llamado a audiencia. De encontrársele culpable enfrentaría una condena de destitución inmediata e inhabilidad por 12 años. Una famosa cineasta española que les colaboraba publicó en el diario El País de España una crónica sobre el documental y en Colombia varios medios la replicaron.

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Crédito: Mirmidones

Los cineastas terminaron el trabajo de campo y viajaron a Bogotá para la edición del documental. Les prometieron a las niñas, que se quedaban en el pueblo, que ellos les cumplirían todas las promesas.

La agencia los alertó: las líneas interceptadas reportaban conversaciones en las que el alcalde y su jefe político trataban desesperadamente de torcer el juicio a su favor: “Se acercan las elecciones y usted no puede perderlas ni permitir que lo destituyan”.

Las escuchas revelaron que todo se arreglaría en dos fiestas que se celebrarían en El Espinal, una donde un antiguo y siniestro paramilitar del Bloque Tolima, que manejaba la contratación. La otra fiesta era para celebrar el cumpleaños del jefe político del departamento, un personaje inhabilitado de por vida para ocupar puestos públicos y acusado de paramilitarismo pero que seguía siendo “el jefe político”.

Los cineastas infiltraron ambas fiestas. En la primera lograron que el paramilitar pidiera a través de una página de internet a las niñas adolescentes. Ellas llevarían una cámara escondida y una microtarjeta para interceptarle el teléfono celular. También infiltraron la fiesta del jefe político.

La agencia les reportó, en tiempo real, que en la fiesta del jefe político se encontraban varios alcaldes de la región, entre ellos el alcalde imputado, y a media noche llegó el procurador general. Las fotos y videos lo mostraban abrazado, tomando trago con el alcalde al que por ley debía juzgar. En la otra fiesta las niñas logran chuzar el teléfono y filmar.

La interceptación de una llamada mostró a un prestigioso abogado aconsejándoles a sus clientes que la única manera de salir del problema 'era que las menores víctimas no aparecieran'. Se desató una cacería por el Magdalena Medio mientras Valentina y sus amigas intentaban llegar a Medellín para esconderse.

A primera hora le escribieron al procurador general y le dijeron que tenían en su poder fotos suyas tomando trago con el alcalde que ellos habían denunciado en su mismo despacho. Alcalde que, le recordaron, había sido imputado y llamado a audiencia. Además le manifestaron que tenían grabaciones en las que se hablaba que iban a torcer el juicio para sacar limpio al alcalde. Inmediatamente los contactó la jefe de prensa de la Procuraduría y les informó que el procurador los invitaba a su despacho para aclarar ese suceso. 

En el despacho del procurador se reunieron con él, así como con el viceprocurador y con la jefe de prensa. Él les comentó que se trataba de un malentendido. Que pasaba por ahí y entró a saludar pero que jamás se prestara para nada indebido, que él lideraba la lucha contra la corrupción en el país. Les aseguró que no había necesidad de provocar un escándalo, que le entregaran las grabaciones a la jefe de prensa y, en señal de su compromiso, hizo que ella les tomara una foto.

Como nunca prosperaban las denuncias contra el alcalde y los políticos corruptos por falta de pruebas, los cineastas decidieron conseguirlas a través de una agencia de seguridad.

Pero las escuchas decían todo lo contrario. Iban a favorecer al alcalde, y de eso se encargaron los asesores de confianza del viceprocurador. El plan consistía en cambiar al procurador provincial antes de la sentencia y que su sucesor engavetara el proceso. Todo se haría en el despacho, entre asesores y abogados. El precio también se pactó.

Al mismo cuartel de la Procuraduría llegaron los cineastas, apoyados por la agencia, para recolectar pruebas de lo que se fraguaba. Llevaron equipos de interceptación y así descubrieron varios casos por azar: el de varios exgobernadores que enfrentaban investigaciones, (uno de ellos actual senador), el de una congresista presa por compra de votos, casos de corrupción relacionados con Reficar, con Odebrecht, gastos reservados y un largo etcétera.

Pese a todas las pruebas de cómo en la Procuraduría cuadraban procesos del más alto nivel, entre ellos el proceso del alcalde, sabían que nada podían hacer. Las pruebas habían sido adquiridas de manera ilegal y lo más probable era que los incriminaran.

La única solución para que el alcalde no se saliera con la suya era hacerlo público en un medio de comunicación, ya que los periodistas no están obligados a revelar su fuente ni la manera en que consiguen las pruebas.

Buscaron a uno de los más famosos periodistas del país pero él no les publicó la denuncia porque, decían, era amigo y aliado del secretario privado de procurador. Acudieron a varios periodistas más pero ninguno quiso hacer pública una denuncia que implicaba al funcionario más alto del país. Todos les inventaron alguna disculpa para no publicar nada, pero ninguno los señaló de estar mintiendo.

Días antes de la audiencia para lectura de sentencia, como era de esperarse la nueva procuradora provincial maniobró y echó para atrás el proceso, que ya estaba listo para fallo, y lo engavetó. De ese modo el alcalde se salió con la suya. Se filtró que existían videos donde importantes personalidades tenían sexo con niñas. Ellas lo grabaron y lo denunciaron.

La única solución para que el alcalde no se saliera con la suya era hacerlo público en un medio de comunicación, ya que los periodistas no están obligados a revelar su fuente ni la manera en que consiguen las pruebas.

Valentina fue llevada al matadero. Los implicados en los casos de corrupción sabían que ella había liderado el complot. Segundos antes que la destrozaran con una motosierra alguien llamó a interceder por ella. Le cambiaron la muerte por el destierro. Se tendría que ir de la región con sus amigas y nunca jamás volver a hablar con periodistas.

Valentina imploró que no fueran a sacar ninguna denuncia donde ellas aparecieran. Tenía ahorrado un dinero que le dio su amante para que se operara las tetas, solo estaba esperando cumplir los 15 años, requisito que le exigió el cirujano. Con ese dinero y otro que logró reunir decidió irse y llevar a sus amigas, pero para no desilusionarlas no les contó la verdad. Les dijo que J Balvin, su artista preferido, había visto el documental sobre ellas y las había invitado a vivir en una de sus mansiones en Medellín. El único requisito era que no se volvieran a prostituir y que regresaran a la escuela. Ilusionadas comenzaron a preparar el viaje. Nunca habían salido del pueblo.

Pero alguien no estaba dispuesto a que no se utilizara el material que muestra a unas niñas que tienen sexo con ciertos personajes y lo hace público. La interceptación de una llamada mostró a un prestigioso abogado aconsejándoles a sus clientes que la única manera de salir del problema “era que las menores víctimas no aparecieran”. Se desató una cacería por el Magdalena Medio mientras Valentina y sus amigas intentaban llegar a Medellín para esconderse.

En Bogotá, sin saber lo que sucedía, los documentalistas se jugaron su última carta para lograr que les publicaran su denuncia. En un restaurante del Park Way se reunieron con un periodista muy prestigioso y le ofrecieron una información que le sería muy útil en un caso en el que él trabajaba. “Tenemos audios y videos de encuentros entre un ganadero asesinado y la jefe de la unidad legislativa de un senador con el fin de recaudar fondos para la pasada campaña presidencial. Las reuniones se llevaron a cabo en un apartamento en la Avenida Pepe Sierra, en Bogotá, y en Valledupar. Tenemos pruebas del entrampamiento que le hicieron a un protagonista del proceso de paz. Todo se planeó en una oficina donde también se planeó la interceptación de los teléfonos de varios periodistas. Tenemos la lista de quienes son. Los escuchan por medio del GPS y otros equipos instalados en las camionetas asignadas para su protección…. Toda esa información se la daremos a cambio de que publique nuestra denuncia”. 

El famoso periodista quedó de hacerlo pero no lo hizo. En cambio le comentó a una periodista amiga que estaba en una lista de espiados y la oficina desde donde se hacía. Ella fue y lo denunció todo en la Fiscalía. Los documentalistas huyeron del país.

El propósito de Mirmidones es dar a conocer la novela y destinar el producto de las ventas a la fundación Niñas de Caracolí.

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