'El Menú', una película muy ingeniosa
Se presenta en salas de cine de Colombia 'El menú', del director Mark Mylod. Esta película, cargada de humor y sátira, la protagonizan Ralph Fiennes, Anya Taylor-Joy y Nicholas Hoult.
Por Gustavo Valencia Patiño
Las películas sobre comida, restaurantes y cocina, que permiten entrar tanto al cerrado y desconocido mundo de la gastronomía y de quienes lo planean y ejecutan, como a la intimidad de los restaurantes y sus chefs, poseen un particular atractivo que en manos de un buen camarógrafo y un director que sepa hablar con la imagen supone un buen producto. Si se le agrega una buena actuación de los protagonistas y el guion permite el desarrollo de un buen argumento, se tiene más que suficientes ingredientes para que, bien sazonados, logren una buena película y obtenga cierto reconocimiento por parte del público que se ha deleitado con un agradable platillo visual.
Así lo demuestra una larga lista de las que cabe destacar, entre las más recientes, Una buena receta (2015) con Bradley Cooper, actor muy de moda en ese momento y con dirección de John Wells; también Julie y Julia (2009) con la polifacética y talentosa Meryl Streep bajo la conducción de Nora Ephron; igualmente Sin reservas (2007) de Scott Hicks con Catherine Zeta-Jones. Sin olvidar clásicos contemporáneos como la alemana Deliciosa Marta (2001) de Sandra Nettelbeck con Martina Gedeck, actriz muy conocida internacionalmente por La vida de los otros; la muy exitosa Como agua para chocolate (1992) dirigida por Alfonso Arau, y La fiesta de Babette (1987) de Gabriel Axel, con la que Dinamarca obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera. En fin, es un listado muy extenso que demuestra la favorable acogida que siempre ha logrado este género.
En la gran mayoría de estas realizaciones se encuentra algo que sucede de forma imperceptible, que sigue siendo la base y fundamento del buen cine, cuando no se olvida el medio a través del cual realiza su relato, es decir, la imagen fílmica, aspecto que hoy por hoy ni es considerado importante ni se le presta mucha atención, lo cual es una gran equivocación y un contrasentido. Hoy en día se cree que lo más importante es el guion, el qué se va a relatar; el cómo se va a contar, o sea, enfoques, planos y demás elementos visuales han pasado a segundo plano.
Son películas que basan buena parte de su relato en dejar que sea la imagen la que narre, gracias a muchos ángulos y enfoques, a diversidad de planos, en especial de primeros planos en la preparación y corte de los alimentos, en su sazón y cocción, y posteriormente en la servida de los platos. En entregarse con mucho talento visual a que todo quede dicho y representado por solo imágenes, donde sobran las palabras y los diálogos, pues la expresividad de la imagen, y más en cine, es más que suficiente. Ahí reside el secreto para una buena receta fílmica, para poder saborear con especial gusto el cine como imagen.
El Menú no se aparta de estas condiciones. Sin embargo, presenta una serie de características diferentes que le van imprimiendo su particularidad. Se inicia con la ubicación de un lujoso restaurante en una isla y un reducido número de invitados. Cuando se van presentando los diversos platos, con cierto aire muy refinado y culto de cada uno de ellos, comienza también una cierta mordacidad, algo de humor negro, por ejemplo, con la presentación del plato del pan, pero que no tiene pan.
Finas ironías que van anunciando mayores sátiras y burlas, dentro de una lenta narración inicial que avisa que algo puede llegar a suceder, aunque todavía no ocurre y mientras tanto se develan ciertas costumbres y comportamientos de las personas que pueden pagarse una lujosa y costosa cena. Se presentan las personas invitadas a este prestigioso lugar, cada una de ellas con su propia especificidad y sin caer en marcados estereotipos, sobre las cuales se cierne algo de burlesco e ironía, que se irá matizando en el transcurso de la narración.
Este humor ácido, muy corrosivo que predomina en la primera parte, se va mezclando con algo de lo absurdo y de la irrealidad. Se juega un poco con los límites de lo real, que con la puesta en escena y su filmación lo hacen muy verosímil, en especial en lo que se refiere a todo el equipo de cocina que trabaja para el chef, un extraño y siniestro personaje, interpretado magistralmente por Ralph Fiennes, en una soberbia actuación, donde pareciera que nunca hubiera hecho papel alguno y esta fuera su primera representación. Así de convincente y refrescante resulta, ahora que casi nadie actúa ni las películas lo necesitan.
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Cuando se van presentando los diversos platos, con cierto aire muy refinado y culto de cada uno de ellos, comienza también una cierta mordacidad, algo de humor negro, por ejemplo, con la presentación del plato del pan, pero que no tiene pan.
Esta sátira va generando expectativas que superan el simple nerviosismo, la tensión se va creando y el suspenso por lo que va a venir se siente y tan pronto empiezan a suceder inesperados eventos, esto hace que comience un cierto terror, muy humano, muy entre individuos que han perdido la cordura. Por fortuna, no es el actual género del terror, lleno de violencia gratuita, con escenas sanguinolentas y brutales, o con monstruos y psicópatas dispuestos a descuartizar a todos. Por eso mismo es más aterrador, por lo real, por lo verosímil de que todo esto es posible que suceda.
Por mantener la analogía culinaria al que el tema induce, se tienen muchos ingredientes que se van sazonando y a fuego lento como pide la buena cocina; se puede llegar a desear que se hubiera querido más sazón y cocción, pero se comprende también que la narración debe ceder a los requerimientos que exige todo thriller, enmarcado dentro de ese amplio género contemporáneo del llamado cine negro, que proviene de aquel famoso cine noir de la posguerra y ahora rotulado como cine neo-noir, en el que afortunadamente, no es como en sus inicios donde ya se sabía que los “buenos” siempre ganaban y los “malos” perdían. Ahora, no siempre existen estas dos categorías, para bien de las historias que se cuentan en el cine y como en la película de esta ocasión, no importa si ganan todos o si pierden todos.
El director, Mark Mylod, con mucha más experiencia en televisión que en cine, con esta realización cuenta solo con cuatro largometrajes; fue quien dirigió algunos episodios de la célebre serie Game of thrones. Su segunda película El gran blanco (2005) es una comedia negra. Es decir, no es la primera incursión del director en cine ni en este particular género en el que ya tiene cierta experiencia visual. Mención especial merecen sus guionistas Seth Reiss y Will Tracy, que elaboran una idea y argumento originales, escribiendo un guion muy compacto, sin fisuras ni cabos sueltos, recreando en un ambiente muy realista los diversos elementos de la gastronomía, en esta ocasión puestos al servicio de algo tortuoso y macabro.
No se puede pasar por alto el trabajo de una joven y premiada actriz, con mucho talento que viene haciendo carrera, Anya Taylor-Joy, conocida por la serie de televisión Gambito de dama. En esta ocasión, no es la adolescente de otras realizaciones, sino una mujer joven que demuestra que con su capacidad interpretativa no se deja encerrar en un determinado estereotipo de actuación. En esta película al no ser la invitada oficial, puesto que es un reemplazo, rompe la rígida planeación del chef y se convierte en la parte incómoda de su elaborado diseño para la cena de esa noche, lo que permite que mantenga y desarrolle un gran trabajo con Ralph Fiennes y ella como su antagonista.
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Este humor ácido, muy corrosivo que predomina en la primera parte, se va mezclando con algo de lo absurdo y de la irrealidad. Se juega un poco con los límites de lo real, que con la puesta en escena y su filmación lo hacen muy verosímil, en especial en lo que se refiere a todo el equipo de cocina que trabaja para el chef, un extraño y siniestro personaje.
El Menú desde sus primeras escenas no es lo que parecía en su introducción. Detrás de la presentación de cada plato, algo inesperado sucede, generando un ambiente tormentoso que ha planeado el chef hasta llevarlo a extremos terroríficos, en el que, en especial en la segunda parte, el guion invita a reflexionar sobre cuestiones y actitudes muy humanas y sin moralejas; quizá la parte más interesante de todo el film, pero que por motivos del mismo género thriller no profundiza y solo señala muy someramente; lo que no le resta mérito a todo el conjunto de la película, o sea, a su guion, argumento, puesta en escena, filmación e interpretación.
Vea aquí el trailer de El menú.