El músico que Putin quiso callar
La agresión de Rusia a Ucrania también se ha prestado para la censura. Es el caso del compositor ucraniano Valentin Silvestrov.
Por Juan Carlos Garay
El pasado 13 de abril la policía rusa interrumpió abruptamente un concierto de música clásica, llegó hasta el escenario y obligó a los intérpretes a silenciarse. No es común que la música clásica sea objeto de suspicacia por parte de las autoridades, pero en el escenario de una guerra muchas cosas aparentemente inocuas pasan a ser sospechosas.
La versión oficial de la policía es que recibieron una “amenaza de bomba”. La otra versión, que han favorecido medios como la emisora Classic FM, de Gran Bretaña, tiene que ver con la nacionalidad del compositor cuya música se estaba interpretando esa noche en el Centro Cultural de Moscú. Se trata de Valentin Silvestrov, nacido hace 84 años en Kiev, Ucrania, es decir, en el territorio enemigo.
Silvestrov ya tenía un número considerable de seguidores, pero a raíz de esta noticia su música ha despertado nuevas simpatías en el mundo. El escritor británico Paul Griffiths, por ejemplo, escribió fascinado que “esta música es como un lago negro en que las aguas apenas si se mueven”. Es su manera poética de describir la cualidad serena y meditativa que tienen las obras de Silvestrov.
Esa característica involucra tanto las piezas breves para piano como las corales y sinfonías que, si bien requieren un mayor número de intérpretes, llaman más veces a la intimidad que a la grandilocuencia. Si en esto hay algo de subversivo para las autoridades rusas, quizá tenga que ver con su decisión de abandonar los movimientos de la modernidad soviética a la que perteneció en su juventud. Pero, como él mismo explicó en alguna ocasión, “la lección más importante que me dejó la vanguardia fue liberarme de todas las ideas preconcebidas, en particular las ideas de vanguardia”.
Buena parte de la música de Valentin Silvestrov ha sido publicada por el sello disquero alemán ECM. Bajo el mando del productor Manfred Eicher, esos discos se caracterizan por su ingeniería de sonido: casi todos son grabados en iglesias con mucho eco, con los micrófonos retirados para captar menos el detalle que la acústica general. En las obras corales esto produce un efecto de ensueño. En las obras para piano sale a flote una sencillez escalofriante.
El musicólogo español Pablo Rodríguez llama a este fenómeno “modernidad a la inversa”: varios compositores de su generación (mencionemos también al estonio Arvo Pärt) se cansaron de entender el ejercicio de la música como una especie de lucimiento intelectual y reaccionaron enfocándose hacia algo más introvertido, parecido a la meditación. En algunos casos esa nueva búsqueda ha pasado por la religión: Silvestrov escribió en 2007 una versión del Padre Nuestro que es conmovedora. Incluso en sus obras instrumentales más abstractas puede oírse esa cualidad cercana al rezo.
¿Dónde está Silvestrov?
Desde el pasado mes de febrero, cuando las tropas rusas entraron a Ucrania, algunos círculos culturales reaccionaron promoviendo un boicot a todos los artistas del país invasor. En la comunidad de la música clásica hubo alertas sobre este absurdo. Si lo que se busca es protestar contra el gobierno ruso sería paradójico, por ejemplo, prohibir un concierto de música de Dmitri Shostakovich, un artista cuyo principal dolor de cabeza fue el gobierno soviético.
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La emisora Deutsche Welle celebró la llegada a Berlín de Silvestrov, a quien llamó “el maestro del sigilo” y ha venido transmitiendo dentro de su programación obras que ya despiertan fervor entre los amantes de la música contemporánea.
De otro lado, se empezó a expresar preocupación por eventuales represalias contra el compositor vivo más importante de Ucrania. El temor se disipa un tanto cuando sabemos que Silvestrov huyó de su país, junto con su esposa y su hija, para exiliarse en Alemania. Lo primero que hizo fue organizar un concierto de beneficencia en la Gedächtniskirche (Iglesia de la Memoria) de Berlín, un templo que mantiene su aspecto semiderruido luego de los bombardeos de la Segunda Guerra.
La emisora Deutsche Welle celebró la llegada a Berlín de Silvestrov, a quien llamó “el maestro del sigilo” y ha venido transmitiendo dentro de su programación obras que ya despiertan fervor entre los amantes de la música contemporánea. Entre ellas están las Bagatelas para piano, que son miniaturas de dos y tres minutos con una gran carga sentimental, o la Música silenciosa para orquesta de cuerdas, que recrea esa actitud contemplativa que sugieren los atardeceres.
Desde luego, la emisora también aprovechó para entrevistar al músico ucraniano y preguntarle por sus vivencias de la guerra, la censura y el exilio. Valentin Silvestrov respondió de una manera tan sutil que no era claro si hablaba de arte o de política: “El mundo tiende a volverse cada vez más monumental y ese monumentalismo es insoportable; uno desea el retorno a lo sigiloso, a lo plácido”.
Y luego remató con esta maravillosa definición de sí mismo: “Yo compongo para que lo discreto cobre importancia”.