6 Octubre 2022

El rompecabezas de Rosario Caicedo

Hoy se lanza ‘Mil pedazos’, de Rosario Caicedo compuesto de memorias, poemas y parte de correspondencia con el escritor Andrés Caicedo, su hermano, quien ha sido una referencia en su vida desde que era niña.

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Rosario Caicedo
Rosario Caicedo.

Por Eduardo Arias
Mil pedazos, el libro que acaba de lanzar en Colombia Rosario Caicedo y que hoy jueves se lanza en la Biblioteca Los Fundadores del Gimnasio Moderno, es una combinación de memorias, de poesía y de cartas. Casi todo el contenido de la obra gira en torno a su relación de complicidad extrema con su hermano, el escritor Andrés Caicedo.
Rosario Caicedo vive en Estados Unidos desde 1972, cuando viajó con su esposo, un médico quien fue a hacer su residencia en psiquiatría. Con él tuvo dos hijos y se separó en 1982. Pensaba irse solamente por tres años y 50 años después sigue establecida en ese país. Su primer destino fue Houston y luego se fue a vivir a Connecticut. Ella es trabajadora social de profesión y también promotora cultural y activista de varias causas sociales.
Rosario empezó a escribir poesía tal vez cuando tenía 12 o 13 años. "Eran pésimas, rimadas y luego desarrollé un estilo más libre también por recomendación de Andrés, que me dijo: ‘ tenés potencial Rosarito pero dejá de rimar’. Entonces empecé a escribir poesía. La he escrito en español y en inglés. Muchos de esos poemas los traduje yo misma del inglés al español”. 
Ella tenía en la cabeza la idea de escribir Mil pedazos desde hace mucho tiempo pero la idea de escribirlo tomó forma hace unos seis años. “La vida pasa, nos vamos haciendo viejos y empecé a pensar que sería muy bueno poder compilar, en forma de libro, un rompecabezas de mil piezas que iba a contar las memorias de una mujer que ya está entrando en años. Quería contar mi historia como mujer, como testigo de cosas que para mí eran muy importantes, de mi relación con mi hermano Andrés, de mi admiración por él”.
Ella quería escribir sobre su vida en la cual está muy presente su hermano y cómplice pero Andrés no era solamente por lo que ella escribía.Yo quería plasmar mi identidad de mujer que ha pasado una vida de siete décadas y dos más y quería mostrar el proceso de una mujer joven envejeciendo, el proceso de una mujer cuestionando su papel en sociedades tradicionales y en sociedades más liberales. No pienso que sea el libro que escribió la hermana de Andrés Caicedo sino el que escribió Rosario Caicedo”.
Siempre se ha considerado feminista. Tener hijos fue lo que la hizo tomar verdadera conciencia del feminismo. Ese hecho tan profundamente femenino de traer un hijo al mundo la hizo cuestionar muchísimo el papel que juega la mujer como madre en la sociedad y el mito que se tiene, al menos cuando ella creció. “Yo nací en 1950. En esa época la mujer se realizaba. Esas eran las palabras que se usaban cuando se era madre”. Como ella recuerda, la pasaban mal las mujeres que no podían tener hijos y ni se hablaba de las que no querían tener hijos. “Entonces para mí el concepto de ser madre me radicalizó muchísimo en mi postura y cuestionamiento sobre el rol de la mujer”.

Su vida con Andrés y con el recuerdo de Andrés

Una de las grandes motivaciones de Mil pedazos fue plasmar en unas páginas cómo una familia puede influir profundamente en la vida un artista tanto vivo como muerto. “Especialmente cuando se dio esta batalla tan horrible por la censura de la correspondencia que ejercieron mis hermanas mayores, lo que explotó en 2017”.
Para Rosario Caicedo ese es un tema complicado. Andrés Caicedo consideraba que su correspondencia era la parte más importante de su obra literaria. Pero en algunas de sus cartas también hablaba de asuntos muy íntimos. Es evidente que Caicedo quería que se publicara su correspondencia después de muerto. Prueba de ello, que guardaba copias en papel carbón de las cartas que enviaba. Además se lo escribió varias veces a Miguel María, su amigo epistolar español a quien nunca conoció. Una vez le dijo a su amigo a Jaime Manrique que guardara una carta que le había enviado y de la que no había hecho copia porque algún día tendría que publicarse. Todo eso es revelador de la obsesión que Andrés tenía por el género epistolar. Y como señala Rosario: “Yo pienso que en un escritor la correspondencia dice mucho sobre su misma obra”.

Rosario Caicedo fue muy consciente desde un comienzo que su hermano Andrés era una persona muy distinta a ella y a los otros niños que la rodeaban. Pasaron los años y Andrés empezó a escribir y a mostrarle sus escritos y se convirtieron en cómplices literarios.


Ella se siente profundamente afortunada de haber coincidido con su hermano Andrés en una casa de familia. Nunca ha creído en el concepto de que se es hermano por compartir la misma sangre. Para ella el hermano es alguien que comparte muchas otras cosas, como el respeto hacia la otra persona y que se quieren. “Uno puede querer a otra persona que no sea hermana mucho más que a un hermano. Es una coincidencia cósmica que Andrés y yo simplemente crecimos con un poquito más de un año de diferencia, con dos hermanas bastante mayores. O sea que había dos grupitos. Las mayores y, como nos llamaban mi papá y mi mamá, los chiquitos. Y se desarrolló siempre entre nosotros una complicidad muy grande”.

Rosario y Andrés Caicedo, Cali, 1955.
Rosario y Andrés Caicedo, Cali, 1955.


Rosario fue muy consciente desde un comienzo de que Andrés era una persona muy distinta a ella y a los otros niños que la rodeaban. Pasaron los años y Andrés empezó a escribir y a mostrarle sus escritos y se convirtieron en cómplices literarios. “Me recomendó muchísimas cosas. Andrés era un lector voraz. Yo soy una muy buena lectora, pero me pregunto de dónde sacó Andrés todos esos autores que no eran los del canon escolar, los que nos ponían a leer en los colegios. ¿Cómo me pudo a dar Andrés a mí a Virginia Woolf, a Edgar Allan Poe? Andrés era mi librero”.
Ella recalca su asombro porque crecieron en una ciudad donde no había casi bibliotecas públicas. “Había una a la que nunca recuerdo haber ido, la biblioteca del barrio Centenario”. La otra opción eran las pequeñas bibliotecas de los colegios donde las bibliotecarias o las profesoras que las atendían decidían qué podían leer y que no podían leer los alumnos. “Todavía existía el famoso Índice de la Iglesia. Eso a Andrés se le agradezco, y también toda todo ese conocimiento cinematográfico que me ayudó mucho”.
Por esa razón una buena parte de Mil pedazos lo conforma el intercambio epistolar entre Rosario y Andrés en los años 70. Para ello fue necesario que las hermanas mayores le enviaran a Rosario las cartas que ella le había escrito a su hermano y de las que no había guardado copia. “Yo las quería tener. En ese momento no pensaba publicarlas. Quería leer lo que yo le había escrito a Andrés en el siglo pasado”.
Aunque no recibió todas las cartas, tuvo material suficiente para presentar en Mil pedazos ese diálogo entre ella y su hermano. También quería mostrar cómo era la comunicación en una época en que las personas se sentaban a escribir, buscaba un papel que tuviera una esquela impresa (al menos en el caso de ella), más el ritual de doblarla, meterla en un sobre, conseguir una estampilla y llevarla a una oficina de correos. “Andrés también era dibujante de historietas y le encantaban los personajes de Carlitos. Entonces yo buscaba papeles con esquelas de Carlitos para escribirle”, recuerda.
Mil pedazos es el primer libro que publica pero ya tiene otro cocinándose. “Yo tengo como unos 90 poemas inéditos y y los estoy compilando y me gustaría poderlos publicar porque la poesía es lo que más me gusta”.

Portada
La fotografía de la portada del libro se la tomó Andrés Caicedo cuando fue a visitarla a Houston (Estados Unidos), en 1973.

 

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