Jimmy Salcedo y los Speakers: psicodelia colombiana revisitada
4 Diciembre 2022

Jimmy Salcedo y los Speakers: psicodelia colombiana revisitada

La reedición en vinilo de los álbumes ‘El mundo de Jimmy Salcedo y su Onda Tres’ y ‘Los Speakers en el maravilloso mundo de Ingesón’ reafirma el cada vez más creciente interés de los coleccionistas por discos del pasado que en su edición original son casi imposibles de conseguir y cuestan una verdadera fortuna.

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Por Juan Carlos Garay
El gusto que está reviviendo por los discos de vinilo es un fenómeno mundial con unas aristas muy llamativas: álbumes que no fueron suficientemente exitosos y salieron del mercado muy rápido, hoy son reevaluados como “joyas” y pueden costar una millonada en el mercado del usado. En ese sentido trabajan el sello español Munster y su filial Vampisoul. Buscan esas joyas y las reeditan, a precios más accesibles, para el alivio de los coleccionistas.
Recientemente han publicado dos títulos que para nosotros los colombianos fueron un poco (apenas un poco) más familiares hace cinco décadas. Y es muy interesante volverlas a escuchar a través de ese nuevo filtro, el de una generación de oyentes que valora los ingredientes psicodélicos en las músicas latinoamericanas.

Show de Jimmy

El otro show de Jimmy
El primero de esos vinilos es El mundo de Jimmy Salcedo y su Onda Tres. Quienes fueron televidentes el siglo pasado recuerdan a Jimmy como un anfitrión que todas las semanas presentaba a otros artistas, hacía unos sketches de humor y unas entrevistas en las que sus invitados terminaban, inevitablemente, cantando. Pero Jimmy desarrolló paralelamente, y con mucha seriedad, una carrera discográfica que se tradujo en seis títulos para los sellos Codiscos y Philips.
Los coleccionistas más exhaustivos nos hablan incluso de una época previa: Salcedo, proveniente de Barranquilla, se inició como pianista de una banda llamada los Be-Bops, que llegó a grabar algunos discos para el mercado español. En algunos de esos discos, al parecer por motivos legales, el nombre del grupo tuvo que alterar su ortografía para convertirse en los “Bibos”. Pero eso es más anecdótico. Lo que nos interesa aquí es la segunda etapa discográfica, la del Jimmy solista.
El mundo de Jimmy Salcedo es un compilado que incluye canciones de todos esos seis títulos grabados a lo largo de la década de 1970. Definir su sonido es muy difícil porque tiene elementos de música tropical, pop, funk y en algunos casos esa sencillez melódica (sin duda alimentada por su trabajo en los medios) de los jingles publicitarios. El tema La tanga, por ejemplo, fácilmente podría haber sido la banda sonora de un comercial de vestidos de baño de la época.
Por otro lado, impresiona el conocimiento y el manejo que tenía Jimmy de los instrumentos musicales más modernos de su tiempo. En general, parece que era un afiebrado por la tecnología y su estatus de estrella de televisión le daba los recursos económicos necesarios. Álvaro Serrano, quien tocó con él en los Be-Bops, recordaba que Jimmy fue uno de los primeros colombianos en tener teléfono en su carro (no existían aún los celulares, este era un sistema de telefonía satelital muy costoso). En las grabaciones que nos dejó podemos escuchar innovaciones como el órgano Hammond y el sintetizador Moog.

Definir el sonido de Jimmy Salcedo es muy difícil porque tiene elementos de música tropical, pop, funk y en algunos casos esa sencillez melódica (sin duda alimentada por su trabajo en los medios) de los jingles publicitarios.


Esos sonidos de teclados se convirtieron en parte de su sello sonoro. La otra parte era su voz, fresca, natural y con un acento caribeño que nunca perdió. Tal vez la grabación más valorada hoy es Maranguango, con una letra sencilla que recuerda lejanamente al tema Brujería del Gran Combo, pero con toques más pop. Maranguango era la joya de la corona, el disco más difícil de conseguir, y hoy podemos apreciar su genialidad gracias a esta reedición de Vampisoul.
Y una anécdota final que habla de su musicalidad espontánea. Cuenta el baterista Javier Aguilera que los músicos estaban terminando de grabar un disco para el sello Philips, cuando el productor les avisó que aún había espacio para una canción más. Como Jimmy no tenía nada preparado, recibió la instrucción: “Entonces necesito que compongas algo, pero que sea la berraquera”. Jimmy se sentó a componer junto con su colega Joe Madrid y en cuestión de horas estuvo listo un tema que, en efecto, lleva por título La berraquera.

Ingeson
El canto de cisne de los Speakers
El segundo álbum de psicodelia colombiana que acaba de reeditarse en vinilo, esta vez por el sello Munster, es Los Speakers en el maravilloso mundo de Ingesón. Es una grabación de 1968 totalmente adelantada a su tiempo, y quizás por eso mismo incomprendida hasta por los mismos seguidores de la banda. Los Speakers habían iniciado su carrera tres años atrás, con discos que eran básicamente traducciones al español de temas de los Beatles y los Animals. Pero evolucionaron rápidamente hasta encontrar un sonido propio y un mensaje. Superaron la temática del amor adolescente, se volvieron más contestatarios y también más surrealistas.
Este álbum era casi imposible de producir porque a las disqueras de la época no les interesaba publicar algo tan experimental. Hasta que llegó Manuel Drezner (sí, el mismo Manuel Drezner que todavía nos ilustra con su columna de música clásica en El Espectador) y les hizo una propuesta. Él pondría a su disposición todos los equipos técnicos necesarios para consolidar ese sueño, siempre y cuando el disco llevara en su título el nombre de sus estudios de grabación: Ingesón.

Los Speakers evolucionaron rápidamente hasta encontrar un sonido propio y un mensaje. Superaron la temática del amor adolescente, se volvieron más contestatarios y también más surrealistas.


Escucharlo hoy es viajar a un pasado muy imaginativo. En lugar de los silencios entre canciones, que se reducen al mínimo, los Speakers decidieron hacer unos interludios sonoros de apenas unos segundos de duración. En eso se parece un poco al disco Sell out de The Who, solo que estos interludios son algo más abstractos, quizás más próximos a lo que hoy se llama “paisaje sonoro”.
A lo largo de 32 minutos se distinguen influencias que van desde las canciones de corte oriental de los Beatles (estilo The inner light) hasta la poesía nadaísta. Y algo muy grato es que, para estas alturas, cada uno de los integrantes aportaba algo propio y único al sonido pleno de los Speakers. Las composiciones de Rodrigo García evocan la música barroca con todo y sus arreglos de vientos. Las canciones de Humberto Monroy ya empezaban a incluir los elementos folclóricos que serían prominentes en su siguiente banda, Génesis. Hay un pasaje en que lo oímos tocando la armónica y es asombrosamente cercana a la que se oirá años después en la canción Don Simón. Y por último, el aporte de Roberto Fiorilli era el polo a tierra, el sonido del blues y el rock and roll.

Los Speakers en el maravilloso mundo de Ingesón resultó ser la despedida de los Speakers. Manuel Drezner opinaba en las notas originales del disco que esos tres músicos poseían “una mentalidad musical interesantísima”. Pero, como muchos emprendimientos artísticos en este país, no tuvo demasiados fans ni suficiente seguimiento. Aparte de Gloria Valencia de Castaño, quien les dedicó un especial de televisión, no hubo en el periodismo musical de la época una apuesta por este documento. Desapareció, se olvidó durante un par de décadas y luego (¡oh, paradoja!) se fue convirtiendo en objeto de culto, uno de los discos más buscados de la psicodelia latinoamericana. Hoy que lo podemos tener nuevamente en las tiendas y en los tornamesas, es inevitable reflexionar sobre ese extraño efecto del paso del tiempo, que a veces transforma las obras incomprendidas en obras maestras.

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