Totó, semblanza de una cantadora legendaria
25 Septiembre 2022

Totó, semblanza de una cantadora legendaria

Con motivo del retiro de Totó la Momposina de los escenarios por razones de salud, anunciado a finales de septiembre por su familia y sus productores Astar Artes Recordings, Real World Records y Gotok Music, la revista CAMBIO quiso ofrecer a sus lectores una completa semblanza de la cantadora, preparada por la escritora Patricia Iriarte, autora del reportaje biográfico Totó Nuestra diva descalza. Precisamente, la aparición de la tercera edición de este libro ha coincidido con este momento definitivo en la vida de una de las artistas más reconocidas en el exterior y más queridas por el público en la historia de la música colombiana.

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Totó la Momposina y Batata.
Totó la Momposina y Batata.

Esta mujer, de rostro esculpido por el mestizaje, de altos pómulos, ojos rasgados, risa fulgurante y una mata enorme de cabello negro, vino equipada desde hace muchas vidas para hacer vibrar al mundo con su voz. La clave de sol ha sido en ella una especie de estandarte, no solo por razones musicales: habiendo nacido bajo el signo Leo, con ascendente Leo, tiene el Sol por todas partes. De allí su deslumbrante energía y la fuerza de su personalidad, y de allí el don de mando, la creatividad, la decisión. “Eso es fuego puro. Esta leona del Caribe es el Sol mismo en escena”, dijo su médico y amigo Juan Guillermo Ospina, quien la conoció en París en los años 80, cuando él completaba su formación profesional en esa ciudad y ella comenzaba a recorrer el mundo.
Quienes conocen a Totó de cerca saben cómo opera en ella el poder de la música: “En el momento en que canta se olvida de todo”, dicen sus músicos. “En ese terreno no le gana nadie”, afirma su hijo. Walter Fehrman, un periodista del World Music, dijo que “Totó la Momposina en vivo es mucho más que Totó la Momposina. No es fácil describirlo, hay que estar allí y vivirlo, vivir la música, los ritmos, los cantos y los bailes como nunca más se tendrá otra oportunidad…”. Ella es fogosa e hiperactiva en el escenario, pero pausada en la conversación, donde suele adoptar un tono expositivo que parece provenir de una escondida vocación de educadora.
Su vocación artística se manifestó desde que era una niña. Contaba Livia Vides, su madre, que “lo que más le gustaba era estar en los bazares y comparsas, pendiente de todo lo que fuera artístico. En el colegio era la primera en participar en las presentaciones, y yo era la que la organizaba, le hacía el vestuario, le decía cómo se bailaba y al final terminaba siendo la coreógrafa de todo el grupo”.

Totó
Totó cuando tenía nueve años. Foto: Archivo familiar


También mostró Totó una temprana inclinación a colaborar en todo lo que pudiera para ayudar a otros, como cuando se echaba al hombro, todos los días, una cantina de leche para llevarla a otro colegio, donde la estaban esperando.
Su pasión y compromiso por la música fue tan fuerte que se convirtió en la absoluta prioridad de su vida. Decía doña Livia: “Ella trató de ser ama de casa, pero ella no nació para eso. Tal vez yo tuve un poco de culpa porque le alcahueteaba cuando se iba para sus giras, le cuidaba los hijos. Al marido le gustaba al principio que ella cantara, era feliz con eso, pero después ella se fue alejando…”.

Siempre que esta mujer pisaba un escenario con su metro sesenta de estatura, su pierna derecha ligeramente curva, su pollera de colores y su melena enmarcando su rostro, el aire se electrizaba y su presencia poderosa comenzaba a transformar el ambiente.


Totó explicó en su momento que eso de hacer trabajo de campo para la recopilación musical y el rescate de toda una tradición fue intuitivo. “No fue que me lo dijera alguien, sino que yo pensé que en los bailes cantados tenía que haber mucha variedad. Entonces, comencé a hacer el recorrido. Hacía un concierto y de una vez la plata la utilizaba para eso”.
La primera salida de su entorno, siendo ya madre de tres hijos, fue a Talaigua, el punto de partida de su historia familiar y a su vez de la historia musical de su familia. Porque ya no bastaba con las historias que le contaban; era preciso ir a verlas por sí misma. En uno de esos viajes a Talaigua conoció al que sería el segundo amor de su vida, el médico Javier Alonso Burgos, quien la describió así: “En ejercicio de la medicina llegué a la única farmacia del pueblo, y en lo alto de una escalera, contra los anaqueles de perfumes y aguas de colonias, una mujer. Mestiza, de piel cobriza y ojos gachos. Incongruente, como la pañoleta rusa con la que anudaba sus cabellos, en la penumbra de esa tienda polvorienta, en el calor, el silencio, la transpiración y el abandono de ese lejano rincón de la tierra”.
Para los músicos, cantadoras y bailarines de Mompox, como el famoso don Abundio, “Totó ha sido la primera artista de la depresión Momposina que le ha dado valor a nuestra región. La que le ha dado poderío a nuestro folclor y a nuestra cultura. Ha hecho que vengan personas interesadas en investigar esto y lo ha hecho sin perder un milímetro de la tradición. Ella lleva su pueblo en el corazón y siempre habla para el pueblo. Yo me siento orgulloso de esa artista y quiero seguir trabajando así con mis cuarenta muchachos”.

Su pasión y compromiso por la música fue tan fuerte que se convirtió en la absoluta prioridad de su vida.


Pero el talento y las aspiraciones de Sonia Bazanta Vides con la música de la tradición iban más allá, como lo digo en el capítulo que titulé así: Más allá de la aldea.
En un principio era como una gitana, una aventurera que dejaba una estela de ritmos a su paso. Su público lo conformaban jóvenes latinoamericanos que estudiaban en las universidades de la Unión Soviética en los años 70, o curtidos obreros rusos que quedaban hipnotizados por la picardía de esa morena de rasgos polinésicos que les alborotaba los sentidos con su contoneo y su recua de tambores. Todos ellos, más los pasajeros del metro, los intelectuales exiliados en París, los burócratas internacionales y el cuerpo consular, fueron su auditorio en plazas, fábricas, restaurantes y teatros.
La Guía del Ocio, publicación semanal de consulta obligada para todo el que desee conocer la actividad cultural de la capital española, publicó la siguiente nota en octubre de 1996, a propósito de la aparición de su disco Carmelina: “Celia Cruz es a la música cubana lo que Totó la Momposina a la colombiana. O sea, diosas. Mucho menos conocida que Celia Cruz, ya está bien que le llegue el reconocimiento de un público masivo a Totó. Este álbum pone de manifiesto la unión entre la música latina y la africana. Acompañada de un grupo de cine, Totó imprime calor a cada estrofa. Una locura de ritmo”.
Viajeros que recuerdan su voz pero no pueden precisar en dónde la han escuchado; periodistas ingleses que se declaran incapaces de describir con palabras lo que les produce su presencia en el escenario y gentes del común que ven en ella a la diosa del río, a la reina, a la mamá grande de la música. Todo esto suscita en el mundo esta mujer cuya biografía transcurre entre la fama y la leyenda.
Siempre que esta mujer pisaba un escenario con su metro sesenta de estatura, su pierna derecha ligeramente curva, su pollera de colores y su melena enmarcando su rostro, el aire se electrizaba y su presencia poderosa comenzaba a transformar el ambiente. Sin importar que ese espacio estuviera en una plaza, una tarima al aire libre o en el más lujoso de los teatros, el efecto era el de una corriente de energía que salía de su cuerpo y que pronto, con el poder de su música y su voz, se convertía en alegría y en algo más. Algo indescriptible que llegaba a la mente y al corazón de cada persona que la estuviera viendo. Por eso era capaz de producir lágrimas y risas, y por eso con frecuencia había una persona que la buscaba después del concierto para contarle algo de su vida y agradecerle las emociones que le había hecho sentir durante el espectáculo.

Totó y Gloria
Totó la Momposina con Gloria Triana, antropóloga y gestora cultural.

Cual sacerdotisa de la música ancestral, Totó siempre desplegó en el escenario los instrumentos, cantos, danzas y saberes de su tierra para cumplir una misión. Y la misión fue cumplida sagrada y puntualmente durante 60, en más de 60 países.
El periodista y escritor barranquillero Julio Olaciregui fue uno de los colombianos que disfrutó de su amistad en el París de aquellos años 80, pero ya la había conocido en Barranquilla: “Su voz y su cabellera de mulata me hechizaron en Barranquilla, en la casa de la periodista Beatriz Manjarrés, allá por los años 70. No me imaginaba entonces que Totó, como mojana que es, me curaría tiempo después, en París, del yeyo, ese fenómeno climático revuelto con nostalgia ‘chupacobre’, un malestar indefinido de domingo por la tarde, mirando unas altas paredes, un cielo cuadriculado, lejos del mar. Tampoco sabía que gracias a ella me sería dado acercarme al mundo de los bailes cantados, del chandé, volviendo en mi imaginación al río Magdalena guiado por sus búsquedas, por un sabor de pueblo heredado de las cantadoras de Talaigua y Mompós. Veré siempre a Totó bailando descalza, en trance por el tambor del palenquero Batata, en el escenario de la Maison de la Radio de París, cuando ella y su grupo, que contaba con un médico cantor, volvieron de la coronación en Estocolmo, invierno inolvidable, de papá cuentero premiado por sus historias sobre el Negro Adán”.
Por otra parte, una faceta casi desconocida de Totó que hube de tratar con el mayor de los cuidados fue, junto a la de su espiritualidad, la confluencia de sus creencias espirituales en su visión de la música y en la orientación de su trabajo. A partir de cierto momento, la cantadora comenzó a mencionar en sus conciertos y en los textos de sus discos al Supremo Creador, y a hablar de la música de luz y de la música de oscuridad. En el capítulo Los caminos interiores digo que esa búsqueda espiritual y lo que en ella descubrió se tradujo para Totó en mayor seguridad emocional y claridad sobre su realización. Por otro lado, implicó un cambio de estilo de vida que significaba mayor energía y vitalidad para su voz. Podría decirse que, a partir de ese momento, comenzó a operarse una transformación en la vida personal y en el trabajo de Totó la Momposina.

Cual sacerdotisa de la música ancestral, Totó siempre desplegó en el escenario los instrumentos, cantos, danzas y saberes de su tierra para cumplir una misión. Y la misión fue cumplida sagrada y puntualmente durante 60, en más de 60 países.


Transformación que, en el aspecto profesional, coincidió con la aparición del productor musical y mánager británico John Hollis: “La razón por la cual me interesó fue porque durante la gira noté que donde quiera que ella actuaba, para cualquiera de los públicos (jóvenes o viejos), siempre lograba un efecto muy positivo, una especie de atracción universal. Sin duda eso era ser una gran cantante, con una energía y un amor tremendo por su música, por su país, por sus músicos y por su audiencia. Eso y el hecho de que era una persona sencilla, porque puede ser muy agotador trabajar con artistas egocéntricos, hicieron que me decidiera a trabajar con ella”.

Real World
Totó en los estudios Real World, en Inglaterra. Foto: Jeremy Andrews.


Para Tobsol Garzón, a quien Totó reconoció como su maestro espiritual desde inicios de los años 90, ella es una mujer con una gran tendencia mística. “Es algo de su ser que la hace específica y única (...) ella es ese tipo de personas que tiene un estado de ensoñación muy bonito, que muy pocas personas poseen; una capacidad de percibir más allá de lo normal". Garzón habló “de algo mágico, de una vena profética escondida que de vez en cuando se le encendía”.
Por su parte, Juan Carlos Victoria, quien ha estado a cargo de las cuerdas en el grupo durante los últimos trece años dice: “Así la veo, tan real espiritualmente que llega a ser ingenua al pensar que alguien pudiera guiarla. Siempre pensé que era al contrario. Porque ella es un instrumento de luz total”.
Por otra parte, como líder de su agrupación musical Totó buscó siempre que sus músicos sintieran que pertenecían a una familia, y como tal, la Totó que convivía con ellos por meses durante las grandes giras era como una mamá. Así me lo contó en una de las primeras entrevistas para el libro: “Ah, yo soy la que cocina, la que lava, la que plancha, la que está pendiente de los pelaos, la que ora, la que barre. Una mujer normal, común y corriente; que cuando los muchachos se desordenan mucho les pone avisos en la casa que dicen: ‘El que tome un elemento de este lugar lo tiene que volver a poner en su puesto. Con ustedes, La Dirección. Con amor, Totó’. Yo pienso que uno como mamá, como abuela o como ser humano tiene que enseñarles a todos los que están a su alrededor que la vida tiene un orden y cuando todo está organizado, sale a feliz término: los hogares, los países y uno mismo. Además, el universo está organizado de esa manera”.
Las estrictas exigencias de Totó frente al alcohol y cualquier tipo de sustancia, dentro o fuera del escenario o de los ensayos; su insistencia en el buen comportamiento, en público y en privado, de todos sus músicos, y la conciencia de estar siempre representando la cultura de un pueblo mientras tocaran con ella, ha sido siempre un código de ética para los músicos de la nómina, y ha sido Marco el encargado de velar por su cumplimiento, casi siempre con el apoyo de Jorge Aguilar, el músico con mayor ascendencia sobre el grupo después de él.
Para Jorge, “estar al lado de Totó significa algo grande y de renombre, es rozarse con grandes artistas del mundo, y eso te abre la mente. No es lo mismo tocar en un grupo pequeño que en un grupo renombrado internacionalmente. La gente te mira de otra forma; es más, hasta te envidian, en el buen sentido de la palabra”.
Fueron muchas las horas de vuelo y las jornadas en tren, bus y ferry que Jorge compartió con ella y sabía de su cansancio en esos viajes, así como de los ataques de alegría que podían asaltar a Sonia Bazanta en medio de una campiña. Una vez, viajando entre Toronto y Chicago, hizo detener la van para ir a acostarse sobre un prado verdísimo, olvidándose por completo de la cantadora que tenía un concierto esa misma noche.

Como líder de su agrupación musical Totó buscó siempre que sus músicos sintieran que pertenecían a una familia, y como tal, la Totó que convivía con ellos por meses durante las grandes giras era como una mamá.


Germán Vargas, uno de sus más cercanos amigos, respondió en su entrevista para el libro que lo que más admira de Totó era su tenacidad, “en todos los sentidos que esa palabra pueda tener. De fuerza, de carácter, porque así como era tan dulce que era capaz de quitarse lo que fuera para ayudar a alguien, su carácter también era fuerte y no tenía pelos en la lengua para decir lo que pensaba”.

Patricia y Totó
Totó la Momposina con Patricia Iriarte, autora de esta semblanza y del libro Totó Nuestra diva descalza.


Martha Galvis, fiel amiga y mánager para Colombia y América Latina durante casi diez años, dijo que haberse encontrado con Totó en la vida le había dado mucho en lo personal. “Estar cerca de una mujer con esta fuerza, esta naturaleza, esta pasión, creo que a uno también lo motiva a hacer muchas cosas. Nunca había conocido a una persona tan fuerte, que me generara tanta admiración. A mí se me erizaba el pelo de la emoción cada vez que la veía en el escenario. La fuerza de esa mujer no la he visto nunca en nadie más. Admiro su resistencia, el amor por su música y sus ancestros, su capacidad para salir adelante, su amor por la vida, por bailar. Sus carcajadas desparpajadas, su originalidad”.

El más importante personaje en la vida de esta cantadora legendaria, el que más ha disfrutado de su talento y sus cualidades, es el público.


A su vez la cantautora Mónica Giraldo se declaró sorprendida “por su grandeza, por su belleza, por el poder de su voz y por la alegría de su baile. Vi en escena una artista muy centrada entre su grupo de tambores, actuando como el eje y el fuego de ese grupo”. A la pregunta de qué le había dejado su amistad personal y musical con Totó, respondió: “Fortaleza. He visto de primera mano el talento, la voz, la alegría y el compromiso de una mujer hacia la música. Eso me da fortaleza y me impulsa. Y la belleza de encontrar que Totó es la puerta de entrada a un mundo maravilloso que ella codificó con una valiosísima mirada femenina, contundente, bella, fuerte, con su baile y con su voz. También una ética de trabajo inquebrantable, una honestidad y una capacidad para abrir su música al mundo. No quedarse aquí, sino llevarle esta música al mundo entero”.
El músico cubano Andrés Hernández Font, director del grupo Son 14 y asesor del grupo de Totó la Momposina durante varios años, ayuda a completar esta semblanza con otros rasgos de personalidad de la cantadora: “Las cosas materiales nunca la han movido. Es total y absolutamente desinteresada, y eso es una súper cualidad que me parece que hay que destacar. Es altruista, humanista, solidaria, no de la que da lo que le sobra sino la que comparte lo que tiene. Resalto en ella la sinceridad, y otra cosa: que todo lo que Totó la Momposina hace lo hace desde el amor. Ella es el faro, pero el faro no es el que impone el rumbo, ese lo impone cada cual; ella solamente alumbra el camino”.

Pero lo cierto es que el más importante personaje en la vida de esta cantadora legendaria, el que más ha disfrutado de su talento y sus cualidades, es el público.


También vale la pena citar aquí la voz de Ángel Perea Escobar, crítico e investigador musical, sobre el papel que jug'o Totó La Momposina en la evolución de la escena musical colombiana: “La ascendencia que esta artista monumental ha ejercido sobre el florecimiento de la moderna escena y conformación de los nuevos sonidos de la urbe, desde que su legendario álbum inglés detonó en el país, ha sido, desde mi perspectiva, apreciada de un modo opaco. En mi observación, Totó la Momposina y su rol, en la noción más moderna del legado del folclor que ella misma ha reconceptualizado de acuerdo con sus prioridades culturales, es el de una especie de artista de los artistas. Totó, con la fuerza de una turbina, impulsó a Petrona Martínez, a Martina Camargo, a Las Alegres Ambulancias y a las cantadoras del Pacífico. De esto poco se habla en nuestro periodismo cultural, siempre tan anecdótico, pero su impacto en estas últimas fue el de un catalizador, el de un imán que las atrajo al ‘centro’, haciéndolas más visibles para el resto del país”.
Muchos artistas colombianos, como Adriana Lucía, Maía, Alfonso Espriella, Jorge Celedón, Lido Pimienta, y de América Latina, como Lila Downs, Susana Baca y René Pérez, entre muchos otros que colaboraron en algún momento con Totó, atestiguan el impacto que su figura y su trabajo musical ha ejercido sobre ellos. Y queda por registrar la experiencia de docenas de artistas con los cuales actuó en Europa, en Asia, en América y en el Caribe. Pero lo cierto es que el más importante personaje en la vida de esta cantadora legendaria, el que más ha disfrutado de su talento y sus cualidades, es el público. De él no ha recibido más que admiración, respeto y una devoción que se trasluce en cada uno de los miles de mensajes que le han enviado en varios idiomas a sus redes sociales desde el anuncio de su retiro. Y desde antes; desde siempre, por sus cumpleaños, por sus giras, por sus discos, por sus conciertos. Porque ha sido, es y será la más grande, la más amada cantadora de Colombia. Nuestra voz y nuestra música en el mundo.

Libro

 

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