Memorias de un economista entregado a la justicia social
27 Octubre 2022

Memorias de un economista entregado a la justicia social

Crédito: Fotoilustración por Yamith Mariño

Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998, abre una ventana para ingresar a su vida en "Un hogar en el mundo", relatos que no son cronología ni obvios recodos de la memoria, sino una conversación excelsa sobre las divergencias y las contradicciones.

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Por: Diana Castro Benetti

Majlis quiere decir “reunión” en persa y árabe. Es un nombre precioso que se utiliza en todo el Medio Oriente y el Asia para nombrar ese espacio en el que varios se encuentran, conversan y opinan sobre los aprietos del día, los libros leídos o el último evento político. Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998, nos abre una ventana a su vida en Un hogar en el mundo, relatos que no son cronología ni obvios recodos de la memoria. Son el aprender con otros, el arte del majlis, esa conversación excelsa, inteligente, en la que nunca se ganan las batallas y suelen predominar el asombro y las divergencias. Ahí, las contradicciones resultan necesarias.

“Uno de los recuerdos más tempranos de mi infancia es el fuerte ulular de un barco que me despierta”, dice Sen. Son los primeros viajes en barcos de vapor a lo largo de los ríos de su Bengala de origen. Antes de los 7 años, recorrió tramos de los afluentes del Ganges: el Padma, el Irawadi y el Daleshwari. Maravillado con los peces voladores, cuenta cómo nació su interés por los asuntos cruciales que marcarían su destino como científico social: la calidad de la educación, el bienestar más allá del crecimiento económico o la elección cuando no se tiene información suficiente. Se reconocen ahí los pasos de un Adam Smith cuando evidencia el nexo entre ríos, mares interiores y desarrollo. Los ríos, como experiencias vitales, son la inspiración de su profundo pensamiento analítico.

Recuerda su pueblo natal, Santiniketan, donde caminaba con su abuelo Kshiti Mohan. Con él aprendió a observar las estrellas luminosas del amanecer y a recitar los poemas de Kabir, un poeta místico del siglo XV nacido en Benarés. Sen, más bien ateo, nunca fue parte de los dogmas religiosos de su cultura, pero su interés por lo diverso le permitió traducir del sánscrito al inglés el libro que escribió su abuelo sobre este poeta. En su escuela de puertas abiertas, fundada por Rabindranath Tagore, Kabir era parte de su estudio bajo la amplia sombra de los árboles, un idílico lugar para cualquier aprendiz.

Sen es implacable cuando habla de desarrollo humano. Plantea las preguntas obligadas de su tiempo, la mitad del siglo XX, sin dejar de ser un apasionado por axiomas y demostraciones matemáticas. Sabe que el concepto de oportunidad es definitivo cuando se trata de ganarle terreno a la desigualdad o de apostarle a la justicia social. Dice: “Piero Sraffa ejerció una gran influencia en mí porque me enseñó que la discusión y la persuasión forman parte de la elección social tanto como el voto”.

Entre sus divagaciones por el teatro y la economía, las ciudades y las librerías, Sen nos deja muy claro que los tiempos dedicados a la conversación no son tiempos perdidos. Caminatas, cafés, cenas con profesores, colegas y amigos en Boston, Cambridge, Deli o Lahore son material para las ideas. Recuerda las tertulias sobre econometría, la teoría de precios y las reformas agrarias en la India; diálogos todos de ida y vuelta por los rincones de Calcuta, ciudad de sus primeros estudios universitarios, ciudad contradictoria y cosmopolita. Es el Asia la que ve nacer sus primeras disquisiciones sobre la teoría de la elección social.

Un hogar en el mundo es, ante todo, tener el privilegio de ver nacer el pensamiento de un Nobel. Fue definitiva la hambruna bengalí de abril de 1943 y la muerte frente a su casa para que, en un muchacho pequeño de diez años, surgiera la pulsión de trabajar por el bienestar de otros. “La inevitabilidad histórica no confina a las personas en un mundo fatalista”, dice a propósito de sus fuertes divergencias con Joan Robinson. Es su admiración por Maurice Dobb y Piero Sraffa la que marca el tono de su enfoque teórico: democracia y libertad de la mano de la justicia social. Un liberal progresista, diríamos hoy; un demócrata de principio a fin.

Pero el mundo de Sen no se agota en sus ideales sociales. Es un ejemplo de pasión por el saber; es el amor por su tierra de origen o la globalización vista desde el Asia. Es la fascinación por la poesía y el sánscrito. Es la comprensión de la historia de la India milenaria y la moderna. Sabe que su lugar de origen es más que el nacionalismo de Ghandi o la tradición del sistema de castas. Vive una India que crece entre la innovación tecnológica y la miseria. Leyó a los suyos y a los ingleses: Tagore, Orwell y Kipling. Leyó los textos clásicos en bengalí: el Manashamanhgal o el Charyapada, un texto budista del siglo XI.

Sen es una mente que une continentes y un amante de las palabras. Por eso, con el fin de provocar la lectura, no resulta atrevido citar el poema de Rudyard Kipling On the road to Mandalay. Era lo que él recordaba cuando iba en coche de Maymyo a Mandalay, la ciudad de oro, y lograba ver algunos leopardos de ojos brillantes descansando al borde de la vía:

“Por el camino a Mandalay
juegan los peces voladores
y el amanecer llega de la China,
como un trueno,
cruzando la bahía.”

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