23 Abril 2022

Ecopopulismo, un arma de doble filo

En política ambiental se corre el riesgo de que se tomen medidas que entusiasmen a la opinión pública pero que a la luz de la ciencia resulten contraproducentes o inocuas.

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Por Germán Corzo (*)

El populismo ha venido ganando espacio en la política, particularmente en periodos electorales, como los que se surten actualmente en el país, en los que se exacerba y se constituye en argumento demagógico. Este no es partidista, ni ideológico, lo hay tanto en la derecha, como en la izquierda, y en tal contexto, conviene destacar las características que lo definen; la simplificación dicotómica (nosotros los buenos, ellos los malos), también el predominio de la emoción sobre la razón (nosotros los bien intencionados, moralmente superiores) y finalmente el anti-elitismo: “nosotros el pueblo”.

Pero el populismo no es nuevo, de ello hubo mucho en la revolución rusa, también en el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán, ejemplos que ponen en evidencia que, aunque el populismo pone en riesgo a la democracia, las sociedades son resilientes, aprenden de las experiencias y consolidan sus sistemas de gobernanza social a pesar de los altos costos que este implica.

Ante el riesgo inminente, a cambio de ecopopulismo debe primar el consenso experto de la academia, en consonancia entre la sociedad civil, el ámbito empresarial y las ramas de los poderes constitucionales para la toma de decisiones informadas.

Sin embargo, existe una variante con altas dosis de riesgo adicional: el “ecopopulismo”, que consiste en la cooptación del tema ambiental por parte de la demagogia, sin considerar sus complejidades, que son del dominio de las ciencias naturales y sociales, en las que no hay verdades inmutables, sino el método científico, que consiste en el contraste de hipótesis y la construcción de teorías en permanente cambio. Que en contextos de resiliencia planetaria precaria potencializa los riesgos asociados a discursos como los del crecimiento económico infinito en un planeta de recursos naturales finitos.

Biodiversidad
La pérdida de biodiversidad es uno de los graves problemas que afronta Colombia.

Hay suficiente consenso científico de que estamos en una crisis planetaria sin precedentes, si consideramos las tendencias de pérdida de biodiversidad y de los servicios ecosistémicos que de ella se derivan, así como los peligros que se ciernen sobre la civilización, en caso de sobrepasar 1,5°C, adicionales a la temperatura del planeta en la era pre-industrial. De manera que no es un asunto menor y, además, ya no hay margen de error.

Ante el riesgo inminente, a cambio de ecopopulismo debe primar el consenso experto de la academia, en consonancia entre la sociedad civil, el ámbito empresarial y las ramas de los poderes constitucionales para la toma de decisiones informadas, lo que además tiene connotaciones económicas, puesto que siempre es más rentable la prevención de los impactos que la corrección de los mismos.

En Colombia, los temas ambientales se han venido tomando las calles, en aspectos tales como fracking, las consultas públicas sobre el extractivismo, la asignación de derechos para biomas y ecosistemas, por solo mencionar algunos, que aunque demuestran avances en la valoración social de la biodiversidad, una buena parte de ellos se tratan desde el ecopopulismo. Veamos algunos ejemplos concretos.

El caimán aguja

Fue el caso de la recuperación de la población del caimán aguja en la bahía de Cispatá, en el departamento de Córdoba. Las poblaciones del caimán aguja están muy amenazadas en Colombia y la bahía de Cispatá no era la excepción. Desde hace unos 20 años llegaron a esa región Clara Sierra y Giovanni Ulloa, biólogos que estudiaron esa población de reptiles. Con el apoyo de la comunidad de cazadores y de la población local, iniciaron programas de zoocría y reestablecimiento de la población en el medio natural. Al comenzar 2019 lograron demostrar que la población del caimán en la bahía de Cispatá ya era sostenible y podia hacerse un aprovechamiento racional de sus pieles, la promesa con la que iniciaron el trabajo con las comunidades locales. De este modo Colombia, de manera parcial, pudo levantar en el convenio CITES (de comercio internacional de fauna) las restricciones al comercio de estas pieles, muy valoradas en los mercados internacionales de peletería. No obstante, esa medida causo aguda oposición en el movimiento ambiental y hubo movilización social en su contra con la loable intención de salvar a la especie. En realidad, el uso sostenible era la mejor herramienta para mantener a esa población de caimanes puesto que así se evita la caza ilícita y se les da oportunidades legales a las comunidades locales, que era la recomendación desde la ciencia.

El aleteo del tiburón

En las manifestaciones sociales del 2019, una de las banderas ambientalistas era el activismo contra el “aleteo”, una práctica de pesca en la que solo se aprovechan las aletas de los tiburones capturados, principalmente para el mercado asiático. Estas movilizaciones se formaron a partir de información en redes digitales sobre la práctica y algún decomiso de este “subproducto” en aguas territoriales colombianas. La Autoridad Nacional de Acuacultura y Pesca (AUNAP) mantenía cuotas razonables de extracción de este recurso pesquero, de acuerdo con estudios de esfuerzo de pesca, métodos de captura y estudios poblacionales de las diversas especies de tiburones. No obstante, a finales de 2020, y en respuesta a la movilización social, el gobierno nacional decretó la prohibición estricta de pesca de tiburones en el territorio colombiano, lo que tiene diversos significados: la protección de las especies de tiburones, que también puede acarrear disturbios en las cadenas alimentarias marinas, pues al ser este uno de los eslabones de la más alta jerarquía, podría generar disminución de las poblaciones de sus presas habituales, causando desequilibrios ecológicos. Asi mismo, la pesca del tiburón hace parte de una tradición arraigada en la cultura raizal y gastronómica de comunidades afro y costeras en Colombia, de manera que su prohibición no solo limita la reproducción cultural, sino el acceso a un recurso proteínico vital.

El “efecto peluche” del hipopótamo

Actualmente se discute en redes el efecto “peluche” del hipopótamo, un animal muy carismático y que genera simpatía y ternura, probablemente  asociada a la escena de la danza de la hipopótama en "tutú" en la pelicula Fantasía, de Walt Disney, de 1940. Sin embargo, desde la mirada de la ciencia se trata de una especie ajena a los ecosistemas colombianos, muy peligrosa y recientemente declarada invasora. De manera que la ciencia recomienda que la especie sea controlada. Su defensa a ultranza en algunas movilizaciones sociales recientes del activismo ambiental ha cumplido con buena parte de las características del populismo.

La declaración del 30 por ciento del territorio como área protegida

También hay indicios de ecopopulismo en los poderes establecidos por la Constitución. Ejemplo de ello son los compromisos nacionales e internacionales del Ejecutivo para declarar el 30 por ciento del territorio nacional como área protegida durante lo que resta de este gobierno, que en términos prácticos significa declarar en seis meses lo que el Sistema Nacional de Áreas Protegidas ha logrado en 88 años. Esta determinación se tomó a pesar del consenso de los expertos, plasmado en el documento CONPES 3680 de 2010 y 4050 de 2021, que recomienda racionalizar la declaración de áreas protegidas. Estas medidas, de gran efecto entre la opinión pública, también podría comprometer procesos parsimoniosos y socialmente adoptados, generar el riesgo de volver a los “parques de papel” del siglo pasado, profundizar conflictos sociales y ecológicos con comunidades locales y ampliar la brecha financiera para la gestión y administración efectiva de nuestras áreas protegidas. 

Disminución de emisiones de gases de efecto invernadero

Algo similar sucede con la contribución nacionalmente determinada (NDC por sus siglas en Ingles), para el convenio del cambio climático, de disminuir a 2030 el 51% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Si bien la medida es loable y generosa, se trata de una medida de mitigación, cuando el problema que debe afrontar Colombia es de adaptación. En el ranking de los paises, que consolida el panel intergubernamental de cambio climático, las emisiones de Colombia  son relativamente bajas, pero su vulnerabilidad al cambio climático global es de los más altos.
 

Páramo
Deben protegerse los páramos pero sin criminalizar a quienes los han habitado.

La intangibilidad de los páramos

Casos similares se presentan en el poder Legislativo, como el proyecto de ley para elevar a rango constitucional la intangibilidad de los páramos y de su zona de amortiguación. Es una medida de protección, en efecto, pero también puede criminalizar a más de 76 mil personas en 23 mil hogares que actualmente devienen sus ingresos del uso de la tierra en los páramos y limita planes de ordenamiento territorial de ciudades en tal rango altitudinal, como Bogotá, Manizales, Pasto y muchas más cabeceras municipales, inspecciones y corregimientos de la alta montaña de Colombia. Aunque el proyecto de ley está actualmente archivado, desde el legislativo se sigue considerando esta iniciativa, particularmente desde facciones que pretenden apoyo mayoritario, pero con altos costos para los moradores del páramo.

En Colombia, los temas ambientales se han venido tomando las calles, en aspectos tales como fracking, las consultas públicas sobre el extractivismo, la asignación de derechos para biomas y ecosistemas.

Todos los ejemplos mencionados, aunque bien intencionados, tienen evidentes contraindicaciones desde la ciencia, la racionalidad y el sentido común, que no solo los hacen inviables sino que pueden resultar perversos para los requerimientos de conservación en el país.


(*) Biólogo marino, investigador del Instituto Humboldt.

 

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