2 Septiembre 2022

La transición energética planetaria, contradicciones y recomendaciones

La transición energética está en el centro del debate internacional como alternativa a las amenazas que plantea el cambio climático. Sin embargo, el problema es complejo y poco ayuda la simplificación con la que ha sido tratada.

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Energía eólica
Energía eólica. Fotos: Colprensa

Por Germán Corzo (*)

El cambio climático global, que se plantea como un problema planetario, ha entrado en la órbita de las discusiones políticas nacionales e internacionales y por tanto también en las discusiones de las redes sociales. Esto ya es una ganancia porque pone en evidencia uno de los principales motores de pérdida de biodiversidad y uno de los límites sobrepasados de la resiliencia planetaria. Pero esta discusión también plantea contradicciones en las formas y mecanismos como se atiende el problema, que no es simple.

Una de las alternativas de más amplia aceptación para limitar el calentamiento global y la variabilidad climática es la transición energética, entendida como dejar de lado la dependencia de los recursos energéticos fósiles y migrar el sistema productivo hacia energías alternativas de bajo impacto ambiental y mínimas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Sin embargo es un problema complejo, que al pretender simplificarse para su comunicación, está generando desinformación, lo que podría ampliar la brecha entre el deseo y la realidad.

La dependencia energética actual de la humanidad de los combustibles fósiles es más una adicción, en la que está involucrado el modelo económico de crecimiento incesante en pos de economías de bienestar basadas en superproducción y consumo desenfrenado, sin considerar suficientemente variables ecológicas, limites planetarios y la finitud de las materias primas. Pero además se plantea en contextos de escalas de tiempo humanas que poco atienden las consideraciones del desarrollo sostenible, en los que están envueltos los derechos de varias generaciones y de otras especies además de la humana.

En tal sentido es necesario entender la transición energética en contextos amplios en la escala del tiempo y espaciales para evitar las contradicciones que en esta discusión se han venido generando. En primera instancia, como sociedad planetaria hemos sido, somos y seremos dependientes de la energía solar como el gran motor de la vida y, por tanto, de la economía, un invento reciente y sobrevalorado por la sociedad humana.

Los combustibles fósiles fueron generados en procesos bióticos de lenta acumulación y transformación. Tanto el carbón, motor de la revolución industrial de mediados del siglo XIX, como el gas y el petróleo, son minerales de origen vegetal y animal y por tanto dependientes de la energía solar.

Es así como se puede poner en duda el concepto de transición energética planetaria en razón a que no hay tal. El planeta y su biósfera seguirán dependiendo de la energía solar hasta su colapso anunciado para dentro de al menos 4,5 mil millones de años, cuando el sol agote su reserva de hidrógeno, se convierta en una gigante roja y engulla las órbitas de Mercurio, Venus y eventualmente la Tierra. De manera que la transición energética no es planetaria sino apenas de la civilización humana. Es una diacronía entre los tiempos de acumulación y los de consumo del carbono antediluviano. Los primeros, en millones de años y los últimos, en apenas pocas décadas.

Es necesario entender la transición energética en contextos amplios en la escala del tiempo y espaciales para evitar las contradicciones que en esta discusión se han venido generando.

Por otra parte lo que hemos llamado energías alternativas limpias o sostenibles tampoco lo son tanto. No son alternativas pues de una u otra manera provienen de la energía solar, como ya se ha mencionado en el caso de los combustibles fósiles. Fuentes energéticas como la hidráulica, la principal en la matriz energética de Colombia, no deja de ser el resultado del ciclo del agua, en el que la evaporación y transpiración de las plantas en los bosques y otros ecosistemas es impulsada por la energía del sol, tanto así como los vientos necesarios para la generación de energía eólica, asociada a cambios de temperatura de las masas de aire. Pero tampoco son alternativas por su reciente descubrimiento, en razón a que estas vienen siendo usadas por la humanidad desde hace milenios.

No se consideran suficientemente los impactos ambientales asociados a los nuevos requerimientos de minería para el almacenamiento y conducción de las energías 'alternativas, limpias y sostenibles'.

Es relativamente reciente la energía fotovoltaica como aplicación de tecnología humana para convertir directamente la luz del sol en energía eléctrica. La energía nuclear proveniente de fisión (desintegración de átomos pesados) y fusión (integración de átomos livianos) podrían no ser consecuencias solares directas, aunque del funcionamiento del sol aprendimos los principios de su domesticación y uso.

Pero además, no son estrictamente limpias o sostenibles, pues se las analiza solamente desde la renovabilidad del recurso (agua, viento, luz solar) y desde la limitada emisión de GEI. Pero su relación costo beneficio no considera suficientemente los impactos ambientales que producen. La generación hidroeléctrica afecta la salud de los ecosistemas hidrobiológicos, muy alterada por embalses y represas que limitan los flujos hidrológicos y las pulsaciones estacionales de cuencas fundamentales. No solo para la migración y reproducción de los peces, sino incluso para las poblaciones humanas que dependen de ellas. Así mismo, no se consideran suficientemente los impactos ambientales asociados a los nuevos requerimientos de minería para el almacenamiento y conducción de las energías “alternativas, limpias y sostenibles”. Poco se tienen en cuenta las distancias entre los sitios de producción y los de consumo energético, así como las necesidades de seguridad energética. Estas dependen de condiciones ambientales propicias tales como el régimen de lluvias, temporadas de vientos y luz de día. También supone procesos de extracción de materiales tales como cobre, litio, cobalto y un largo etcétera que podría dar lugar, más que a una transición energética, a una transferencia de impactos.

Páneles solares
La reciente tecnología del hidrógeno como combustible, ya no en términos de la fusión nuclear sino de su oxidación, podría llegar a ser en el futuro la primera fuente energética planetaria realmente alternativa, limpia y sostenible, aunque aún su utilización como fuente energética para la civilización está en fases muy preliminares.

Además, la transición energética está íntimamente relacionada con el modelo económico que le subyace, en el que el “desarrollo” tiene una alta dependencia del consumo energético. Por esta razón se han venido generando inequidades planetarias entre países desarrollados (grandes consumidores históricos de combustibles fósiles y por tanto principales emisores de GEI) y los países en desarrollo, usualmente menos emisores, al menos en términos de consumo energético per cápita. Entonces aquellos que han generado las mayores emisiones históricas deben tener mayores compromisos en la mitigación de los GEI que los países que han tenido un limitado crecimiento económico y, por tanto, han generado menores emisiones. El caso de Colombia es muy llamativo. Es un país que está entre los primeros en extensión (puesto 26), en población humana (puesto 29), incluso en producto interno bruto (puesto 45). Sin embargo es uno de los últimos (puesto 144 de 184) en emisión de GEI, que puede ser una de las razones para que aún conserve alrededor del 10 por ciento de la biodiversidad de todo el planeta, además de otras vinculadas a su posición latitudinal intertropical, la diversidad altitudinal y una ubicación geográfica estratégica que ha sido puente de contacto entre la biota austral y septentrional, lo que en términos biogeográficos ha permitido las migraciones de especies, las especiaciones asociadas y la generación de altas tasas de endemismos. Así mismo, en Colombia la relación entre áreas transformadas y naturales es inversa al promedio planetario; mientras en Colombia hay una tercera parte transformada, en el promedio planetario hay dos terceras partes en esa condición.

Los procesos de extracción de materiales tales como cobre, litio, cobalto y un largo etcétera podría dar lugar, más que a una transición energética, a una transferencia de impactos.


En tal contexto, parece obvio suponer que Colombia no solo ha pagado con su precario desarrollo una buena parte de la conservación de la biota planetaria, lo que no quiere decir que no tenga que asumir costos de la transición energética, sino que debe hacerlo en condiciones de favorabilidad ante sus pares internacionales desarrollados, tales como el canje de deuda externa por naturaleza, o en el mercado internacional de carbono y de biodiversidad.

Por otra parte el mecanismo internacional de cambio climático tiene dos acepciones principales: el de mitigación (limitar emisiones) y el de adaptación (limitar riesgos asociados). Aunque, como se ha mencionado, Colombia tiene poco margen de mitigación en tanto es país de baja emisión (0,6 por ciento), tiene muy alta vulnerabilidad a las consecuencias del cambio y variabilidad climática, lo que permite suponer que sus principales inversiones deben estar relacionadas con evitar riesgos en la biodiversidad, su principal activo de competitividad internacional, y en la infraestructura social y económica.

El caso de Colombia es muy llamativo. Es un país que está entre los primeros en extensión (puesto 26), en población humana (puesto 29), incluso en producto interno bruto (puesto 45). Sin embargo, es uno de los últimos (puesto 144 de 184) en emisión de gases de efecto invernadero.


Todas estas contradicciones no pueden tratarse como discusiones en blanco y negro pues contienen múltiples complejidades. No es sólo cambiar el aparato productivo sino también diversificar fuentes, limitar consumo, mantener empleo en regiones dependientes de los hidrocarburos mediante la integración a nuevas cadenas productivas tanto energéticas como agropecuarias, industriales y de servicios, capturar y almacenar carbono en bosques naturales y plantaciones forestales, pero también en humedales, mares someros, manglares, fanerógamas marinas y corales, así como en instrumentos artificiales de captura de carbono atmosférico. Invertir en ciencia y tecnología permite minimizar riesgos asociados y formular opciones de transición energética equitativos en contextos de varias generaciones y que involucren a todas las especies vivas.

La reciente tecnología del hidrógeno como combustible, ya no en términos de la fusión nuclear sino de su oxidación, podría llegar a ser en el futuro la primera fuente energética planetaria realmente alternativa, limpia y sostenible, aunque aún su utilización como fuente energética está en fases muy preliminares.


No nos engañemos ni nos dejemos engañar. El tema es complejo, con múltiples aristas de difícil balance y además muy dependiente de la geopolítica internacional. En este contexto Colombia tiene ventajas comparativas evidentes, pero también alta vulnerabilidad y requiere tanto de la ciencia como de la diplomacia científica, no solo para salir bien librada de la crisis climática sino también para aprovechar estas ventajas en los mercados internacionales que para tal fin se han venido creando. En ese sentido las transiciones socioecológicas hacia la sostenibilidad son el enfoque prioritario de la política pública.

(*) Biólogo marino, investigador del Instituto Alexander von Humboldt

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