La lucha del taita misak contra el gigante papelero en el norte del Cauca
La multinacional papelera Smurfit Kappa enfrenta acusaciones por parte de las comunidades indígenas, afro y campesinas por su responsabilidad en el acaparamiento de tierras y la destrucción del medio ambiente.
Por: Maria F. Fitzgerald
“Son nuestras tierras y por medio de violencia y artilugios jurídicos la multinacional nos ha sacado”, asegura el taita Pedro Velasco, uno de los líderes más mediáticos del pueblo misak y uno de los principales gestores en los procesos de liberación de las tierras de la multinacional papelera Smurfit Kappa, en el norte del Cauca. “Hemos llevado esta lucha histórica porque lo que para ellos es negocio, para nosotros es sagrado”, afirma.
No es esta la primera vez que el taita Velasco se ha enfrentado a la multinacional. De hecho, el 29 de abril de este año, el taita viajó hasta Irlanda, la tierra originaria de la multinacional, para repetirles lo mismo: “Mi nombre es Pedro Misak, originario de América del Sur, de un pueblo ancestral que ha resistido por siglos el embate de múltiples colonizaciones que han amenazado nuestra existencia tanto en el tiempo como en el espacio. He viajado miles de kilómetros desde mi casa para mirar al CEO de Smurfit Kappa a los ojos y pedirle a su empresa que deje de destruir nuestras tierras ancestrales”.
Las tierras a las que se refiere el taita han estado en disputa por décadas. La multinacional Smurfit Kappa Cartón de Colombia es dueña de buena parte de los predios que rodean esta zona, que abarca los municipios de Silvia, Cajibío y El Tambo. Llegaron al país hace más de 50 años y, desde entonces, las comunidades indígenas, afro y campesinas han reclamado que esas tierras no le pertenecen a la multinacional sino a ellos: los habitantes originales de la región.
“Esta multinacional ha hecho uso de grupos armados paramilitares para atacarnos. Para cercenar nuestros reclamos. Nos han perseguido con amenazas y atentados. Han matado a nuestros compañeros y han tenido la complicidad del Estado para no responder”, le dijo el taita a CAMBIO.
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La lucha del taita misak
El evento en Irlanda fue organizado por la multinacional para celebrar su crecimiento alrededor del mundo. Mientras adentro celebraban las cifras, el dinero ganado y la producción de cartón, afuera el taita y un grupo de más de 50 personas le exigían a la multinacional que dejara de destruir tierras indígenas.
En la entrada, ataviado con un sombrero redondo tejido y borlas de colores, una capa negra hasta la cadera, una falda azul rey brillante y una bufanda negra, roja, naranja y beige, el taita Velasco habló ante el público que se unió a su protesta. Con voz concreta, certera, denunció que Smurfit Kappa Cartón de Colombia había estado acaparando tierras en el país desde 1986, cuando se instaló oficialmente en el Cauca, y que así había logrado destruir la armonía del territorio.
“Ha arruinado nuestros medios de subsistencia, ha interrumpido nuestro suministro de agua y alimentos y ha talado la selva tropical y los bosques andinos, todo con fines de lucro. Su alto índice de concentración de la propiedad de la tierra ha impactado en la dinámica social de la región y ha agudizado los conflictos territoriales con comunidades indígenas, campesinas y afrocolombianas. Es hora de que esta tierra sea devuelta a sus legítimos propietarios”, aseguró.
Sin que siquiera hubiera terminado el evento, la empresa ya tenía lista una respuesta en la que aseguraba que toda su intervención en el centro y el norte del Cauca había estado sujeta a la ley y que ellos eran, de hecho, unos de los principales protectores del medio ambiente en Colombia.
De regreso al país, el taita Velasco fue también una de las figuras principales de las movilizaciones del paro n0acional de 2021. Durante estas movilizaciones, insistió en lo mismo: que la tierra fuera distribuida justamente. Equitativamente. Que se respetara el derecho de las comunidades ancestrales y se permitiera a los indígenas, afros y campesinos vivir en armonía. Más de un año después, nada ha cambiado.
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Los bosques de Smurfit
Hace más de un año, indígenas, campesinos y afros decidieron instalar campamentos "para liberar la tierra" en los tupidos bosques de pinos que hoy cubren las montañas caucanas por kilómetros y kilómetros y que opacan a quienes, debajo de ellos, reclaman, en un intento más por conseguir que la empresa responda por sus daños, que esos pinos, tan altos y frondosos, han destruido su forma de vida, sus tierras, sus fuentes hídricas y sus bosques originales.
La multinacional irlandesa, que en 2021 reportó ventas por más de 10,1 billones de euros y tiene presencia en 36 países con más de 4.800 empleados a nivel global, llegó a Colombia en 1948. Son productores de papel, cartón y empaques para diversos productos. A nivel local, la empresa reporta que cuenta con más de 1.200 empleados y que, en 2021, logró exportar más de 1.830 millones de dólares en productos.
Desde hace 52 años, Smurfit Kappa ha adquirido miles de hectáreas en el norte del Cauca. Lo ha hecho a través de compras directas de terrenos, y a través del arrendamiento de tierras de terceros y el uso de empresas contratistas. Pero los habitantes de la zona los han acusado de que, en su proceso por sacar pulpa de papel para producir sus productos, han destruido todo el entorno.
La multinacional ya ha tenido que enfrentar sentencias judiciales que demuestran el mal manejo de los recursos naturales y el impacto negativo en la región. En marzo de 2021, el Tribunal Contencioso Administrativo del Cauca determinó que el representante legal de la compañía en Colombia debía pagar una multa de 20 salarios mínimos vigentes para responder por la destrucción de todos los recursos hídricos de los municipios de Sotará y Timbío, en el Cauca, una cifra irrisoria en compensación por el daño pero que da cuenta de las irregularidades de la multinacional. Eso, pese a que, en 2009, el Consejo de Estado le había ordenado protegerlos.
En 2020, el Tribunal Superior del Valle del Cauca sentenció a la compañía por acaparamiento de tierras y destrucción del ambiente. Esta investigación se había iniciado en 2015, cuando el Tribunal aceptó la demanda presentada por las comunidades de la región, quienes, además, acusaron a la multinacional de haberse apropiado de tierras que les habían sido despojadas por el conflicto armado.
En su momento, la multinacional se defendió diciendo que habían adquirido las tierras de buena fe. Sin embargo, el Tribunal Superior determinó que, como una familia de indígenas paeces venía solicitando la restitución de esas tierras antes de que la multinacional las comprara, debían regresarles 78 hectáreas.
Frente a las acusaciones y los reclamos de las comunidades, Smurfit Kappa le dijo a CAMBIO que todas sus acciones han estado enmarcadas en términos legales. Aseguran haber adquirido los terrenos hace más de 52 años, luego de haber determinado que en la zona nunca había existido ninguna comunidad indígena. “Como compañía, ratificamos el llamado a encontrar vías que permitan restaurar la coexistencia pacífica en la región. Asimismo, mantenemos nuestro compromiso de invertir y participar activamente en la construcción de bienestar y progreso para todas las comunidades, incluidas las indígenas, a través de nuestra actividad forestal e iniciativas sociales en el departamento del Cauca”, concluyó.
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Una disputa cada vez más tensa
Pese al afán conciliatorio, la tensión en la zona continúa en aumento. Hace tres semanas, uno de los comuneros, asentado en un campamento que reclamaba la devolución de unas de las tierras, fue asesinado.
Los miembros del campamento dicen que un grupo de hombres encapuchados llegó hasta la vereda Paletará, en Sotará, Cauca, a dispararles, la tarde del 9 de noviembre. Hirieron a ocho indígenas y, por un impacto en el pecho, asesinaron a Juvencio Cerquera, un guardia indígena y conocedor kokonuko.
El año pasado, el 2 de agosto de 2021, otro comunero campesino, que también estaba en proceso de reclamo por la restitución de su tierra, murió en circunstancias similares, en Cajibío, Cauca, esta vez a manos de miembros de la Policía Nacional. Se llamaba Huber Camayo, y, en medio de los enfrentamientos con la Policía, recibió un disparo en la cabeza. Cayó inconsciente. Huber murió dos días después, en el hospital de Cajibío. Sus compañeros salieron a quemar la Alcaldía de Cajibío para protestar por su muerte y la historia quedó reducida a hechos vandálicos.
Las respuestas de la compañía se han quedado cortas para el taita Velasco y sus compañeros. Con voz pausada, el taita hace un recuento de todo lo que han sacrificado, como comunidad, para enfrentar al gigante papelero: “Hemos sido perseguidos, criminalizados y sometidos por los intereses económicos de una compañía extranjera. Nos han arrebatado nuestras tierras y, por vías legales, también han buscado someternos. Nosotros comprendemos que para el resto del país, que desconoce nuestra lucha, lo que nosotros hacemos es criminal. Pero nosotros seguiremos mostrando que acá los criminales han sido otros”.