Otty Patiño, de guerrillero a negociador de paz con el ELN
19 Noviembre 2022

Otty Patiño, de guerrillero a negociador de paz con el ELN

En la foto, de izquierda a derecha, René Ramos, Miguel Ángel Quiroga, Eddy Armando, Otty Patiño, su compañera Luz Amparo Jiménez y alias Salomón, asesinado en el Cauca. Crédito: Archivo de la familia Patiño.

Así ha sido el camino transcurrido por Otty Patiño, hoy jefe negociador del gobierno con el ELN, desde cuando perteneció al M-19 y, junto a Carlos Pizarro, lideró la decisión de dejar las armas. Patiño asume la enorme responsabilidad de sacar adelante la paz con los elenos, la cual, dese hace 25 años, solo ha tenido intentos fallidos. ¿Será que esta vez, un exguerrillero, sí la logrará?

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Cuando el entonces guerrillero del M-19, Otty Patiño, se presentó a la “cárcel del pueblo” para conversar con el secuestrado Álvaro Gómez Hurtado y acordar detalles previos a su liberación, nunca imaginó que, 34 años después, él sería el jefe del equipo negociador del gobierno de Colombia en el proceso de paz con el Ejército de Liberación Nacional, la última guerrilla activa que, con el M-19 y otros grupos insurgentes, conformó la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar. Pues bien, como en Macondo todo es posible, así será: Otty Patiño, uno de los fundadores y estrategas del Movimiento 19 de Abril, M-19, quien junto a Carlos Pizarro lideró la decisión de dejar las armas, fue constituyente y, además, es analista, lector voraz, escritor de seis libros y hasta pintor de calidad, es el escogido por el presidente Gustavo Petro para conducir esas difíciles negociaciones con el ELN, que se iniciaron hace más de 25 años en Maguncia, Alemania, y que aún no han podido llegar a buen puerto.

Quinto de una familia de diez hijos conformada por un destacado ingeniero civil y un ama de casa comprometida con causas sociales, Patiño nació en Buga, la ciudad del Señor de los Milagros, que no era propiamente un nido de revolucionarios. Es padre de cuatro hijos, tres de su primera unión y uno de su relación con Luz Amparo Jiménez, su amor desde hace 40 años, con quien acaba de casarse con todos los rituales del caso.

Su hermana Betty cuenta que desde niño sobresalió. A las pocas semanas de entrar al jardín infantil lo promovieron a primero de primaria, y a pesar de ser el menor del curso, obtuvo el primer puesto.

El camino hacia la insurgencia de Patiño empezó cuando se acercó al Frente Unido que lideraba el cura guerrillero Camilo Torres. “Yo estuve en el discurso que dio Camilo Torres en Buga, y luego en la manifestación que hubo a raíz de su muerte”, dice.

El joven Patiño Hormaza se retiró de la Facultad de Arquitectura en la Universidad del Valle y se fue de profesor a un colegio de los misioneros Monfortianos, situado en los límites del Meta y Vichada. Esa región la habitaban los indígenas seminómadas guahíbos.

Otty recuerda que en ese entonces llegaba gente del interior, algunos huyendo de la justicia, y despojaban a los indígenas de sus tierras, les hacían préstamos impagables o, incluso, los envenenaban para poder tomarse las tierras de las riberas de los ríos. Entonces los indígenas organizaron una resistencia con unas pocas escopetas y hasta con flechas. Y lo invitaron a participar en ella.

“Ahí me enrolaron”, dice. Y aunque fracasaron, a él le quedó claro que incluso con armas, pero sin comunidad organizada, las luchas no dan frutos. “Quedé como un samurái sin causa”, dice Patiño, quien decidió viajar a Bogotá con la esperanza de articularse con grupos de izquierda. En la capital buscó al periodista Enrique Santos Calderón, director de la revista Alternativa, quien lo conectó con gente que andaba en sus mismas búsquedas.

“Un día me cayó un tipo largo, alto, narizón, en una cafetería de Chapinero. Con su estilo muy costeño, me cautivó rápidamente”, dice. Era Jaime Bateman, en esa época líder de un grupo que se había salido de las Farc. Se fueron juntando con otros , incluidos algunos de la Anapo, con quienes compartían el anhelo de democracia después de las cuestionadas elecciones de 1970, en las que muchos en el país consideraron que al general Gustavo Rojas Pinilla le habían robado el triunfo.

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De la unión de esos grupos se fundó el Movimiento 19 de Abril, M-19, anunciado con una audaz campaña de expectativa, que parecía más el lanzamiento de un vermífugo: en distintos diarios del país publicaron avisos que decían: “Parásitos… gusanos? Espere M-19”. “¿Decaimiento… falta de memoria? Espere M-19”. “¿Falta de energía…? Espere, M-19.” Y el último advertía: “Ya llega, M-19”.

“Como yo no tenía formación marxista, a Bateman le gustó cómo escribía, con un lenguaje fresco, como contándole al señor de la esquina, así que quedé encargado de la comunicación política del EME o como se decía, de la propaganda”, afirma Otty. “Mi ignorancia ideológica se convirtió en mi fortaleza,” agrega.

Patiño, de 77 años, inició su militancia en 1973. Un par de años después lo detuvieron brevemente, lo torturaron y lo soltaron. Pero esas torturas, dice él, nunca llegaron a los niveles de barbarie que les tocaron a sus compañeros bajo el gobierno de Julio César Turbay. Él y Bateman fueron los únicos miembros del comando superior del M-19 que nunca estuvieron en la cárcel.

“No conté nada, más que por un compromiso con la causa, por ese sentimiento de que no podía lastimar a gente tan maravillosa como Bateman, Pizarro, Iván Marino…,” dice.

Otty Patiño, 1989 en Santo Domingo, Cauca donde se realizaron las conversaciones con el gobierno de Virgilio Barco
Otty Patiño en Santo Domingo, Cauca, donde se realizaron las conversaciones con el gobierno de Virgilio Barco. Crédito: Archivo de la familia Patiño.

Vera Grabe, la exguerrillera de mayor rango del M-19, afirma que solo en una guerrilla como el EME, donde había una mirada integral, Patiño podía llegar a los primeros niveles de la jerarquía. “Él hacía lo militar, por supuesto, y lo cumplía, -dice Vera, -pero él no era ‘el militar’, y menos al lado de Pizarro, que era un genio militar. Trabajábamos en las comunicaciones, él era tranquilo siempre; si había que escribir e imprimir, y la impresora de la época se dañaba, Otty nunca se estresaba; todo lo hacía a su ritmo, lento”, dice Grabe, exsenadora y excandidata a la vicepresidencia.

El secuestro de Álvaro Gómez

Patiño fue un mando importante del M-19, que participó en ese episodio doloroso de la guerra el cual, al mismo tiempo, desembocó en un acuerdo de paz, en la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente y en la aprobación de la Constitución de 1991: el secuestro de Álvaro Gómez Hurtado.

El M-19, en una de sus asambleas, determinó que el sentido de las armas era tocar el núcleo fundamental del poder, y no combatir a los militares. Así que lanzó su consigna: paz a las Fuerzas Armadas, vida a la nación y guerra a la oligarquía. Por eso los comandos urbanos secuestraron al líder conservador, Álvaro Gómez Hurtado. Y cuando decidieron liberarlo, a Patiño le ordenaron ir hablar con él.

Luego de sortear toda clase de vericuetos de compartimentación, propios de la clandestinidad, por fin llegó donde estaba Gómez, y sostuvieron una conversación cara a cara, corta e intensa, recuerda Patiño.

Gómez reclamó que él no era un prisionero bajo los protocolos internacionales, y dijo que tampoco era un miembro de la oligarquía, a la que definió como la gente que se enriquece a través del aprovechamiento de los recursos del Estado en favor propio. Agregó que la oligarquía lo consideraba su enemigo, y que no le iba a permitir llegar al poder.

“Yo le dije que nosotros valorábamos mucho lo que él era y que sabíamos que él podía contribuir a la paz de Colombia” dice Patiño. Sin embargo, nunca volvieron a hablar después, no obstante que se cruzaban en la Asamblea Constituyente y Gómez lo miraba de soslayo.

Décadas más tarde, en el Palacio de Nariño, durante el lanzamiento de la enciclopedia sobre los escritos de Gómez, que recopiló y escribió Juan Esteban Constaín, Patiño hizo una intervención delante de la familia, y expresó los sentimientos de dolor por su muerte y por el daño que el M-19 le causó a la familia con su secuestro, gesto que la familia recibió bien, al punto que el encuentro terminó en abrazo.

Patiño ha dicho que el secuestro es un crimen contra el amor, concepto que incorporó la Comisión de la Verdad, y que ha sido un error colosal de las insurgencias colombianas practicarlo.

La liberación del dirigente conservador abrió las puertas a la negociación de paz con el gobierno de Virgilio Barco y, después, a la Asamblea Constituyente, que dio luz a la Constitución de 1991, y significó aires de mayor democracia, inclusión y modernidad para Colombia.

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Foto del matrimonio de Otty Patiño el pasado julio en Buga. Crédito: Archivo de la familia Patiño.

Rafael Pardo, negociador del gobierno en el proceso de paz con el M-19, dice que Patiño era un negociador hábil. “Sin que se le notara molestia alguna, era capaz de dar vuelta a un argumento. Siempre se distinguía por sus buenas maneras y por ser amable”.

Cuando el presidente Gustavo Petro anunció su decisión de trabajar por una paz incluyente, tal vez expresó una convicción de la guerrilla en la que él militó: Carlos Pizarro, jefe del M-19, decía que la paz debía incluir a todos los grupos y a todos los sectores de la sociedad.

“Acompáñame hermano, que la paz es de todos”, decían sus consignas. Así que, en 1989, ya avanzados en los diálogos para su desmovilización, se decidió hacer acercamientos con los grupos paramilitares para que las armas salieran todas de la vida colombiana. Entre varios esfuerzos, Pizarro y Patiño enviaron a su compañero Álvaro Jiménez a conversar con Henry Pérez, cabeza de estructuras paramilitares del Magdalena Medio, en uno de esos diálogos improbables que culminó con que los paras incluyeron a un representante suyo, llamado Augusto Ramírez como el excanciller, en la lista del M-19 para la Asamblea Constituyente y en que se desmovilizaron las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio. Tal vez ese sea un antecedente que explique por qué no es extraño que hoy, en la mesa de negociación de Petro con el ELN, participe un hombre de extrema derecha como José Félix Lafourie, comenta una fuente.

Para profundizar

Por todo ese bagaje del EME, Jiménez, quien es analista y director de la Campaña Colombiana contra Minas Antipersonal, considera que es un acierto del presidente Petro la construcción de la paz total y haber puesto a Patiño al frente de la negociación, pues tiene esa rara mezcla de haber vivido la guerra y de trabajar, reflexionar y estudiar por tres décadas los caminos de la paz. “Otty es un humanista profundo que conoce la guerra, alejado de los esquemas, libre de prejuicios, dotado de un espíritu civilista y tiene un alto respeto por la diferencia”, añade.

El ex jefe del M-19, Antonio Navarro, copresidente de la Asamblea Constituyente y quien sucedió a Pizarro en la jefatura del movimiento luego de su asesinato, dice, por su parte, que Patiño tiene cualidades, y que “va a necesitar de toda su experiencia para el reto tan difícil que se viene”.

Y el general Henry Medina, antiguo director de la Escuela Superior de Guerra, fundador de La Paz Querida y del grupo de trabajo El Ejército que queremos, al cual pertenece también Patiño, y que estudia y debate sobre las transformaciones de las fuerzas militares y la política de seguridad del Estado, dice que Otty “es una persona de alta inteligencia, que piensa bastante para hablar, sabe exponer, sabe oír, es paciente y procesa mucho la información que recibe”.

Patiño, además, es un dibujante de calidad, que mientras escucha, pinta con frecuencia a sus contertulios. Por eso, tal vez ahora, vayamos a tener el primer proceso de paz en Colombia, relatado en dibujos.

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