La sostenibilidad en los negocios ya no es una opción
Hoy es importante que su empresa sea responsable social y ambientalmente para fidelizar su clientela y mucho más. Aquí le contamos cómo lograrlo.
El cambio climático podría complicar la vida de los humanos en la Tierra y, de no hacer nada al respecto, incluso, podría llevar a nuestra propia extinción.
Por eso, desde hace años crece la presión para que no solo los individuos tomen acciones al respecto sino también las empresas, sin importar su tamaño. No se trata solamente de plantar arbolitos, sino de ver la sostenibilidad como un mecanismo rentable de hacer negocios.
Para Alejandra Cárdenas, directora de proyectos en Cecodes, un tanque de pensamiento que orientar al país hacia el desarrollo sostenible, el mejor símil para entender la sostenibilidad es una mesa de tres patas: la económica, la social y la ambiental. “No se le puede quitar ninguna porque queda coja”.
En el país algunos se limitan a cumplir con los lineamientos legales básicos para no tener problemas. Pero cada vez más y más compañías deciden de manera voluntaria dar un paso más allá para integrar la naturaleza en su negocio.
Es lo correcto
Muchos se preguntarán por qué tomarse esa molestia… Para Diego Ochoa, subdirector de Servicios Científicos y Proyectos Especiales del Instituto Humboldt, la respuesta es sencilla: “Porque es lo correcto”.
Según el experto, más allá de las utilidades de una empresa, compartimos un mundo y necesitamos dejarlo en buen estado a las siguientes generaciones. “Si incorporamos este tema en la cultura de nuestras organizaciones vamos a entregarles un planeta más sano”, dice.
Pero hay otra motivación crucial y es que cada vez más personas (léase clientes) están decididas a castigar a las empresas que son nocivas para el medio ambiente.
“Si usted ve algún producto empacado en plástico o en cartón preferirá el de cartón. Las que no incorporen estas consideraciones saldrán del mercado”, asegura. Desde ese punto de vista, un buen manejo de recursos sociales y ambientales debe verse como ganancia.
Además de fidelización, cada vez más empresas verifican que sus proveedores, grandes o chicos, tengan una actividad económica sostenible. “Es casi una exigencia del mercado”, dice Alejandra y explica que “si hago parte de la cadena de valor de una gran empresa, ella me solicitará soporte de que mi actividad económica cuenta con las consideraciones necesarias de sostenibilidad”.
¿Cómo hacerlo?
No existe una guía de cómo lograrlo, pero sí algunos lineamientos generales. Según Jonathan Sánchez, de WWF, lo más importante es que las empresas, incluso antes de constituirse, sean conscientes de que pueden tener un impacto positivo o negativo en su entorno.
En términos generales el empresario o emprendedor debe pensar en la trazabilidad de su producto y en cada uno de los eslabones de la cadena de valor de su negocio. Esto implica saber de dónde vienen sus materias primas hasta cómo entrega terminado y empacado el producto. Cada uno de esos procesos debe cumplir con estándares sociales y ambientales.
Un gerente, por lo tanto, debe revisar la perspectiva económica pero también los riesgos y la imagen de la marca. “Si tengo claro ese panorama puedo diseñar planes y proyectos que me permitan cerrar esas brechas y riesgos asociados a mi operación”, explica Alejandra.
Estos programas deben ser hechos a la medida, pues cada empresa tiene necesidades particulares. En una compañía cementera la prioridad puede ser reducir la huella hídrica, la de carbón o como disponer de los residuos.
Una compañía petrolera, por ejemplo, puede tener un programa para proteger la biodiversidad de la zona donde se ubica su campo de exploración. Un camión de comidas puede contribuir con el tema al pensar qué hacer con el desecho de aceite para evitar que se vierta a los ríos. En el caso de un emprendimiento de joyería esto significa saber a quién le compra el oro y hasta cómo empaca el producto final.
Si se trata de una pequeña o mediana empresa puede hacer uso sostenible de la energía o disponer bien de los residuos sólidos. “Siempre hay algo que se puede hacer”, dice Ochoa.
En ese gran listado está, además, ahorrar papel en la oficina o promover el uso de medios de transporte sostenibles entre sus colaboradores, gestionar los residuos con eficiencia y promover la educación ambiental entre sus clientes.
Algunos hacen este tipo de programas solo para lavar su imagen (green washing), pero la invitación es a que piensen en la naturaleza con conciencia y compromiso para evitar ambivalencias. “Hoy la sociedad está más atenta con el tema y no le cree a las compañías que solo son ambientales para lavar su imagen”, dice Ochoa.
Costoso, pero necesario
Algunos empresarios debaten que el precio de emprender este tipo de acciones podría aumentar el costo final de los productos. Temen que el cliente se vaya por el precio más bajo, posiblemente de los productos de la competencia que no tiene este tipo de consideraciones.
Sin embargo, los expertos señalan que estamos en un punto coyuntural donde cada acción individual y colectiva es importante. Además, hay un consumidor más responsable que está dispuesto a pagar más si es por el medio ambiente.
Otro argumento de peso es que los costos de estas tecnologías se están abaratando en la medida en que todos las usan. Entonces, resulta lógico que ser ambientalmente sostenible no genere sobreprecios a corto plazo.
Según los expertos, en la medida en que colectivamente las empresas incorporen estos temas en el ciclo de vida de sus negocios esta inversión quedará embebida en los costos de producción de la empresa. Y no se puede dejar de lado el valor que implica el aumento de la reputación e imagen de la marca, y así la compañía puede ser más atractiva para inversiones de capital.