El mago del sonido
Andrés González-Cardona nació hace 30 años en Envigado, Antioquia.
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Andrés González-Cardona, antioqueño, está al frente de los estudios de grabación del Berklee School of Music, en Boston (Estados Unidos) uno de los centros de educación musical más importantes del mundo. Ha trabajado con artistas de la talla de Juan Luis Guerra y Natalia Lafourcade.
Por Eduardo Arias
En el mundo de la música circulan a diario centenares de noticias que hablan de cantantes y músicos famosos. Por fuera del mundo de los especialistas en música, muy poco suele hablarse de quienes están del otro lado de las consolas de grabación o pendientes de la calidad del sonido de los conciertos.
Por ese motivo poco o nada le dice a un ciudadano de a pie el nombre de Andrés González-Cardona, un ingeniero que está al frente de los estudios de grabación del Berklee College of Music, en Boston (Estados Unidos), una de las instituciones musicales más importantes del mundo.
González nació hace 30 años en Envigado, Antioquia, y se crio en una familia muy apegada a la interpretación musical. Su padre, ingeniero de sistemas, ha sido un músico aficionado, y Andrés creció rodeado de instrumentos musicales. La banda sonora de su infancia son las canciones de Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina que escuchaban sus padres. Por el lado del abuelo, estuvo inmerso en el universo del tango. “Recuerdo que cuando iba a su casa de niño, yo lo veía leer y escuchar a Carlos Gardel, y de repente se ponía a cantar”.
Cuando cumplió 7 años comenzó a recibir clases de piano, pero a los pocos meses el profesor se dio cuenta de que Andrés no le ponía mucho interés al piano porque prefería la batería. “Hasta el día de hoy considero que la batería es el instrumento más cercano, el que me marcó y más me ha acompañado, pero yo sé tocar varios instrumentos”. Al comienzo le llamaba la atención el metal, que exige habilidad y destreza. “Pero eso no me duró mucho. Al cumplir 12 años empecé a interesarme en géneros más populares”.
También aprendió a armar computadores y a instalarles programas. Su padre le pagaba por realizar ese tipo de tareas y eso le permitió, con el tiempo, comenzar a conseguir instrumentos y los equipos necesarios para montar un estudio de grabación en su casa mientras seguía con sus estudios de música.
Al cumplir 15 años comenzó a relacionarse con músicos de Medellín, entre ellos Juanes y Piso 21, una banda de reguetón y música urbana, agrupación para la que tocó la batería. Sin embargo, se dio cuenta de que el agite de las giras de conciertos con Piso 21 y con otras agrupaciones, que lo obligaban a estar bastante tiempo por fuera de la casa y dormir en buses no iban con su manera de ser y decidió enfocarse en la producción musical.
Ese interés había nacido cuando tenía 12 años y vio cómo un tío suyo conectaba el piano al computador para grabar lo que interpretaba. Esto, sumado al hecho de haber nacido en una casa con computadores, le permitió poco a poco aprender técnicas de grabación, utilizar bien los micrófonos y orientarse hacia la ingeniería de sonido.
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Se casó a los 18 años de edad y por ese motivo interrumpió sus estudios de pregrado en música para dedicarse de lleno a la grabación y la producción musical. Así nació Passiflora Estudio, donde hizo sus primeros pinitos como productor musical. Su confesión religiosa lo llevó a trabajar en aquellos años con grupos de música evangélica. Una muestra temprana de su talento y su audacia como compositor y productor consistió en agregarle a la música religiosa nuevas progresiones armónicas, algo muy atrevido en un género que suele estar atado a los clichés de una tradición de varios siglos que se remonta a los tiempos de Lutero y Calvino. En vez de que la música fuera un paisaje sonoro de fondo, sus innovaciones tanto armónicas como en los arreglos, el diseño del sonido y la producción que realizó en su estudio llamaron la atención de críticos y artistas, y su nombre comenzó a conocerse en la industria musical.
Importantes artistas del género pasaron por Passiflora Estudios, entre ellos Santiago Benavides. La producción que realizaron juntos fue muy bien recibida y sus ventas, durante dos años consecutivos, les merecieron disco de oro.
Poco después trabajó con Marcela Gándara, una de las intérpretes de gospel más conocidas en América Latina. Para ella produjo Lo único que quiero ver, una canción que en 2015 fue nominada a los premios Grammy Latinos. El estudio funcionó casi seis años. “El estudio iba muy bien, logré cosas que tuvieron un impacto muy grande para mi carrera, pero en un diciembre mi suegro me dijo: ‘Ve, por qué vos no mirás para terminar tus estudios’ y yo me dije, pues sí”. Empezó a mirar opciones y apareció el Conservatorio de Música de Berklee, que cuenta con la más antigua y prestigiosa escuela de producción musical del mundo. En esta academia han estudiado artistas muy reconocidos de diversos géneros. Entre estos cabe nombrar a Quincy Jones, John Mayer y Juan Luis Guerra. Sus egresados han recibido más de 300 premios Grammy, es decir, más que cualquier otro conservatorio de música del mundo.
González-Cardona hizo el proceso de aplicación de manera remota (algo muy poco usual hace nueve años) y unos meses después lo sorprendieron con la noticia de que no solo había sido aceptado sino que también iba a recibir una beca. Se trasladó a Boston con su familia y mientras seguía sus estudios, por el voz a voz, los encargados del estudio se enteraron de sus habilidades y comenzaron a invitarlo a sesiones de grabación. Primero como asistente, luego para hacerse cargo de proyectos menores, pero pocas semanas después ya estaba al frente de sesiones de grabación como ingeniero. “Pasaron los meses y ya estaba grabando a Juan Luis Guerra y otros artistas de ese nivel”.
Cuando se graduó con todos los honores como productor musical e ingeniero recibió el premio Gary Ogan Endowed Scholarship Award por sus "logros musicales sobresalientes y contribuciones a la producción e ingeniería musical", y le ofrecieron el cargo de productor-ingeniero para asuntos externos, “que es el ente de la universidad que hace todo lo referente a la marca y a lo que el mundo ve de la universidad”.
Desde esa posición ha liderado importantes producciones con Juan Luis Guerra, Miguel Bosé, Aída Cuevas (una leyenda del mariachi en México), Natalia Lafourcade, Pedro Capó, Oscar D’León, Armando Manzanero y Monsieur Periné, entre muchos otros.
Andrés está muy entusiasmado porque este año volverá a trabajar con Santiago Benavides, uno de los artistas de gospel con los que trabajó en su adolescencia en Medellín. “Es un reencuentro después de diez años de haber hecho esos discos que tuvieron historia para su carrera y también para la mía”.
También le espera una gran tarea. Él y su equipo preparan el Concierto de Graduación de Berklee, que cada mes de mayo se lleva a cabo en el Boston Agganis Arena. El Concierto de Graduación de Berklee es noticia en medios como las revistas Billboard y Rolling Stone, y en él siempre participan artistas de la talla de Duke Ellington (quien se presentó en 1971), Aretha Franklin, Dizzy Gillespie, Paco de Lucía, Lionel Richie, Plácido Domingo y AR Rahman. “Es un evento muy importante, de tradición, que por lo general le rinde homenaje a los personajes que reciben un doctorado honorífico en el año”. Él no es responsable del sonido que escuchan los espectadores pero sí de la grabación, de la ingeniería de posproducción (mezcla, masterización) y además supervisa al equipo encargado de llevar a cabo esas tareas. Es una labor muy importante porque casi siempre estas presentaciones en vivo que organiza el conservatorio están pensadas para que de ellas quede un registro sonoro de calidad en alguno o varios de los formatos disponibles de reproducción musical.
¿Quiénes estarán este año en el escenario? Ese es un secreto que Andrés González-Cardona no puede revelar. Esto se sabrá en mayo, cuando se abra el telón en el Boston Agganis Arena y comience a sonar la música. Él se encargará de que todo lo que ocurra en esa velada quede registrado de la mejor manera posible. Ese ha sido el gran propósito de su vida y es lo que ha aprendido a hacer desde que era un entusiasta adolescente en Medellín.