9 Junio 2022

El rock y el pop viven muy cómodos del pasado

Un tiktoker revive a Fleetwood Mac; unas series de Netflix le dan un nuevo aire al pop inglés de los 80; tres multinacionales disqueras adquieren catálogos históricos para exprimirles hasta el último demo; una decena de bandas icónicas conmemorarán medio siglo de vida de sus obras con reediciones; a una gran generación de melómanos les emociona más un nuevo álbum de Paul McCartney que una novedad de una banda independiente californiana. El rock vive en y del pasado, las multinacionales cuidan su catálogo como un gran tesoro y poco le apuestan a las novedades.

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Por Jacobo Celnik
Una imagen de un poco más de un minuto, a finales de septiembre de 2020: Nathan Apodaca, un tipo común y corriente, revive un clásico del rock. Su carro se queda sin batería cuando sale a trabajar. Angustiado, toma su patineta, un jugo de arándanos, se pone un hoodie gris y mientras anda por las calles de Idaho Falls decide hacer un video para TikTok. Usa la canción Dreams, de Fleetwood Mac, mientras disfruta del “ride”, unos sorbos de jugo y canta un fragmento de la canción. Se le ve feliz en su aventura. En pocos días un milagro sucede: 60 millones de reproducciones y 10 millones de “me gusta” para su performance. Un par de semanas después, el álbum Rumours (1977) de Fleetwood Mac, donde aparece ese himno del rock, vuelve a escalar en las listas de Billboard y llega al top 10. Se convierte en tendencia en Spotify y la canción es una de las más reproducidas del año. La cantante Stevie Nicks y el baterista Mick Fleetwood no solo aplaudieron a Apodaca, sino que emularon su gesta. Un inocente video para una red social puso de moda, nuevamente, a una de las bandas más grandes de la historia del rock, siendo además conocida y reconocida para una generación, descrita entre los millennials y los Z, que de otra manera jamás hubieran llegado a ella. Un año más tarde, Apodaca recogió suficiente dinero para comprar una casa propia y es toda una celebridad de TikTok.
Varias imágenes del mundo de la ficción: una dama adolescente y deprimida, conocida como Hannah, está a punto de suicidarse. De fondo suena The Killing Moon, en la versión de Roman Remains. A los pocos días, Echo and the Bunnymen, compositores de ese clásico de 1984, son tendencia en Spotify gracias a 13 Reasons Why; una pareja de adolescentes irrumpen en una casa llena de objetos fascinantes. Se dirigen al tocadiscos, toman un LP de un mueble y ponen a sonar I’m Sorry, de Brenda Lee. La canción renace de sus cenizas de 1960 gracias a The End of the Fucking World; un muchacho recostado en la parte baja de un camarote se despierta por una canción que suena desde un televisor. Lentamente, tapándose los oídos con sus manos, se da vuelta para entender qué es ese ruido insoportable que no lo deja dormir. La cámara hace un paneo de un cuarto tapizado de azul con imágenes de osos y ardillas, nos muestra una silla de madera con un oso de peluche encima, una bandeja con un plato y un vaso de leche sobre una mesa azul y una extraña silla de acero en el centro del cuarto. La cámara se dirige hacia el televisor y vemos la imagen del cantante Pete Burns, de la banda Dead Or Alive coreando You spin me around (Like a Record). La canción de 1986 se convierte en tendencia gracias a la serie Dark y su videoclip en YouTube alcanza a la fecha más 210 millones de reproducciones.

Hounds of love
Hounds of love, de Kate Bush, álbum de 1985 donde aparece la canción Running up that hill, que el pasafo 7 de junio llegó al Top Ten de la revista Billboard como consecuencia de haber aparecido en la serie Stranger things.  


El pasado 7 de junio otro hito en la historia del pop sucedió por cortesía de una serie de Netflix. Kate Bush obtuvo su primer top 10 en Billboard con la canción Running up that hill (original de 1985 del álbum ‘Hounds of love’), gracias a que fue incluida en una impactante escena de la cuarta temporada de Stranger things, siendo además la segunda vez que el tema se usa en una producción audiovisual. A inicios de 2021 la canción apareció en It´s a sin, de la BBC. El impacto de la escena y la canción generó una avalancha de reproducciones en los diversos servicios de streaming de música en el mundo, generando que la artista británica finalmente tocara las puertas del éxito en el mercado de los Estados Unidos. Cuando Running up that hill se lanzó como segundo sencillo del álbum solo llegó al intrascendente puesto 30 de las listas norteamericanas. Kate Bush, con una larga y prolífica carrera desde finales de los años 70, apadrinada por David Gilmour, muy reconocida en el Reino Unido y no tanto en Estados Unidos y otras latitudes, considerada la mujer más influyente del pop británico, está en boca de toda una generación de jóvenes seguidores de esa serie. El poder de una escena bien ambientada al servicio del catálogo del rock.
Sobre este fenómeno y el impacto de la canción en las generaciones más jóvenes, el productor de radio y periodista Óscar 'Tito' López señala: “Tiene sentido que una generación más joven encuentre tanto consuelo en esa canción, porque trata acerca de la empatía y esa necesidad es atemporal. Por otro lado, hay que mirar lo que sucede con la música de hoy: casi no hay álbumes. Los artistas van lanzando sencillos de manera digital, apoyados por todas las plataformas de streaming y redes sociales. Esos sencillos son cortos, de tres minutos. No tienen intro ni una sección instrumental en el medio. Están hechos para que la gente las escuche por unos días y los deseche. Ya no se hacen canciones memorables. Por eso no contienen músicos virtuosos. No se oye un solo de guitarra, de teclado o de saxofón. Solo una base rítmica, un coro repetitivo y una letra sugestiva sin mucho fondo. Eso puede explicar el impacto de la canción entre los jóvenes”.
Si el caso de Kate Bush fuera único entre una tendencia cada vez más frecuente, nos sorprenderíamos. De hecho, series de televisión como CSI, o Misión del deber en los años ochenta, revivieron clásicos de The Who y los Rolling Stones; y el cine, desde hace varias décadas también mantiene con vida el catálogo del rock. Ejemplos hay de sobra: Casino, Dead Man Walking, Mean Streets, Good Fellas, American Graffiti, American Beauty, Forrest Gump, Trainspotting, Full Monty, Reality Bites, y tantas otras películas con bandas sonoras memorables. Sin embargo, no deja de sorprender que una canción con más de treinta y siete años de vida vuelva a entrar en el top 10 de Estados Unidos. La última vez que algo similar sucedió fue con Bohemian rhapsody, de Queen, que alcanzó el número 2 en 1992 después de que se incluyera en la película Wayne's world, aunque Fleetwood Mac llegó al Top 10 con Dreams en 2020 cortesía del señor Apodaca.
Los casos de las series antes citadas nos muestran el alcance masivo e inmediatista que tiene la música para una generación en particular como la Z o centennials, "habitués" de YouTube, Spotify y Deezer, entre otras plataformas digitales, quienes están descubriendo un mundo oculto y mucho más fascinante en la música que el que ofrecen, en mi opinión, Karol G, los Balvin, Malumas, entre otros exponentes de un género que se niega a desaparecer como el urbano-reguetón y cuya calidad es muy discutible. El oído no miente, más allá de que la apreciación de la música es un tema de gustos.

Dead or Alive
El grupo británico Dead or Alive se convirtió en tendencia gracias a la serie Dark, donde aparece la canción  You spin me around (Like a Record),  canción de 1986, cuyo videoclip en YouTube alcanza a la fecha más de 210 millones de reproducciones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Para quienes crecimos oyendo la música de Kate Bush, Dead Or Alive, Echo and the Bunnymen, New Order, The Cure, Depeche Mode, Joy Division, Duran Duran, Soft Cell, Pet Shop Boys, U2, que estas canciones aparezcan en las series es un dato más. Lo realmente inquietante es darnos cuenta, con más contundencia, de que el pop y el rock viven del pasado y su actualidad, es decir, la música contemporánea, es intrascendente, más allá de los clics/me gusta/millones de reproducciones del momento. Porque no olvidemos: clics no significa calidad, como tampoco ventas millonarias. Que lo diga Fito Páez y El amor después del amor.
Desde hace algunos años se ha visto cómo las casas disqueras exprimen hasta más no poder el legado de sus artistas más luminosos para mantener la rueda girando. Las series son una de tantas iniciativas exitosas en el mercadeo del pasado glorioso del rock. La otra. el extraño renacer del consumo de vinilos y ahora, el inusual repunte en la venta de compact disc y casetes en el mundo. Las series han jugado un papel clave para el “product placement” y no es de extrañar que en Estados Unidos o Gran Bretaña la gente esté buscando incansablemente en este momento el casete de Hounds of love para ir en sintonía con Kate Bush y la escena de Stranger things. Nada es gratis en estos asuntos y lo sabemos. La sobrexposición de discos de vinilo y cigarrillos en las series no es casualidad.
La batalla del rock clásico frente a la música contemporánea no solo se gana desde lo perceptivo o el flujo de información en redes, series o el renacer del consumo del vinilo, especialmente de artistas clásicos de alto renombre como los Beatles, Pink Floyd, Led Zeppelin, Neil Young o los Rolling Stones, entre otros. Los datos son contundentes. Según el diario El País, de España, “la consultora MRC Data, en Estados Unidos el consumo de álbumes de música actual (lanzada hace menos de 18 meses) disminuyó un 3,7 por ciento, mientras que la de catálogo creció en 2021 un 19,3 por ciento, ocupando el 70 por ciento del consumo total. Las viejas canciones están de moda y ganan impulso gracias al magnetismo del vinilo, el crecimiento de las plataformas de streaming y la creciente influencia de TikTok”.

No es de extrañar que en Estados Unidos o Gran Bretaña la gente esté buscando incansablemente en este momento el casete de Hounds of love para ir en sintonía con Kate Bush y la escena de Stranger things.


Estos datos vienen de la mano de un auge en el consumo de los vinilos en el mundo, que el año pasado logró un crecimiento del 51 por ciento, el más alto desde su renacer hacia 2014. El aumento en la demanda por ese formato la ha dado un nuevo aire a las disqueras que no pierden el tiempo y cada tanto encuentran escusas para manteneros al pie de la rueda del rock clásico. Basta con revisar la cantidad de reediciones, ediciones conmemorativas o álbumes clásicos en formato Deluxe edition con el simple pretexto de mantener al oyente actualizado o pegado al producto desde la inagotable “nostalgia del melómano”, que se lanzaron en 2021: Déjá Vu, de Crosby, Stills, Nash and Young; Let It Be, de los Beatles; Heaven and hell, Sabotage y Technical ecstasy , de Black Sabbath; A momentary lapse of reason de Pink Floyd; If I could only remember my name, de David Crosby; All things must pass, de George Harrison; Tattoo you, de los Rolling Stones; L.A. Woman, de los Doors, Springtime in New York de Bob Dylan que incluye los demos de tres álbumes de inicios de los años ochenta, sin contar los innumerables Box Set conmemorativos de Caravan, Van Der Graaf Generator, Bowie y Velvet Underground, entre otros.

Rumours
Rumours, el clásico álbum de Fleetwood Mac que se publicó a la palestra, ahora está en el rasar de las nuevas generaciones gracias a un video de TikTok que se hizo viral y en el que suena la canción Dreams.


La lista es interminable y la pregunta que se hacen los fieles consumidores de los productos de estas bandas es ¿hasta cuándo? Sobre todo, porque hay obras que se sostienen en su concepción original y si hay mejoras en el sonido serán bienvenidas. ¿Cuántos de ustedes ven los DVD de las ediciones Deluxe de aniversario de los álbumes de Jethro Tull remezclados por Steven Wilson? ¿Es necesario tener una edición de cinco discos de Aqualung o In The Court of the Crimson King cuando siempre volvemos a la obra original? Este tipo de productos aportan cuando hay algo que nos sorprende, algo desconocido que nutre la amplia historia de un artista. Un buen ejemplo es la reedición de Flowers in the dirt, de Paul McCartney. Escuchar la versión a dúo con Costello de ‘So like candy” no tiene precio. Si bien se conocía la de Costello del álbum Mighty Like a Rose, el corte con Macca fue una más que grata sorpresa y quedaron varias inéditas de una colaboración, que por diferencias profesionales no salió como se pensó originalmente: como un álbum de Costello & McCartney.
Otro buen ejemplo son las ediciones dobles de álbumes como Exile On Main Street, Sticky Ffngers, Goat head soup y Some girls, de los Rolling Stones, con un buen puñado de canciones producidas en estudio, desconocidas hasta entonces y con un valor histórico importante por su calidad. El caso de los Stones es bien interesante porque la mayoría de esos temas inéditos como “Plundered my soul”, “Pass the wine”, “Claudine”, “So young”, “Petrol blues” y “Scarlet”, que fueron descartadas porque había canciones de mejor factura, habrían cabido sin problema en la obra original.

Deja vu
Déjá vu de Crosby Stills Nash and Young, uno de los tantos álbumes que han dsdo reeditados en ediciones de lujo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La industria discográfica seguirá exprimiendo el catálogo del rock en la medida en que haya demanda por estos productos y que el pop-rock actual mantenga su aura inmediatista, efímera y dependiente del clic. Justamente por eso Sony, Warner y Universal han hecho inversiones importantes adquiriendo catálogos de artistas renombrados con altísimos potenciales de seguir siendo exprimidos. “Esta revalorización de la música del pasado hizo que las discográficas se hicieran en 2021 con el catálogo de artistas clásicos como Bob Dylan, Bruce Springsteen y Neil Young. Se movieron más de 5.000 millones de dólares en adquisiciones de derechos y catálogos. La expectativa es que estas compras sigan en 2022, con artistas como Pink Floyd y Phil Collins en el punto de mira”, señala la periodista Daiane Nora, de El País, de España. La rueda sigue suelta y no hay quien la pare.

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