25 Mayo 2022

“En Colombia la verdad se ha convertido en un imperativo de la sociedad”: Sandro Romero Rey, director de ‘El pato salvaje’

La próxima semana cierra temporada 'El pato salvaje', obra de Henrik Ibsen adaptada por Robert Icke. 'Cambio' habló con Sandro Romero Rey, director de este montaje.

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Sandro Romero, foto de Carlos Mario Lema.
Sandro Romero Rey, director de El pato salvaje. Foto de Carlos Mario Lema.

La pospandemia ha traído de nuevo al público a las salas. Luego de 18 semanas en cartelera, la próxima semana se despide de la Casa del Teatro Nacional (carrera 20 con calle 39) el montaje de El pato salvaje, del dramaturgo noruego Henrik Ibsen, que el escritor británico Robert Icke adaptó para un público contemporáneo. Este montaje lo dirige Sandro Romero Rey. Se presenta de jueves a sábado en la Casa del Teatro Nacional de Bogotá y estará en cartelera hasta el 4 de junio de 2022.
CAMBIO: ¿Por qué decidió llevar a escena El pato salvaje?
Sandro Romero: 
Por mi pasión por el cine de Ingmar Bergman. Tengo una suerte de fascinación por el teatro de finales del siglo XIX (en especial, por los dramas de Ibsen, Strindberg y Chejov). Me encanta esa inteligente manera de trabajar sobre lo no dicho, sobre las verdades ocultas, sobre los subtextos, sobre la mentira necesaria en los seres humanos. El azar hizo que en el Teatro Nacional de Bogotá estuvieran los derechos vigentes de la adaptación que el dramaturgo inglés Robert Icke había hecho para el Almeida Theatre de Londres en 2018. Me lancé de bruces sobre el libreto y con la productora Leonor Estrada logramos sacar a feliz puerto esta difícil y fascinante aventura. El pato salvaje es un texto descarnado, cínico, directo y, al mismo tiempo, de una discreta elegancia. Su ritmo es pausado y te ataca en el momento menos pensado. Sus posibilidades escénicas son inmensas y era muy difícil darle la espalda a esta colección de coincidencias.
CAMBIO: ¿En qué varía la obra original de Ibsen de esta adaptación de Robert Icke?
S.R .R.: 
La obra de Ibsen está inmersa en el espíritu moral de los países escandinavos del siglo XIX. Sus códigos de honor son, en apariencia, distintos a los de nuestros tiempos. Icke ha hecho una inteligente adaptación en la que se mantiene el tono de la pieza pero, al mismo tiempo, los personajes reflexionan sobre lo que está sucediendo, un poco a la manera de Bertolt Brecht. Con la diferencia de que no son los actores los que le hablan al público sino que son los personajes los que reflexionan en voz alta sobre ellos mismos. De manera similar, en nuestra puesta en escena, acentuamos esa suerte de síntesis de los acontecimientos, estilizándolos con la dirección de arte de Pablo Restrepo y la efectiva música de David Loayza.

Pato Salvaje, Lalopezfoto
Escena del montaje de El pato salvaje, que se presenta en la Casa del Teatro Nacional. Foto de Lalopezphoto.



CAMBIO: ¿Cuáles son los temas, los conflictos que trata esta obra?
S.R.R.: 
Son muchos pero, en esencia, es un alegato entre la verdad y la mentira. ¿Hay que decir la verdad a toda costa, o hay que mentir para ser felices? En Colombia, en estos tiempos, el tema de la verdad se ha convertido en un imperativo de la sociedad. Hace algunos años, David Rieff sacudió las conciencias con sus libros Elogio del olvido y Contra la memoria, donde pone en tela de juicio la obsesión contemporánea por exigir verdades, a costa de sacrificar la convivencia. Aunque El pato salvaje no es una obra política, guardadas proporciones, está poniendo sobre la mesa dicha encrucijada. La verdad por la que aboga uno de los personajes se convierte en la perdición para los demás. Ibsen –y, por extensión, Robert Icke– pareciera considerar que “una vida llena de mentiras” es preferible que la fascinación por verdades destructivas.

CAMBIO: Usted se ha desempeñado con mucho éxito en diversos frentes como la narrativa, el reportaje, el ensayo, el cine, la televisión, la enseñanza. ¿Por qué apostarle al teatro? ¿Qué encuentra en el teatro que no lo consiga en esas otras disciplinas?
S.R.R.: 
En 2021 publiqué un libro que se titula Profesión: espectador. En él planteo que, para mí, no hay diferencias ni fronteras en el mundo de la creación. La literatura, el teatro, el cine, la televisión, las artes plásticas, la danza, la música apuntan a un solo objetivo. Y no hay diferencias entre ellas, salvo sus especificidades técnicas. Al mismo tiempo, funciono como director de la misma manera que funciono como espectador: conmoviéndome. Necesito crear obras en las que yo me emociono para que los demás se emocionen. Ahora bien: por supuesto que la emoción de la música no es la misma que la emoción de la literatura. Ni la emoción del cine es la misma emoción que la del teatro. Pero todas tienen la capacidad de conmover, si entendemos sus ritmos internos. En el teatro (y, muy en particular, en nuestra puesta de El pato salvaje) nos encanta construir el tejido entre los actores y el texto, entre el vestuario y las luces, entre el decorado y la música, incluso entre la producción y la estrategia de promoción. Al parecer, logramos conseguir lo que buscábamos. Teníamos mucho miedo, después de la pandemia, lanzarnos a la presencialidad con una obra de más de dos horas. Pero el público ha respondido. Es la primera vez en la historia de la Casa del Teatro Nacional que una obra en cartelera dura 18 semanas.

CAMBIO: ¿Cómo se adapta el teatro a una sociedad cada vez más dependiente de la inmediatez y de la tecnología?
S.R.R.: 
Cuando nació la fotografía, se dijo que la pintura iba a desaparecer. Cuando nació el cine, se dijo que el teatro iba a desaparecer. Cuando apareció la televisión se dijo que el cine iba a desaparecer. Ahora, con las plataformas digitales, se dice que la televisión va a desaparecer. Nada desaparece en el mundo del arte. Todo se transforma. La pandemia ayudó a fortificar la especificidad del teatro. Para nuestra sorpresa, el público estaba ávido de experiencias extensas, de bellos textos, de tramas envolventes. Y de la proximidad física con los actores en vivo. Así mismo, revisitar un clásico (con rigor, con técnica, con esfuerzo) se convirtió en un bálsamo que todos han agradecido. Con el elenco (Bernardo García, Myra Patiño, Juan Manuel Barona, Fernando Pautt, Manuela Salazar, Carlos Alberto Pinzón, Andrés Caballero, Luisa Guerrero) hemos constituido una familia de creadores que, noche a noche, nos encontramos para darle vida a una obra irrepetible y sabemos, con orgullo, que no podemos desperdiciar esta oportunidad que el destino, siempre impredecible, nos ha regalado.

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