7 Febrero 2022

Enigma y carcajada

Monica Vitti, una de las actrices más queridas del cine italiano, navegó con igual propiedad en la comedia de situación y el drama sicológico. Su nombre está atado al de grandes directores y actores, como Michelangelo Antonioni, Mario Monicelli, Alberto Sordi, Claudia Cardinale y Marcello Mastroianni.

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Comedia, drama, carcajada, misterio… Monica Vitti, la actriz italiana que falleció en Roma el pasado 1 de febrero, abarcó como pocas (o ninguna) el amplio abanico del cine italiano, famoso e importante tanto por sus ligeras y divertidas comedias de situación y sus dramas de denuncia social, como también por los monumentos de directores que forman parte del llamado “cine de autor”.

De acuerdo con las circunstancias de cada película, Monica Vitti podía lucir como una aristócrata en el mejor estilo de Silvana Mangano, pero también como una mujer sin pretensiones de la clase trabajadora.

Podía mantener al espectador a un año luz de distancia con su mirada profunda y misteriosa, como también hacerlo sentir su cómplice cuando desplegaba su repertorio de miradas pícaras, guiños y carcajadas.

Así Monica Vitti pudo habitar por igual en los paisajes inquietantes de las películas de Antonioni como también en los espacios cotidianos propios de las comedias de situación que retratan la vida de las personas de a pie.

Su personalidad y sus actitudes, muchas veces opuestas a las de las divas del cine, hicieron de ella un símbolo de la mujer italiana moderna, libre y firme en sus convicciones. Lo demostró en mayo de 1968, cuando formaba parte del jurado del festival de cine de Cannes y estallaron las protestas en las calles de París. Ella y sus compañeros Louis Malle, Roman Polanski y Terence Young renunciaron como gesto de solidaridad con los manifestantes.

Mónica vitti

Maria Luisa Ceciarelli (su verdadero nombre) nació en Roma el 3 de noviembre de 1931 y comenzó su carrera en el teatro. Obtuvo su diploma de actriz en 1953 en l’Accademia Nazionale d’Arte Drammatica. Allí sus maestros detectaron su talento para la comedia. En aquellos años interpretó obras de autores como Shakespeare, Bretoldt Brecht y Moliere.

Maria Luisa consideraba que su nombre era difícil de pronunciar y de aprender y adoptó un nombre artístico más sencillo aunque no del tofo ajeno a ella, ya que Vitti es una simplificación de Vittiglia, el apellido de su madre.

Su mirada profunda y enigmática llamó la atención del director Michelangelo Antonioni, de quien ella fue amiga, luego su pareja y, sobre todo, la musa en sus películas (y obras maestras) La aventura, La noche, El eclipse y El desierto rojo. En las tres primeras, agrupadas como “la trilogía de la incomunicación”, filmadas en blanco y negro, Monica Vitti interpretó papeles en los que se mostraba la banalidad, la alienación y el aburrimiento de las clases altas. En El desierto rojo hizo el papel de una mujer atormentada en medio de un paisaje dominado por los colores chillones de las fábricas, las chimeneas y la contaminación del agua y el aire en el puerto de Ravena.

Estas películas llegaron a las salas de cine entre 1960 y 1964 y la consagraron como actriz dramática. Sin embargo, a partir de ese momento 1968 Monica Vitti se dedicó casi por completo a la comedia “a la italiana”. Participó en varias películas de Mario Monicelli (entre ellas La chica de la pistola), de Luis Buñuel (la muy surrealista El fantasma de la libertad), de Ettore Scola (El demonio de los celos), varias de Alberto Sordi, quien además de director fue uno de los grandes actores cómicos de la historia del cine italiano y un gran amigo y cómplice de Monica. Mención aparte merece el director Carlo di Palma, otro de sus compañeros sentimentales, con quien trabajó en varias películas, entre ellas Teresa la ladrona y Cita al final del camino, junto con Claudia Cardinale, una película de carretera de 1975 que en muchos años antecedió a la tan celebrada Thelma y Louise.

En 1980 volvió a trabajar con Antonioni en El misterio de Oberwald, un proyecto para la televisión. Después de un intento fallido por dirigir, en los años 90 se dedicó a dictar clases hasta que en 2002 el mal de Alzheimer la obligó a retirarse de la vida pública.

La muerte de Monica Vitti ha permitido no sólo revisar su vida y obra sino también volver a poner de presente la grandeza del cine italiano, del que ella fue, además de protagonista, una de sus musas.

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