La vida cotidiana en medio de la guerra
'Belfast', de Kenneth Branagh (2021), es una película que cuenta la guerra civil de Irlanda del Norte desde la perspectiva de los recuerdos. Una oportunidad para reflexionar acerca del cine bélico. Su director, ganó el premio Oscar a mejor guión.
Por Gustavo Valencia
El cine, por el sentido mismo que le ha imprimido su industria fílmica de narrar, de realizar historias, de relatar sucesos o simplemente de contar una anécdota o un determinado suceso, y también por el distintivo carácter de entretención con el que nació, creció, se consolidó y que aún mantiene, no permite que el análisis o la reflexión sean lo prioritario. Un buen ejemplo es lo que se relaciona con la guerra que, como en esta ocasión ocurre con Belfast, se refiere al conflicto que desangró internamente a un país, en el que siempre se acude (otra de las características del cine) a lo emocional en el espectador. A sacudir y agitar dolorosos recuerdos y trágicas vivencias, que con el enfoque ideológico y político de quien la realiza, genera aceptación o rechazo, nunca indiferencia.
Con todo ello se produce controversia, discusión y escándalo. Es decir, un conjunto de sucesos de índole extracinematográfica que como siempre se convierten en publicidad gratuita. Que, desde el interés de la industria fílmica que lo promueve, resulta muy benéfico porque se manifiesta en el incremento de la taquilla, puesto que en cine todo está hecho para vender, so pena capital de quebrar inevitablemente.
Algo muy distinto que no se debe confundir se relaciona con el cine de acción bélica pues ese lo creó mucho tiempo atrás la gran industria del cine internacional. Y la guerra ha sido y sigue siendo su propia e inmensa mina de oro, en especial con el de la Segunda Guerra Mundial, lo cual no niega que con otros conflictos armados haya hecho lo mismo y lo haya reducido a un cine de aventuras con la consabida puesta en escena de matanzas y violencia gratuita, por ejemplo, sobre la invasión a Vietnam, donde estas poderosas empresas de cine con la creación de la estelar figura de Rambo, logran, de paso, ocultar la verdad sobre esta guerra de agresión.
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Describe de manera muy real lo particular de una familia dentro del contexto general de una muy conflictiva y violenta situación que todos parecen no aceptar y continúan sus vidas como si nada pasara.
Así que desde lo emotivo se configuran variadas historias para llevar a la pantalla grande en las que entregar elementos de estudio o de análisis sobre el conflicto armado es algo muy secundario, casi inexistente. Por ello mismo, entre más anecdótico sea el episodio o los sucesos que se narren, mayor posibilidad de escenificarlo y filmarlo, de tal manera que se relata determinado acontecimiento particular, que independiente del bando del que se narre, está referido a hacer bullir emociones y sentimientos, que es el efecto inmediato de las imágenes en movimiento.
La posibilidad de algo más analítico y reflexivo queda en el territorio del cine documental ,donde se plantean tesis y criterios para el estudio sobre las imágenes que se están presentando. Por el contrario, en el llamado cine comercial (el término es un pleonasmo) este no es su rasgo principal, que, por lo general, brilla por su ausencia. Y todo mundo lo acepta, en especial el que pagó su boleto a cambio de un rato de entretención.
La industria fílmica británica e irlandesa ha encontrado una buena fuente de ganancias al llevar, periódicamente, relatos y acontecimientos sobre la triste y trágica guerra civil que tanto ha convulsionado y afectado a ingleses, irlandeses y en especial, claro está, a los de Irlanda del Norte, quienes han sido el epicentro de todos estos aciagos sucesos desde finales de la Primera Guerra Mundial, que de nuevo se recrudecieron a finales de los años sesenta y las siguientes tres décadas del siglo pasado.
Esto ha llevado a una numerosa producción en la que se han hecho famosas algunas cintas y también uno que otro director. Referida, por ejemplo, a la situación de los años veinte “El viento que agita la cebada” (2006), es ya todo un punto de referencia, como también por su director, Ken Loach, conocido por sus planteamientos de índole política y que traslada directamente en esta realización. Además, porque lo mejor en estos casos siempre seráq ue un director exprese abiertamente su posición y compromiso. Claro está, guardando distancias y sin caer en el panfleto, y no como el que cree ser imparcial y sólo “manifiesta” los hechos tal cual, concepción que tiene tanto de ingenua como de equivocada. Ya sobre los tres últimos decenios del siglo pasado y por su misma contemporaneidad, la producción, obviamente, es mayor y más variada.
Así que la lista es muy larga. Entre las principales, de nuevo se encuentra Ken Loach con Agenda oculta (1990), en últimas una denuncia de la violencia política de Margarte Thatcher. También se encuentran otros destacados directores con reconocidas cintas como Neil Jordan con “Juego de lágrimas” (1992), en el que intercala algo de acción y suspenso con militantes del IRA; Jim Sheridan con “En nombre del padre” (1993) sobre los hechos reales de la falsa acusación y condena que recae sobre un individuo acusado de pertenecer al IRA y cuya mayor polémica fue su posición antibritánica; Paul Greengrass, con la puesta en escena y reconstrucción verídica de un trágico domingo de 1972, titulado “Domingo sangriento” (2002); con “´71” (2014), Yann Demange recrea momentos de confusión y peligro que vive un soldado británico perdido en Belfast entre una población civil en pleno conflicto; el alemán Oliver Hirschbiegel, con producción irlandesa, en “Cinco minutos del cielo” (2009) rueda una ficción de venganza que abre las puertas al pasado y al resentimiento que ello conlleva.
En fin, en un breve rastreo se aprecia cómo todo necesariamente se refiere a narrar episodios sueltos, verídicos o no, que relatan tragedia y pena como simple consecuencia de los infaustos hechos que produce toda guerra.
Por tanto, no resulta muy sorpresivo, aunque sí llamativo, que de pronto un actor y director como Kenneth Branagh lleve al cine esta temática. Él ha estado asociado desde sus comienzos como intérprete dramático y director de importantes obras de Shakespeare. Enrique V, Otelo, Hamlet y las comedias Mucho ruido y pocas nueces y Como gustéis así lo confirman. Con estas películas se dio a conocer en el mundo por su capacidad en la interpretación que traía del mundo de las tablas, además de manifestarse en la dirección fílmica con mucho talento para expresarse en el mundo de las imágenes en movimiento.
También incursionó en otras facetas del cine, como en el mágico cuento de La Cenicienta (2015), o como lo hizo en 2017con el clásico Asesinato en el Expreso de Oriente, de Agatha Christie, varias veces llevado al cine y cuyo punto de referencia era la versión de Sidney Lumet, de 1974, con Sean Connery, Ingrid Bergman, Vanessa Redgrave y Albert Finney, entre otros, y ahora se incluye éste, dirigido e interpretado por este polifacético director. Así que encontrarlo rememorando su primera infancia en Belfast no deja de ser llamativo, pues significa todo un reto para este director y guionista recrear aquellos años en que se iniciaba la segunda etapa de los violentos enfrentamientos en Irlanda del Norte.
Por tanto, se intuye rápidamente que presentará los hechos que recuerda aquel niño. Los que vivió sin la más mínima comprensión de por qué sucedían, simplemente reconstruidos a través del guión escrito por él mismo, con una puesta en escena que devela toda su veteranía, en especial cuando suceden determinados actos de violencia y terrorismo. También muestra su maestría para lograr el mejor enfoque y plano para registrar cada secuencia, haciendo gala de muy especiales movimientos de cámara.
A todo ello hay que agregar que la película se rodó en blanco y negro, con un especial brillo y luz, que se sale del común uso de otras cintas con esta característica. Un blanco y negro muy lumínico que incide en la narración misma y que presenta pocos contrastes de sombras y luces, que es un talento que ya había demostrado, por ejemplo, en Todo es verdad (2018), una de sus más recientes, una ficción de los últimos años de vida de su muy conocido Shakespeare, donde predominan los claroscuros que hacen parte del ritmo de la narración.
Ya con la primera secuencia de una toma circular del niño protagonista y del registro de una calle, que es su espacio de recreación y de muchos más, entra de lleno a la puesta en escena de momentos de choque entre los grupos en conflicto, una larga secuencia que por la forma en que se registra se hace más impactante y, a la vez, queda dicho todo sobre las facciones en lucha. En cierta forma anuncia lo que va a transcurrir en el film, con pleno conocimiento de que al presentar algunos sucesos tal como los recuerda no intenta ser neutral o algo parecido, lo que le imprime un mayor carácter al relato mismo.
Así va describiendo el ambiente familiar y social en que se desenvuelven los habitantes de un sector popular de la ciudad, donde son mayores los enfrentamientos, lo cotidiano de una familia más en el Belfast de la época, con los típicos problemas económicos para salir adelante, mezclados con momentos de diversión y esparcimiento, además de ciertas aventurillas del protagonista, de su vida escolar y de la nena que le atrae. En fin, toda una serie de pormenores hacen que el conjunto, además de tener credibilidad, resulte muy ameno y fluido en su desarrollo y en la circulación de afecto de sus miembros, en donde la célebre actriz Judi Dench en buena parte se roba el show.
Nota aparte para mencionar ciertas digresiones cinematográficas que se permite el director. Por ejemplo, cuando recrea el cine al que van en familia para ver a Raquel Welch en Un millón de años a. d. C, o las películas que ven por televisión, presentando con trazos de homenaje a High noon, un superclásico de vaqueros con Gary Cooper y Grace Kelly; y Los comancheros, película póstuma de Michael Curtiz (el mismo de Casablanca), en la que figuran John Wayne y Lee Marvin.
Con una serie de ingredientes mayores y menores describe de manera muy real lo particular de una familia dentro del contexto general de una muy conflictiva y violenta situación que todos parecen no aceptar y continúan sus vidas como si nada pasara. Un film muy emotivo aunque no por ello deja de ser brillante y muy bien realizado. Sin mayores tragedias en el seno de la familia protagonista, pues la gran tragedia está ahí, en el ambiente que se vive y se respira diariamente, y que Branagh recrea muy bien en su puesta en escena y que ha sabido plasmar en imágenes, en un buen guion de este veterano director que logra plasmar en Belfast toda su maestría fílmica.