Luto en el 'rock' británico
26 Mayo 2022

Luto en el 'rock' británico

La muerte de dos leyendas en un mismo día nos recuerda que una generación de oro del 'rock' se desmorona con el paso de los años. La cuenta regresiva es inevitable.

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Fletcher
Andrew Fletcher, de Depeche Mode, durante una presentación en Bilbao en 2009.

Por Jacobo Celnik

Todavía recuerdo aquel fatídico 2016 para el rock. Un año despiadado, injusto e inclemente que nos arrebató a tres genios insuperables como Leonard Cohen, Prince y David Bowie; que nos dejó sin la magia sinfónica de Keith Emerson y Greg Lake, de Emerson, Lake & Palmer; que se llevó a la mitad del alma melódica de los Eagles como lo fue Glenn Frey y que le pasó factura a los excesos del guitarrista Rick Parfitt, de Status Quo, una autoridad en la guitarra rítmica del rock. Y como si todo lo anterior no fuera suficiente, el 25 de diciembre, mientras todavía nos recomponíamos de la resaca navideña, el turno fue para George Michael, quien no le pudo ganar la partida de ajedrez a la muerte, la misma que retrató Ingmar Bergman, con precisión y suspicacia, en El séptimo sello. La lista de músicos fallecidos ese año fue de 87.
La muerte de un artista que admiramos profundamente solo se compara con la de un amigo cercano con el que hemos vivido grandes momentos. Porque los músicos, de alguna extraña manera, pasan a compartir un espacio esencial en nuestra vida. Las horas de escucha de un álbum son horas y horas que pasamos con ellos. La relación con el músico, por cuenta de las redes sociales, los documentales y los libros, ha pasado a terrenos más íntimos y profundos, generando, por ende, un apego más emocional. Todavía recuerdo aquella llamada a las 5 a.m. del periodista Carlos Castro, de Caracol Radio, aquel imborrable 10 de enero de 2016, para pedirme unas declaraciones sobre la muerte de Bowie. Adormilado y tratando de recomponerme de semejante mazazo, exclamé: “Pero si Bowie es inmortal, él no se puede morir”. Y sí, se fue, como lo siguen haciendo tantos y tantos músicos de una generación dorada e irrepetible.

Alan White
Alan White, 50 años de vida consagrados a Yes.

A media mañana del 26 de mayo las redes sociales del baterista Alan White informaron sobre su muerte en un sentido texto que decía: “Alan White, nuestro querido marido, padre y abuelo, falleció a la edad de 72 años en su casa del área de Seattle, tras una breve enfermedad. A lo largo de su vida y de sus seis décadas de carrera, Alan fue muchas cosas para mucha gente: una estrella de rock certificada para los fans de todo el mundo; compañero de banda para unos pocos elegidos, y caballero y amigo para todos los que le conocieron. Alan nació en Pelton, County Durham, Inglaterra, el 14 de junio de 1949. Comenzó a tomar clases de piano a los 6 años, empezó a tocar la batería a los 12 y lleva actuando en público desde los 13 años”. Tres días antes de su deceso, las redes oficiales de la banda Yes, con los que se vinculó desde mediados de 1972 durante la gira de Close to the Edge (y en reemplazo de Bill Bruford quien se había marchado a King Crimson), informaron que White no participaría de la gira de los 50 años del álbum que marcó su llegada al grupo por temas de salud.

De White podría sacar un resumen wikipédico de su vida y extensa obra, y repetir lo que todos los medios en el planeta han señalado sobre sus grandes hitos, entre ellos haber sido parte de la Plastic Ono Band junto a John Lennon y Yoko Ono. Sin embargo, me quedo con el legado de un baterista sobrio, lírico, medido, preciso, menos excesivo y barroco que algunos pares de su generación como el propio Bruford o Carl Palmer, de ELP. Fue la cara visible de la longevidad, sostenibilidad y permanencia de la generación dorada del rock progresivo británico, que se empezó a apagar justamente desde 2015 con la muerte del bajista Chris Squire, de Yes, y quien fue el gran artífice de su llegada al grupo. Un músico, como pocos bateristas en el rock, que además hizo grandes aportes en composiciones inolvidables de Yes como Turn of the Century, canción que aparece en el álbum Going for the One (1977) y que compuso junto al cantante Jon Anderson.

Relayer
Relayer (1974), álbum de Yes en el que se destaca la maestría de Alan White como baterista.


Parte de su legado se puede apreciar en las ediciones remezcladas y remasterizadas del catálogo de Yes que estuvieron a cargo del músico Steven Wilson en 2018, quien logró importantes mejoras en el sonido de las grabaciones que durante décadas circularon en CD y LP, y que en su mayoría impedían apreciar las capacidades de White como percusionista y estandarte rítmico del grupo. En las ediciones conmemorativas de Tales from Topograhic Oceans (1973) y Relayer (1974), y en la etapa “pop” de Yes, especialmente en el álbum 90125 (1983), se esconden los secretos de un baterista prolífico que demostró estar mucho más avanzado que las posibilidades que le ofrecía el rock progresivo a su arte (oigan la canción Hearts); no en vano es uno de los músicos que más tiempo estuvo activo en una banda fundacional del rock progresivo: 50 años.

También están (estamos) de luto los seguidores del synthpop con la inesperada muerte del teclista Andy Fletcher, fundador de Depeche Mode junto a Martin Gore, además uno de los grandes compositores de esa generación dorada de músicos británicos que cambiaron el rumbo del pop en los años 80. La historia de Fletcher es la de las afortunadas causalidades que le permitieron tomar el rol protagónico en un grupo que tuvo otro líder creativo en los teclados, Vince Clarke, quien tras el lanzamiento del álbum debut Speak and Spell (1981) se marchó para fundar primero Yazoo en 1981 junto a Alison Moyet y, tres años más tarde, Erasure, con quien se consagró al lado del cantante Andy Bell. Cuando apareció Depeche Mode en la escena underground inglesa como teloneros de los avanzados Fad Gadget, todos los músicos querían componer y vivir de las posibilidades que les ofrecía los sintetizadores. Los responsables de esa gran irrupción creativa y sonora fueron los Human League, OMD, el David Bowie de la trilogía de Berlín y Gary Numan, quienes cambiaron las reglas del juego justo en el momento en el que el punk evolucionó hacia el pospunk y el new wave se volvió el ritmo de moda.

A Depeche Mode se les apreció en su camino un ángel guardián, Daniel Miller, dueño y fundador de Mute Records y pionero de la música electrónica inglesa, quien percibió algo inquietante, único y que perduraría en el tiempo en la banda de Basildon, una ciudad-dormitorio al este de Londres. Y no se equivocó, su apuesta fue por todo lo alto y de esa generación dorada inglesa, junto a New Order, The Cure y Duran Duran, los liderados por la voz de Dave Gahan se han mantenido activos y productivos durante cuatro décadas consecutivas, logrando además dos álbumes número uno: Ultra y Songs of Faith and Devotion, además de trabajos de gran factura como Violator y Music for the Masses. Ni hablar de sus presentaciones en vivo (el Blu-Ray Spirits in the Forest y Live Spirits, lanzados a finales de 2020, son prueba de ello), todo un hito de despliegue de tecnología, talento y experimentación. Me quedo corto si enumero cada una de las melodías inolvidables que compuso Fletcher y que han traspasado la barrera del tiempo: Everything Counts, Enjoy the Silence, Strangelove, Never Let Me Down Again, Love In Itself, Policy of Truth, Behind the Wheel, It´s Not Good, Walking in my Shoes, A Question of Time, Precious y tantas otras.

Violator
Violator (1990), el álbum que consagró de manera definitiva a Depeche Mode en el mundo entero.

Un músico que siempre tuvo un bajo (en términos de visibilidad) y alto perfil (por ser el estandarte rítmico del grupo) en el escenario porque la fuerza de su arte estaba en la magia de su teclado, sustentado en la fidelidad, el talento, la creatividad y la lealtad con sus seguidores, sin trucos o atajos. Discreto en los medios y menos mediático que los otros dos, sobrio, calculador y eficiente, fue además el equilibrio entre dos volcanes furiosos como los son Gore y Gahan, y que sin él no hubiesen durado cuatro décadas viviendo de la música y rindiendo a sus pies a millones de espectadores en todo el planeta. Pocas bandas de la generación de Depeche Mode suenan en vivo tan fiel como lo hacen en el estudio. Pocas bandas de esa generación no tuvieron que recurrir al playback porque el talento de sus músicos era superlativo. Ese era el caso de Depeche Mode y Andy Fletcher, el DJ oculto (una de sus aficiones fuera del grupo) que inmortalizó con el sonido de su sintetizador a unos ingleses que, de no ser por la música, hubiesen terminado vendiendo ropa o tal vez jugando en un equipo de fútbol de la tercera división.

El 26 de mayo será tristemente recordado como el día en que dos leyendas trascendentales y determinantes del rock británico, de dos generaciones completamente opuestas pero esenciales para el desarrollo de la música popular, nos dejaron sin previo aviso, sin anestesia y para recordarnos que el final de una generación está cada vez más cerca y que es inevitable.

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