19 Mayo 2022

Más vale pájaro en mano que regalías volando

El cada vez menos lucrativo negocio de la venta de canciones y álbumes ha llevado a decenas de reconocidos artistas de la escena del rock y del pop a vender sus catálogos de canciones.

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Catálogos en ventaPor Manolo Bellon
Últimamente muchos de los artistas más famosos de la historia no son noticia por sus logros musicales, sino lo que han hecho con esas creaciones que por años han sido parte de la banda sonora de millones de vidas.

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Pink Floyd es uno de los supergrupos interesados en vender su catálogo. Las casas disqueras BMG y Warner Bros. están en una puja para adquirirlo.


La más reciente adición a esta creciente ola de músicos que venden sus catálogos musicales es Pink Floyd, que hace unos días genera titulares, que si vende sus canciones, que de pronto no, que las compra BMG o que el interesado es Warner Bros., que esperan oír más ofertas, que su catálogo que ha vendido 250 millones de discos en el mundo vale más de 500 millones de dólares, que vale más, que vale menos. Nada que ver con que el álbum Dark side of the moon, es uno de los discos más exitosos de la historia, o que muchas de sus canciones son críticas a la sociedad contemporánea, el consumismo o su contenido político
En diciembre de 2020, la noticia sacudió la industria musical fue que Bob Dylan, el laureado poeta, premio Nobel de Literatura, profeta de la canción protesta como se le decía en los años sesenta, anunció que había vendido los derechos de la totalidad de su canciones –unas 600 composiciones- a la disquera Universal Music, por una cifra no revelada pero que se supone está alrededor a los 300 millones de dólares.
Muy pronto en las siguientes semanas y meses otros artistas se sumaron a la tendencia. El canadiense Neil Young vendió el 50 por ciento de su catálogo por unos 150 millones de dólares a un fondo de inversión; el jefe Bruce Springsteen negoció sus grabaciones y derechos sobre sus canciones por 550 millones afirmando que está seguro que su legado será protegido “por la empresa y la gente en quien confío”. A su vez, Stevie Nicks la cantante de Fleetwood Mac, recibió unos 100 millones por una parte mayoritaria no especificada de sus composiciones; el grupo inglés Imagine Dragons hizo un negocio semejante por 100 millones; la fallecida cantante Whitney Houston, Lindsey Buckingham, también de Fleetwood Mac, Barry Manilow, Air Supply, la barranquillera Shakira, Bing Crosby, Neil Diamond, John Legend, James Brown, artistas de jazz, blues, música country, unos 100 de los más grandes de la historia han seguido el mismo camino.

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Bruce Springsteen negoció su catálogo por 550 millones de dólares.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La pregunta obvia es, ¿qué motiva a un compositor / músico a deshacerse del derecho de controlar su música?
A fin de cuentas, a lo largo de los años los creadores de música han sido muy celosos en la defensa de sus catálogos. El caso más famoso es el de Paul McCartney, quien trató en los años 80 de recuperar el control del catálogo de los Beatles comprando la editorial que controla la casi totalidad de sus canciones. Pero no lo logró, y ATV, que adquirió Michael Jackson, impidió el sueño del inglés. Las reacción del beatle no dejó dudas sobre lo que pensaba. Dijo, en resumen, que sería el colmo que un muchachito imberbe ganara más que el propio Paul, quien compuso la emblemática canción Yesterday, que ha sido grabada en más de 2.200 versiones. Mientras tanto, el catálogo ha pasado a manos de Sony/ATV, aunque en 2018 McCartney logró recuperar los derechos de unas 32 canciones y en 2026 podría lograr el control de más. Hasta su muerte en 2018, Prince peleó por su derecho a controlar su catálogo y la exitosa e influyente cantante estadounidense Taylor Swift ha pregonado que un artista debe ser propietario de sus grabaciones.

Con base en lo que dijo Bruce Springsteen, los músicos buscan a alguien o a una empresa en la que pueden confiar su legado y que puedan darle un uso rentable pero respetuoso.


Resulta curioso pensar que quienes por tantos años han defendido ferozmente ahora quieran poner en venta el control de sus creaciones. Muchos de los que han dado este paso han sido la voz de la conciencia, de la crítica del establecimiento, de ser voceros de la lucha contra las grandes corporaciones y sistemas económicos desiguales.
Entonces, lo primero que hay que aclarar es que lo que está en venta es el derecho al uso de la música y a las regalías que generan la venta de discos que incluyan sus composiciones, descargas, streaming y ejecución pública, entre otros usos. Pierden el control de lo que se puede hacer con sus canciones, incluyendo por ejemplo, el uso de ellas en piezas publicitarias. Sin embargo, nunca pierden el derecho a que figuren como compositores de las canciones, o que pierdan la propiedad intelectual de ellas. Son sus composiciones y ese es un derecho inalienable.
Pero, entonces, ¿cuál es la motivación detrás de una decisión tan radical? Lo primero puede ser que es un buen momento para hacerlo desde la perspectiva de los negocios. Hay mercado, hay interesados en comprar y para muchos artistas vender sus catálogos es salir de un problema. Muchos de estos artistas ya tienen más de 50 años –incluso más de 70- cuyo fuerte no es la música en streaming, cuyas canciones no hacen parte de las listas más exitosas de plataformas digitales y con las bajas ventas de música en soportes físicos lo que recaudan por regalías decrece. Es mejor negocio recibir una fuerte suma que depender de recibir menos dinero por el uso de su música. Los servicios de música han hecho arreglos con las editoriales para tener la música en sus servicios de transmisión que para los compositores no son para nada interesante. Según la revista especializada en la industria musical Billboard, de cada peso que pagan esos servicios en regalías, el compositor recibe menos del 10 por ciento.

Resulta curioso pensar que quienes por tantos años han defendido ferozmente ahora quieran poner en venta el control de sus creaciones. 


Pero la venta no se le hace a cualquier aparecido con una chequera gorda. No. Con base en lo que dijo Springsteen, ellos buscan a alguien o a una empresa en la que pueden confiar su legado y que puedan darle un uso rentable pero respetuoso. Cuando se revisa la lista aparecen muchos artistas menores de 50 años que están en el mercado. Varios expertos piensan que en esos casos puede ser un error. Ellos deben mantener el control de su música, que puede generar mucho dinero si se administra bien, ingresos que se perderían en el caso de vender, así sea a empresas amigas.

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Bob Dylan, un famoso que ya vendió su catálogo, Lo adquirió el sello Universal.

 

 

 

 

 

 

 

 

En resumen, los artistas que están en el ocaso de sus carreras y sus vidas aseguran su futuro y el de sus familias. En la mayoría de los casos aseguran dejar su legado a buen recaudo mientras ellos pueden vivir tranquilos su vida. Es como dice la sabiduría popular, “más vale pájaro en mano que ciento volando”.
A quienes amamos las canciones, las obras musicales y sus creadores, solo nos queda decir que pase lo que pase, “gracias por la música”, como dice la canción de ABBA.

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