Si por la Quinta vas pasando...

Fotorreportaje: Alejo Perea

Las paredes de la famosa calle Quinta, que atraviesa Cali, son un testimonio de las movilizaciones del paro nacional que arrancó hace casi un año. Estos murales se han convertido en el escenario de enfrentamientos entre los que apoyaron el paro que bloqueó a la capital del Valle del Cauca y quienes no apoyaron este movimiento derivado del paro nacional.

Grafitis, murales y rayones son los rastros de las batallas gráficas que con mensajes de un lado y borrones del otro hacen irreconocible este sector de la ciudad.

Los caleños están divididos en torno a estas manifestaciones de arte político. Unos las apoyan como manera de denunciar y no olvidar lo que sucedió en los meses de abril a junio, pero hay quienes piensan que ya es hora de tener otro tipo de obras en los muros de la calle Quinta.

Estos murales se han convertido en el escenario de enfrentamientos entre los que apoyaron el paro que bloqueó a la capital del Valle del Cauca y quienes no apoyaron este movimiento derivado del paro nacional.

Durante el paro las paredes de la entrada al llamado Túnel Mundialista fueron el telón para que artistas denunciaran las desapariciones de manifestantes y excesos de la fuerza pública, pero en junio de 2021 cerca de 100 personas con camisetas blancas que decían pertenecer a asociaciones de vecinos de barrios aledaños pintaron de gris los inmensos murales.

La senadora María Fernanda Cabal hizo presencia en el lugar para alentar a quienes pintaban sobre la palabra genocidio de casi una cuadra de larga para borrarla.

Dos semanas después los artistas volvieron a intervenir la calle Quinta entre carreras Primera y Quinta,  esta vez acompañados por la alcaldía de la ciudad que los alentó a pintar murales sin mensajes de discordia.

La inmensa palabra genocidio regresó al lugar y sigue allí como una presencia aturdidora por el tamaño y el mensaje con salpicaduras rojas, a manera de sangre.

En el sitio también se plasmaron los rostros de algunos de los manifestantes asesinados durante el paro. En noviembre brochas inescrupulosas pintaron de gris las caras de los muertos y grandes secciones de los murales, y dejaron el lugar convertido en un pizarrón a medio borrar.

El líder social Alfredo Mondragón dice: "A muchos le duele que estos murales griten verdad y justicia, que paren los genocidios por eso los quieren llenar de gris porque se sienten culpables".

Uno de los representantes de comerciantes y vecinos que pintaron de gris opina lo contrario. "No tenemos ningún interés político ni deseamos protagonismo, por lo que le pido que no publique mi nombre. Lo que pretendíamos al pintar de gris los murales y grafitis era que nos escucharan. Porque los empresarios hemos sido maltratados, nuestros negocios han sido vandalizados sin que podamos hacer nada, por temor. Usaron nuestras fachadas para pintar consignas que no nos representan y dibujos que no conservan ninguna estética".

El tema derivó en la conformación de dos facciones. El grupo del color, conformado por líderes sociales y artistas, y el grupo del gris, conformado por comerciantes y vecinos del sector. En una reunión auspiciada por la alcaldía y en la que no se llegó a acuerdos, los del gris les regalaron brochas y pintura de diferentes colores a los del grupo de color para que pintaran otros motivos distintos a los antes plasmados en las paredes. 

"Cali necesita espacios de color para que nos pongamos de acuerdo pero no necesita más mensajes de odio que solo dividen y generan estrés", dice uno de los miembros del grupo del gris.

La muralista Diana Tenorio opina: "Quien coge una lata y raya una pared es porque no tiene cómo expresarse de otra manera, no se siente incluido o escuchado, luego usa la calle para hacerlo. Las paredes no son mudas, gritan el sentimiento de un grupo de la sociedad ".

Mientras esto sucede en el centro oeste de Cali, un sector que reúne comercio y también algunos de los barrios mas exclusivos como Normandía, Santa Teresita y el tradicional San Antonio, en el oriente la causa del color es más activa con el levantamiento en Puerto Rellena o Puerto Resistencia, una mole de más de seis metros de altura que muestra un puño levantado, rodeado por varios escudos de la llamada primera línea. Durante el paro, este lugar fue escenario de los más violentos enfrentamientos entre grupos de manifestantes de todo tipo y la fuerza pública. Allí murieron varios jóvenes y resultaron heridos muchos policías. El monumento despertó todo tipo de opiniones desde la parte estética y de ingeniería hasta la parte legal. Al final obtuvo los permisos correspondientes y permanece en el separador de la nueva troncal del MIO que pronto entrará en operación a lo largo del oriente caleño. En el lugar también funcionan varias ventas de camisetas y objetos alusivos a la lucha social.