20 Mayo 2022 07:05 pm

Un mito milenario que renace en campos de refugiados

‘Canción de antiguos amantes’, la última novela de Laura Restrepo, es un viaje en el tiempo que gira en torno a la reina de Saba, un personaje de leyenda que se encarna en las mujeres refugiadas y migrantes que atraviesan los desiertos en busca de algún futuro.

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Laura restrepo
Laura Restrepo. Foto de Nathaly Hurtado.

Por Eduardo Arias
Laura Restrepo llega a las oficinas de la casa editorial Penguin Random House con diversas prendas en tonos beige, como si se tratara de una expedicionaria que acaba de bajarse de un avión proveniente de los desiertos del cuerno de África, donde ella ha viajado tres veces como reportera de la ONG Médicos sin Fronteras.
El comentario no es gratuito porque la conversación será alrededor de Canción de antiguos amantes, su última novela, que transcurre precisamente en esas zonas desérticas y áridas donde el golfo de Adén separa el sur de la península arábiga del cuerno de África.
A comienzos de la década de los años 80 Laura Restrepo empezó su carrera como periodista, y esa vocación no solo no la ha abandonado sino que en múltiples ocasiones se ha valido de las herramientas que adquirió como reportera para utilizarlas en sus ficciones narrativas.
Le tomó siete años escribir esta novela que comenzó precisamente con sus viajes a los hospitales de campaña donde los miembros de Médicos sin Frontera atienden a refugiados que huyen de África y tratan de llegar a Europa a través de la península arábiga. “A mí me gusta mucho aceptar las invitaciones que me hace Médicos sin Fronteras a cubrir con reportajes los conflictos y las guerras olvidadas del mundo, donde la prensa ya no va”. Laura Restrepo ha estado con ellos en la India, en la isla de Lesbos, en Grecia, en los campamentos de los sirios, en México, en muchos lugares de Colombia.
En un lapso de cuatro años Laura Restrepo viajó a la región donde ocurre Canción de antiguos amantes. Fueron tres viajes de un mes de duración cada uno a Yemen, a la frontera de Somalia, donde no pudo entrar, y a Etiopía.
Antes del primer viaje, el de Yemen, Laura Restrepo había leído un libro de André Malraux titulado La reina de Saba. Él había alquilado un avión y había sobrevolado Yemen en busca de las ruinas del mítico reino de Saba. “No encontró las ruinas pero sí el reino que está en su propia literatura”.

“Yo debía encontrar el mito que está detrás de todo esto, lo que hicieron grandes escritores como Borges y García Márquez, que entroncaron lo local en un mito y eso le dio una caja de resonancia internacional”: Laura Restrepo.


A Yemen ella llegó con la idea de escribir un reportaje con mucho énfasis en la población femenina migrante. Pero señala que estaba cansada de contar siempre la misma tragedia de los países del Tercer Mundo que nadie oye, donde todo se reduce a números, estadísticas y a historias que parecen lejanas. “Entonces pensé que debía encontrar el mito que está detrás de todo esto, lo que hicieron grandes escritores como Borges y García Márquez, que entroncaron lo local en un mito y eso le dio una caja de resonancia internacional”.
Ella vivió el trabajo de los médicos, el hambre y la desesperación de esas mujeres que caminan desierto adentro sin brújula ni guía, que van en harapos en cualquier dirección. “Yo me les acercaba y les preguntaba qué cómo se llamaban y muchas me respondían: yo soy descendiente de la reina de Saba. Como diciendo ‘¿tú quién diablos eres? Yo vengo de una tradición milenaria, mi cultura va a sobrevivir cuando la tuya sea cenizas. Yo estoy aquí como mendiga pero soy descendiente de la reina de Saba’. ¿Qué hacía Malraux buscándolas en el aire cuando están ahí, caminando y son el pan de cada día?”.
Esas mujeres le dieron la fórmula para encontrar el nexo entre pasado y presente, mito y realidad, lo de adentro y lo de afuera, la vida y la muerte, que aparecen a lo largo de toda la novela. “Todo estaba mezclado en ellas. Era cuestión de escucharlas para que me dieran toda esa conjunción de territorios supuestamente separados”.
Una de las tareas consistió primero en saber quién era la reina de Saba. Laura Restrepo comenzó a leer a autores occidentales que se habían obsesionado con el personaje. Además del libro de Malraux también leyó toda la obra del poeta Gérard de Nerval, quien se suicidó porque veía a esta reina mitológica que era tantas cosas a la vez en cuanta mujer se le atravesaba. También leyó La tentación de San Antonio, de Gustave Flaubert, en la que la reina de Saba es una belleza demoníaca que tienta al santo. “Me sorprendió muchísimo saber que Tomás de Aquino, en sus últimos días, después de haber escrito toda la doctrina de la Iglesia, dijo que todo eso no valía nada, dejó sin terminar su Suma teológica y optó por una figura que es la Aurora Consurgens, la Aurora Surgente, que viene de Oriente y para él es la reina de Saba, que es la sabiduría a través del amor”. Estos textos la Iglesia no los reconoce y los considera apócrifos. También leyó al poeta Arthur Rimbaud, quien vivió en esa región y se dedicó al tráfico de armas.

Canción de antiguos amantes
Le tomó mucho tiempo estudiar a la reina de Saba en la tradición musulmana, en la oriental, y después tuvo que encontrar las reinas de Saba contemporáneas, como la cantante norteamericana Patti Smith, a quien la revista Rolling Stone calificó como la reina de Saba del punk, por su figura tan fuerte y dominante, a ratos andrógina. Eso la obligó a meterse en el punk neoyorkino de los años 70.
Luego tuve que compaginar todo eso con lo que vio en esos países. Aparte de los médicos, la principal guía que tuvo fue Habiba, una partera somalí que dio pie al personaje de Zahra Baida, protagonista de la novela.
Otro reto que asumió fue adoptar una mentalidad masculina para escribir la novela, ya que quien la narra en primera persona es Bob Mutas, “un joven pichón escritor que fue seminarista, con el corazón roto por la muerte de su madre, incapaz de seducir a las mujeres”. Al igual que Tomás de Aquino, Nerval y Malraux, Bob Mutas está obsesionado por la Reina de Saba, sale a buscarla por el mundo, y la ve encarnada en todas esas mujeres que habitan en los campos de refugiados. “Yo necesitaba que el narrador fuera hombre porque, para que esa pasión se sienta, tiene que enamorarse”. Y también buscó que el personaje fuera un poco payaso, que fuera tragicómico. “La tragedia pura y dura es muy inhumana, es como un informe de Amnistía Internacional”.
Y tampoco sobra anotar que la Biblia también está presente en el Canto de antiguos amantes, pues la reina de Saba, contemporánea del rey Salomón, aparece allí citada. Pero no como una mujer seductora y satánica sino como una sabia que, al enterarse de la existencia del rey Salomón, lo reta. No con el poder de la fuerza física sino de la inteligencia. Además, no es fruto del azar que el título de la novela de alguna manera remita al libro El cantar de los cantares, del Antiguo Testamento. Cualquiera pensaría que en estos tiempos de cambio climático, amenaza nuclear y hambrunas que hacen pensar que la Humanidad está al borde del colapso la referencia debería ser el Apocalipsis. Pero ella decidió apostarle al Cantar de los cantares, “ese gran himno al amor donde está la fusión cósmica en la que el amante y la amada se confunden en uno solo, se confunden con los animales, hacen el amor en cuevas de leones, se confunden con las plantas… cantemos el Cantar de los cantares, que es el encuentro, la solidaridad, el respeto por la naturaleza, en vez de erigirle un monumento al Apocalipsis, que es el final”.

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