Renuncias y desprestigio: la crisis institucional del Concejo de Medellín
1 Julio 2022

Renuncias y desprestigio: la crisis institucional del Concejo de Medellín

Crédito: Yamith Mariño

Desde su elección en 2019, el 38 por ciento de los concejales han dejado sus cargos por procesos judiciales, peleas internas y aspiraciones políticas a nivel nacional. La impopularidad de la corporación es la más alta en su historia y no es claro quiénes serán los nuevos liderazgos de la ciudad.

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La ciudadanía de Medellín, en octubre de 2019, eligió 21 concejales. Hoy, menos de tres años después y con cerca de 18 meses restándoles de periodo, ocho de esos cabildantes elegidos (el 38 por ciento) no hacen parte del Concejo. A esta serie de salidas y reemplazos se sumó la reciente renuncia de concejales a sus respectivos partidos y movimientos respondiendo a diferencias y deseos electorales para las elecciones municipales de 2023. Una mezcla de factores que ha causado una sensación de incertidumbre y crisis institucional en la corporación que, durante años, cumplió a carta cabal sus funciones y en donde surgieron varias figuras que posteriormente se convirtieron en alcaldes de la capital antioqueña.

Todo comenzó en 2021 con una decisión del Consejo de Estado que dejó sin investidura al concejal John Jaime Moncada. Su silla fue ocupada por Lucas Cañas, quien hoy funge como presidente de la corporación. Al poco tiempo, el médico Gabriel Dib, elegido por el Centro Democrático con 12.197 votos, adujo motivos personales para apartarse del cargo y fue reemplazado por Julio Enrique González. Un nuevo pronunciamiento judicial modificó la conformación del Concejo después de encontrar que Carlos Alberto Zuluaga incurrió en doble militancia y en su lugar llegó Babinton Flórez. Esos tres cambios fueron el abrebocas del sacudón que se avecinaba.

Con las elecciones legislativas, siendo entonces el tema principal de la agenda nacional, dos de los concejales más mediáticos renunciaron en noviembre del año pasado para aspirar al Congreso. El primero fue Álex Flórez, corporado del movimiento Independientes, la plataforma que llevó a Daniel Quintero a la alcaldía, y quien fue el más férreo defensor del mandatario local durante los primeros dos años de la actual administración. Eventualmente, ya con su renuncia consumada, el Consejo de Estado determinó que Flórez debía perder su investidura dado que para el momento de su elección, en 2019, estaba inhabilitado debido a su condición de contratista del municipio. En otras palabras, Flórez renunció antes de que la justicia lo sacara del Concejo y optó por postularse al Senado por la lista cerrada del Pacto Histórico. Carlos Romero Misas, quien venía desempeñándose como director del Instituto de Deportes y Recreación de Medellín, llenó su vacante.

Dos semanas más tarde, Daniel Carvalho también dio un paso al costado para inscribirse como candidato a la Cámara de Representantes por la Coalición Centro Esperanza. Obtuvo su curul gracias a los 36.655 votos que consiguió y se posesionará, así como Flórez, el próximo 20 de julio. Carvalho fue una de las voces más críticas de Quintero y su salida significó un respiro para el alcalde, especialmente porque quien aterrizó en el Concejo para suplir ese vacío fue Simón Pérez, quien venía de ser director de una dependencia de la Alcaldía de Medellín, el Centro de Innovación del Maestro. Es decir, salió un opositor e ingresó un aliado de Daniel Quintero.

Y el último episodio de estos desplazamientos fue protagonizado hace unas semanas por la bancada del Centro Democrático. Compuesta por ocho concejales, entre esos Alfredo Ramos, quien quedó de segundo en las elecciones a la alcaldía por detrás de Quintero, se esperaba que fuera la mayor fuerza contradictora del gobierno municipal pero una serie de enfrentamientos internos terminó desinflándola y restándole preponderancia en los debates de la ciudad. El origen del rompimiento entre los cabildantes, sin embargo, se remonta a noviembre de 2021, en días a previos a la salida de Flórez y Carvalho de la corporación. En ese momento, Simón Molina, uno de los concejales de la bancada, aspiró a ser presidente del Concejo y esperaba que sus copartidarios impulsaran su candidatura, ya que esa era la directriz del partido. 

En contra de sus intereses surgió una disidencia en sus propias toldas que apoyó a María Paulina Aguinaga, otra de las concejales del Centro Democrático, y dividieron la votación uribista. A pesar de recoger votos de concejales de otras corrientes, Molina perdió la presidencia del Concejo ante el conservador Lucas Cañas, que en ese entonces no completaba ni dos meses como concejal. 

Aguinaga recibió cuatro votos: el suyo propio y los de Lina García, Albert Corredor y Nataly Vélez, todos miembros del Centro Democrático. La insurrección fue castigada de inmediato por la dirección del partido que les quitó la voz y el voto en el Concejo por 18 meses. En abril de 2022, la sanción fue reversada por el Consejo Nacional Electoral (CNE) y caldeó aún más lo ánimos. Corredor, por ejemplo, hizo lo impensado: criticó al expresidente Uribe y pidió la renuncia de toda la cúpula directiva de la colectividad. A modo de respuesta, el 10 de mayo, a través un comunicado que se difundió en sus redes sociales, el Centro Democrático anunció que no otorgaría avales a los cuatro concejales rebeldes en el futuro y que continuaría con el proceso disciplinario en su contra. 

La malgastada relación llegó a su fin con una catarata de renuncias. El pasado 24 de junio, Corredor y Aguinaga dimitieron al Concejo. "He sido víctima de múltiples ataques, discriminación de género y decisiones injustas por parte de las directivas del partido, quienes se han saltado sus propios estatutos para afectarme políticamente a través de sanciones precipitadas y desproporcionadas", aseguró Aguinaga. Por su parte, Corredor, quien había renunciado al Centro Democrático un día antes de las votaciones de la primera vuelta presidencial, en una misiva dirigida al presidente de la corporación, Lucas Cañas, reiteró su disgusto con la actitud del partido que lo avaló. “Quienes se hacen elegir, no se deben a un partido, sino a la comunidad”, afirmó. Ese mismo día, desde la orilla contraria, dejó su puesto Simón Molina, el directamente afectado por el resquebrajamiento de la bancada uribista. Según comentó a medios de comunicación, su salida responde a sus intenciones de recolectar firmas que avalen su postulación a la Alcaldía de Medellín en 2023. 

El desbarajuste del Centro Democrático se concretó esta semana cuando Nataly Vélez y Lina García renunciaron públicamente a la colectividad pero no a su curul. Ambas seguirán ejerciendo como concejales sin estar afiliadas al partido con el que se hicieron elegir.

De esta forma se condensa el novelón que hoy acontece en el Concejo de la capital de Antioquia. En un solo lugar coinciden políticos electos por voto popular que no reúnen los requisitos legales para desempeñarse en estos cargos (como el caso de John Jaime Moncada, Carlos Zuluaga y Álex Flórez), otros que buscan dar saltos a la escena nacional (como Daniel Carvalho y aquí también clasifica nuevamente Flórez), y unos más que, independientemente de las razones y conflictos puntuales, ignoran que la legislación nacional faculta a los partidos para sancionar a sus miembros en caso de que desconozcan las órdenes impartidas (como María Paulina Aguinaga y Alberto Corredor). La convergencia de todos estos factores ha causado una mella en la institución de la que será difícil reponerse.

Todo esto demuestra una gran crisis de la representatividad de los partidos y de la falta de control político. Es grave que haya tantos cambios al interior del Concejo. Por eso es que hoy tenemos el Concejo más impopular de la historia”, admite Daniel Duque, concejal del Partido Verde, en un ejercicio de mea culpa. La última Encuesta de Percepción Ciudadana llevada a cabo por Medellín Cómo Vamos arrojó que la aprobación ciudadana del Concejo se ubica en el 56 por ciento, la más baja de los últimos 15 años.

En el mismo sentido opinó la periodista Amalia Londoño, quien considera que todos estos movimientos van en contravía del deseo del electorado cuando vota por sus representantes. “Los electores esperan control, pero resulta que el trabajo de concejal ahora lo dejan en cualquier momento. El control político es un proceso que requiere tiempo. Hoy en día, si un ciudadano quiere hacer control político, al último que va a buscar es a un concejal”, señaló.

El panorama para las elecciones del año entrante no parece, en todo caso, ser consecuente con la crisis del Concejo. Por lo menos no desde la perspectiva de los potenciales candidatos. Más de 15 personas, entre esas algunos concejales, evalúan la posibilidad de reemplazar a Daniel Quintero. No es claro todavía cómo moverá sus fichas el alcalde ni quién enarbolará las banderas del “antiquinterismo”. Mucho menos si este último terminará aliado con el uribismo que viene en decadencia.  Lo cierto es que Medellín adolece de liderazgos visibles y sería prudente solucionarlo pronto. La ciudad que antes perfilaba a sus líderes como posibles presidentes, hoy no tiene alguien que siquiera parezca con madera para llegar a La Alpujarra.

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