'Ya vienen por nosotros': así es vivir en el Catatumbo entre el fuego cruzado y el abandono del Estado

Crédito: Ejército Nacional

20 Enero 2025 06:01 pm

'Ya vienen por nosotros': así es vivir en el Catatumbo entre el fuego cruzado y el abandono del Estado

Los habitantes de la región del Catatumbo han vivido bajo la zozobra de los grupos armados al margen de la ley. Durante los últimos cinco días, han estado huyendo del fuego cruzado y abandonando sus hogares tras la orden del Frente Nororiental del ELN. CAMBIO visitó la región y conoció de cerca la actual crisis humanitaria. La situación en el Catatumbo es una historia que parece no tener fin.

Por: Javier Patiño C.

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“No pude encerrar mis tres vaquitas ni los dos marranos que tenía amarrados en el solar. Al escuchar los disparos, le dije a mi mujer: 'Coge lo necesario y nos vamos, que ya vienen por nosotros'”, dice, entre lágrimas, Luis José, exfirmante de la paz.

Recuerda con horror haber visto, al borde de la carretera, los cuerpos de cinco vecinos que no tuvieron la misma suerte y fueron ejecutados por el ELN.

El miedo y la violencia han desplazado a más de 10.000 ciudadanos en la región del Catatumbo, Norte de Santander, que alberga a una población que durante la última década ha vivido bajo la presencia armada de grupos ilegales.

Las disputas entre los integrantes del Frente 33 de las disidencias de las Farc y el Frente Nororiental del ELN han causado la muerte de más de 80 personas en los últimos cinco días, en su mayoría líderes sociales, defensores de derechos humanos y campesinos.

Los niños han sido los más afectados, al presenciar cómo hombres armados irrumpen en sus hogares en busca de excombatientes que apostaron por la paz. Una historia que parece no tener fin.

CAMBIO estuvo en la zona, donde los habitantes hablan en voz baja para evitar ser señalados de apoyar a una organización, ya sea ilegal o legal. Denuncian que el Estado los tiene olvidados y que solo se interesan en ellos cuando la violencia estalla.

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Javier Patiño-Cambio

Orden de matar

En la tarde del miércoles 15 de enero, un audio del Frente Nororiental del ELN comenzó a circular en redes sociales. En él, el grupo ilegal declaraba como objetivo militar a los integrantes de las disidencias de las Farc.

La noticia se propagó rápidamente, generando pánico entre los pobladores. Como conocían las acciones terroristas del grupo, muchos prefirieron huir de sus veredas llevándose consigo lo poco que podían en bolsas plásticas y dejando sus casas abiertas de par en par.

Fabián Salazar, un campesino que había huido de la violencia en el Cesar y creía haber encontrado la paz en una parcela en Tibú, repitió momentos de terror al escuchar explosiones a pocos metros de su vivienda.

Su vida nunca fue fácil. Para obtener ingresos adicionales organizaba rifas, lo que lo convirtió en blanco de extorsión por parte de ambos grupos en disputa.

“Para dejarme trabajar, llegaron a mi casa a exigirme un millón de pesos. Me pareció un abuso, pero aquí ellos mandan. Logré negociar y me redujeron la cuota a 500.000 pesos”, denuncia.

Debía atravesar campamentos enemigos para pagar la extorsión cada vez que realizaba sus rifas. Finalmente, su pasado como exintegrante de la Unión Patriótica lo convirtió en un objetivo de alto valor.

Tuvo que huir con su esposa y su hija de nueve meses para cumplir la orden de alias 'Richard', cabecilla del ELN en la región. “Fue un momento muy difícil. Salimos de noche, escondidos. Vimos hombres armados tumbando puertas", recuerda.

"Dormimos en un matorral hasta que uniformados de la Brigada 30 del Ejército nos ayudaron a salir”, agrega Salazar.

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Javier Patiño-Cambio

“Es preocupante la situación de seguridad en los municipios de La Gabarra, Teorama, Tibú, San Calixto y El Tarra. Nos han buscado hasta en nuestras propias casas para asesinarnos, lo que nos ha obligado a huir con lo poco que tenemos”, dice por su parte Andrés Monroy, presidente de una junta de acción comunal.

Menores entre las balas

La orden de los grupos armados también afectó a cerca de 1.000 niños y jóvenes, impidiéndoles iniciar su año escolar. Muchos huyeron solo con unos pocos juguetes y con el miedo de no poder regresar.

“Ellos no quieren volver a nuestro rancho. Por mi casa pasaron varias motos con hombres armados amenazando a quienes se asomaban. El miedo es constante”, cuenta una joven madre mientras su hija juega en una escuela habilitada como refugio temporal.

El coronel Miyer Fernando Moreno, comandante del Batallón de Ingenieros Número 30, ha coordinado la llegada de los desplazados y ha adaptado dormitorios y alimentos para mitigar la crisis humanitaria.

“Es una situación difícil. Hemos atendido a más de 80 personas en nuestras instalaciones. Hay historias que conmueven el corazón”, afirma el oficial.

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Cortesía: Ejército Nacional

No saben si podrán regresar

Cerca de un helicóptero MI de Ecopetrol, habilitado para vuelos humanitarios, una familia corre al escuchar el rotor de la nave. Con botas llenas de barro y algunas pocas pertenencias, suben con rapidez.

Entre ellos está Marcos Pérez, un líder social que huyó cuando hombres armados dispararon al aire en el momento en que ordenaban a todos abandonar sus hogares.

“La gente corrió para esconderse. Al saber que buscaban a los firmantes de paz, el temor aumentó, pues ya habían asesinado a varios”, explica Pérez.

El transporte en la zona está paralizado. Nadie quiere transitar por las estrechas vías, pues temen las revisiones de los grupos armados.

El futuro en la región

Los habitantes creen que la disputa entre los grupos ilegales no se detendrá, pues han fortalecido su presencia aprovechando acercamientos con el Gobierno.

“Se dice que los han dejado armar y expandirse. Ahora controlan más territorios, lo que se refleja en la parálisis y el temor”, comenta un poblador.

Por eso, la población espera que la presencia del Ejército sea permanente. “Están por una o dos semanas, pero luego se van, y los grupos armados regresan a extorsionar y sembrar miedo”, se lamenta otro habitante.

“Queremos vivir en paz, trabajar, caminar sin miedo y ver crecer a nuestros hijos sin violencia”, concluye un residente.
 

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