Militares muertos en Nariño fueron asesinados por las disidencias con tiros de gracia

La noche del miércoles 13 de septiembre, un grupo de uniformados del Comando Contra el Narcotráfico y Amenazas Transnacionales (Conat), salieron en un Black Hawk de la Aviación del Ejército desde la Brigada 29 en Pasto, para infiltrarse en la vereda Santa Rosa, zona rural de Cumbitara, Nariño.

Los 15 militares, comandados por el teniente José Rafael Martínez, habían recibido la orden de ser la avanzada de la operación Salomón, que tenía como objetivo ubicar a alias Marlon, cabecilla de la columna Franco Benavides, de las disidencias de las Farc.

Los uniformados, expertos en combate y camuflaje, permanecieron ocultos por dos días, identificando los movimientos del grupo ilegal, a la espera de sus compañeros de operación.

La madrugada del sábado 16 de septiembre, la avanzada fue informada de que alias Marlon, objetivo de la operación, había llegado al lugar, y quedó en alerta, confiada de la pronta llegada de más uniformados, dado el gran número de guerrilleros que se encontraba en el lugar. 

Una espesa niebla comenzó a expandirse, lo cual dificultó que la operación se llevara a cabo como los soldados esperaban. De un momento a otro, se inició el combate, pero los militares no veían prácticamente nada. Durante más de dos horas, sortearon como pudieron los impactos de los explosivos y se escondieron detrás de las rocas para no verse afectados por al ataque de los disidentes. 

La visibilidad era nula, de manera que los militares no sabían dónde estaba el resto de sus compañeros. El soldado encargado del radio de comunicaciones, por orden del teniente Martínez, no cesaba de enviar mensajes pidiendo apoyo, ante la aproximación de los integrantes del grupo ilegal, que les fue cerrando todas las rutas de salida.

Sin municiones, heridos y viéndose sin escapatoria, Martínez y los soldados profesionales Juan Carlos Silva, Jean Carlos Yaguara y Jhan Carlos Sandoval se vieron sorprendidos por los disidentes. De acuerdo con el análisis de los cadáveres, los cuatro soldados recibieron cada uno un tiro de gracia.

Este hecho generó el rechazo del comandante de las Fuerzas Militares, general Helder Giraldo, quien les ordenó a los altos mandos trabajar estrechamente con los equipos de inteligencia para obtener información crítica sobre el terreno, posibles amenazas, aspectos meteorológicos, tropas disponibles, consideraciones civiles y el ambiente de información, entre otros, antes de iniciar operación alguna. Al parecer, hubo una falla en la planeación de la operación Salomón que llevó a que los uniformados resultaran emboscados y sin alternativas de defensa.