
De la inconformidad a la acción: jóvenes que utilizan el arte para construir tejido social
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Tres jóvenes de Bogotá, Medellín y Cúcuta narran cómo, a través del conocimiento de sus derechos y de los canales de participación disponibles en sus regiones, además de la posibilidad de expresarse a través del arte, han logrado importantes transformaciones en sus entornos.

El proyecto ‘Jóvenes Tejido’, presentado por la corporación ‘Otra Parte’ a través de su plataforma ‘El derecho a no obedecer’, agrupó a diferentes colectivos de jóvenes en Bogotá, Medellín y Cúcuta para desarrollar, a través del arte, mecanismos de participación e incidencia en las políticas públicas.
La psicóloga Laura Colmenares, directora de Proyectos y Estrategias del colectivo El Derecho a no Obedecer y coordinadora de ‘Jóvenes Tejido’, explica que este proyecto –seleccionado en la modalidad de ‘Formación en Cultura Ciudadana’ en la convocatoria #PensarConOtros de Grupo Sura– contó con la participación de jóvenes entre 15 y 28 años de diversos géneros y razas, así como también de la población de acogida y migrante. “Nuestro objetivo principal fue motivarlos para que se involucraran en la toma de decisiones públicas mediante el fortalecimiento de sus competencias de participación ciudadana a través del arte, ya que éste nos permite romper con esas jerarquías que podrían presentarse en otros espacios de socialización”, señala.

‘Jóvenes Tejido’ se adaptó a las necesidades y problemas de cada una de las regiones a través de un proceso de creación junto con los colectivos y las colectivas participantes. Gracias a diferentes actividades como son los espacios de conversación, las jornadas de movilización, la construcción de redes y los talleres de participación, los jóvenes desarrollaron habilidades para ‘hacer veeduría’. Esto con el fin de tener incidencia en la toma de decisiones públicas, con especial foco en la integración, la apropiación territorial, la resolución de conflictos y la construcción de paz, que son los asuntos de mayor preocupación en cada una de las ciudades.

Foto: Colectivo El Derecho a no Obedecer.
“En Medellín trabajamos con huertas urbanas comunitarias. En Cúcuta realizamos una actividad que llamamos ‘Pazfletos’, un llamado de atención por las amenazas a las juventudes de esta ciudad por parte de bandas criminales. Y, por su parte, en Bogotá contamos con varios espacios en los que, a través del bordado, visibilizamos los liderazgos no hegemónicos, es decir, a aquellas heroínas que no son incluidas en los relatos tradicionales pero que son fundamentales en la construcción de paz”, explica la coordinadora de ‘Jóvenes Tejido’.

Foto: Colectivo El Derecho a no Obedecer.
Así se fortaleció la participación ciudadana de los jóvenes en Bogotá, Medellín y Cúcuta
Daniela Romero, politóloga especializada en resolución de conflictos y artesana bogotana de 27 años, lideró un círculo de bordado con mujeres que, con materiales reciclables, expresaron su sentir frente al tema de la migración. Daniela, que usa el arte como forma de incidencia política, también lideró actividades de freestyle (improvisación a ritmo de rap), logrando que la comunidad se expresara a través de la palabra frente a diferentes temas. “Jóvenes Tejido nos permitió entender y desarrollar la lucha por nuestros derechos, como el del voto y el de la educación. Nos tomamos espacios para evidenciar, denunciar, verbalizar, rechazar y ver, desde distintos lenguajes hegemónicos y contrahegemónicos, el derecho sobre nuestros derechos. Comprendimos que a través del arte y sus diferentes manifestaciones, narrativas y líneas de pensamiento, podemos luchar por nuestros derechos y ser escuchados”, afirma ella.

Sobre la experiencia con ‘Jóvenes Tejido’ en Medellín, Ana Isabel Delgado, recordó que el gobierno local les había prometido una casa de juventudes en Envigado desde hace dos años, y que, al ver que no pasaba nada, los jóvenes ejercieron mucha presión y reclamaron sus derechos hasta lograr que les habilitaran este espacio.
Ana Isabel, que a sus 21 años estudió Administración Humana y actualmente se está especializando en Administración de Mercado, no sólo hace parte de ‘El derecho a no obedecer’, sino también del colectivo ‘Las hijas de Débora’. “Hemos aprendido a estar, a reclamar, a hacer valer nuestros derechos y a ejercer veeduría ciudadana desde nuestra colectiva. Trabajamos en lo de las huertas urbanas con ‘Barrios Vivos’ y aprendimos que la unión en los procesos comunitarios es fundamental”, resalta.

Foto: cortesía Ana Isabel.
Sandrid Muñoz, quien trabaja como auxiliar contable y empezará a estudiar Derecho a mediados de año, lidera un colectivo de jóvenes en Cúcuta que se llama ‘Participación Juveni’ y que pertenece a la red del movimiento Fe y Alegría en Colombia. “Con ‘El derecho a no obedecer’ y a través del proyecto ‘Jóvenes Tejido’, lideramos actividades relacionadas con temas como la participación de los jóvenes en las políticas públicas, el ejercicio de los derechos humanos y la importancia del activismo para que nuestras voces sean tenidas en cuenta. Siento que hacer parte de este proyecto me fortaleció en la medida que conocí nuevas herramientas para estar bien informada, participar y alzar mi voz”, advierte.
Esta joven de 18 años reconoce que ahora sabe cómo actuar para generar cambios cada vez que sienta que la realidad está desfavoreciendo a la juventud. “En Cúcuta, por ser una ciudad fronteriza, los jóvenes nos hemos visto muy golpeados por la realidad. Pero comprender que tenemos la capacidad para hacer algo y que contamos con herramientas amplía totalmente nuestras posibilidades”, agrega.
¿Por qué vale la pena apostarle a la inversión en los jóvenes?
“Los jóvenes hacemos parte del sistema y, por lo tanto, tenemos algo que decir y algo que aportar. Hemos incomodado y desobedecido, y eso es muy importante a la hora de replantearse ciertos conceptos que son el resultado de la violencia estructural del machismo y del racismo. Los jóvenes somos rebeldes por naturaleza y por eso nuestro rol en el tejido social es tan importante. Desobedecemos para cambiar y esto nos lleva a una transformación social. El mundo cambió y ahora podemos hablar de cosas que antes no”, responde la bogotana Daniela Romero.

Foto: cortesía Daniela Romero.
También enfatiza en que hay que ponerle atención a las juventudes, que no son una sola, pues ellas aportan distintas visiones según las regiones de donde provengan. “Estas maneras diferentes de entender la sociedad aportan, rompen, transforman y ayudan a que el tejido social siga creciendo”, puntualiza la politóloga.
Por su parte, Ana Isabel Delgado recuerda que cuando un concejal en Medellín aseguró que la Secretaría de Juventudes era innecesaria, jóvenes de diferentes colectivos se unieron para incomodar y para no dejarse atropellar por aquello que consideraron una injusticia. “Cuando nos unimos somos muy fuertes y, a través de los colectivos y colectivas, logramos muchas cosas”, dice.
Sandrid Muñoz complementa las respuestas de Daniela y Ana Isabel al asegurar que son los jóvenes quienes, en estos momentos, llevan la vocería del cambio. “Lo vimos durante el llamado ‘estallido social’. En Colombia se viven realidades muy injustas y los jóvenes nos hemos visto perjudicados. Nos toca tomar acción porque nadie va a luchar por nosotros. Queremos un cambio para mejorar todo aquello que no nos está generando entornos positivos y oportunidades para salir adelante. Queremos espacios seguros en los que nos podamos sentir libres, siendo nosotros. Y es por todo esto que vale la pena invertir en los y las jóvenes”.
A través del arte los jóvenes se expresan e inciden en la transformación social
Daniela Romero reconoce que tanto el arte como la artesanía no sólo le permiten construir y expresar, sino también denunciar y rechazar. “Comunico a través del tejido, que es un lenguaje contrahegemónico muy bonito. A través de los bordados expreso lo que siento y me conecto con las personas que sienten lo mismo que yo y, de esta forma, vamos tejiendo nuestra red. Este es un lenguaje que no me limita y que además puedo utilizar como herramienta de reparación simbólica. En mi caso, he logrado a través de los bordados denunciar temas como el acoso sexual”.

Otro lenguaje que Daniela usa para expresarse, conectar y crear redes es el freestyle. Para desarrollarse en este campo, las plazas públicas son su punto de encuentro y su lugar seguro.
Muy distinta es la forma en la que se expresa Ana Isabel Delgado. Ella prefiere la escritura, la fotografía y el collage, actividades que le han permitido manifestar su rabia frente a los casos de feminicidio en Medellín. “Desde la colectiva feminista ‘Las hijas de Débora’ hemos creado espacios artísticos muy potentes en las tomas callejeras y hemos compartido lo que sentimos frente a temas como el aborto y el acoso”, señala.
A su turno, Sandrid Muñoz dice que le gusta expresarse a través de la escritura, pero que no se considera artista. Reconoce que el arte es movilización y destaca que los jóvenes como ella cuenten con esa herramienta para comunicarse con todos los públicos posibles. “El muralismo es una forma de expresión artística que cada vez cobra más fuerza en un Cúcuta. Me gusta y me vinculo mucho a ese espacio trabajando temas como la xenofobia. Soy una admiradora del arte y de cómo, a través de éste, los jóvenes hemos encontrado una forma de comunicar, de transmitir, de incidir y de vincularnos, sobre todo con las poblaciones migrantes”, añade.

Foto: cortesía Sandrid Muñoz.
Así, muchos jóvenes venezolanos que migraron a Cúcuta encontraron en el arte un punto de unión, lo que les permite sentir que le están aportando al tejido social de la ciudad desde su propia identidad. “El arte ofrece espacios de movilización y participación. Nos permite expresar lo que nos incomoda y lo que nos parece injusto. Nos genera espacios para comunicar todo aquello que queremos cambiar y transformar”, concluye la joven cucuteña.
Lo que les dejó ‘Jóvenes Tejido’
“Aprendí que, independientemente de las distintas posturas que tengamos, es importante escucharnos entre todos. Hay que oír a las infancias, a las juventudes, a los adultos mayores, a las mujeres, a las diversidades, a todos, todas y todes. Hay que conversar y no sólo hacerlo en ámbitos privados y académicos, sino que podamos trasladar este ejercicio al ámbito público”, propone Daniela Romero.
Esta politóloga de 27 años asegura que el arte siempre ha estado enclaustrado, encerrado en el contorno privado, y que en estos momentos le parece muy importante que se generen espacios públicos de conversación, para ‘parcharse’ con los demás. “Hay que apostarle a ‘parchar’ y no sólo a trabajar, a cumplir con todo con lo que la sociedad nos impone para podernos vincular. Es clave que podamos ‘parchar’ y relajarnos, sin que esto sea tomado como un privilegio. Sé que tenemos el deber de trabajar, pero esto no implica que la juventud sea criminalizada por el hecho de ‘parchar’. Mucha gente me critica y cree que soy vaga porque me gusta mucho ir a las batallas de freestyle, pero eso es porque no saben todo lo que se puede aprender de estas manifestaciones artísticas y de estos encuentros. Considero que hay que apostarle al ‘parche’, a la ‘juntanza’ y a la construcción de redes”, concluye.

A su vez, Ana Isabel está ciento por ciento de acuerdo con Daniela. “Lo más importante es tener voz y que nos escuchemos. Siempre que me junto con amigos creamos cosas, nacen proyectos. Está bien tomarnos un descanso de tanta movilización. También es rico simplemente estar y amarnos como somos”, explica.
Para Sandrid fue fundamental entender, gracias a su participación en ‘Jóvenes Tejido’, que existen lugares seguros, de unión y de respeto, en los que los jóvenes puedan expresar, desde su diversidad, lo que sienten e incidir de manera positiva sobre su entorno. “Queremos apostarle al cambio y a la transformación, y para eso necesitamos apoyo. No queremos seguir viviendo en una sociedad violenta en la que las oportunidades son escasas. No queremos que nos sigan minimizando. Queremos incidir, generar un impacto positivo y aportar a la transformación de nuestra realidad”, dice.
A manera de conclusión y luego de escuchar a Daniela, Ana Isabel y Sandrid, la coordinadora de ‘Jóvenes Tejido’ reconoce sentirse muy orgullosa de ver cómo las mujeres están liderando los cambios y cómo cada una, desde su forma de ser, está generando un impacto en sus territorios. “Proyectos como ‘Jóvenes Tejido’ son incubadoras de sueños, de posibilidades, de ver otros mundos posibles, de materializar por medio de la ‘juntanza’ lo que a veces creemos que es imposible”, puntualiza Laura Colmenares.
Si quiere conocer más sobre la plataforma ‘El derecho a no obedecer’, ingrese a www.elderechoanoobedecer.org y a sus cuentas en Instagram y Facebook.
Esta nota hace parte de la serie periodística “Pensar con otros” realizada en alianza por CAMBIO y Grupo SURA. Creemos que entre todos podemos aportar a la construcción y fortalecimiento de la ciudadanía y la democracia en Colombia.
