
Crédito: Contraloría General de la República.
Salvando obras: el centro infantil más feliz del Caribe colombiano
- Noticia relacionada:
- Contraloría
- Educación
Gracias al trabajo conjunto de los veedores ciudadanos y la Contraloría General, el Centro de Desarrollo Infantil Luz de Esperanza, de Arjona, Bolívar, finalmente comenzó a funcionar. La obra estaba programada para construirse en dos años. Pero tardó ocho.

El lugar más feliz de todo Arjona, un ardiente municipio ubicado al norte del departamento de Bolívar, queda a las afueras del pueblo, y está medianamente escondido. Es una nueva construcción, con pasillos amplios, con salones aireados y con un interesante proyecto pedagógico debidamente justificado, que se basa en la colorimetría. Por eso, cada espacio tiene justificado su propio color.
“A través de esta edificación que tiene cristales, estamos jugando con el color. Cuando el color es atravesado por la luz natural, ejerce unas emociones positivas en el cerebro de los niños y de las niñas”, explica Rosana Santoya, la coordinadora pedagógica del Centro de Desarrollo Infantil Luz de Esperanza, que atiende a por lo menos 320 niños de familias de muy pocos recursos y quienes viven en zonas periféricas, pero que encontraron allí la solución a todos sus problemas.
Por lo menos los importantes, como quién cuide a sus hijos en ambientes seguros mientras trabajan, o que los alimenten como es debido, o que les enseñen sus primeros 'pinos' y que, en las tardes, se los devuelvan felices de la dicha y completamente agotados por todo lo que han corrido, aprendido, jugado y dormido durante el día.
Uno de esos afortunados es el hijo mayor de Adriana Cañate, que vive en su Arjona del alma agradecida con la vida porque su pequeñín, de cuatro años, es uno de los consentidos que cuidan, comen, aprenden, juegan y duermen en el Luz de Esperanza.
–¿Y qué te dice tu hijo del colegio? –pregunto a la joven y sonriente mamá.
–Que el colegio está lindo, que está hermoso. Me siento bien con los niños y puedo jugar y puedo divertirme –responde ella, mientras alarga cada sustantivo como buscando que la dicha sea eterna.
En todo caso, no hay felicidad completa. Adriana explica que aunque para él, el Centro de Desarrollo Infantil es su colegio y no lo cambia por nada del mundo, crecer también tiene su lío. “El niño se graduó en diciembre, pero no quiere salir de acá. Estaba tan feliz, pero toca buscarle colegio ya para grandes”, remata la mamá, de forma comprensiva.

Ocho años de lucha
Claro que esto no siempre fue así. Es más, durante cerca de ocho años, el color predominante fue el gris del abandono y ni siquiera estaban correctamente terminadas las ahora coloridas paredes. La obra había comenzado en 2016 y se quedó congelada en el tiempo con problemas en la infraestructura y sin las respectivas instalaciones eléctricas, de gas natural y el servicio de agua. Pero, finalmente, el año pasado se pudo completar todo lo programado para atender a la población.
“A través de su programa 'Compromiso Colombia, recuperación de elefantes blancos', la Contraloría General de la República hizo que el departamento (de Bolívar) colocara en funcionamiento este CDI”, asegura Osvaldo Moreno, uno de los líderes de la Veeduría ciudadana ¡Arjona, basta ya!, quien de la mano de la entidad de control logró que la obra no se quedara inconclusa y ahora sea el lugar más feliz de toda la región.
“A mí me parte el alma. Ver la sonrisa de un niño, ver un niño que llega bajo de peso y se va con el peso ideal, que se resplandece en su color de piel, en su cabello, eso me paga a mí todo”, dice la coordinadora Santoya para explicar su cotidianidad en el CDI, que incluye administrar, dirigir, revisar, llamar al orden y, también, abrazar, consentir y pedir silencio sobre el mediodía, cuando los pequeños de entre dos meses y cinco años hacen la siesta en los respectivos salones sobre cómodas colchonetas y después del acostumbrado almuerzo. Y lo hacen mientras una muy suave brisa apenas medio espanta el sopor que –en pocos minutos y como por arte de magia– convierte a los activos pequeños en profundos dormilones. A todos los 320 niños que allí se atienden. Así que el trabajo de la pedagoga Rosana también viene siendo su completa felicidad.

¡Misión cumplida!
Todo, gracias también al silencioso trabajo de los funcionarios de la Contraloría, que se dedicaron a convocar reuniones, a limar asperezas, a encontrar puntos en común, a conciliar, a componer, a buscar que se hicieran compromisos, a ponerlos en papel, a lograr que todas las partes involucradas firmaran y, finalmente, a vigilar que lo prometido se cumpliera. Así es como una obra inconclusa se vuelve realidad.
Por eso, los niños del CDI Luz de Esperanza no se quieren ir. Porque, además de ser un lugar bonito, hay por todo lado esmero, profesionalismo y muchísimo amor. Por eso, este sitio les resulta –a mayoría de las veces, por no decir casi siempre– más cómodo que su propio hogar. “Es mejor este espacio, ya que les presta todas las comodidades en cuanto a limpieza, alimentación, cuidado y educación”, sostiene la licenciada Sarina Sáenz, encargada de un grupo de 15 niños que rondan los cuatro años y que obedecen con juicio a la dulce maestra, incluyendo los frecuentes momentos en que debe repetir una instrucción a los más inquietos. Ella también adora su trabajo.

No hay duda. Este centro infantil es el lugar más dichoso de Arjona, Bolívar, porque todos, absolutamente todos, juegan, aprenden, comen y vuelven a jugar: es tal vez lo más cercano que pueda estar niño alguno de la completa felicidad.
*Contenido elaborado con apoyo de la Contraloría General de la República.
