
Crédito: Rotorr
Entre árboles de teca, germina la esperanza de una población
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En las colinas verdes de San Pedro de Urabá, donde la selva se mezcla con el recuerdo del conflicto, un proyecto forestal está transformando el paisaje y también las vidas: Madereros – Sembramos País.

Entre los límites de Córdoba y Antioquia, en la vereda Molinillo, tres predios —Leningrado, Cultiteca 1 y El Tesoro— guardan mucho más que madera teca: guardan historias de quienes, a pesar de todo, siguen sembrando futuro. Estos terrenos, que suman 395 hectáreas y pertenecen al Fondo para la Reparación a las Víctimas, están siendo intervenidos con el acompañamiento de Rotorr – Motor de Innovación. Allí crece la plantación Madereros – Sembramos País:, un lugar donde confluyen iniciativas que buscan convertir tierras antes marcadas por la violencia en motores de empleo, producción y esperanza.

Sembrar teca, sembrar futuro
Ever Feria lidera la plantación. Desde su rol como jefe de campo, coordina las actividades en los tres predios con la precisión de quien conoce cada árbol y cada necesidad. “Administro y me encargo de que se cumplan todas las actividades programadas”, explica. En Leningrado crecen árboles de 10 años; en Cultiteca 1, algunos alcanzan los 24, edad en la que la teca se vuelve apta para la comercialización.
“En los predios Cultiteca y El Tesoro, tenemos en promedio 700 árboles por hectárea aptos para comercialización”, dice. Sin embargo, aún no se ha iniciado el proceso de corte, que será completamente manual. “Se tala con motosierra y, debido a lo inclinado del terreno, sacamos la madera en mula hasta un sitio de acopio”, detalla.
La visión de futuro no se limita a los árboles. “Se puede continuar con teca, pero también hay posibilidades con ganadería o agricultura, que generarían empleo para las comunidades”, afirma Ever, quien sabe que el verdadero valor de este proyecto está en su capacidad de transformación territorial.
La fuerza de una mujer
Entre 25 hombres que trabajan en la plantación, María Eugenia Funieles es la única mujer. Su trabajo como auxiliar de mantenimiento, que podría parecer simple —barrer, limpiar, organizar—, es el sustento de toda su familia. “Este trabajo significa muchísimo para mí. De aquí depende toda mi familia: mis hijos, mis papás, mi nieto. Me siento feliz y orgullosa de ser la única mujer en la plantación”, afirma.
Originaria de Tierralta, Córdoba, fue desplazada a los seis años por la violencia. “Me mataron un hermano”, recuerda. Desde entonces ha sabido reconstruir su vida paso a paso. Con más de una década en San Pedro de Urabá, hoy es madre de cuatro hijos y abuela de un niño que define como “mi adoración”.
La organización le ha entregado todo lo necesario para su seguridad: “Camiseta, gorra, jean, impermeable, botas (largas y cortas), guantes, casco, cinturón, respirador”. Pero más allá de la dotación, lo que ha encontrado es respeto y dignidad. “He recibido buen trato de todos”, dice con orgullo.
El silencio del campo y el peso de la historia
Ebelio camina entre los árboles, recoge residuos plásticos y observa cada planta con la mirada de quien conoce el lenguaje de la tierra. “Soy campesino, distingo la madera buena de la que no sirve”, dice con la seguridad que solo da la experiencia. Pero su historia personal también está marcada por la guerra. “Mi papá tuvo que abandonar todo. Yo me crié con mis abuelos y no pude seguir estudiando”.
Víctima del conflicto armado, Ebelio ahora es padre de tres hijas, una de ellas aún estudia. “Estoy aquí porque debo sostener a mi familia”, afirma. Su jornada inicia a las 8 de la mañana y termina a las 4:30 de la tarde. El tiempo libre es escaso y la soledad, frecuente. “A veces me siento solo. Poco tiempo libre, y casi nadie nos visita. Sería bueno que viniera más gente, que nos diera esperanza”, comparte.
Como muchos en su situación, vive con la incertidumbre del mañana. “¿Y si el contrato se acaba? De este trabajo depende la comida de nuestros hijos”, dice, revelando que más allá de la producción forestal, lo que verdaderamente se cultiva aquí es estabilidad.

Cuidar al que cuida
En el engranaje de este proyecto, Óscar cumple un papel esencial: es auxiliar de Seguridad y Salud en el Trabajo. Supervisa el uso correcto de los elementos de protección, gestiona afiliaciones a salud y riesgos laborales, y acompaña procesos médicos. “Mis funciones en Madereros son verificar que los trabajadores usen correctamente sus equipos de protección, supervisar afiliaciones a EPS y ARL, y gestionar reportes de accidentes”, explica con claridad.
Víctima indirecta del conflicto armado —su madre fue desplazada cuando él estaba en gestación—, Óscar nació ya en medio de la violencia. Hoy es profesional en SST y llegó al proyecto gracias a una oferta que vio por WhatsApp. “Me interesó este proyecto. Me siento muy bien aquí. El clima laboral es excelente, aunque el acceso a Cultiteca 1 es difícil en temporada de lluvias”, admite.
En una jornada reciente, Óscar vivió algo diferente: una reunión para entrega de dotación que permitió poner rostro a quienes hasta entonces solo conocía por teléfono. “Fue un espacio de integración”, dice, recordando que incluso en entornos rurales y técnicos, los vínculos humanos son fundamentales.
Mucho más que madera
La teca tarda más de 15 años en alcanzar su valor comercial. Su crecimiento es lento, pero firme. Lo mismo ocurre con los procesos de sanación y reconstrucción que se están dando en estos predios de San Pedro de Urabá. Allí donde antes hubo miedo, ahora se alzan árboles rectos y trabajadores que miran al futuro con esperanza.
Rotorr, a través de este laboratorio de paz, mediante actividades de innovación, transferencia del conocimiento y emprendimiento, promueve el fortalecimiento de la productividad y sostenibilidad de tierras agrícolas y forestales, involucrando a las comunidades locales y empoderándolas económicamente; fomenta la cohesión social y la reconciliación; fortalece los lazos comunitarios esenciales para la justicia transicional y la reparación en las regiones afectadas por el conflicto; y lo más importante, propicia el desarrollo de habilidades y compentencias técnicas y empresariales en los campesinos para garantizar la sostenibilidad de los beneficios sociales y económicos del proyecto.
El proyecto Madereros – Sembramos País no es solo una estrategia forestal. Es una apuesta por las personas. Porque en estas tierras, la madera no es lo único que se cultiva: también florecen la dignidad, la justicia, y la posibilidad de una vida distinta.
*Contenido elaborado con apoyo de Rotorr-Motor de Innovación.
