Expertos destacan la cultura ciudadana como herramienta para reducir violencia y fomentar confianza y respeto

Crédito: Freepik

26 Mayo 2024 09:05 pm

Expertos destacan la cultura ciudadana como herramienta para reducir violencia y fomentar confianza y respeto

Henry Murraín, Santiago Silva Jaramillo y Mauricio García-Villegas han dedicado gran parte de sus vidas a estudiar e investigar el tema de la cultura ciudadana en Colombia. Cada uno, desde su experiencia, comparte su visión de cómo, a través de la gestión gubernamental, podríamos ser mejores ciudadanos y vivir en una sociedad más justa, segura y armónica.

Por: Natalia Romero Rosanía

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Bogotá, pionera en Cultura Ciudadana 

La transformación cultural liderada por Antanas Mockus durante sus dos periodos como alcalde de Bogotá (1995-1997 y 2001-2003) se centró en promover la cultura ciudadana, un concepto que aboga por la internalización de valores y normas que fomentan la convivencia pacífica y el respeto mutuo entre los habitantes. La cultura ciudadana, según Mockus, implica una serie de comportamientos cívicos que se basan en la autorregulación, la legalidad y la moralidad, con el objetivo de crear una sociedad más ordenada y solidaria.

Desde el sector público, esta transformación se lidera a través de campañas educativas, intervenciones urbanas y programas que incentivan el cumplimiento de normas de manera creativa y participativa. Mockus implementó estrategias innovadoras como el uso de mimos para regular el tráfico, la ‘Noche de las Mujeres’ para reducir la violencia doméstica y las campañas de ‘Cultura Metro’ para promover el buen comportamiento en el transporte público. 

Estas iniciativas no sólo produjeron cambios palpables en la reducción de índices de criminalidad y accidentes de tránsito, sino que también propiciaron una profunda evolución en la mentalidad de los capitalinos, quienes empezaron a ver el cumplimiento de las normas como un acto de responsabilidad colectiva y no apenas como una imposición externa. 

La experiencia de Bogotá bajo la administración de Mockus se ha convertido en un referente mundial de cómo la transformación cultural desde el sector público puede generar cambios sostenibles en el comportamiento ciudadano y mejorar la calidad de vida en las ciudades.

Antanas
Antanas Mockus.
Foto: Colprensa.

Los resultados de su gestión son concretos y medibles. Bajo su liderazgo, la ciudad experimentó una notable disminución en los índices de homicidios, al pasar de 80 por cada 100.000 habitantes en 1993 a 22 por cada 100.000 habitantes en 2003. Asimismo, las campañas de educación vial, como la del uso de mimos para guiar el tránsito y fomentar el respeto a las normas, contribuyeron a una reducción del 50% en las muertes por accidentes de tráfico. Además, la innovadora iniciativa de la ‘Noche de las Mujeres’, en la cual se incentivaba a los hombres a quedarse en casa, aumentó significativamente la sensación de protección en la ciudad, logrando que la percepción de seguridad en espacios públicos se incrementara en un 26%. Estos logros concretos no sólo mejoraron la convivencia, sino que demostraron la eficacia de la cultura ciudadana como herramienta de cambio social y gubernamental.

La continuación del legado 

Después de la semilla plantada por Mockus, la gestión de la cultura ciudadana en Colombia ha sido variada y ha dependido en gran medida del enfoque y prioridades de los gobernantes que han sucedido al exalcalde de Bogotá. Algunos mandatarios locales y regionales han continuado y adaptado sus iniciativas, reconociendo la importancia de fomentar valores cívicos para mejorar la convivencia y la seguridad

En Bogotá, Enrique Peñalosa y Gustavo Petro implementaron programas que, aunque con enfoques distintos, mantuvieron ciertos elementos de la cultura ciudadana. El primero, por ejemplo, enfatizó la construcción de infraestructura para el transporte público y la creación de espacios públicos seguros, mientras que Petro se enfocó en políticas de inclusión social y derechos humanos.

En otras regiones del país, ciudades como Medellín y Cali han adoptado estrategias de cultura ciudadana adaptadas a sus contextos locales. En la ‘capital de la montaña’, bajo la administración de Sergio Fajardo y sus sucesores, se ha promovido la educación y la cultura como ejes para la transformación social, combinándolos con proyectos urbanos innovadores que buscan integrar a comunidades marginadas. En Cali se han desarrollado programas de participación ciudadana y cohesión social, especialmente en áreas afectadas por la violencia y el conflicto. 

Aunque con variaciones en su implementación, la semilla de la cultura ciudadana plantada por Mockus ha influido a diversas administraciones, en las que se destaca, además, la necesidad de un enfoque integral y participativo para abordar los desafíos urbanos y mejorar la calidad de vida en las ciudades colombianas.

Henry Murraín, autoridad mundial en cambio cultural y modificación de comportamientos

Si hay alguien en Colombia que se ha encargado de continuar con el legado de Antanas Mockus y adaptarlo a las nuevas realidades es Henry Murraín, quien en su época de estudiante de Filosofía en la Universidad Nacional se desempeñó como su monitor y empezó a conocer los trabajos de reflexión entre el comportamiento y la cultura. Desde entonces se dedicó a trabajar en estos temas junto con su mentor, a quien considera el pionero en la discusión sobre el cambio cultural para poder resolver muchos de lo problemas de nuestra sociedad. 

“Para Antanas, el ejercicio del gobierno tenía que ir más allá de administrar la plata y las leyes. Para él, adicional a esto, se debe observar la cultura como un lugar de incidencia, de cambio necesario, para resolver los problemas que enfrentamos como sociedad”, explica Murraín, quien trabajó con Mockus por más de 20 años. 

Actualmente, este experto es reconocido como uno de los líderes latinoamericanos con más experiencia en políticas de cambio cultural y modificación de comportamientos, desarrollando proyectos en más de 70 ciudades del mundo. Con un PhD en Ciencias Humanas y Sociales, Murraín considera que su enfoque es interdisciplinario, pues integra la psicología, la economía, la sociología, la filosofía y las neurociencias para estudiar cómo tomamos las decisiones los seres humanos. 

Su trabajo actual se centra en la sociología cognitiva y teorías de la decisión y el comportamiento, luego de haberse desempeñado durante tres años y medio como subsecretario de Cultura Ciudadana y Gestión del Conocimiento durante la alcaldía de Bogotá de Claudia López. Con ello completó una experiencia de dos décadas en el sector público. 

“En el mundo está muy de moda el behavioral science in public politics, pero no olvidemos que Mockus fue el pionero de la gestión de la cultura y de los comportamientos desde el gobierno, y que todo se originó en Bogotá”, enfatiza el también exdirector ejecutivo de CorpoVisionarios, la primera organización especializada en temas de cambio cultural y de comportamiento en Latinoamérica, creada con el profesor Mockus. 

CAMBIO conversó con Henry Murraín sobre cultura ciudadana, tanto a nivel local como nacional, lo mismo que sobre los principales desafíos que enfrentamos en la actualidad y sus propuestas concretas para lograr tranformaciones a nivel social y cultural. 

CAMBIO: ¿Cree que la responsabilidad de la formación en cultura ciudadana debe recaer exclusivamente en el sector público?

Henry Murraín: Pienso que no sólo los gobiernos pueden convocar a la ciudadanía para reflexionar sobre nuestros comportamientos como sociedad. Distintos colectivos de ciudadanos podrían tener la capacidad de hacerlo, aunque el Gobierno sí tiene una responsabilidad pedagógica. Este fue, precisamente, el legado que nos dejó Antanas. Como alcalde de Bogotá demostró que el Gobierno no sólo debe incidir en la vida de las personas a través de la ejecución de leyes y presupuestos, sino que también debe promover la cultura ciudadana.

Henry Murraín
Henry Murraín, Filósofo y PhD en Ciencias Humanas y Sociales.
Foto: cortesía Henry Murraín.

CAMBIO: ¿Las políticas de cultura ciudadana deben ser locales o también podrían ser de índole nacional?

H.M.: Los gobiernos locales son, tal vez, los que más se enfrentan a los desafíos de cambios culturales en su cotidianidad, pues los alcaldes son los que tienen que ver con la administración de los parques y de los espacios públicos en general. Sin embargo, los gobiernos nacionales también deberían poner en marcha unos cambios de narrativa y de esta forma gestionar ciertas transformaciones culturales para que este sea un país en el que, por ejemplo, la violencia sea cada vez menos aceptada y tolerada. Estoy convencido de que la construcción de una narrativa de paz sería fundamental para el Gobierno Nacional

También creo que, a nivel nacional, se podría liderar una política cultural o una estrategia en este orden para fortalecer la identidad cultural colombiana, desde un relato de identificación positiva. Esto es en gran parte lo que he hecho con mi trabajo, de manera independiente, desde una veta más sociológica y cognitiva. 

Para mí, la pregunta por la interacción social es la que guía y por esto ha sido muy importante investigar cómo las sociedades construyen la noción de ‘nosotros’. He encontrado que, en Colombia, la base sobre la cual se construye una narrativa de identidad generalmente es negativa. Nuestro relato de identidad como nación es negativo, por no decir peyorativo. Esto no siempre es visible, pero está tácito en las narrativas.

CAMBIO: ¿A qué desafíos cree que se enfrenta Bogotá en la actualidad en términos de cultura ciudadana?

H.M.: Bogotá es una ciudad con un relato de identidad muy negativo, y es por eso que se debe trabajar en la autoestima de la ciudad. He trabajado en 70 ciudades del mundo, la mayoría en América Latina y el Caribe, y casi todas ven a la capital colombiana como un referente. Sin embargo, convencer a los bogotanos de ello ha sido difícil. Aquí el foráneo y la gente de otras regiones, por lo general, le tienen más afecto a Bogotá que los mismos bogotanos. 

Pienso que es importante resaltar más lo que hacemos bien como ciudad y como bogotanos para vernos con más orgullo, para sentir más afecto por nosotros mismos. Está claro que como ciudad tenemos problemas y muchos temas por resolver, pero ya en el pasado hemos resuelto algunas cosas, así que tenemos motivos para sentirnos orgullosos.

En la Subsecretaría de Cultura Ciudadana tuvimos la estrategia ‘SOMOS’ y descubrimos que mucha gente se molestaba cuando decíamos algo positivo sobre Bogotá. Esto sucede debido a lo que los psicólogos llaman ‘sesgo de confirmación’: si yo tengo una preconcepción o visión sesgada del mundo, hago que todo lo que veo de éste corresponda a mis prejuicios. 

Mejor dicho, si yo tengo una idea negativa sobre alguna cosa, espero que todo lo que se diga sobre esa cosa sea negativo. Esto es lo que pasa en Bogotá y por eso hay que trabajar en reconocer lo bueno de la ciudad y de lo que hemos hecho bien y, desde ahí, soñar con una ciudad mejor. Para que la gente tenga la capacidad de reinventarse y ver las posibilidades que tiene para mejorar a futuro, tienes que hacerle ver lo que ha hecho bien. De esta forma sienten que sí pueden salir adelante, y así es más fácil edificar. 

A esto hay que sumarle que para construir una narrativa positiva de ciudad es fundamental contar con el apoyo de los medios de comunicación, pues estos tienen un poder simbólico muy grande, y son fundamentales en la conversación sobre transformación cultural y en la forma en cómo nos vemos. 

Está comprobado que la forma en la que nos vemos determina la forma en la que nos comportamos. Para que esta ciudad sea distinta y nos comportemos distinto necesitamos un relato de identidad distinto. Es imposible lograr las transformaciones que soñamos con una narrativa peyorativa como la que tenemos. Si seguimos pensando mal de los demás, seguiremos actuando de manera agresiva o a la defensiva. 

Además de la identidad negativa y falta de autoestima, hay otros temas que me preocupan en Bogotá. Me inquieta el uso creciente de las motos, pues está comprobado que éste se va a traducir en un aumento de la mortalidad. Hay que hacer algo rápido al respecto, porque estamos en riesgo de perder muchas vidas. 

Otro tema que me inquieta es que en Bogotá también ha habido un deterioro narrativo en lo relacionado a Transmilenio. Pienso que es un espacio por recuperar, pues este sistema de transporte, sin duda, ha representado una mejoría en la movilidad de los bogotanos. 

También se debería seguir trabajando, y con una agenda a largo plazo, en la transformación de los machismos en Bogotá como mecanismo para abordar de manera eficiente el tema de las violencias en contra de las mujeres. 

CAMBIO: A nivel nacional, ¿qué propone para construir una identidad de nación positiva?

H.M.: Lo mismo: construir una narrativa desde una base positiva. Como en casi toda América Latina, en Colombia creemos que aquí todos son corruptos, tramposos y hampones, menos nosotros. Nos creemos mejores que la comunidad; es una especie de soberbia moral. Hay comunidades como la japonesa o la sueca en donde pasa todo lo contrario: la sociedad está por encima de los individuos. Esta mirada peyorativa da como resultado una sociedad más individualizada, más atomizada, porque la comunidad importa menos, el otro importa menos. Incluso, la corrupción podría explicarse desde esta identidad superior en relación a la comunidad. 

Según el pensamiento automático del que hablan los psicólogos cognitivos, hay menos control social cuando la confianza en el otro es baja. Esto es tan apabullante, inconsciente y automático en Colombia, que para superarlo se requiere un movimiento cultural. Y esto se logra a través de la reinvención de los relatos, para lo cual los artistas juegan un papel fundamental, pues son ellos los que reproducen contenidos culturales simbólicos de identidad.

Próximamente voy a lanzar un libro en el que explico qué es la ‘homo etnofobia’, que es ese clasismo democratizado, esa creencia tácita de que uno es mejor que la sociedad. Esta creencia individualiza y atomiza, haciendo que la gente quiera tomar distancia de sus referentes colectivos. Según como lo veo, este es el principal obstáculo cultural para resolver muchos de los problemas que tenemos en Colombia

La ‘homo etnofobia’ está íntimamente ligada a la corrupción, pues si pienso que todo el mundo es tramposo, eso facilita esta situación. Los psicólogos sociales han demostrado que lo que un ciudadano piensa de su grupo termina influyendo en su comportamiento.

Entonces, lo que nos hace falta es aumentar nuestra autoestima colectiva. Como nación deberíamos sentirnos orgullosos de nuestra riqueza, de nuestra diversidad cultural y étnica, en lugar de menospreciar lo diferente. Me aferro a la idea de que una política cultural debe permitirnos un relato de unidad y no estar dirigida a un solo grupo de personas. En nuestro relato positivo de identidad debemos caber todas y todos, porque la cultura es lo más colectivo que existe. La cultura es aquello que nos une y lo que nos permite tener un relato de identidad como país, una noción similar de quiénes somos

A través del refuerzo positivo y la reconstrucción de la confianza, Medellín se pone la camiseta de la cultura ciudadana

A pesar de que la gestión cultural del actual alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, empezó con un escándalo, todo indica que con el nombramiento de Santiago Silva Jaramillo como secretario de Cultura Ciudadana se le dará a este tema la importancia que merece. La decisión de nombrar a Silva se dio después de que el alcalde le pidiera la renuncia a Manuel Córdoba, luego de que se difundiera en las redes sociales unas declaraciones en las que él aseguraba que no sabía nada sobre cultura y ni siquiera qué era una biblioteca. 

Por el contrario, Silva –politólogo y magíster en Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad EAFIT— cuenta con más de 10 años en investigación de innovación social y cultural. Entre 2016 y 2019 ocupó el cargo de subsecretario de Ciudadanía Cultural de Medellín, a través del cual lideró la formulación de la política pública de cultura ciudadana de la ciudad, así como la estrategia de construcción de confianza ‘Medellín está llena de ciudadanos como vos’, entre otros programas y proyectos de cultura ciudadana. 

Posteriormente, como profesor y director del área de Cultura de la Escuela de Artes y Humanidades de la Universidad EAFIT dirigió proyectos de movilización ciudadana como ‘Tenemos que hablar Colombia’ y ‘Hablemos Medellín’. Tal y como lo demuestra su experiencia, Santiago Silva se ha centrado en resolver problemas públicos usando la cultura ciudadana, la conversación y los estudios del comportamiento.

En entrevista con CAMBIO, este experto hace un diagnóstico sobre la situación actual en Medellín y revela cuáles serán sus prioridades como secretario de Cultura Ciudana.

CAMBIO: ¿Qué conclusiones de las obtenidas en ‘Hablemos Medellín’ se ven reflejadas en el Plan de Desarrollo de la alcaldía de Federico Gutiérrez?

Santiago Silva: Cuando terminamos los procesos de conversación de ‘Tenemos que hablar Colombia’ y ‘Hablemos Medellín’ les presentamos informes a los candidatos, entre ellos a Federico Gutiérrez. Tenemos claro que la cultura ciudadana es más que una necesidad. La gente identifica cuándo la cultura ciudadana se va resintiendo, expresándose como violencia social en el día a día e incumplimiento de las normas cotidianas de convivencia, como las leyes de tránsito y otros temas como las basuras y el ruido. También se expresa cuando conceptos como el sentido de pertenencia y la confianza se van afectando. 

Santiago Silva
Santiago Silva Jaramillo, secretario de Cultura Ciudadana.
Foto: cortesía Santiago Silva Jaramillo.

En ambos ejercicios, tanto a nivel nacional como local, hubo una necesidad de honestidad en la expresión cultural, pero también una profunda confianza en que a través de procesos de cultura ciudadana se podían afrontar procesos muy importantes de la ciudad y del país, y que quizás los gobiernos no les habían dado importancia. 

Con todo ese proceso de incidencia y ahora que estoy en este cargo y que le estamos dando la transcendencia que merece al tema de la cultura ciudadana, puedo asegurar que hay una confianza sustancial expresada en el Plan de Desarrollo y en las acciones que desde aquí se pueden hacer para abordar los problemas importantes de Medellín.

CAMBIO: Durante su gestión como subsecretario de Cultura Ciudadana su estrategia fue la construcción de confianza en Medellín. En la actualidad, ¿cuáles son las acciones que desde la Secretaría de Cultura de Medellín se están implementando para recuperar la confianza entre los ciudadanos?

S.S.: La confianza es fundamental en cualquier sociedad, porque es la que permite que las cosas ocurran. Sin confianza los procesos son más difíciles. Por eso hemos centrado la atención en ella en temas de cultura ciudadana, pues la confianza tiene una particularidad: depende de la percepción que tengamos de los otros. Si yo salgo todos los días a la calle pensando en que me voy a encontrar con gente mala que me va a robar o hacer daño, será muy difícil que yo establezca lazos de confianza con los otros. Si, por el contrario, pienso que los demás son dignos de confianza, que no se van a aprovechar de mí, ni me van a hacer daño, es más probable que confíe en ellos.

Nuestros esfuerzos en estos momentos van dirigidos en que mejoremos la percepción que tenemos de otros y a que nos sintamos identificados con los demás como parte de un colectivo. 

CAMBIO: ¿Cómo lo están haciendo? 

S.S.: Contamos con dos mecanismos. El primero es el reconocimiento positivo. Los ciudadanos, incluso en las ciudades más caóticas y complejas, hacen todos los días un montón de cosas que vale la pena replicar. Están cumpliendo con las normas de tránsito, están conviviendo con personas que piensan diferente, están resolviendo problemas de manera específica. Todas estas acciones son muy valiosas y tenemos que visibilizarlas. A veces, las narrativas sistemáticas que encontramos en medios de comunicación o en las redes sociales ponen el énfasis en los momentos en los que la gente no hace bien las cosas. Hay que voltear esas narrativas mostrando de manera cotidiana y constante a la gente que hace cosas valiosas. Por ejemplo, en Medellín la gente hace la fila a dos vías para tomar el tranvía. Es un acto cotidiano pero, al mismo tiempo, fantástico. Entonces es en eso en lo que ponemos el énfasis.

El otro mecanismo corresponde a casos más sustanciales, como son las ‘tiendas de la confianza’, que son unas tiendas de autoservicio en las que el cliente podría llevarse las cosas sin pagarlas y, sin embargo, no lo hacen. Lo que hacemos desde la Secretaría es contarle a la gente que hicimos este experimento y que casi todas las personas pagaron los productos que se llevaron. Con este mecanismo, a través del cual visibilizamos las experiencias positivas de las personas, intentamos mejorar la percepción que tenemos de otros y, por lo tanto, reconstruir confianza.

CAMBIO: Entre los puntos que destacó al compartir las conclusiones de ‘Hablemos Medellín’ y ‘Tenemos que hablar, Colombia’ está el hecho de que a los colombianos nos gusta conversar y llegar acuerdos y que cuando esto no sucede es debido a las agendas polarizantes. ¿Podría profundizar más sobre este punto?

S.S.: Encontramos en el proceso que el diálogo también puede ser un mecanismo de construcción de confianza. Solemos creer que los demás piensan muy distinto a nosotros, y eso es un obstáculo para construir confianza. Si creo que un ciudadano es diferente a mí por ser de una corriente política diferente a la mía o porque su posición social es sustancialmente diferente o porque piensa diferente, sin duda habrá una brecha de desconfianza entre los dos. La manera más práctica, sencilla y hasta obvia de superar esta brecha es que nos sentemos a conversar sobre puntos en común. 

En Medellín hay agendas polarizantes. Cualquier sociedad tiene puntos en los que llegar a acuerdos es más difícil, como son los temas relacionados con la religión o con las minorías. 

En estos momentos, se podría decir que el modelo económico en Colombia genera mucha polarización. Sin embargo, lo que encontramos en los procesos de ‘Tenemos que hablar, Colombia’ y ‘Hablemos Medellín’ es que la mayoría de la gente, la mayoría del tiempo, cuando uno la pone a conversar sobre lo que quiere que ocurra en la sociedad se pone relativamente fácil de acuerdo

Estoy seguro, para poner un ejemplo, de que la mayoría de los colombianos cree que la educación es fundamental para el futuro del país. Puede que éste sea un lugar común, pero ahí está la potencia del asunto. Como es un lugar común, nos podemos poner de acuerdo fácilmente. Los detalles de cómo debería ser la educación, si debería ser gratuita o no, se pueden ir resolviendo en la conversación. Lo importante es definir el punto de partida y en esto la gente se pone de acuerdo muy fácilmente. 

CAMBIO: ¿Cómo se recupera la confianza ciudadana en los políticos y en el sector público cuando todos los días recibimos información sobre casos de corrupción?

S.S.: Destacaría tres cosas. Primero, a través de ejercicios de transparencia que impliquen proactividad de los sectores públicos y del Estado. A veces la transparencia se entiende únicamente como entregar la información que nos piden sobre cómo se están haciendo las cosas, y quizás los servidores públicos deberíamos tener la responsabilidad de responder activamente a lo que las personas nos preguntan, de ser claros en que el control que ejercen los ciudadanos es importante para nosotros y que no siempre es inspirados por asuntos ideológicos. Pero, incluso, si es así igual hay que responder. Tengo la impresión de que, a veces, para los servidores públicos, puede ser inconveniente que los estén controlando. Creo que hay que superar esta variable y entender la importancia de la construcción de una cultura institucional

Lo segundo tiene que ver con la posibilidad de implementar el diálogo como mecanismo de cercanía no sólo entre ciudadanos, sino también entre ellos y el Estado. En ocasiones, los espacios de participación con la ciudadanía han sido subestimados por parte del Estado, pues lo entiende como inconvenientes, engorrosos, o motivados por temas políticos. En el fondo, lo que muchos ciudadanos están esperando del Estado es sentirse escuchados, y que lo que tienen para plantear es relevante. Este es un punto fundamental en la construcción de la confianza y, eventualmente, también en la identificación de las redes de corrupción

El tercer aspecto es más sustancial, porque tiene que ver con la relación entre las fuerzas políticas que llegan a los espacios de poder y la manera en la que se comportan. Esto también es una reflexión para los ciudadanos sobre cómo votan, por quién votan y cómo recogen información para votar. Mientras que la cultura política en algunas regiones del país siga premiando cierta normalización de algunos comportamientos, la fuerza política que llegue al poder siempre va a responder a esa normalización

CAMBIO: ¿Cuáles oportunidades percibe que tiene Medellín para impulsar un mejor futuro?

S.S.: Tiene muchos problemas, como cualquier ciudad, pero quizás hay dos variables fundamentales que permiten que nos pasen cosas buenas. Una es la confianza. A pesar de todo lo que hemos vivido como ciudad, Medellín sigue siendo una de las urbes más confiadas del país. Confiamos en las demás personas más que en otras regiones del país, y nuestro reto es seguir reproduciendo esta confianza. 

Lo segundo es que Medellín ha logrado conexiones valiosas entre diferentes sectores de la ciudad: el sector público, el sector privado y el sector social. Esto a veces funciona, y a veces no, porque no es una fórmula perfecta, pero quizás es lo que ha permitido que muchas cosas funcionen en la capital de la montaña. Esto también tiene que ver con la idea de pensarse a largo plazo. Medellín es la ciudad de los planes, y esto nos ha permitido tener una visión de futuro y la confianza en que si trabajamos juntos se pueden lograr grandes cosas

Desde la Secretaría de Cultura Ciudadana tenemos muchos planes y muchas propuestas concretas que, próximamente, estaremos dando a conocer. 

La desconfianza en las autoridades y en los demás explica la falta de cultura ciudadana que se percibe en Colombia

Mauricio García Villegas es reconocido por sus investigaciones en temas como la cultura ciudadana y la cultura de la legalidad. Abogado, profesor, investigador y autor de varios best sellers como ‘El país de las emociones tristes’, ‘El viejo malestar del nuevo mundo’ y ‘El orden de la libertad’, ha dedicado gran parte de su vida a reflexionar sobre la construcción de una ciudadanía respetuosa de las leyes y de las normas de convivencia.

Mauricio García
Mauricio García Villegas, profesor de la Universidad Nacional de Colombia, columnista y ensayista.
Foto: cortesía Mauricio García Villegas. 

Precisamente en ‘El orden de la libertad’, ensayo publicado en 2017, García Villegas hace una defensa del orden, la moral y la autoridad, a la vez que evidencia la necesidad de un Estado respestuoso de las normas de convivencia, y enfatiza en que la cultura ciudadana basada en una moral cívica debe construirse bajo la conciencia estricta del respeto

CAMBIO conversó con el profesor e investigador para conocer su mirada sobre la situación actual de la cultura ciudadana en Colombia y sus propuestas para afrontar los principales retos en esta materia.

CAMBIO: Según su experiencia, ¿cómo ve la relación entre la formación de cultura ciudadana, una democracia más fuerte y una ciudadanía más participativa?

Mauricio García Villegas: La cultura ciudadana busca el respeto entre las personas a través del cumplimiento de normas y la protección de los bienes públicos. Esos elementos son, además, fundamentales para la existencia de una democracia activa. En las últimas décadas, la democracia en América Latina se ha casi reducido a los procedimientos electorales, a los rituales en las épocas de las votaciones. Pero una democracia necesita más que eso: necesita virtudes cívicas. Los antiguos griegos sabían eso y también lo sabían algunos modernos, como Montesquieu, Rousseau e incluso Maquiavelo.

CAMBIO: ¿Cómo ha visto la aproximación al trabajo en formación de cultura ciudadana en el gobierno actual?

M.G.V.: Los políticos siempre dicen que valoran la cultura ciudadana. Sin embargo, pocos alcaldes la toman en serio o lo suficientemente en serio. Como lo dije en mi columna de hace un par de semanas (‘¿A quién le importa la cultura ciudadana?’) publicada en El Espectador, “la cultura ciudadana no sólo es un asunto de folclore y encuentro callejero (que también lo es, por supuesto) sino, sobre todo, un tema de convivencia, de respeto entre iguales y de cumplimiento de reglas. 

Por eso, como lo mostró Mockus, la cultura ciudadana es transversal a todas las políticas públicas: la seguridad, la tributación, la educación, el desarrollo y la movilidad. No tener en cuenta esa conexión ha llevado, en innumerables ciudades del país, al fracaso de muchos alcaldes”.

CAMBIO: ¿Qué tema prioritario debería abordarse desde la formación en cultura ciudadana?

M.G.V.: El tema de los siniestros causados por las motos no sólo en Bogotá sino en todo el país, es uno de ellos. He escrito muchas columnas sobre esta tragedia colectiva. A mi padre lo mató una moto en Medellín, en 2017, y a raíz de eso también escribí el libro ‘El orden de la libertad’, en donde muestro cómo, para enfrentar ésta y otras tragedias colectivas similares, se requiere de una mezcla de reglas y colaboración. La reducción de la velocidad a través de controles estrictos es algo indispensable; a esto se suman otras medidas, como cambios en la infraestructura, control a la expedición de licencias y educación cívica de los conductores. En Colombia mueren entre casi ocho mil personas en las vías cada año y en el sesenta por ciento de esos accidentes está involucrada una moto. Esta tragedia no se ve porque cada familia padece el duelo de manera aislada. El conjunto nunca se aprecia, no sale en los periódicos ni en las redes sociales ni en los demás medios de comunicación. 

Repito, sin una buena dosis de cultura ciudadana, combinada con controles estrictos, no saldremos de esta tragedia. Una tragedia que, no sobra decirlo, es evitable.

CAMBIO: En su columna ‘A quién le importa la cultura ciudadana’ califica el tema de las motos en Colombia como “políticamente intratable”, ¿por qué?

M.G.V.: Los motociclistas se han convertido en una masa humana imposible de ordenar. Cada vez que un alcalde intenta imponerles restricciones lo amenazan con bloquear la ciudad. Es por eso que los mandatarios locales prefieren no hacer nada. Por medio de la formación en cultura ciudadana se podría tratar de modificar esa lógica primaria y trágica de la mayoría de los motociclistas, que prefieren correr un riesgo extremo con tal de no reducir su libertad de movimiento

CAMBIO: ¿Considera que la formación en cultura ciudadana es una responsabilidad del sector público únicamente?

M.G.V.: Principalmente, sí. El sector público es el que debe abanderar este tema. Pero el privado también se debería sumar no sólo por interés, sino porque la defensa de los valores públicos debería estar en su agenda.

CAMBIO: Además de la situación con las motos, ¿qué otros temas le parece que son urgentes y relevantes?

M.G.V.: Hay cantidades de temas, como el respeto por la vida y por los bienes públicos, la reducción de la corrupción, del contrabando y del clientelismo, el aumento de la confianza ciudadana y el fortalecimiento de las virtudes cívicas, entre otros. Ahora bien, la cultura ciudadana no es una varita mágica: por sí sola no es suficiente. Se necesita que los incumplidores sean sancionados. La impunidad incentiva la desobediencia. Si alguien ve que los demás no cumplen, tiende a no cumplir. Cuando se hacen las dos cosas conjuntamente, cultura y sanciones, se ven los resultados, tal y como lo demostró Mockus cuando fue alcalde de Bogotá. 

CAMBIO: ¿Cuál cree usted que es la raíz de la falta de cultura ciudadana en Colombia?

M.G.V.: La desconfianza en las autoridades y en los demás explica buena parte de la falta de cultura ciudadana. La gente se dice a sí misma: “si la autoridad no cumple con lo suyo o hace las cosas mal y, además, si los demás no acatan las normas, eso me libera de la obligación de cumplir”. La desconfianza es un gran predictor de la falta de cultura ciudadana

La cultura ciudadana, clave para la transformación profunda y sostenible 

La implementación de políticas de cultura ciudadana por parte de los gobiernos, tanto locales como el nacional, se presenta como una estrategia indispensable para lograr una gestión más eficiente y abordar los desafíos fundamentales que enfrentamos como nación. 

Al fomentar valores de convivencia, respeto por las normas y participación activa de la ciudadanía no sólo se mejoran la seguridad y la cohesión social, sino que también se fortalecen la confianza en las instituciones y el sentido de pertenencia comunitaria. 

Ejemplos exitosos, como los alcanzados en Bogotá bajo el liderazgo de Antanas Mockus, demuestran que una ciudadanía comprometida, confiada y respetuosa es capaz de generar cambios profundos y sostenibles, permitiendo a las ciudades y países enfrentar de manera más efectiva problemas complejos como la criminalidad, la corrupción y la falta de civismo. De esta manera, la cultura ciudadana se consolida como un componente esencial en la construcción de sociedades más justas, seguras y democráticas.

Esta nota hace parte de la serie periodística “Pensar con otros” realizada en alianza por CAMBIO y Grupo SURA. Creemos que entre todos podemos aportar a la construcción y fortalecimiento de la ciudadanía y la democracia en Colombia.

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