
Crédito: Profamilia
Raíces y semillas: la historia de un municipio que aprendió a hablar de derechos sexuales y reproductivos con el apoyo de Profamilia
En este municipio del suroccidente colombiano poco se hablaba de educación integral en sexualidad. Durante más de un año, Profamilia, con el apoyo de la organización alemana Johanniter, buscó sembrar las semillas del cambio entre mujeres, jóvenes y liderazgos comunitarios para transformar esta realidad. Esta es la historia.

A Liliana Vallejo nunca le pudieron arrancar la voz. Hace 20 años fue víctima de uno de los capítulos más atroces y deshumanizantes del conflicto armado colombiano. Aunque el miedo la invadía, el silencio dejó de ser una opción. “Soy sobreviviente de violencia sexual. Fue un hecho denigrante y humillante para nosotras como mujeres cuando los grupos al margen de la ley nos agarraron de escudo humano”, dice con el acento sereno de esa voz presente.
Pero mucho antes de aquel hecho, el desplazamiento forzado ya había tocado su puerta. Treinta y siete años atrás, Liliana —bogotana de nacimiento— tuvo que echar y cortar raíces en diferentes lugares, pasando por la zona fronteriza con Ecuador hasta establecerse finalmente Ipiales (Nariño), al suroccidente del país. Allí, en la ciudad de las nubes verdes, la tradición religiosa prima por encima de cualquier cosa y, como es de esperarse en un lugar devoto, hablar de sexualidad y violencia de género implica cargar con un peso social difícil de sobrellevar.
Lilina vivió esa carga. Navegó contra la corriente de un territorio que observa con ojos de recelo el liderazgo social, sobre todo cuando se trata de una mujer que abandera la lucha contra la violencia patriarcal. La gritería —como ella le llama— ha hecho parte fundamental de su incidencia en Ipiales. Y, pese a las amenazas que llegaron después, los diálogos, la pedagogía y otros mecanismos de acción directa como el plantón, el escándalo y la juntanza entre mujeres nunca dejaron de ser las vías para exigir justicia.
Estas manifestaciones cobran más sentido en medio de un panorama no tan alentador. Según el Sistema Integrado de Información sobre Violencias de Género (Sivige), entre enero y diciembre de 2023 se registraron 271 casos de violencia física, 159 casos de violencia sexual y 53 casos de violencia psicológica en Ipiales. Asimismo, de acuerdo con la Secretaría Municipal de Salud de ese municipio, ha habido un incremento del embarazo adolescente: entre 2020 y 2023 se registraron 600 casos en jóvenes entre 14 y 19 años. Las principales causas, según las autoridades, son el desconocimiento sobre métodos anticonceptivos y la escasa educación integral para la sexualidad.
Ante este escenario, hablar sin prejuicios se convierte en una necesidad urgente para una región donde la información es escasa. Con el propósito de garantizar acceso a derechos sexuales y reproductivos y prevenir las Violencias Basadas en Género (VBG), nació el proyecto ‘Raíces y semillas: tu voz, tus derechos’. La iniciativa, de carácter binacional, fue liderada por Profamilia en Colombia y por la Federación de Mujeres de Sucumbíos (FMS) en Ecuador —un país que también enfrenta barreras en el acceso a la salud con enfoque de género—, con la financiación y el apoyo de Johanniter.
Con una serie de procesos formativos, capacitaciones y brigadas de salud en los sectores más vulnerables de Ipiales, más de 1.000 mujeres, hombres y adolescentes fueron beneficiados por este proyecto. Según Kirsten Wesenberg, directora de Johanniter en Colombia, se logró brindar información de calidad a una población con muchas dudas sobre la salud sexual y reproductiva y en temas tan necesarios como la prevención de las violencias de género y las masculinidades positivas. El impacto, asegura, fue significativo tratándose de una región con tantas barreras culturales, sociales e incluso, religiosas.

“Hay una barrera cultural y social. Existen mitos e información incorrecta sobre los derechos sexuales y reproductivos en el municipio, a veces desde las mismas familias. Frente a la violencia basada en género, muchos jóvenes tienen cientos de pensamientos sobre cómo debería ser una mujer o un hombre, lo cual genera conflictos. El reto en acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, incluyendo la anticoncepción, también es grande. Así como hay barreras religiosas y sociales, la información y prestación de servicios, muchas veces no está al alcance de los cascos urbanos sin llegar a la periferia y la ruralidad”, explica Wesenberg, en conversación con CAMBIO, para enfatizar además que uno de los principales desafíos de la llegada del proyecto a Ipiales fue dar a conocer la iniciativa entre las comunidades rurales. "Por eso confiamos en Profamilia", dice.
Y es que, tan solo en 2024, Profamilia desarrolló más de 30 proyectos de alto impacto social de la mano de importantes aliados de la cooperación internacional, beneficiando a más de 46.000 personas que enfrentan realidades sociales como el desplazamiento, el conflicto armado, la pobreza y, en general, la vulneración sistemática de los derechos humanos. De hecho, en el mismo año, la organización realizó más de 4.000 brigadas de salud, llegando a cerca de 600 territorios de difícil acceso en Colombia.
Pero Ipiales no fue el único municipio nariñense beneficiado con esta apuesta por la salud sexual y reproductiva. En Pupiales y Aldana la entidad también realizó jornadas extramurales que acercaron estos servicios de salud a las poblaciones aledañas.
Para Kirsten Wesenberg, una de las mayores lecciones de la implementación de ‘Raíces y semillas’ es el intercambio de experiencias entre organizaciones. Según la directiva alemana, Profamilia es un aliado con fuerte experiencia en materia de derechos sexuales y reproductivos y con una incidencia importante entre los jóvenes colombianos. Mientras tanto, del lado ecuatoriano, la Federación de Mujeres de Sucumbíos (FMS), con 30 años de trayectoria, se ha convertido en un actor clave en la prevención de violencias de género en el noreste de este país.
La colaboración e incidencia, así como el contexto atravesado por violencias similares en esta zona fronteriza, pero donde el intercambio cultural es también una forma de habitar el territorio, llamaron la atención de Johanniter. Con más de 40.000 empleados en Alemania, la organización ha construido una sólida presencia de atención humanitaria en salud y un compromiso contundente en el fortalecimiento de capacidades en países en vía de desarrollo.
Profamilia: más cerca del territorio
Con 60 años de historia en Colombia, Profamilia ha trabajado no solo para ofrecer educación e información de calidad sobre salud sexual y reproductiva, sino también para cerrar brechas de acceso a estos derechos en regiones afectadas por la violencia y desigualdad. Para alcanzar este propósito, las alianzas han sido primordiales.
En palabras de Marta Royo, directora ejecutiva de la organización, “fomentar alianzas entre organizaciones sociales, liderazgos comunitarios y la cooperación internacional, como Johanniter, es fundamental para garantizar el acceso efectivo a los derechos sexuales y reproductivos en Colombia. Más aún en un país atravesado por desigualdades históricas, crisis humanitarias y flujos migratorios constantes, donde muchas personas —en especial niñas, mujeres, jóvenes, personas LGBTIQ+ y población migrante— siguen enfrentando barreras estructurales para acceder a servicios de salud, anticoncepción, atención en violencia basada en género y autonomía reproductiva”.

La alianza detrás de este proyecto, cuenta Royo, va más allá de la prestación de servicios, garantizando un enfoque de autonomía, dignidad y justicia reproductiva. “Cuando trabajamos de manera articulada, potenciamos las capacidades de cada actor, ampliamos el alcance territorial y fortalecemos las redes comunitarias que son esenciales para acompañar a quienes más lo necesitan”, añade.
Durante más de un año, ‘Raíces y semillas’ abrió conversaciones que, si bien nuevas para algunos, eran especialmente necesarias en un municipio como Ipiales. Desde el acceso a derechos sexuales y reproductivos hasta reflexiones sobre el poder de decisión sobre la sexualidad -el cuerpo y proyecto de vida en Colombia-, pasando por la prevención de violencias de género, se crearon espacios de habla y escucha, en su mayoría para mujeres y adolescentes.
No obstante, también hubo lugar para dialogar sobre la masculinidad y el papel de los hombres como actores centrales en la eliminación de las violencias machistas. Según Marta Royo, se trata de uno de los aportes más innovadores del proyecto porque promovió “reflexiones transformadoras con hombres y adolescentes sobre el autocuidado, el consentimiento, el machismo y las responsabilidades compartidas”.

Liderazgos que derriban prejuicios
La figura de Liliana Vallejo es un ejemplo de los liderazgos que han comenzado a florecer en Ipiales como semillas que germinan tímidamente. Cada uno, con sus propias luchas, ha abierto la puerta a conversaciones necesarias. Para Liliana, ‘Raíces y semillas’ no solo fue un impulsor de su voz como líder, también fue un espacio para reconciliarse con muchos dolores del pasado.
“Tuve la confianza de poder hablar y desahogarme sobre todas las cosas que me estaban haciendo daño. Los momentos de angustia son difíciles de superar, pero al encontrar personas con las que logramos sacar todo, nos damos cuenta de que no estamos solas. No es hora de callar, por el contrario, es hora de hablar y denunciar. Estas capacitaciones nos mostraron, además, que no somos culpables y que tenemos que denunciar cuando algo está mal”, relata Liliana.
Las violencias no atraviesan a todas las personas por igual. Guadalupe Benavides, mujer con discapacidad visual y lideresa social, ha dedicado años de lucha a mostrar las vulnerabilidades de las personas con discapacidad en Ipiales. Para ella, el proyecto representó una oportunidad de aprendizaje, pero también de fortalecimiento para su liderazgo en el municipio.
“Soy representante de grupos de mujeres con diferentes discapacidades. La información que recibí es una herramienta fundamental para comunicar y formar a otras personas. Nos permitió identificar los tipos de violencias que hay en el entorno y cómo actuar frente a ellas”, comenta.
Guadalupe, quien es líder de la Asociación de Personas con Discapacidad Visual de Ipiales (Asover), destaca que una de las lecciones más valiosas fue comprender que el machismo también puede ser reproducido por mujeres.
“A veces nosotras también replicamos esas mismas violencias. Que se hable de esto de forma constante nos da herramientas para detener esas violencias y para ayudar a quienes las viven a defenderse”, agrega.
También hay líderes que están dando sus primeros pasos y quienes, desde su cotidianidad, buscan acompañar a sus redes cercanas. Cielo, joven activista de 15 años, lidera conversaciones sobre violencia de género en su colegio, en casa y entre sus amigas. Para ella, ‘Raíces y semillas’ desencadenó su interés y ganas de seguir aprendiendo sobre estos temas, asegura, rara vez se discuten en Ipiales.
“Es importante que los jóvenes conozcan sobre sus derechos sexuales y reproductivos, que tengan autonomía sexual y que sepan identificar cuándo su cuerpo está siendo violentado”, destaca. Así mismo, Cielo avizora con lucidez su propio futuro: “informar sobre el placer, métodos anticonceptivos y el aborto es ayudar a tomar decisiones informadas, libres y responsables. Yo quisiera ser una defensora de estos derechos”.

Julio César Ospina, una de las voces más representativas en la defensa de las personas LGBTIQ+ en Ipiales, destaca el papel del proyecto en la visibilización de las violencias que afectan a las personas con identidades de género diversas.
“‘Raíces y semillas’ fue también importante para empezar a cambiar las narrativas sobre la masculinidad en Nariño, un departamento que a la fecha sigue siendo muy patriarcal y machista”, explica el líder Julio César Ospina.
El fortalecimiento de estos liderazgos, según Marta Royo, directora de Profamilia, es uno de los mayores impactos del proyecto, sumado a la articulación regional para avanzar hacia “respuestas más integrales, sostenibles y transformadoras". En Ipiales y en la provincia ecuatoriana de Sucumbíos se sembraron las semillas del cambio, porque —concluye Royo— “la garantía de los derechos sexuales y reproductivos no debe tener fronteras”.
*Contenido elaborado con el apoyo de Profamilia.
