
Transición energética, un desafío del sector productivo
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Transición energética, un desafío del sector productivo
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La industria colombiana consume mayoritariamente energía convencional de combustibles fósiles. Cambiar esta matriz implica acciones en lo institucional y corporativo.
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La descarbonización global ha registrado hitos en el tiempo reciente. En 2021, la generación de renovables alcanzó “un máximo histórico” según la Agencia Internacional de Energía (AIE) y en 2022, la electricidad limpia (renovables y nucleares) “generaron el 39% de la electricidad a nivel mundial” según el Global Electricity Review 2023.
El informe destacó que dicho desempeño marcó un avance sin precedentes para las energías eólica y solar puesto que ganaron participación en la matriz eléctrica mundial, pasando del 10 por ciento en el 2021 al 12 por ciento en el 2022. Sin embargo, el carbón todavía sigue siendo predominante y sobretodo por la influencia de asuntos como la guerra en Ucrania.
Colombia no es ajena a esta dinámica: según la UPME, la participación de los fósiles es de 75,20 por ciento entre 2020 y 2021. En rangos similares también se encuentra el sector productivo nacional.
Según Germán Umaña, ministro de Comercio, Industria y Turismo, “la industria en Colombia es intensiva en consumo de energéticos de origen fósil que se utilizan, fundamentalmente, en usos térmicos y que corresponden a 70% del consumo total de energía. El 30% restante corresponde con el uso y consumo de energía eléctrica”.
Más en detalle, según la plataforma SDG Corporate Tracker, con base en los reportes de los informes de sostenibilidad de las empresas, el 73 por ciento del consumo total de energía es de fuente convencional, mientras que el 27 por ciento corresponde a energía no convencional.
Darle un giro a este modelo implica decisiones de todo orden.
Desde lo institucional, el funcionario explica que una de las apuestas productivas de la Política de Reindustrialización “es por la transición energética justa”. Esto significa avanzar en la producción de energía limpia con énfasis en las no convencionales, en energías renovables y en la producción de hidrógeno verde y azul.
“Esto alimentará otras industrias que puedan utilizar el hidrógeno como sustituto de insumos como el carbón o el gas. Esto se puede dar, por ejemplo, en la producción de fertilizantes, siderurgia, cemento, etcétera”, agrega.
Sobre esta ruta que incide en el crecimiento de la actividad fabril del país, el Informe Nacional de Competitividad 2022-2023, elaborado por el Consejo Privado de Competitividad, plantea: “Un reto importante para el Gobierno es lograr la correcta implementación de todas las políticas en productividad y emprendimiento, y la coherencia con objetivos de reindustrialización, economía popular y transición energética”.
Mientras este proceso toma forma, el sector productivo avanza hacia esa ruta de la descarbonización.
Raúl Ávila, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia y experto en industria, valora la implementación de acciones enfocadas hacia el uso de energías no convencionales y la disminución en la generación de emisiones.
“Muchas empresas están invirtiendo en energías renovables, como la solar o la eólica, para reducir su dependencia de combustibles fósiles y disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, se están implementando estrategias de mitigación de emisiones como la compensación de carbono y la adopción de prácticas de transporte más sostenibles”, asegura.
En el tejido empresarial colombiano, compuesto según tamaño por 0,5 por ciento grandes, 1,6 por ciento medianas, 6,1 por ciento pequeñas y 91,8 por ciento microempresas según el Registro Único Empresarial y Social (RUES), hay iniciativas para mostrar en el campo de la descarbonización sin importar la dimensión de la operación.
En el segmento de las grandes un caso de éxito es el Grupo Argos, uno de los íconos de la actividad industrial colombiana. Esta organización que lidera proyectos en infraestructura en toda América ha alcanzado varios logros.
Ana María Uribe, gerente de sostenibilidad, cuenta que el grupo empresarial ha desarrollado acciones para mitigar y compensar la huella de carbono corporativo que produzcan efectos en el cambio climático e impulsen la transición hacia una economía baja en carbono.
Además, la capacidad instalada en el país, comenta que “el negocio de energía de Grupo Argos proyecta la instalación de más de 1.000 MW solares y eólicos en los próximos años a través de recursos propios y de las plataformas creadas con aliados estratégicos”.
En el segmento de las MiPymes también hay aportes en lo relacionado con la transición energética. Un caso lo protagoniza Greenled Energy, empresa pequeña del sector energético que, pese a tener solo 8 años de vida productiva, ya ha alcanzado resultados medibles.
“Hasta el momento, en compañía de nuestros clientes, hemos logrado dejar de emitir más de 800.000 Kg de C02 a la atmósfera anual, a partir de proyectos en eficiencia energía y autogeneración de energía renovable con paneles solares”, explica Lorena García González, fundadora de esta unidad productiva de Manizales.
