
Andrés Orozco-Estrada, el hombre orquesta
Andrés Orozco-Estrada
Crédito: Colprensa
El colombiano Andrés Orozco-Estrada, uno de los directores de orquesta más famosos del mundo, está en Colombia para dirigir la temporada de ópera. Hoy y mañana se presenta en Bogotá con 'La Traviata', y el 19 y el 21 de este mes dirigirá 'Tosca' en Medellín. La escritora Marta Orrantia, en exclusiva para CAMBIO, habló con él sobre su carrera, sus logros y su amor por Colombia.
Por: Marta Orrantia

De Estados Unidos a España. De ahí a Alemania, luego unos días a Austria, de ahí para Italia, y enseguida de regreso a América, esta vez a Colombia. Andrés Orozco-Estrada no para. Se la pasa viajando, pero no es un piloto sino un director de orquesta, y uno de los mejores del mundo. Su hoja de vida es extensa, a pesar de su juventud. Ha sido director de la Orquesta Sinfónica de Houston, también ha estado al frente de la Orquesta Sinfónica en Frankfurt y este año hará lo propio en Italia con la Orquesta Sinfónica Nazionale della Rai y será el GMD (General Music Director) de la ciudad de Colonia. Este fin de semana, sin embargo, se encuentra en Bogotá, donde dirige la Orquesta Sinfónica de Colombia en la ópera de 'La Traviata', y luego se presentará en Medellín con Tosca el 19 y el 21 de este mes.
Se puede decir que el éxito de Orozco-Estrada radica en su talento, y por supuesto que tiene mucho de eso. También se puede decir que la disciplina con la que emprende su oficio ha sido indispensable para alcanzar la fama, y también esto sería parcialmente cierto. Pero lo más importante es que este director de orquesta, nacido y criado en Medellín, está perdidamente enamorado de lo que hace.
Lo entrevisto mientras viaja de lugar en lugar, ensayando con diversas orquestas e innumerables músicos, y no se le nota el cansancio. Al revés. Su voz es enérgica y alegre y sus palabras son apasionadas, la prueba de que la satisfacción que le da su trabajo supera con creces el cansancio que trae consigo.
Andrés Orozco-Estrada nació en el popular barrio Manrique de la capital antioqueña hace 47 años y desde muy niño mostró un talento excepcional para la música. Comenzó a los seis años tocando el violín, y de esa época del colegio guarda los recuerdos más hermosos. “Realicé todos mis estudios de primaria y bachillerato en el instituto musical Diego Echavarría en Medellín, donde, aparte de las materias regulares, física, matemáticas, en fin, teníamos un énfasis muy centrado en la música y veíamos materias como composición, armonía, apreciación musical, historia de la música. Mis recuerdos de infancia son recuerdos bellísimos, de mucha música y de mucha alegría. Siempre pude disfrutar de jugar fútbol, de tener amigos, de compartir, fue todo un privilegio”.
Ahí mismo, en ese colegio, comenzó a hacer sus primeras aproximaciones a la dirección de orquesta. “Esta transición ocurrió de una manera muy natural, casi como un juego. Yo tocaba el violín en la orquesta de música de cámara y desde ahí siempre estaba muy atento a lo que pasaba a mi alrededor. Yo trataba de aprenderme mi parte rápido para ver a los otros y tener esa sensación de conexión con ellos”. Además de eso, Orozco-Estrada dice que parte importante de su gusto por la dirección viene de la interpretación personal de las partituras, esa búsqueda artística que es común a todos los músicos, pero que desde la dirección resulta una experiencia social y de equipo. “Me interesa ―dice― motivar, trasladarles a los músicos en la orquesta mis ideas artísticas, mis reflexiones, para ir creando esa interpretación juntos”.
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Una carrera como músico y, más aún, como director, no es fácil y mucho menos en un lugar tan competitivo como Viena, que puede ser uno de los centros neurálgicos del aprendizaje de la música clásica en el mundo.
En el colegio se dieron cuenta pronto de su particular talento y los maestros se encargaron de alimentarlo y pulirlo. Le decían de vez en cuando que ensayara a dirigir el grupo y poco a poco fue aprendiendo hasta que una vez, a los 15 años, debutó en televisión como director. “Hicimos un encuentro de orquestas de todo el país. Se llevaba a cabo en la Plaza de Bolívar de Bogotá y se transmitía por la televisión. Ese día la maestra Cecilia Espinosa se enfermó y me llamó a preguntarme si yo me arriesgaba a dirigir la participación de la orquesta de Medellín. Yo respondí que sí, que estaría encantado, y es fue mi primer concierto”.
No se puede decir que el resto fue fácil, ni mucho menos. Orozco-Estrada salió a los 17 años para Bogotá y a los 19 llegó a estudiar a la prestigiosa Universidad de Viena, donde empezó a medir su talento frente a los músicos mejor dotados del mundo. Tenía, sin embargo, la ventaja enorme de llevar consigo toda la alegría y el entusiasmo que le habían inculcado en el colegio y la sensación de maravilla que le generaba estar en un lugar tan especial. Para Orozco-Estrada, “este sueño se renueva día a día. Me levanto en las mañanas con muchas ganas de ensayar, de hacer un concierto, soy muy feliz”.
Una carrera como músico y, más aún, como director, no es fácil y mucho menos en un lugar tan competitivo como Viena, que puede ser uno de los centros neurálgicos del aprendizaje de la música clásica en el mundo. “Hay que decirlo. El proceso de volverse director de orquesta a nivel profesional es muy complicado. Recuerdo algunas situaciones difíciles, sobre todo porque era muy joven y porque no era nativo de Austria, y por lo tanto no tenía esa ‘tradición’, por llamarla así. Pero fueron momentos muy particulares y fueron parte del aprendizaje. Hay que forjar el camino, y en ese caminar uno se encuentra con cosas más complejas, otras menos, y eso es lo que forma el carácter”.
La juventud, en la época en que Orozco-Estrada estudiaba en la universidad, era vista con desconfianza. Sin embargo, ya no es así. Ahora, reconoce, hay muchos directores y directoras jovencísimos y muy talentosos, y ya no existe el temor a la falta de experiencia o de “kilometraje”, como él la llama, en parte porque hay profesores como el mismo Orozco-Estrada, que reconocen la necesidad de abrirles camino a los más talentosos, sin importar su edad o su proveniencia. Hay, sin embargo, retos más complejos en la carrera que los que provienen de fuera. “Lo más difícil ―reconoce ― es encontrar una voz propia, auténtica. El artista debe hallar su manera de expresarse y eso viene de trabajar día a día para descubrir la personalidad propia. Es un esfuerzo interior”.
Ya lo decía su maestra del colegio: “Para ser músico, se necesita estómago”. Y con esto no se refería, o no solo, a tener un estómago fuerte para aguantar horas sin comer, o probando las diferentes comidas que vienen con los viajes y las presentaciones alrededor del mundo. Hablaba de algo más profundo, de una fortaleza emocional. “Ella se refería a ese temple, ese carácter, esas ganas… y si se está dispuesto a entregarlo todo por el arte”.
Cuando Orozco-Estrada dice “todo”, habla de una forma literal. “Es una vida que exige mucho ―explica―, que tiene mucho estrés. Adicionalmente a los viajes, uno se cansa físicamente porque los músicos somos como los deportistas, estamos utilizando el cuerpo para producir música y esa actividad física desgasta mucho. Aparte del talento y la pasión, debemos tener una capacidad de entrega enorme, hacemos muchos sacrificios”.
Uno de ellos, tal vez el más importante, es estar tanto tiempo lejos de su familia. Su mamá, que vive en Colombia, lo ve de vez en cuando, al igual que su esposa y sus hijos, que a ratos lo acompañan a alguna gira o algún concierto, pero con quienes comparte menos tiempo del que quisiera. “Cuando estoy un par de días por casa, a veces una semana, disfruto mucho el hacer cosas sencillas: un paseo, ver una película, comernos un helado, tener un sueño relajado. Es indispensable mantener el equilibrio”.
Ahora, para completar ese equilibrio (y para añadir otra capa a su ya ocupada vida) Andrés Orozco-Estrada se ha convertido en profesor. “Hace dos años me invitaron a ser profesor de dirección de la Universidad de Viena, donde yo tuve el privilegio de estudiar. Tomé la clase de un profesor que se jubiló, es una clase muy pequeña, con mucha gente talentosa".
Como si eso fuera poco, el director sigue vinculado a Colombia, trabajando constantemente con los músicos nuestros y descubriendo allí nuevos talentos. “He tenido la gran suerte y el gran privilegio, no solo de trabajar con las orquestas nacionales, sino sobre todo de estar muy cercano a un proyecto muy bonito que es la Filarmónica Joven de Colombia. Con esta orquesta hemos hecho varias giras, muchas de ellas en escenarios importantes de Europa y Estados Unidos. He visto allí año tras año cómo ese nivel del talento joven del país va creciendo, va siempre en alza. Por supuesto, siempre hacen falta más apoyos, más oportunidades para la cultura en general. Pero de los músicos colombianos tengo que decir que no solo se quedan en el talento, sino que ese talento suena, y suena muy bien”.
