“La bata de cola me dio libertad”: Manuel Liñán, el flamenco ‘queer’ que desafió la tradición
11 Junio 2025 05:06 pm

“La bata de cola me dio libertad”: Manuel Liñán, el flamenco ‘queer’ que desafió la tradición

'Muerta de amor'.

El Festival por la Igualdad se inicia con flamenco, deseo y libertad. La Alcaldía Mayor de Bogotá abre el evento con ‘Muerta de amor’, la elogiada obra del bailaor y coreógrafo español Manuel Liñán. El espectáculo se presentará el viernes 13 de junio, a las 8 de la noche, y el sábado 14, a las 5 de la tarde, en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo.

Por: Redacción Cambio

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Manuel Liñán, Premio Nacional de Danza, regresa al Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo de Bogotá con Muerta de amor, un espectáculo que, como él mismo lo describe, es una bomba emocional. Deseo, vínculos, relaciones imposibles y la intensidad de una sexualidad vivida a escondidas son el alma de una obra que habla desde las entrañas. Con más de 20 años de trayectoria, Liñán ha desafiado no solo el lenguaje del flamenco, sino también los moldes de género y tradición. CAMBIO habló con él sobre su trayectoria artística y de Muerta de amor.

CAMBIO: En Viva, usted exploró su infancia y el descubrimiento de su identidad. Muerta de amor, en cambio, parece hablar de los vínculos, de cómo el amor influye en su cuerpo y en su baile. ¿Cómo entiende su papel de coreógrafo y bailaor al contar una historia tan personal?

Manuel Liñán: Con el tiempo me he dado cuenta de cuánto influyen las relaciones en mi danza. Las más intensas, las que realmente me movieron emocionalmente, han alterado también mi cuerpo. Me pasó algo muy claro: cuando estaba enamorado, mi manera de bailar cambiaba. Respiraba distinto. Había una soltura, una mirada distinta, una gestualidad más libre. También lo contrario: en las relaciones más tóxicas, en esas donde uno insiste aunque sabe que no funcionan, mi cuerpo se tensaba. Todo eso lo he querido poner en escena. Muerta de Amor es eso: cómo las emociones dejan huellas en el cuerpo, y cómo esas huellas pueden bailarse.

CAMBIO: La bata de cola y el mantón son ya parte esencial de su obra, aunque fueron elementos muy polémicos en su momento, sobre todo viniendo de un hombre. ¿Qué significó para usted aquel debut en Jerez, donde el público terminó ovacionándolo?

M. L.: Fue durísimo. Yo tenía mucho miedo. En mi vida personal ya usaba la bata, y la coreografiaba para otras bailaoras, pero hacerlo en público era otra cosa. La infancia no fue fácil. Desde pequeño sentí ese juicio social: que un hombre no podía usar estos complementos, que no estaba bien. Pero llegó un punto en el que entendí que tenía que hacerlo. Por honestidad. Por no seguir fingiendo. Subirme al escenario con bata y mantón fue decir: esto también soy yo. Y aquella noche, en Jerez, el teatro se venía abajo. Me ovacionaron de pie. Es algo que jamás olvidaré.

CAMBIO: ¿Sus padres estaban ahí?

M. L.: No… no estaban. Lo vieron más tarde.

CAMBIO: Su padre soñaba con que usted fuera torero. ¿Cómo lleva él ahora el reconocimiento que ha logrado?

M. L.: Él es feliz con lo que he conseguido. Pero hay cosas que todavía le cuesta ver. Cuando uso la bata de cola, por ejemplo, no viene al teatro. Lo entiendo. Él tenía una ilusión. Yo soy el hijo menor de dos hermanas y, cuando nací, él había quedado inválido en un accidente y no pudo continuar su carrera como torero. Me proyectó en ese sueño. Me enseñaba a torear, pero yo lo odiaba. Lo hacía obligado. El baile fue mi refugio. Y aunque me ha apoyado siempre en mi carrera como bailarín, cuando llegó Viva, con el travestismo, le costó más. No entenderlo —porque lo entiende—, pero sí asumirlo del todo.

CAMBIO: ¿Qué ha significado para usted, en lo artístico y en lo personal, bailar con bata de cola?

M. L.: Libertad. Honestidad. Personalidad. La bata de cola no solo me permite mostrarme tal cual soy, sino que amplía mi lenguaje. Te obliga a moverte de otro modo. A ser más consciente del cuerpo. Me ha hecho crecer como bailaor y como artista.

CAMBIO: ¿Y qué emociones recorren Muerta de amor?

M. L.: Es una obra muy intensa. Yo viví mi sexualidad a escondidas, con culpa, con miedo. Me hicieron sentir que no estaba bien, que decir que te gustan los chicos era algo vergonzoso. Las primeras relaciones las viví casi con arrepentimiento. Y eso marcó mi manera de relacionarme: todo era más intenso, más profundo, más desgarrado. En el espectáculo se atraviesan muchas formas de amar: el deseo, las relaciones platónicas, las que nunca se consuman, las tóxicas, las de amor y odio, las que intentas forzar, aunque sepas que no funcionarán. Y también las más sinceras, las que nacen del cariño, del caminar juntos. Todo eso se baila en Muerta de amor.

CAMBIO: ¿Seguirá abordando estas temáticas desde el baile? ¿Lo queer, lo emocional, lo identitario?

M. L.: Sí, pero no como una decisión política, sino desde la honestidad. Si quiero contar lo que me ha pasado, no puede ser de otra forma. Mi historia incluye la homosexualidad y el travestismo. Eso está en mi cuerpo, en mi vida, en mi baile. Naturalizarlo es poder compartirlo. Si eso sirve para quitar miedos —a otros artistas, a la sociedad—, entonces vale la pena.

CAMBIO: Hablemos de la estética. Todo el elenco va de negro, con un fondo magenta. ¿Qué hay detrás de esa decisión?

M. L.: El color rosa siempre fue un color prohibido para mí. En la infancia, si cogías un boli rosa, te decían que era de chicas, que te gustaban los chicos. Estaba cargado de prejuicio. Por eso, en Muerta de amor está ahí con fuerza. Primero iba a ser todo rosa, pero lo equilibramos con el negro para generar contraste. El vestuario es ambiguo: hay faldas, chándales, volantes. Cada uno se pone lo que le representa. Queríamos diluir lo masculino y lo femenino. Que lo importante fuera el cuerpo en movimiento, no el género que lo habita.

CAMBIO: Usted ha recibido múltiples premios: Nacional de Danza, entre otros. ¿Qué representan?

M. L.: Son una alegría enorme, pero también una responsabilidad. Siento que esos reconocimientos son gasolina para seguir creando. Muerta de amor, que estrenamos hace menos de un año, ya ha ganado el premio al mejor espectáculo en la Bienal de Sevilla, el del público en Jerez y está nominado a tres premios Max. Todo eso te impulsa. Y confirma que compartir desde lo más íntimo tiene sentido.

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