Carlos Elliot, de Risaralda al delta del Mississipi
14 Abril 2025 12:04 pm

Carlos Elliot, de Risaralda al delta del Mississipi

Carlos Elliot.

El guitarrista y compositor Carlos Elliot ha desarrollado un trabajo muy destacado como intérprete del blues en Estados Unidos. Recientemente, lanzó el álbum 'Soul Boogie'.

Por: Eduardo Arias

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Carlos Elliot es un músico de Pereira que se radicó en Estados Unidos y que nunca ha dejado de apostarle a la calidez de la música análoga, la que se interpreta sin ayudas tecnológicas, que graban todos los músicos al tiempo como si fuera un recital, y se registra en cintas magnéticas de carrete. Hace pocas semanas lanzó Soul boogie, su quinto álbum, y lo grabó en los estudios Right Coast Recording, ubicados en Columbia, Pennsylvania (Estados Unidos), un santuario del sonido analógico donde aún funcionan equipos utilizados en los años setenta por leyendas como The Rolling Stones o Yes. La producción estuvo a cargo de Bobby Gentilo.

Soul Boogie combina ritmos ancestrales, rock y funk con el espíritu del blues del Mississippi. El álbum lo componen 11 canciones cantadas en inglés y español. Puede oírse como un viejo disco olvidado de los setenta que descubrió de casualidad algún melómano, y a la vez como una exploración musical inédita en el siglo XXI. y grabado en bloque, sin edición digital. 

Además de Carlos Elliot (guitarra y voz), en el álbum participan, Bobby Gentilo (bajo y guitarra) y Edu Oviedo (batería). Desde el 14 de marzo está disponible en plataformas y las ediciones especiales en vinilo y CD comenzaron a distribuirse durante los eventos de la gira promocional, que comenzó en abril por juke joints del Mississippi y Nueva Orleans, que son negocios informales similares a una taberna o bar, tradicionalmente frecuentados por afroamericanos. CAMBIO habló con Carlos Elliot acerca de este trabajo y de su trayectoria como músico.

CAMBIO: ¿Cómo definiría usted su nuevo álbum Soul Boogie?

Carlos Elliot: Soul Boogie es un viaje sonoro sin igual, que conecta con nuevas realidades a través de diversas emociones y paisajes. Es una declaración del alma en su danza, en ese ritual alrededor del fuego interno, como el ave que en vuelo alto caza la gracia salvaje que eleva su espíritu. Este disco tiene un pie enraizado en lo ancestral indígena y africano del blues, mientras el otro recorre caminos del mundo, creando una alquimia musical que, hasta hoy, solo había sido posible en la imaginación. De esta explosiva mezcla emergen guitarras que aúllan como coyotes sacudiendo la noche y baterías que laten como corazones al galope, todo envuelto en una atmósfera eléctrica que invita a una sola danza colectiva. Son 11 canciones con un sonido fino y potente, gestadas durante cinco años, grabadas de forma analógica, hechas para nutrir el alma y despertar los pies danzantes.

CAMBIO: ¿Cuándo comenzó a interesarse por la música?

C. E.:  Me inicié desde pequeño escuchando rock 'n roll, una experiencia que transformó mi visión del mundo. Comencé a percibir realidades posibles que trajeron consigo un vínculo profundo con la poesía y la literatura, estimulando primero la creatividad desde la palabra, la búsqueda y la introspección, antes que la maestría técnica de un instrumento. Esto tejió vínculos con aquellos que tenían discos, juntándonos para escuchar y compartir, iniciándome así en la gestión colectiva, que hasta hoy también define nuestra obra. Al final de la secundaria, comencé a conformar bandas, y a tocar mis canciones. Fue entonces cuando me redescubrió el blues y el llamado del ancestro, todo floreciendo de esa fascinación por la música que ha dibujado el mapa de mi vida y mi sendero artístico.

CAMBIO: ¿Cómo fue su paso de Risaralda a Estados Unidos?

C. E.: Del Otún & el Mississippi es un disco crucial en nuestro catálogo que narra el origen de nuestra historia. Refleja el viaje del colombiano de provincia, de montaña, que con su guitarra y sus canciones logra llevar, en onda expansiva, un mensaje de unidad, amor y liberación, desde los pequeños juke joints del Mississippi hasta grandes escenarios del mundo. Siempre he vivido en la montaña mágica Otún-Quimbaya: parto y siempre regreso a ella. Es mi centro, mi fuente, el santuario natural donde mis experiencias convergen y se transforman en música. En el cruce de caminos, el paso del bluesman del Otún por los vecindarios del mundo. Somos todos los caminos recorridos. Aho mitakuye oyasin.

La banda
De izquierda a derecha: Edu Oviedo, Bobby Gentilo y Carlos Elliot.

CAMBIO: ¿De dónde surgió Elliot?

C. E.: En Dosquebradas, Pereira y Manizales, donde inicié mi carrera musical, siempre fui conocido como Carlos Elliot, ya que mi banda anterior se llamaba Elliot's Happiest Days. Este concepto surgió como una creación literaria que nutrió mis composiciones y terminó convirtiéndose en identidad y nombre artístico. Posteriormente, incorporé el "Jr." a mi nombre artístico. Carlos Elliot Jr. nació en los juke joints, donde mis interpretaciones evocaban el espíritu de Junior Kimbrough. El apodo surgió naturalmente entre quienes reconocían mi afinidad con el sonido del legendario bluesman de Holly Springs, Mississippi.

CAMBIO: Háblenos un poco de su trayectoria y de sus anteriores álbumes.

C. E.: El destino me condujo a la cuna del blues, al mítico cruce de caminos en el delta del Mississippi, donde descubrí que sus raíces indígenas y africanas pulsaban con un ritmo sorprendentemente familiar a mi sangre latina. Esta mezcla única, comparable al fenómeno mestizo de la cumbia, representa el encuentro de mundos distantes pero entrelazados por hilos invisibles. Tal revelación me otorgó la voz auténtica y la convicción necesaria para expresar mi alma en este lenguaje universal.

CAMBIO: ¿De qué manera usted logró integrarse a esa colectividad?

C. E.: Nos forjamos en los juke joints, templos del blues rural, portales que rompen el tejido del tiempo. Regularmente tocamos por cinco o seis horas, en trance colectivo. Noches interminables me abrieron las puertas a una hermandad, en una escena resiliente, mística, leyendas como James T-Model Ford, Robert Wolfman Belfour, y RL Boyce, con manos agrietadas por arduo laburo, maestros del sonido crudo y guardianes de ritmos hipnóticos, me acogieron como uno más, compartiendo no solo técnicas sino filosofías de vida.

CAMBIO: ¿Cuál ha sido el resultado de su trabajo como músico en ese ámbito alejado de las grandes mecas de la industria musical?

C. E.: Este camino me ha llevado a ser reconocido como pionero del hill country blues latinoamericano, dando vida a un género que, como una ceremonia alrededor del fuego, es a la vez festivo y solemne, danzante y contemplativo. Sus pulsaciones han encontrado eco en escenarios de 16 países a través de América, Europa y Asia, donde el público reconoce algo familiar en nuestra música, como si sus cuerpos recordaran un ritmo que nunca supieron que conocían.

CAMBIO: ¿Cómo ve usted la escena del rock y del blues en Colombia?

C. E.:
Las escenas musicales vienen por olas de tendencias. Conozco la audiencia exclusiva que busca sonidos nuevos y emociones profundas, reales, que mantiene un afecto íntimo con el blues, el jazz o el rock de vanguardia, porque eso les proporciona. Existen algunos encuentros importantes en ciertas ciudades de Colombia que continúan alimentando el movimiento, pero siento que la escena como tal viene aún en crecimiento.

CAMBIO: ¿Y en el mundo?

C. E.:
En el panorama mundial percibo que géneros como el blues, la cumbia o las músicas del mundo en general se relacionan con manifestaciones del alma. Más que hablar de escenas de nicho, creo en las audiencias expansivas que buscan música auténtica y real, capaz de acercarlas a experiencias verdaderas. Siento que el movimiento va con tótems en ascenso.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí