
Cómo perderse en ‘La vorágine’ sin morir en el intento
'Perderse', montaje de Teatro Petra.
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El Teatro Petra presenta ‘Perderse (una visita a La vorágine)’, su muy original versión de 'La vorágine', que logra traducir al lenguaje del teatro contemporáneo la esencia de una novela publicada hace 100 años .
Por: Eduardo Arias

Hasta el 14 de diciembre se presenta en la sede del Teatro Petra Perderse (una visita a La vorágine), una adaptación de la novela de José Eustasio Rivera que conecta la realidad que se vivía hace cien años en la Amazonia colombiana con los tiempos actuales. Es una reflexión sobre la codicia, la ambición, la explotación y la lucha humana en un entorno hostil. El director y autor de la versión es Fabio Rubiano. En la obra participan Marcela Valencia, Julián Román, Lucho Velasco, Liliana Escobar, Alejandra Chamorro y Juan Diego Marín. CAMBIO habló con Rubiano acerca del proceso creativo que los llevó a este montaje y los retos que enfrentaron.
CAMBIO: ¿Cómo abordar desde el teatro una pieza literaria cargada de descripciones, reflexiones y un lenguaje poético?
Fabio Rubiano: Volviéndola teatral. El teatro, a mi modo de entender, no es descriptivo. Tú no puedes hacer descripciones del paisaje, de la selva, del territorio, ni siquiera de los personajes, a menos de que eso influya en la acción. El teatro se mueve por las acciones. Entonces, lo primero es limitar el lenguaje descriptivo. Luego, limitar el lenguaje poético para que la voz de los personajes sea un poco más verosímil. En literatura se aguanta que los personajes hablen poéticamente, en teatro se vuelve muy difícil. Pasar del libro al montaje siempre es un proceso complejo porque estamos hablando de una obra maestra, de una obra que es significativa, que se compara con Cien años de soledad como la obra más importante de la literatura colombiana. Sí tiene muchas coronas esa novela. Entonces siempre había una responsabilidad.
CAMBIO: Háblenos un poco del proceso que los llevó del libro al resultado final en el escenario.
F. R.: Lo primero es cómo mantener el espíritu original de la novela, de lo que quería Rivera o de lo que aparentemente quería por lo que dicen las investigaciones, y empezar a transmitir eso. Rescatar elementos de humor, por ejemplo. Casi siempre se le da ese carácter canónico de que es una pieza sagrada, que solamente habla del dolor y de la selva y de la crueldad que existe en este territorio. Entonces tiene rasgos de mucho humor y de mucha ironía. Y lo más importante era cómo hacer la selva. Porque es una pieza cuyo referente principal es la selva. Todo el mundo dice: “La selva”. Todos nosotros como citadinos no nos podríamos ir hoy a vivir a la selva. No podíamos hacer ese tránsito y así nos hubiéramos ido a vivir unos meses, tampoco hubiéramos rescatado el espíritu de la selva. Entonces, ¿cómo poder narrar desde acá, desde nuestro punto de vista y hacerlo de la manera más honesta? Por eso toda la escenografía es una enorme oficina. Muchos escritorios, muchos papeles, muchos documentos. Esa es nuestra selva. Los cables que conectan todos los conmutadores, las máquinas, los teléfonos todo el cableado y sobre todo el proceso burocrático que significaba esta cantidad de papelería y las órdenes que venían desde Bogotá, Lima, Nueva York y Londres frente a las caucheras, frente a las comunidades indígenas, frente a la economía, frente a los colonos, frente a los socios como Arana y los pastusos. O sea, hay una selva de la cual sí podemos hablar y es la que mostramos en el escenario.
CAMBIO: ¿Podría decirse que es una creación colectiva?
F. R.: Todo se hace en grupo, Si bien yo presento una versión mía de La vorágine, la versión la voy pasando a pedazos, por momentos y el grupo empieza a apropiarse de eso. En la medida en que el grupo se apropia, retroalimenta una reescritura de lo que yo ya había hecho. Entonces el personaje de Zoraida que hace Marcela se alimenta con todos los elementos que ella le incluye, con todo el color, con todo el vestuario, con todos los tocados, con su tono, con su risa. Arturo Cova y Alicia, como la pareja amorosa, encuentran una conexión muy particular, muy especial y captan de inmediato ese sentido irónico que se le pone al melodrama, sin llegar a burlarnos del melodrama porque a mí me parece un género muy digno. Ellos logran entender eso.
CAMBIO: ¿Cómo fue el trabajo para darle el tono a los antagonistas?
F. R.: Julián Román, el otro antagonista, que hace de Narciso Barrera y que está conectado con Zoraida Ayram por esa categoría que tienen de antagonistas, hace un trabajo formidable y entiende perfectamente que la referencia es Nosferatu. Es alguien que es un vampiro que puede tener abrigos en medio de la selva. Y están Griselda y el indio Clemente Silva, dos personajes que no tienen lujo, riqueza y que no son ilustres, pero dentro de ese territorio tienen un gran poder.
CAMBIO: En Perderse es muy importante Clemente Silva.
F. R.: Sobre Clemente Silva debo decir que en la novela él no es indígena, pero a nosotros nos interesaba poner la población indígena y la representamos en él. En la novela no es indígena, pero sí tiene una relación muy cercana con las comunidades. Tiene un problema que tienen muchas de las comunidades y es que está buscando dónde está enterrado el cuerpo de su hijo, que esa es una de las grandes conexiones con el presente.
CAMBIO: ¿Cómo ve usted a Griselda?
F. R.: Griselda, más allá más allá de ser la figura sensual, el símbolo de la mujer de trajes vaporosos que puede que inquiete a Arturo Cova, también tiene un poder porque ella no se deja. Puede coquetear, puede lanzar miradas, puede generar los celos de Alicia, pero ya no se deja a pesar de que Arturo Cova es un depredador que coge lo que aparezca a su lado. Entonces son tres bloques muy concretos: los personajes destacados, que son Griselda y Clemente Silva; los personajes con poder y grandes antagonistas, que son Zoraida Ayram y Narciso Barrera, y los protagonistas, que son Alicia y Arturo, que a pesar de no ser del territorio se caracterizan por su humildad o por su sencillez, tienen un grado de poder bastante significativo.

CAMBIO: ¿Cómo fue ese recorrido de ustedes como grupo de teatro por esos territorios donde transcurre la novela?
F. R.: El recorrido por los territorios que explora la novela es muy interesante. Por eso le pusimos Perderse. Porque es una novela en la que uno se pierde. Se pierden los protagonistas, se pierden los antagonistas, se pierde el lector. Erna von der Walde, que fue maestra mía, siempre decía que lo que más necesitaba La vorágine era mapas. Por eso ella sacó su edición cosmográfica, que son los mapas, para que uno se ubique por dónde va. Hay otros territorios que son los territorios literarios. Es una pieza que dicen que tiene tres narradores. Para mí tiene cuatro. Pero bueno, hay muchas voces ahí. Es un territorio donde se pierde uno en el concepto que había hace 100 años sobre las relaciones que existían entre unos y otros. Hay una cosa como injusta. Dicen que Alicia no tiene ningún papel determinante en la novela y yo creo que es uno de los personajes que tiene un arco más fuerte porque empieza siendo una niña de ciudad capitalina muy consentida y termina enfrentándose con grandes varones de la selva, siendo ella mujer en un territorio tan hostil y logrando mantener su dignidad, su honra, sus principios. Es una mujer que se transforma. El papel de la mujer es muy importante. Miremos a Zoraida, Griselda, Clarita y la misma Alicia.
CAMBIO: ¿Más allá de que trate temas comunes a la Colombia de hoy como la violencia y el extractivismo, ¿qué tan contemporánea es La vorágine, su mirada del mundo que describe?
F. R.: Creo que es terriblemente contemporánea. Y digo terriblemente porque hay muchos de los elementos que narra la novela que todavía están vivos y palpitando. Obviamente no tanto. Ahora hay más respeto por las comunidades indígenas, hay más entidades de control sobre ese tipo de explotación tanto del campo de los recursos naturales en relación con el extractivismo y con las poblaciones que hay allá, la defensa del territorio. Hemos tenido avances, pero hay muchos problemas que están repitiéndose hoy en día. Creo que están vivos todavía. Literariamente me parece un portento. Claro, a veces es pesada, farragosa, es melodramática, pero también siento que él usa el melodrama como un mecanismo para conectar con los lectores de la época y todavía conecta con los de esta época. Dicen estudios que él quería escribir una historia de amor, pero que había tanta brutalidad y tantas cosas para contar que la historia de amor se diluyó y a pesar de sus luchas terminó siendo una novela, que narra un momento más doloroso que amoroso, incluidos el inicio y el final.
Perderse (una visita a La vorágine)
Teatro Petra
Carrera 15bis No. 39-39
Funciones de miércoles a viernes a las 8:00 p.m.
sábado a las 6:00 p.m. y 8:30 p,m.
