
Según José Navia Lame, “el cronista es sobre todo un curioso”.
Crédito: Tomado del Premio Simón Bolívar
Cuarenta años de sombra y luz en la pluma del cronista José Navia
- Noticia relacionada:
- Entrevistas
- Medios de comunicación
- Libros
En sus años como cronista, José Navia ha escrito cientos de historias que retratan la realidad de Colombia. En entrevista con CAMBIO habló de lo que ha sido su carrera periodística, la situación del país y, sobre todo, de su más reciente libro ‘Un país de sombra y luz’.
Por: Santiago Luque Pérez

Durante casi cuarenta años, José Navia Lame ha narrado a Colombia. La voz de sus crónicas ha estado marcada por su origen: campesino, indígena nasa del Cauca, miembro del comité estudiantil de su colegio; hasta los 7 años recogió café, después creció en un barrio popular de Popayán y, años más tarde, migró a Bogotá “con una mano adelante y una atrás”.
Su interés por hacer crónicas se despertó desde que era estudiante de la Uninpahu. Navia cuenta que un profesor les pidió una nota sobre un tema y él decidió “escribir una historia”. Desde ahí siempre intentó contar historias, pues reconoce que nunca se le dio la noticia. “Me pasan aquí al frente y no las veo”, afirma.
Su facilidad para contar historias se debe, quizá, a los libros de la Editorial Bruguera y del Círculo de Lectores que había en su casa. Aunque no sabe cómo llegaron, porque su familia nunca tuvo suscripción, lo cierto es que le sirvieron para escribir cientos de crónicas sobre muchos lugares de Colombia.
Parte de su obra acaba de ser recopilada y publicada bajo el título Un país de sombra y luz. Travesías periodísticas por la editorial de la Universidad del Cauca en una colección Poster is Lumen conmemorativa por los 200 años de la institución. Con este libro, en las propias palabras del autor, se marca un cierre en su vida de cronista, en la que ganó premios como el Rey de España, el Simón Bolívar y el de la Sociedad Interamericana de Prensa, entre otros.
En entrevista con CAMBIO, Navia habla de las historias que escribió, de la resistencia de los colombianos en medio de tanto dolor que ha dejado el conflicto armado. También hace una reflexión de la situación actual del departamento del Cauca y del periodismo.

La resistencia en medio del dolor
El 24 de noviembre de 1997, tres días después de la masacre de La Horqueta, en Tocaima, en las páginas de El Tiempo se publicaba una crónica en la que se narraba cómo los familiares de las víctimas mortales esperaban la autorización para poder retirar los cuerpos. En medio de ese panorama de dolor, en el hospital San Rafael de Tocaima, uno de los campesinos de la zona de la masacre se convertía en padre.
Un domingo de vida y muerte en Tocaima es muestra de la luz que siempre aparece en los textos de Navia, aun en los momentos más trágicos. El cronista dice que no es casual: “Siempre he tratado de mirar los dos aspectos. Ese equilibrio que hace que el país no se despedace”.
Para el libro reunió cerca de 150 crónicas periodistas, de las que se eligieron 68, lo que, en las estimaciones de Navia, puede representar solo un 10 por ciento de lo escrito durante toda su carrera. Muchos de los textos hacen parte del conflicto armado, principalmente de la década de los 90 en adelante, y tienen algo en común: la resistencia de las comunidades.
“Yo creo que este país no se ha caído a pedacitos porque en todo lado, en todas las veredas, uno se encuentra a gente trabajando para que eso no ocurra”, añade el cronista.

Esto se ve reflejado en Las mujeres del Valle Encantado, crónica en la que narra la historia de un grupo de mujeres que han perdido a sus esposos, hijos o hermanos. Desplazadas, resisten por medio de una olla comunitaria y logran que les adjudiquen un predio en Montería, Córdoba, para volver a empezar.
Pero escribir sobre el conflicto armado no es fácil. José Navia reflexiona que: “Para ser cronista de este tipo se necesita que a uno le interese y le duela el país. Porque el conflicto armado y los otros conflictos que vive Colombia son una tragedia permanente para muchísima gente”.
Por ello, hacer la recopilación de las historias que hoy hacen parte del libro no fue fácil. “De nuevo hubo lágrimas, porque a mí me cuesta a veces contar esto”, cuenta. Y añade que fue duro darse cuenta de que muchas cosas no han cambiado. “Es una cuestión cíclica”, afirma.
Una guerra que se recicla
Una de las primeras crónicas que escribió José Navia, y que está en el libro, fue En el campamento del Quintín Lame, que se publicó hace 40 años en el Magazín del Día. En ella, el periodista relata su viaje al corazón del grupo guerrillero indígena. Aunque los relatos de conflicto armado y de los pueblos indígenas están muy presentes en sus textos, también ha escrito de las cotidianidades y de los barrios marginales.
Al igual que el tono de su voz como cronista, los temas que ha elegido para trabajar se deben a sus orígenes. De hecho, Navia recuerda que en alguna ocasión un editor le preguntó: “¿Por qué usted se empeña siempre en contar historias de zonas marginales urbanas?”. La respuesta fue: “pues es que yo he hecho ese recorrido, yo he pertenecido a ese mundo. Si yo que llegué a este medio que es nacional, no lo cuento, ¿quién lo va a contar?”.

Por ello no es casualidad que el departamento del Cauca, de donde es originario, aparezca una y otra vez en sus relatos. De hecho, el municipio en el que más trabajos ha hecho, y que conoce casi de memoria, es Toribio. “Es el sitio que yo llevo en el corazón”, dice.
Al nombrarle al departamento de Cauca, Navia hace un panorama de lo que sucede allí. Sabe que, para la fecha de la entrevista con CAMBIO, la Panamericana estaba bloqueada y conoce las razones: “Lo que piden realmente vienen siendo las mismas cosas de siempre, atención en el tema de salud, inversión en sus resguardos, el tema de la violencia que se ha ido incrementando”.
Además, nombra de memoria a los grupos armados que se están disputando el control territorial. Sabe que están los frentes Jaime Martínez, Dagoberto Ramos, Yair Bermúdez de las disidencias; también el ELN y el Clan del Golfo. A pesar de la confrontación entre los grupos armados, lo que le sorprende a Navia es “el reciclaje permanente”, comportamiento que le permite a una persona pasar de un grupo a otro sin importar si antes fueron sus enemigos.
Navia ha visto, vivido, leído y escrito del conflicto por décadas. Ante la pregunta de si algún día vamos a tocar fondo y salir de esto, responde que no sabe cuál será ese fondo: “Es que hace unos cuantos años se decía que habíamos tocado fondo y mira”. También menciona como ejemplos cuando Bogotá estuvo sitiada y la masacre del Salado. “Cada vez como que encontramos nuevas maneras de profundizar el conflicto, de deteriorar el conflicto y uno no sabe dónde va a terminar esto”, concluye.

El juicioso trabajo del cronista
Cuando José Navia estuvo en las salas de redacción, el periodismo se movía a otro ritmo. Ahora, en su opinión, a los medios escritos les llega tanta información que “ya no tienen ni dónde meterla”. Además, cree que una de las razones por la que cada vez hay menos cronistas en las redacciones es por los problemas económicos que han limitado los viajes para hacer la reportería, pues ahora se hacen ecuaciones de costo o beneficio, las cuales antes no existían. “Una buena historia periodística valía porque sí”, recuerda.
A pesar de los cambios, varias generaciones de periodistas se prepararon con Navia, pues durante años mezcló su trabajo como reportero con el de profesor universitario. “¿A qué altura sobre el nivel del mar está Nemocón?”, preguntó en una salida de campo con estudiantes de periodismo. Nadie respondió, así que todos jugaron a adivinar. Al dar la respuesta les dijo a los alumnos que era importante buscar información de los municipios a los que iban a hacer reportería.

Ese método lo aplicaba en su cotidianidad. En las décadas en las que escribió crónicas, no solo investigaba los lugares a los que iba, al punto de usar Google Maps para hacer recorridos virtuales, también tenía arduos horarios de trabajo. Las jornadas empezaban a las 5 de la mañana y las últimas entrevistas las terminaba alrededor de las 9:00 de la noche. Así podían pasar varios días de reportería.
El método de entrevistar y contrastar fuentes fue tan juicioso que hoy se enorgullece de que en 40 años nunca recibió ninguna carta en la que se le acusara de mentir en sus crónicas. En Entre el caimán y la culebra, uno de los textos que recopila en su más reciente libro, se sabe, por lo descrito, que Navia habló con al menos 50 personas para conocer su opinión de una posible zona de despeje en el sur de Bolívar entre el gobierno de Andrés Pastrana y el ELN.
Quienes han pasado por una sala de redacción saben lo difícil que es ser periodista. Muchos pasan por ahí, pero pocos se quedan para lidiar con el correr que trae la noticia diaria. Pero Navia dice que se ha mantenido en el oficio porque es lo que le gusta hacer en la vida. Añade que esta resistencia proviene “de ser colombiano, de ser caucano y de tener herencia nasa”.

Pero con casi 66 años es difícil continuar con su riguroso método de trabajo. Por ello, Navia cree que con Un país de sombra y luz también se da su cierre como cronista. “Ahorita hago eso un día, pero al siguiente ya no doy. Y para hacer las cosas de otra manera es complicado”, dice.
Por ahora, hace buen uso de su retiro para pasar tiempo con sus hijas y viajar entre Bogotá, el Cauca, el Eje Cafetero y, de vez en cuando, también se escapa fuera del país. Sin embargo, no es definitivo que su pluma de cronista se haya quedado quieta. Aún está a la expectativa de escribir un par de cosas de largo aliento. El tiempo dirá si José Navia sigue narrando el país o pasa a ser un espectador más de lo que pasa.
