
“Nos cuesta exponernos frente a ciertos temas y develar nuestras propias contradicciones”: Juan David Correa
Juan David Correa.
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¿Cuáles son esos temas que, como individuos y sociedad, preferimos callar? Juan David Correa quiere conversar acerca de ellos y para eso puso en marcha el podcast 'Conversaciones pendientes'.
Por: Eduardo Arias

Conversaciones pendientes se llama el nuevo podcast que acaba de estrenar Juan David Correa. Hasta hace poco ministro de Cultura, Correa ha sido un periodista cultural muy reconocido, además de gestor de la cultura y escritor. Su nuevo proyecto no sigue el modelo de la entrevista, sino que propone una conversación con su invitado, que no necesariamente está de acuerdo con él. CAMBIO habló con Correa acerca de las motivaciones que lo llevaron a estableces estas conversaciones pendientes.
CAMBIO: ¿Cómo nació la idea del podcast?
Juan David Correa: El podcast nació como la prolongación de unas ideas que yo vengo pensando hace mucho tiempo y es la necesidad de que en este país podamos conversar de asuntos que hemos aplazado como sociedad, como periodistas, como intelectuales, como habitantes, como ciudadanos. Esas conversaciones pendientes creo que también han producido una desconfianza, un miedo a abordar temas que no siempre son cómodos. En el Ministerio de Cultura se hicieron algunas con Marta Ruiz, con Helena Urán, con Ángela María Buitrago, con Mario Duarte y con otras personas sobre clasismo, racialización y otros temas que yo creo que son culturales del país. Al salir del Ministerio decidí tomar la iniciativa de seguir adelante.
CAMBIO: El título del podcast es muy sugestivo. Puede leerse de diversas maneras. ¿Qué lo motivó a llamar así el proyecto?
J. D. C.: Yo siempre estuve convencido de que las conversaciones pendientes no le pertenecen a nadie ni son una marca: son simplemente una necesidad que tenemos todos de conversar, escucharnos y hablar en voz alta, y por eso se llama conversaciones pendientes. Eso que no hemos querido decirnos y que nos tenemos que decir. No como se ha planteado en el pasado, para sentar gente necesariamente antagónica o que representa radicalmente dos ideas, sino precisamente para discutir ideas más que personajes.
CAMBIO: ¿Y por qué están pendientes esas conversaciones?
J. D. C.: Creo que nos cuesta pensar y discutir en voz alta porque nos cuesta exponernos frente a ciertos temas y develar nuestras propias contradicciones, que las tenemos todos. Somos seres contradictorios, paradójicos, que tenemos por supuesto fracturas, que tenemos fallas morales, que somos humanos y eso me parece interesante de una idea filosófica fundacional. Por lo menos en occidente que es la conversación platónica o el diálogo platónico.
CAMBIO: ¿Cuál es el perfil de las personas que piensa invitar?
J. D. C.: Quiero invitar sobre todo personas que puedan hablar de temas que los interpelen en dos sentidos. Uno, en un sentido personal, es decir, que haya una contradicción que puedan encarnar. Dos, que sepan y puedan pensar del tema que quiero tratar. En ese sentido, Omar Rincón, en el primer programa, habló de medios. Pero también habló de una sensación que yo tenía sobre él y es que su discurso también había sido un poco expulsado o eludido por cierto sector de la cultura colombiana, que creyó que su discurso, que es el de todos estos analistas, antropólogos, historiadores y pensadores culturales de los años 90, era una especie de discurso antropológico que había que sobrepasar y dedicarse sólo a hablar de industrias culturales, artes plásticas, taquillas, economías naranjas y ese tipo de cosas. Yo creo que Omar encarna eso.
CAMBIO: ¿Cuál es el siguiente invitado?
J.D.C.: Sara Tufano, que fue parte del Movimiento de la Colombia Humana. Es una socióloga de izquierda que fue contradictora de su movimiento cuando señaló a Hollman Morris como abusador. Obviamente le costó una distancia con ese movimiento y finalmente terminó no siendo parte de este gobierno. Con ella hablamos de feminismo de izquierda, lo compleja que es en este momento esta relación. Se refirió a la historia del feminismo y a los momentos de contradicción que ha tenido, en la revolución francesa, en las revoluciones de las repúblicas americanas, también en el siglo XX, la revolución soviética, lo que significaron las mujeres en las huelgas, en los movimientos revolucionarios. también o que significan hoy, que es tal vez el momento más complejo. Aunque ha habido avances, el patriarcalismo está instalado en las formas y en los seres machistas que también llegan por parte de la izquierda. En esa contradicción nos movimos para conversar. Y este domingo la invitada es Margarita Rosa de Francisco.
CAMBIO: Desde la perspectiva de su trabajo como periodista, escritor, gestor cultural y exministro, ¿cuál es la importancia de conversar en este país, en este planeta y en estos tiempos que corren en los que, se supone, estamos más conectados y comunicados que nunca?
J. D. C.: Yo creo que la conversación en Colombia es una palabra que me acompaña a mí desde que tengo memoria y probablemente a usted también. Yo, desde que tengo recuerdos, en el año 82 en este país se estaba hablando ya de diálogos de paz, de conversaciones de paz, y una y otra vez en sucesivos momentos de nuestra historia no hemos hecho más que pensar en cómo dialogar o cómo esos diálogos van a producir un cambio sobre nosotros mismos. Sin embargo, y paradójicamente y he usado mucho la palabra paradoja porque cada vez me interesa más, parece que esas conversaciones se volvieron responsabilidad de las instituciones y de los gobiernos y nos olvidamos como sociedad de proponernos a nosotros mismos temas, complejos como hablar en la mesa del comedor de política, de sexualidad, de economía, de justicia social, de interculturalidad, de trasculturalidad, de racialización, de nuestras obvias contradicciones frente al clasismo, a los estratos sociales, que son un tema cultural que ha penetrado a la gente, a nuestra relación con la naturaleza, por ejemplo. Hemos convertido a las plantas en enemigas como si ellas tuvieran la culpa: la coca, la marihuana, la amapola, y no al revés: de la cultura que hemos producido también alrededor del narcotráfico, del dinero fácil.
CAMBIO: ¿Cómo han surgido los temas que usted piensa llevar al podcast?
J. D. C.: Todos esos temas hacen parte de nuestra vida cotidiana, de una idea que hemos discutido con algunas personas como Vera Grabe o Gina Jaimes, o con mucha gente en el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes como Francisco Javier Flórez y Rosario Arias en el Archivo General de la Nación, Daniela Sánchez Russo en el Instituto Caro y Cuervo, con Elena Caicedo en el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, con Adriana Martínez, la directora de la Biblioteca Nacional, con amigos como Giuseppe Caputo. Son temas que necesitamos poner en la agenda pública para no seguir hablando de personas y de sus vicios, de sus filias, de sus fobias, de sus fallas, de sus retrasos, de sus tristezas, y empecemos a hablar de temas. Creo que es por ese lado yo quisiera enfocar estas conversaciones. Recuperar lo humano, el contacto físico, pensar en voz alta con otro, también para equivocarse, porque estas conversaciones no buscan ser una entrevista ni dilucidar la vida de alguien sino pensar con alguien temas que iremos poniendo cada semana.
CAMBIO: ¿Quiénes más participan en el proyecto?
J. D. C.: El formato lo creé o lo propuse yo, pero lo hacemos con Daniel Correa, mi hermano, en Radiola Estudio, y con José Luis Arzuaga, de Chapicast, el director de cine que es aliado de este proyecto. Somos un equipo de tres personas trabajando con la fuerza de lo que tenemos. Por ahora simplemente empujando nosotros el carro y por supuesto ojalá se sume gente y les interese esta idea a muchos porque sería maravilloso llevar estas conversaciones a muchos lugares del país, hablar con gente de temas como las culturas campesinas, la gente afro, cuál es la idea de una posible identidad nacional para nosotros, qué símbolos nos unen, qué símbolos están en disputa. Y qué ha querido decir también este momento de transformación que para mí ha sido indudable, estamos en un cambio muy profundo. Nos guste o no nos guste, hay cosas que a muchos no les gustan y están en su legítimo derecho de decir que no les gustan, pero el país se transformó, cambió. Son 50 o 60 años de movimientos sociales de mujeres, campesinos, sindicalistas, artistas, periodistas que han impulsado un cambio en este país.
CAMBIO: ¿Y cómo ve usted ese cambio?
J. D. C.: La concreción de ese cambio ha sido difícil, compleja, y va a necesitar de paciencia, imaginación, de tranquilidad y yo creo que de conversación, de mucha conversación, para volver a reconocernos como humanos, como personas que pueden tener agonismos más que antagonismos, personas que pueden tener y pensar distinto, ser diferentes y seguir caminando juntos y no llegar a la violencia, que es lo que nos ha asumido en este país en tanta tristeza, gracias también a un abandono estatal y a una idea de encerrar las conversaciones dentro del poder y no convertirlas en una potencia social, política y cultural.
