Johann Sebastian Guzmán: del swing a la batuta
18 Julio 2024 10:07 am

Johann Sebastian Guzmán: del swing a la batuta

Johann Sebastian Guzmán.

El director colombiano Johann Sebastian Guzmán, sigue los pasos de su maestro, el famoso Andrés Orozco-Estrada. A pesar de su juventud, ya ha dirigido las orquestas sinfónicas de Nápoles y París y ahora está en Colombia con su mentor para acompañarlo en la dirección de la temporada de ópera. 'Tosca', que se presenta el 19 y el 21 en Medellín, es su próximo reto.

Por: Marta Orrantia

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Podría decirse que, con ese nombre, Johann Sebastian estaba predestinado para la música clásica, pero lo cierto es que no fue por Bach que sus padres lo bautizaron, sino porque a su mamá le gustaba tanto el nombre Joanna  como el nombre de Sebastián, por un actor de telenovela.

Podría decirse también que ha tenido mucha suerte, porque a sus escasos 29 años ya se perfila como una de las estrellas en la dirección de orquesta, pero en realidad el azar no ha tenido nada que ver con su camino, y es más bien la tenacidad, la valentía y la capacidad de disfrute lo que ha guiado sus pasos.

Johann Sebastian Guzmán es una fuerza de la naturaleza. Divertido, dicharachero, carismático y talentoso, este joven, alumno del gran director Andrés Orozco-Estrada, sigue los pasos de su maestro y justo está ahora en Colombia para la temporada de ópera, que continúa el 19 de mayo en Medellín con la presentación de Tosca, de Giaccomo Puccini.

Si bien Orozco-Estrada es el director de la orquesta, Johann Sebastian es su segundo. “Un asistente ―explica― no es quien le contesta el teléfono y le lleva el tinto. Los asistentes de dirección somos más como un sous-chef en un restaurante, porque nos encargamos de que los ingredientes estén listos, para cuando el chef llegue, y así creamos juntos”.

Como las obligaciones de Orozco-Estrada no le permitían estar en Colombia durante las tres semanas que debe durar el ensayo, Guzmán fue el designado para venir, como punta de lanza, a prepararlo todo. Por un lado, tuvo que ensayar con los coros para que su italiano fuera perfecto, su pronunciación impecable y sus intenciones, correctas. Luego hizo lo propio con los solistas y después se encargó de la orquesta. Las primeras presentaciones en Bogotá fueron un éxito, con todo vendido y un auditorio emocionado que los aplaudió a rabiar.

La clave de todo está en esa inteligencia emocional que debe tener un director para conectarse con su orquesta. Como cualquier líder, el director debe dar y recibir de su equipo de músicos para hacer arte, y eso fue precisamente lo que más le gustó a Johann Sebastian y por lo que escogió la dirección.


Guzmán sigue sorprendiéndose con esta respuesta, aunque ya debe estar habituado. Hace pocos meses se graduó de la Universidad de Viena, donde estudió dirección, literalmente bajo la batuta de Orozco-Estrada. El mismo maestro reconoce que su pupilo fue excelente y que el concierto con el que se graduó fue maravilloso. Escogí interpretar La bruja del mediodía, un poema sinfónico de Antonin Dvorak, con la Orquesta de la Radio de Viena. La verdad es que me aplaudieron mucho; mi papá, que no sabe de música clásica, me dijo que la diferencia con los otros alumnos que se presentaron ese día fue la conexión que había entre la orquesta y su director. Todos sonaban impecables, claro, porque esa orquesta es como un Ferrari, que se maneja solo, pero uno como director tiene que transmitir energía, una conexión que puede hacerse con los ojos, con la cara, con los gestos, y la verdad es que fue muy hermoso”.

Guzmán ha trabajado en la Ópera de Viena y la Ópera de Cincinnati y ha dirigido la Orquesta de París y la Orquesta Filarmónica de Nápoles, entre otras cosas, lo que hace que su hoja de vida sea impresionante para un muchacho tan joven. “Hay un boom de directores jóvenes, pero en realidad no siempre los músicos son tan abiertos a la juventud. Dirigí la Orquesta de París tocando a Mahler, y fue una experiencia muy bonita porque los parisinos son muy estoicos, entonces al comienzo había una reticencia, pero se dieron cuenta pronto de que yo no iba a enseñarles nada, sino más bien a aprender de ellos, que yo los respetaba y que quería que trabajáramos juntos. Al final me aplaudieron”.

La clave de todo está en esa inteligencia emocional que debe tener un director para conectarse con su orquesta. Como cualquier líder, el director debe dar y recibir de su equipo de músicos para hacer arte, y eso fue precisamente lo que más le gustó a Johann Sebastian y por lo que escogió la dirección. “Cuando era un niño, en lugar de jugar con carritos, me la pasaba pegándoles a las ollas, buscando el sonido de los vasos, esas cosas. Mi papá era muy salsero, entonces lo primero que escuché fue ese sonido. Ya a los cinco años me invitaron a tocar la clave en una banda latina que había en la iglesia. Era como la mascota. Comencé con la batería y muy pronto mis papás se dieron cuenta de que tenía disposición para la música”.

Tuvo que pasar mucho tiempo para que Guzmán comenzara a especializarse en un instrumento. “Mi familia viajó a Miami para buscar un mejor futuro, eran inmigrantes, con lo que tuvieron que trabajar muy duro. Digamos que ganaban diez dólares la hora y las lecciones privadas de piano costaban treinta dólares la hora. Era un esfuerzo enorme”. Fue por esto por lo que comenzó tarde a estudiar piano, a los 13, una edad en la que ya muchos prodigios están dando conciertos. Sin embargo, eso no lo amilanó y se presentó para estudiar en la Universidad de Miami, a donde le dieron una beca completa por su talento musical.

En realidad, yo quería ser dentista”, dice, entre risas. “Mi mamá es asistente dental y yo veía que los odontólogos ganaban mucho dinero, pero muy pronto cambié de idea y fue porque en el colegio dirigí el espectáculo de fin de año, que eran como 150 estudiantes en el escenario. Ahí fue cuando me di cuenta de mi vocación, que es trabajar en conjunto para crear algo increíble”.

Eso lo hizo viajar a Houston, donde Andrés Orozco-Estrada se encontraba por aquella época. “Lo esperé afuera de la entrada de artistas después del concierto y él salió y se subió rápido a un carro porque tenía prisa. Apenas le dije quién era yo y nos saludamos. Viajé a Houston por treinta segundos de su tiempo. La siguiente vez estuve cinco minutos con él y ahí me dijo que debía ir a estudiar a la Universidad de Viena, porque el programa de dirección era muy bueno”.

Así fue como terminó viviendo en Austria, luego de presentarse a una convocatoria con más de 90 aspirantes, de los cuales solo escogieron a cinco, y él era el único latino. En ese entonces había unos 15 colombianos estudiando en la Universidad de Viena, ocho de ellos para ser director de orquesta. Aunque son competencia, se apoyan entre ellos, y en el exilio crean su pequeña familia, una en la que todos se alegran de los éxitos de sus colegas. “Creo que nos tienen miedo en la universidad ―dice Guzmán, medio en broma, medio en serio―. Es que somos muy buenos, apenas nos paramos en el podio, se ve esa energía latina, esa berraquera. Los europeos son más tranquilos, nosotros nos comemos el escenario”.

Ahora Guzmán, que hace un año ganó un concurso de directores musicales en Colombia, ha regresado al país, no solo a visitar a su familia sino a trabajar. “Estoy sorprendido y contento con lo que he visto. Acaban de fundar el Coro Nacional de Colombia y la Banda Sinfónica Nacional. Hay un boom en la música en Bogotá, que debería contagiarse por todo el país”. Esa es una de las labores que el joven director tiene frente a él. “Estoy creando una relación con Colombia en términos musicales y eso me encanta. Antes venía solo para estar con mis abuelos, con mis primos, pero espero venir más para dirigir aquí”.

 
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