“El cine ha narrado las cicatrices y las ilusiones de la vida en este país”: Gonzalo Castellanos, autor de ‘Cinematografía en Colombia’.
19 Abril 2023

“El cine ha narrado las cicatrices y las ilusiones de la vida en este país”: Gonzalo Castellanos, autor de ‘Cinematografía en Colombia’.

Gonzalo Castellanos.

Crédito: Archivo particular

En los últimos 20 años el cine colombiano ha tenido un crecimiento sorprendente. Gonzalo Castellanos, su autor, habla de la trascendencia de las producciones audiovisuales para el país. También analiza las cifras que se mueven a su alrededor, las políticas que lo rigen y los escenarios que en estos tiempos plantea la llamada 'pantalla global’.

Por: Eduardo Arias

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El cine, aún el de entretenimiento, es mucho más que entretenimiento. Esto se desprende del libro Cinematografía en Colombia, escrito por Gonzalo Castellanos, quien tiene una muy larga trayectoria como asesor y promotor de políticas y proyectos culturales en países de América Latina en diversos campos, que van desde el editorial, el audiovisual hasta industrias creativas, lectura, bibliotecas, patrimonio cultural, financiación y gestión comunitaria en cultura.

Castellanos estudió ciencia política y derecho en Colombia, y organización territorial en España y gerencia de proyectos sociales en Estados Unidos. También ha sido profesor universitario en Colombia y de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en Cuba, y columnista en diversos medios.
El texto recalca la importancia del cine y el audiovisual como fenómeno social, instrumento de convivencia, y también como una alternativa frente al conflicto que ha vivido el país desde hace más de 60 años y las cicatrices de un país violento y desigual.
El libro también habla sobre las cifras que se mueven alrededor del cine colombiano, las políticas que lo rigen y los nuevos escenarios que propicia en estos tiempos la llamada "pantalla global".

Portada

Cambio habló con él no sólo del libro sino de su visión de la producción audiovisual en el país.

CAMBIO. ¿Cuál es el enfoque de Cinematografía en Colombia?
Gonzalo Castellanos.
Es un libro acerca de por qué un país con tantos líos y horrores decide apostarle al cine, decide apostarle a que más gente se forme en este campo, a que más gente cuente historias locales, a que las producciones foráneas de grandes estudios y plataformas vengan a contratar trabajo de artistas y técnicos nacionales, a que haya personas que inviertan tiempo y dinero en ello. La balanza entre el entretenimiento puro y duro y el “cine guerrilla”, el cine local independiente se ven aquí en forma crítica.
CAMBIO. ¿Aborda temas históricos o solo se refiere al presente?
G.C.: 
Desde luego, aborda toda aquella que fue una historia nacional de espaldas al cine mientras México, Argentina u otros volaban en este sector, y cómo han sido los elementos económicos, las políticas, los instrumentos, las legislaciones y las decisiones de 20 años para acá (un tiempo récord) por encima de las ideologías de los gobiernos, de sus matices políticos o politiqueros, o de sus dirigentes o censuras a veces, para que Colombia se registre hoy entre las cuatro mayores industrias culturales en este campo. Todo aquello que ha acontecido con las producciones locales, los aportes al PIB, la generación de empleos, la llegada de producciones foráneas, el crecimiento de las academias está aquí en un tono más periodístico que técnico.
CAMBIO. ¿Puede hablarse de una industria del cine en Colombia?
G.C.: 
Sin duda. Entre 1915 con El drama del 15 de octubre, película sobre el asesinato de Rafael Uribe Uribe en donde curiosamente actuaron los asesinos del líder liberal, hasta el año 2003 se habían estrenado 275 largometrajes colombianos, hechos con las uñas, empeñando bienes de productores y sorteando ataques de gobiernos de derecha y represivos que consideraron peligrosa la cultura y a los "mechudos, marihuaneros" que se dedicaban al cine. De 2003 a hoy se han estrenado 465 largometrajes locales y más de 485 cortometrajes que han estado en los Oscar, en San Sebastián, en Cannes y Venecia; películas que han ganado o competido en premios importantísimos y han narrado las cicatrices y las ilusiones de la vida en este país.

CAMBIO. ¿Para usted qué es el cine?
G.C.: 
El cine es como el oxímoron de "diseñar un milagro". Es una cosa colectiva que requiere muchos asuntos engranados. Por eso es lo que se denomina una cadena de valor. Toda la política audiovisual, los instrumentos tributarios, incentivos, los instrumentos de facilitación diseñados desde la comunidad audiovisual (la gente del audiovisual), los gobiernos en este tiempo o una entidad como Proimágenes que cumple este 23 de abril 25 años, han conseguido que crezca el número de obras; que pasáramos de una o dos academias de audiovisuales a más de 60 en el país; que en estos 20 años, las pantallas subieran de unas 300 a más de 1.200; que este sea un sector con aportes significativos al PIB por encima de 1 por ciento, que los asistentes hubieran llegado a más de 60 millones de personas al año. En tan solo tres años, más de 1,8 billones de pesos han llegado para contratar servicios de artistas y técnicos locales con los incentivos del Plan de Desarrollo de 2019, y más de 20.000 son los empleos creados. Pero, lo más importante de todo, sigue siendo el espacio para que la gente, esa población diversa del país, cuente sus historias, sus críticas, sus desilusiones o aspiraciones, al fin y al cabo de eso se trata, de cautivar el alma humana.

CAMBIO. Por lo que usted señala el modelo colombiano es muy exitoso.
G.C.: 
Pienso que sí. Buena parte de América Latina busca reproducir los instrumentos conseguidos en Colombia. Por ejemplo, las contribuciones o las deducciones por invertir en cine colombiano y descuentos para quienes vengan a contratar talento local, creados en las leyes audiovisuales de 2003 y 2019, pues su factor multiplicador es de tres a uno. Vale decir, el Estado pone uno y le llegan recursos por tres veces más. El caso colombiano es sorprendente. En tiempo récord (20 años): más películas, infraestructuras, trabajo, empleos, escritura de obras; acogimiento de pantallas como plataformas, teatros, televisión; competitividad regional; balanza comercial positiva, aportes al PIB; escuelas y academias, comisiones fílmicas, contratación de locaciones, filmaciones en espacios públicos, en fin...
CAMBIO. ¿Cómo han ayudado o afectado al cine colombiano los nuevos hábitos de consumo de la producción audiovisual?

G.C.: Dice Paula Sibila, escritora argentina, y lo afirmaba S. Bauman, entre otros, que hoy la creatividad es el protoplasma del capitalismo. La oferta cultural por momentos parece una gran tienda de departamentos en donde se hacen obras para consumir, tirar y reemplazar. El cine colombiano que pasó en el siglo pasado de a veces una película por década a números impresionantes como 57 largometrajes estrenados en 2022, 48 en 2019, 44 en 2021 (los números más altos de la historia) le ha sucedido que puede hacerse, que puede volar, que va a festivales, que va a pantallas en Colombia, que sus productores no quedan endeudados hasta el empeño.

"El cine sigue siendo el espacio para que la gente, esa población diversa del país, cuente sus historias, sus críticas, sus desilusiones o aspiraciones, al fin y al cabo de eso se trata, de cautivar el alma humana"


CAMBIO. ¿Eso se refleja en la taquilla, en el número de espectadores que lo ven?
G.C.: 
Su recaudo de taquilla es cada vez menor porque compite con películas de grandes estudios y productoras que gastan millones y millones de dólares en efectos, actores y otras magias que atraen. Además gastan ingentes cifras de millones de dólares en promoción y distribución. Esa competencia es difícil; pero es difícil acá, en Francia que estrena cientos de largometrajes locales al año; en España, qué decir en Argentina, Brasil o México con industrias de 70 años de ventaja frente a Colombia.
CAMBIO. ¿Las nuevas pantallas, por así llamarlas, ayudan a compensar ese déficit?
G.C.: 
Naturalmente, las plataformas ya se interesan en acoger obras locales, historias locales, libros de autores colombianos para adaptarlos: Las ventanas se amplían así. Esto implicaría, sea momento de reiterarlo, que si las plataformas y nuevos medios de distribución y comunicación de obras se lucran de incentivos locales (que los hay, como descuentos tributarios por producir acá), y pagan impuestos acá, debería haber una fórmula en donde tuvieran que invertir parte de sus ingresos en contenidos y obras nacionales, incluso preservándoles incentivos existentes, o dando espacio a las obras colombianas en cuotas acordadas.
CAMBIO. ¿Cómo ayuda el cine a sanar las heridas de la sociedad, en particular las de la guerra?
G.C.: 
El valor restaurativo de la memoria consiste primero en dar espacio para oír a una sociedad afectada por huellas de conflicto; en permitir lo que conocemos como la “recuperación del relato”. Esta sociedad ha estado acallada, atemorizada, atacada en muchas ocasiones en las que ha querido contar, narrar, controvertir. El cine y toda la magia del arte audiovisual, por supuesto, permite escapar de la realidad, pero a la vez permite herramientas para transformarla mediante la denuncia, mediante la crítica del statu quo, mediante la reivindicación de la protesta ante injusticias, mediante la posibilidad para que cada uno cuente su punto de vista, y lo haga de una manera artística, apasionada.

CAMBIO. ¿Cuáles películas colombianas que tratan el tema del conflicto destacaría usted por esas cualidades que acaba de anotar?
G.C.: 
Entre tantos títulos fascinantes recuerdo algunos que lo han conseguido. En estos tiempos, Los reyes del mundo, Retratos en un mar de mentiras, La playa, Apocalipsur, Monos. En otros momentos La Siempreviva, La gente de La Universal, La estrategia del caracol, Cóndores no entierran todos los días, Tiempo de morir.

CAMBIO. Pero podría pensarse que las películas que cuentan el conflicto de pronto dejan un mensaje de desesperanza. “No hay nada que hacer, somos violentos por naturaleza”.
G.C.: 
Hay lugares comunes que dicen que para qué va uno al cine para ver lo mismo que le pasa en la realidad; que no es agradable ir a ver exhibido por dos horas al país en el que vive lleno de corrupción, narcotráfico, violencia, salir y encontrárselo igualito. Pero qué sería de una sociedad que no le dé un tiempo a verse, a criticarse, a ridiculizarse incluso, con la idea de dejarla un poco mejor de lo que la encontramos.

CAMBIO. ¿Eso sucede en otros lugares del mundo?
G.C.: 
Claro. El cine español durante mucho tiempo no salió de la Guerra Civil; el argentino o el chileno, de sus oprobiosas dictaduras; el norteamericano, de las dos guerras mundiales con ellos como “los buenos de la película”. El conflicto, la corrupción de los poderosos, la pobreza, la exclusión llevan 200 años. No es mucho, pues, darles espacio a películas que lo narren, lo cuestionen y propongan alternativas. Eso sí, ojalá cuando son hechas con el alma.


Cinematografía en Colombia
Ícono Editores y Proimágenes
 

Presentación del libro
Feria del Libro.
Abril 23, una de la tarde. Sala José María Vargas Vila

El autor conversa con la cineasta Laura Mora y Claudia Triana, directora de Proimágenes.

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