“El perdón está sobrevalorado”: Fabio Rubiano en entrevista con CAMBIO

Fabio Rubiano, actor, gestor cultural, director de teatro y fundador del Teatro Petra.

Crédito: X: @FabioRubianoO

22 Marzo 2025 07:03 am

“El perdón está sobrevalorado”: Fabio Rubiano en entrevista con CAMBIO

Fabio Rubiano, quizá el director de teatro más importante de Colombia en el presente, conversó con CAMBIO sobre las polémicas que en los últimos días lo han puesto en el foco del debate público.

Por: Juan Francisco García

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En los últimos días, a raíz del artículo de la revista Semana 'La JEP les dio un contrato a reconocidos actores petristas para exaltar la gestión del tribunal: Fabio Rubiano fue el más beneficiado'el teatro Petra y su director han estado en el vórtice de la discusión pública.

El espiral de odio y sospecha sobre el colectivo artístico y su cabeza que el titular deliberadamente buscó tuvo éxito y los insultos les cayeron en cascada. Hubo, también, voces de apoyo que defendieron la trayectoria, rigurosidad y el talento tanto de Rubiano como del elenco de actores del Teatro Petra. La polémica se sustentó en el contrato por 441.805.000 pesos entre el Pequeño Teatro Abierto (Petra) con la Jurisdicción Especial Para la Paz (JEP) en razón de la obra Mantener el Juicio, una iniciativa de la JEP para darle una perspectiva dramática, desde el teatro, a su labor. 

CAMBIO habló con Fabio Rubiano sobre los pormenores del contrato, el contenido de la obra, la vocación de llevar al teatro las atrocidades de nuestro país, la gran decepción del gobierno progresista de Gustavo Petro por el cual votó y sobre su visión del perdón, del cual dice que está sobrevalorado. 

CAMBIO: ¿Qué implicaciones le trajo a usted y al teatro la "denuncia" de los colegas que asocia su trabajo con la JEP y su filiación política?

Fabio Rubiano: Lo primero es un gran desconcierto, pues tanto Lancheros (director de Semana), como los que trabajaron en el artículo son conscientes del odio que iban a generar los señalamientos, que además son fake news, sin contraste alguno de fuentes, sin llamarme a preguntar qué fue lo que pasó...

CAMBIO: ¿Por qué dice que son fake news?

F.B.: Porque, desde el título, lo que dice el artículo es que la JEP le dio "plata a unos actores petristas", y el texto implícitamente expresa que ese dinero nos lo pagaron para hacerle propaganda. Lo primero es que en el Teatro Petra no somos petristas; acá hay de todo: uribistas, fajardistas, y algunos odian a Petro, otros lo siguen queriendo, pero, en definitiva, no es un colectivo partidista.  Uno puede tirar línea política en la vida, pero el teatro no está para eso. El teatro es un territorio para todos. Y, además de eso, la obra no hace propaganda sobre la JEP, sino que, con total libertad creativa y estética, lleva al lenguaje dramático las atrocidades con las que JEP ha trabajado. 

CAMBIO: ¿Cuánto dinero ganó usted por el contrato?

F.B.: Cero pesos. No me gané nada. El dinero que puso la JEP para la obra se fue en el pago a los actores, en los ensayos, la escenografía, vestuario, luces, diseño, iluminación, en  la investigación. Es más: yo puse el equivalente a 60 o 70 millones de pesos con mi trabajo de dramaturgia y dirección, que por supuesto tiene un valor. 

CAMBIO: La polémica también levantó voces de apoyo en favor de usted y del Teatro Petra... 

F.B.: Y fíjese que se pronunciaron personas que le han dado duro a Petro: Ana Cristina Restrepo, Ana Bejarano, Catherine Juvinao. El escándalo dejó muy clara la diferencia de pensamiento entre el sector que vomita insultos y que redujo todo a que "le dieron unos millones a unos actores petristas"; y un sector que se permite el análisis y dice: "hermano, este es un grupo de teatro completamente independiente que tiene una posición estética frente a la realidad". 

CAMBIO:  Hablemos de la obra. ¿Cómo surgió Mantener el Juicio y cómo fue el proceso de ponerla en escena? 

F.B.: Sobre este proyecto, Marcela Valencia (cofundadora del Teatro Petra), dice que es el más brutal que hemos hecho. Aunque eso dijo también cuando el Centro Nacional de Las Artes y el Ministerio nos encargaron llevar al teatro La Vorágine –¡Virgen santísima!– (risas). El caso es que llegó la idea de darle un tratamiento dramático al trabajo que ha venido haciendo la JEP y entonces empezamos a decantar la información para decidir el ángulo narrativo.

Para Mantener el Juicio decidimos enfocarnos en los micro casos, en las pequeñas cosas, en los elementos aparentemente insignificantes. ¿Qué pasó con ese pelado, ese soldado al que le dieron la orden de matar a un campesino para hacerlo pasar por guerrillero? ¿Qué pasó con la familia del sargento secuestrado por la guerrilla que lo tuvo encadenado del cuello? ¿Qué pasa con las madres o con las esposas de estas personas maltratadas, asesinadas? ¿Cómo llevan su vida cotidiana? 

CAMBIO ¿Qué tanto archivo y qué tanta ficción hay en la obra?

F.B.: Hay ficción, pero todos los casos de la obra son reales: la señora que está buscando el cuerpo de sus hijos, la excavación en la que encuentran el cuerpo de una vaca, el militar secuestrado que estuvo durante años encadenado del cuello y que se perdió del nacimiento de su hijo. Los datos y los casos provienen de los archivos, lo que hicimos fue combinar las historias y hacer hipótesis sobre los implicados. 

CAMBIO: Mantener el Juicio', como Labio de Liebre y otras de sus obras, indaga tangencial o directamente sobre el perdón. De su texto 'El desprestigio del perdón' se puede inferir que este está sobrevalorado. ¿Por qué está sobrevalorado?

F.B.: Esto lo digo por las experiencias mismas de las víctimas. Hay victimarios que sin ningún reparo se preguntan: "¿Qué es lo que tengo que hacer, qué es lo que quieren? ¿Que pida perdón? Listo, yo pido perdón, si me rebajan penas, yo pido perdón". 

 

Y en cuanto a las víctimas, en cierto momento, el perdón se les convierte en otra carga más. Además del duelo, del sufrimiento, del trauma, les dicen, como una orden, "usted tiene que perdonar". Las respuestas de algunas de las madres víctimas me parecen impresionantes y de lo más elocuentes del mundo: "Sabe qué, hoy no amanecí con ganas de perdonar..", ¡wow!, eso es un diálogo de Pedro Páramo, de una profundidad y un nivel poético muy elevado. 

CAMBIO: ¿Cómo han sido las reacciones de las víctimas tras la obra?

F.B.: La semana antepasada fue al Petra doña Idalí Garcera, la madre de un joven que fue de los primeros casos de falsos positivos. Después de la obra, Idalí nos esperó y le dijo a Marcela, que hace el papel de una madre que sí logra perdonar a los asesinos de sus hijos: "Yo le puse mucha atención a usted cuando perdonó... porque yo no voy a perdonar. A mi hijo lo mataron y llevo 17 años esperando para verle la cara al que lo mató, pero yo a él no lo voy a perdonar". 

Me impresionó que esto lo dijo con tranquilidad. Después de tantos años de digerir el dolor, me pareció que Doña Idalí hizo las paces con cerrarle la puerta al perdón. 

CAMBIO: ¿Usted a quién no perdona, Fabio? 

F.R.: (Silencio largo). No sé... a nadie. Vea, por ejemplo, al man que escribió el artículo en Semana... yo pienso y digo, pues que ya lo perdoné, que el que está sufriendo es él. Me imagino las cargas que debe tener, las obligaciones con la empresa, con sus patrones, y que quizá ni siquiera piensa lo que escribió, pero que es la forma que tiene para ganarse el sueldo.

En todo caso queda clara la posición tan lejana en la que estamos: mientras unos trabajamos para hacer obras sobre el dolor y transformar la barbarie en un elemento estético, otros cumplen la orden de romper y mandar todo a la mierda. 

CAMBIO: Volviendo a su texto 'El desprestigio del dolor', así como es legítima la decisión de no perdonar, ¿es legítimo el deseo de venganza?

F.R.: Esto yo lo veo desde los dos lados. Desde la perspectiva dramatúrgica, narrativa y dramática, la venganza es infalible. Uno siempre quiere ver historias de venganza y cobro de cuentas. Desde Alejandro Dumas y El Conde de Montecristo hasta Revenge de Mike Kelley. 

Pero en la vida real, la venganza, además de ser una rueda infinita, no resulta tan atractiva. Si un vecino mata a mis perros y yo, en vez de responder y matarle a los suyos, propongo un diálogo para entender por qué hizo lo que hizo, esto no es entretenido. Recomponer la sociedad, rearmar su tejido, es aburrido. Pero asimismo, en la vida real, la venganza es lo peor que puede suceder porque perpetúa hasta el infinito el conflicto. 

CAMBIO: Después de trabajar por tantos años sobre las atrocidades y las violencias en Colombia, qué opina del lugar común de que el arte purga las violencias. 

F.R.: No sé si purgar, pero al menos permite una reinterpretación de lo atroz. Cuando presentamos Labio de Liebre en el Teatro Nacional de Lima, el jefe de seguridad del teatro, un tipo gigantesco, se nos acercó al final con los ojos llorosos y nos dijo: "Yo estuve en la guerra del Golfo como parte del Ejército norteamericano y yo nunca he podido hablar de esto. Después de ver la obra de ustedes, me doy cuenta de que sí se puede hablar de alguna manera".

El director del teatro nos dijo que el señor nunca habla con nadie, que parece de mármol. Yo creo que, en este sentido, el teatro particularmente juega un papel muy importante para humanizar lo atroz. Claro que hay gente mala, gente que disfruta y se alimenta de la maldad; pero la mayoría de los victimarios son personas del común que, en conflictos como el nuestro, son llevados por la corriente y pierden el rumbo.

Lo que nos interesa es preguntarnos, sin justificar la violencia, ¿por qué alguien de trece, catorce años se mete a un grupo criminal a cometer atrocidades? ¿Por qué no se mete a estudiar? ¿Por qué no se mete a un grupo de teatro o a estudiar piano? 

¡Pues porque no puede, porque no tiene forma, porque no hay las posibilidades! Hay que darse cuenta de que todo es muy complejo y contradictorio. 

CAMBIO: Saltemos a la política. ¿Siente que Colombia es hoy, después de tres años del gobierno progesista de Gustavo Petro, un país más propenso a la reconciliación?

F.R.: No. Yo lo siento más polarizado. No por culpa de Petro, sino por culpa de los mecanismos de comunicación para sembrar odio que vienen desde el plebiscito. O sea: ¿de verdad este país no quiere la paz o nos creemos ese cuento gracias a la campaña de desprestigio y mentiras que lideró Juan Carlos Vélez Uribe, que aceptó haber basado la estrategia en 'emberracar' a la gente? ¿O cuando dijeron que le iban a quitar las pensiones a los pensionados para dárselas a la guerrilla? Creo que lo que sigue imperando es una campaña basada en el desprecio para exacerbar la polarización. 

Lo bueno que ha dejado esto es que ahora a cierta gente, antes indiferente, hoy le importan las masacres. Una de las críticas más comunes de los haters de la oposición es que quienes votamos por este Gobierno "ya no decimos nada sobre las masacres, que ya no las contamos". Aunque nunca conté las masacres, a mí me alegra que ahora les importen, que hablen de ellas. 

CAMBIO ¿Cuál ha sido la gran decepción de este Gobierno?

F.R.:  La presencia de Armando Benedetti. Me parece que es impresentable y creo que es uno de los grandes errores de este Gobierno. Eso sí, aplaudo la visibilización que se les ha dado a sectores históricamente invisibilizados como los adultos mayores, las comunidades indígenas e incluso a las mujeres, a pesar de todas las polémicas del presidente Petro. El sector cultural, que empezó muy frágil, recompuso el camino con Juan David Correa que, para mí, ha sido lo mejor de este Gobierno. 

F.R.: ¿Ve plausible la continuidad del progresismo en Colombia?

F.R.: En política no hay nadie muerto. Lo que veo es que parece que ser oposición y atacar a Petro limpiará el camino electoral. Pero, ¿puede alguien ganar sin el apoyo del progresismo? Creo que esa es la gran pregunta para los sectores que parecen alinearse para atacar al Gobierno. 

CAMBIO: ¿Cuál ha sido en su opinión el político que más daño le ha causado a Colombia?

F.R.: Evidentemente, Álvaro Uribe. Porque creo que un líder se caracteriza por unificar a su pueblo, y Uribe ha sido el mejor en dividirnos. Antes de él teníamos discusiones políticas, claro, pero no era como en los cuarentas y los cincuentas con la tensión entre liberales y conservadores: eso parecía haberse calmado y superado. Hasta que llegó Uribe y logró volvernos a dividir entre guerrilleros y paramilitares. No voy a decir que la polarización empezó con Uribe, pero sí que se activó con él, y que todavía sigue y eso es muy triste. 

CAMBIO¿Es optimista con que en Colombia pasemos de reinterpretar lo atroz a abandonar lo atroz?

F.R.: Nosotros hacemos teatro y no podemos bajar la guardia. En nuestro trabajo pueden pasar gobiernos de derecha, izquierda, centro, lo que sea y vamos a seguir haciendo nuestro teatro, con espíritu crítico, desde el corazón de los personajes. Es como si siempre hiciéramos teatro de oposición (risas), pues el teatro está sostenido en conflictos y nuestro oficio implica buscar como abordarlos. 

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