Gabriela Carrizo, coreógrafa de talla mundial, se presenta en la FIAV Bogotá con la mejor compañía de danza teatro del mundo
7 Octubre 2024 05:10 pm

Gabriela Carrizo, coreógrafa de talla mundial, se presenta en la FIAV Bogotá con la mejor compañía de danza teatro del mundo

'Diptych: the missing door and the lost room'.

Crédito: Andrea Avezzu - Cortesía de La Bienalle.

La coreógrafa argentina Gabriela Carrizo cofundó Peeping Tom, considerada la compañía más importante de danza teatro en el mundo. Su espectáculo “Diptych: The Missing Door and The Lost Room”, reconocido como Mejor Producción Teatral Internacional en los Premios de la Crítica de Artes Escénicas, se presenta el 7, 8 y 9 de octubre en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán como parte de la programación del FIAV Bogotá.

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Por Danelys Vega Cardozo

Cuando Gabriela Carrizo era una niña tenía dos pasiones: la danza y los caballos. “Yo pensaba que iba a ser jinete”. Aquello nunca se materializó pues se decidió por su otro amor: la danza. Quizás su camino artístico se vio influenciado por su familia. A sus dos hermanas les gustaba la música y una de ellas escribía. Un día, sus padres le hicieron la pregunta que definiría el resto de sus días: “¿Quieres empezar la danza?”. “¡Sí!”, les respondió. Fue así como a los 10 años comenzó a bailar en una escuela multidisciplinaria en Córdoba, Argentina. Allí no sólo tuvo contacto con la danza contemporánea sino con el teatro, la música y el cine. “Esa diversidad creo que me ayudó a formarme o, en todo caso, lo valoro mucho; no solo una educación clásica, sino esa diversidad que a mí desde el principio me atrajo demasiado”.

Aunque tomaba clases de teatro y danza por separado, siempre consideró que ambas disciplinas artísticas estaban unidas, “naturalmente conectadas con algo que uno quería expresar, crear”. Una de sus grandes referentes europeas tenía el mismo pensamiento: la coreógrafa alemana Pina Bausch. Tiempo después se dio cuenta de que ella no era la única, que otros como Alain Platel compartían la misma perspectiva. De hecho, Bausch y Platel tenían más de una cosa en común: "Él trabajaba mucho desde la personalidad de cada intérprete, lo que cada uno proponía, pensaba o quería decir en el escenario; muy cercano al trabajo de Pina Bausch”.

A ambos los conoció en Europa, pues a los 19 años se radicó allí. Su llegada a ese continente no fue fácil. Vivía una doble vida: una gobernada por el deseo de explorar, de conocer y hacer cosas, y otra dominada por la tristeza de estar lejos de su familia y su hogar. A aquello se sumaba la inestabilidad profesional que acarrea ser artista: múltiples audiciones, proyectos que empiezan y finalizan y, luego, la incertidumbre de si algo más llegará. "¿Y ahora qué?", se preguntaba en esos momentos de vacíos laborales.

La primera coreógrafa con la que trabajó fue Caroline Marcadé. Más tarde, logró bailar en los espectáculos de Les Ballets C de la B, la compañía de Alain Platel. El primero de ellos fue La tristeza cómplice, donde conoció a Franck Chartier. Ellos no fueron sus únicos hallazgos. Cuando se trasladó a Bélgica, tuvo la oportunidad de descubrir a una nueva ola de jóvenes coreógrafos destacados, como Anne Teresa De Keersmaeker y Wim Vandekeybus, quienes se consolidarían como las principales figuras de la danza contemporánea belga.

Gabriela Carrizo recuerda el virtuosismo que caracterizaba a los intérpretes de Les Ballets C de la B. “Aprendías mucho de tus colegas porque eran artísticamente bailarines increíbles o personalidades teatrales muy fuertes”. Al igual que ella, ellos tenían ganas de contar historias sobre los personajes. “Bueno, creemos algo nosotros”, decidieron un día. En 1999, eso se transformó en Caravana, un performance realizado desde un mobilhome. Al año siguiente, junto a Franck Chartier cofundó Peeping Tom, considerada hoy como la compañía de danza teatro más importante en el mundo.

En 2013 por primera vez se aventuró a crear para otra compañía distinta a la suya, para una que la impresionaba desde que era chica por su capacidad técnica y artística: el Nederlands Dans Theater (NDT). “Incluso, iba a hacer audiciones allí cuando apenas había llegado a Europa. Y, bueno, que después de varios años me llamaran para hacer una coreografía, era todo un honor y desafío”. Eligió a algunos intérpretes de la compañía, a aquellos con los que se sentía mejor inspirada; crearon The Missing Door. “Fue una experiencia hermosa. Ellos estaban muy abiertos a recibir algo nuevo, mucho más teatral. Me sentí muy cómoda trabajando allí”.

Dos años después, el Nederlands Dans Theater convocó a Franck Chartier para otra colaboración. Él decidió continuar con la historia que Gabriela Carrizo había iniciado en The missing door, con los mismos personajes, pero llevándolos a otro capítulo, a otro espacio. “Creo que, en la segunda parte, con Franck, había un cambio de decorado, donde era más en una habitación, una cuestión más íntima; lo enfocó más desde el lado del otro personaje femenino”. The lost room, así la denominó Chartier.

Luego de presentar aquellas obras, el NDT dejó de girarlas. “Qué pena que no se hayan mostrado tanto”, pensaron Franck Chartier y Gabriela Carrizo. Hallaron una solución, que tomó unos años convertirla en realidad por un tema de exclusividad: remontar las piezas desde Peeping Tom. En 2020, cuando los términos se vencieron, hicieron audiciones y seleccionaron bailarines que tuvieran las cualidades para interpretar esos roles. Al año siguiente la empezaron a girar. Fue así como surgió Diptych: the missing door and the lost room. “Hay pequeñas modificaciones porque estos intérpretes a lo mejor tienen cuerpos y posibilidades diferentes, pero es prácticamente la misma obra, la misma estructura”.

Peeping
Foto: Andrea Macchia.

Siendo fieles a su afición por las trilogías, en 2020 también crearon una tercera parte: Triptych: the missing door, the lost room and the hidden floor.Técnicamente es más pesada la tercera obra porque hay tres decorados y, en el último, hay agua en el escenario. Yo calculo que por eso en muchos lugares se presenta ‘Diptych’”. Les gustan las trilogías porque así le pueden dar continuidad a una historia, a lo que sucede con los personajes. Piensan que son tres perspectivas distintas para acercarse a ellos. “Es un viaje, donde terminan a la deriva, en medio del mar”. Un viaje que se asemeja a un set de cine, donde los decorados van cambiando en vivo.

De hecho, en los últimos años se han preocupado, sobre todo, por recurrir al lenguaje cinematográfico, adentrándose más a los personajes, a lo que están viendo, visionando, imaginando o pensando. “Teníamos la necesidad de hacer un zoom como en el cine”. CAMBIO habló con ella acerca de su gran pasión.

CAMBIO: ¿Pretendían ser más realistas?
Gabriela Carrizo:
No, justamente creo que se trata de partir de lo realista a algo más inconsciente, más extraño. Por eso esa necesidad de hacer el zoom: para ver lo que esa persona está realmente pensando o sintiendo. Por ejemplo, en Moeder, uno de los personajes era un guardia de museo; uno ve a una persona haciendo guardia durante seis horas, pero no sabe qué le está pasado. Entonces construí la obra con esa idea de que a lo mejor iba a ser papá o la noche anterior había perdido a su madre. Ahí entra esa idea de trabajar el zoom, de jugar con la noción del tiempo, ampliarlo o detenerlo. Por eso, nuestras obras siempre están entre lo realista y la ficción, con personajes que tú ves y están en un lugar o hacen algo concreto y, de repente, llegan sus visiones o miedos, que se traducen en imágenes horrorosas o extrañas.

Gabriela Carrizo
Gabriela Carrizo.

CAMBIO: ¿Cree entonces que sus creaciones nos interpelan con temas relacionados con la condición humana?
G. C.:
Sobre todo en cómo lidiamos con nuestros propios miedos; el miedo está inherente en todo y todos. Aquí se manifiesta a nivel de imágenes, de suspenso, de cosas que nos puedan remitir a ciertos filmes. Pero pienso que está tratado desde algo simplemente humano, que todo hemos vivido: desde el miedo a que se nos aparezca alguien dentro de un placard (armario) o a que tu pareja, de repente, se vuelva un monstruo. Creo que todas las cosas las podemos atar a lo humano. Pero tratada a nivel de imágenes y movimientos, parecen mucho más extrañas. Son imágenes amplificadas del subconsciente o de miedos externos.

CAMBIO: Me imagino que a lo largo de todo este tiempo han tenido que enfrentar varios retos con sus creaciones…
G. C.:
La creación misma siempre es un reto. Después los retos son personales. Uno siempre quiere que todos los que van a hacer la obra estén contentos porque en definitiva es un equipo; y, a veces, es un reto eso: que todos se sientan bien en su lugar. Siempre hay una parte de frustración en la creación, ya sea porque no sabemos cómo encarar un personaje, no estamos 100 por ciento contentos con la iluminación o las escenas no están bien pulidas. Todo eso se va arreglando durante la gira. Durante el estreno es cuando la obra realmente nace y empieza a crecer.

CAMBIO: ¿Qué cree que la ha regalado la danza y Peeping Tom?
G. C.:
La posibilidad de trabajar con gente maravillosa; creo que en Peeping Tom nos hemos rodeado de gente muy talentosa e increíble. A lo mejor, Franck y yo fuimos acercando o eligiendo a esas personitas, pero, luego, les debemos mucho a ellas. Muchas veces, me siento muy privilegiada en otros terrenos -que es algo que les suele suceder más a los músicos, a ciertos artistas- cuando digo que trabajo con Peeping Tom: la gente conoce el trabajo y, de inmediato, conecta contigo; eso me parece muy lindo.


Peeping Tom
Diptych: The Missing Door and The Lost Room
7, 8 y 9 de octubre Teatro Jorge Eliécer Gaitán
Carrera 7 No. 22- 47
Toda la programación de obras de la FIAV Bogotá en www.fiavbogota.com y www.tuboleta.co

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí