
Un homenaje al escritor Mario Vargas Llosa a través de su recordada novela 'Travesuras de la niña mala'
Mario Vargas Llosa.
Crédito: Colprensa
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A los 89 años, Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura en 2010, sacudió al mundo con su partida. Novelista, periodista y político peruano, fue figura clave del 'boom' latinoamericano y se despidió dejando libros inmortales. Una de sus obras fue 'Travesuras de la niña mala', novela de amor que durante mucho tiempo quiso escribir y que publicó en 2006.
Por: Elena Chafyrtth

Uno de los retos que enfrentó el escritor peruano Mario Vargas Llosa —y del que poco se habla, tanto en su vida personal como en su trayectoria literaria— ocurrió después de cumplir setenta años: se arriesgó, por fin, a escribir esa novela de amor que tanto anheló en su vida y Travesuras de la niña mala finalmente fue publicada en 2006.
“Sí, ésta es una novela que hace mucho quise escribir. Es una historia de amor, un amor moderno, condicionado por el mundo en que vivimos y que está mucho más cerca de la realidad que los amores románticos de la literatura. El amor se prolonga a lo largo de 40 años y me sirve también para hacer una especie de gran fresco de un universo que ha cambiado extraordinariamente. Si piensa lo que es el mundo para esos niños de los años 50, las transformaciones son prodigiosas (…) Este recorrido es, efectivamente, la parte más autobiográfica. He utilizado mi memoria para hablar de Lima en los años 50, de París en los 60, de Londres en los años setenta, y de la España de los años ochenta. Lo autobiográfico es todo lo que concierne al escenario, al entorno y al marco en el cual transcurre la historia”. Esto fue lo que contestó el nobel durante una entrevista realizada por María Luisa Blanco el 20 de mayo de 2006.
Vargas Llosa encontró en esta historia la ocasión para retratar las revoluciones que sacudían al mundo, el éxodo del personaje que abandona el Perú, sus recuerdos de calles, aromas y fiestas, y el desconcierto ante un país transformado al regresar desde París en 1965. Una ficción atravesada por ecos de su propia biografía. “Un cincuenta por ciento de memoria y un cincuenta por ciento de fantasía”, confesaba entre risas cuando se le preguntaba cómo llegó a escribir esta novela que gira en torno a los cambios políticos, la transformación de las ciudades y las miradas de unos protagonistas que se adaptan al ritmo de la época, viven en distintos países, pero que —inevitablemente— siempre se reencuentran. Esta novela, si se leyera en voz alta, sonaría como el eco de las olas: persistente, envolvente, cada vez más fuerte.
La historia comienza durante los carnavales del Club Terrazas de Miraflores, en Lima, en los años cincuenta, cuando los peruanos renunciaron por un tiempo a escuchar boleros, valses y corridos para rendirse al ritmo del mambo, que ganaba cada vez más fuerza. Allí, Ricardo conoce a la 'chilenita', una niña de 14 años que le roba el corazón para siempre.
Con el paso de los años, Ricardo se convierte en un traductor admirado en la ONU, en París. “Desde que tenía uso de razón soñaba con vivir en París. Probablemente, fue culpa de mi papá, de esos libros de Paul Féval, Julio Verne, Alejandro Dumas y tantos otros que me hizo leer antes de matarse en el accidente que me dejó huérfano”.
La chilenita, desde niña, siempre fue ambiciosa en todo. Consciente del poder que ejercía sobre los hombres gracias a su belleza, tomó las peores decisiones. Era una mujer que absorbía las palabras, los deseos, el poder y la belleza de una ciudad que, finalmente, la devoró hasta enfermarla. Ricardo consiguió todo lo que soñó alguna vez en la vida, excepto el amor de la chilenita, y eso marcó un antes y un después en su existencia. Ese fracaso lo obligó a renunciar a su inocencia y convertirse en un hombre frívolo, capaz de cometer locuras con tal de entregarse a la única mujer que amó. En estas páginas, el autor explora la condición humana atravesada por el amor, la mentira y la desesperada búsqueda de la verdad. Una novela que bien podría compararse con la melodía de un violín: basta con unos minutos para recordarnos las cicatrices y las heridas de un viejo amor. Un libro que nos enfrenta a la certeza de que la vida es tan apasionante —y tan trágica— como ese gran amor que marcó nuestro destino para siempre.
Cumplir 70 años lo llevó a creer que la vida era un accidente. Por eso, siempre estaba en constante movimiento, no paraba de escribir, de buscar cosas nuevas. “Yo quiero mantenerme vivo, como si fuera inmortal, exactamente así, hasta que en un momento dado viene un accidente, que es la muerte, y te mueres, y, bueno, no eres inmortal. Hay una historia absolutamente maravillosa que no sé dónde he leído, quizá en Platón, que cuenta que a Sócrates, cuando le llevaron el veneno, lo encontraron estudiando persa. Dios quiera que me encontrara así la muerte, tratando de aprender chino o mandarín”.
