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Carta desde El Tequendama, por Juan David Correa
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En un artículo para CAMBIO, el ministro de Cultura, Juan David Correa, explica cómo el Ministerio de Cultura busca potenciar la región del Tequendama mediante proyectos gastronómicos, culturales, turísticos y educativos, entre ellos, escuelas de arte y café, así como centros culturales en edificios históricos de los municipios.
Por: Juan David Correa
El pasado sábado 4 de mayo la piedra del Varón del Sol, un pictograma de unos 12.000 a 10.000 años perteneciente a la cultura muisca, fue cubierta por pintura de color negro en el municipio de Soacha, Cundinamarca. En ese mismo municipio, Mafapo, las Madres de los Falsos Positivos, llevaban más de quince años pidiendo un reconocimiento por parte de los sucesivos gobiernos para que se aceptara la responsabilidad y se hicieran actos de perdón y reparación por los crímenes de estado cometidos contra 6402 muchachos inocentes que fueron sometidos por las fuerzas militares, llevados a lugares en donde había enfrentamientos para asesinarlos y hacerlos pasar como guerrilleros caídos en combate.
Soacha es apenas una de las posibles puertas de entrada desde Bogotá a la inmensa provincia del Tequendama, olvidada durante años, cuyos símbolos patrimoniales se encuentran en un deterioro ominoso. El Colegio, municipio donde se fundó el Colegio Mayor del Rosario es apenas Mesitas para muchos viajeros que atraviesan el Salto del Tequendama como un depósito de todo el desprecio de los urbanitas por la naturaleza: cae el agua y sube la espuma y el olor infecto de nuestra propia depredación. En las inmediaciones de Viotá, municipio castigado por ser cuna del Partido Comunista Colombiano, en los años veinte, se hunden casonas republicanas en el olvido: la imagen del portentoso beneficiadero de la Hacienda La California, construido a finales del siglo XIX, atestigua cómo esa región fue la verdadera cuna cafetera de Colombia, sin que se la mencione y figure en la historia oficial de tal manera. Sobre la más concurrida de las vías, la que conduce de Bogotá a La Mesa, cierta prosperidad oculta el olvido y la privatización de las estaciones del ferrocarril que, tras la liquidación de Ferrocarriles de Colombia, fueron vendidas a particulares. Ocurre en Apulo, donde hubo una cierta idea de bonanza a comienzos del siglo XX, y durante unas cuantas décadas, con la fábrica de cementos Diamante, un Casino y un hotel, a instancias de la hacienda Las Juntas, donde el general Rafael Reyes gobernó por momentos, se pretende la recuperación de la dicha infraestructura para el pueblo: tal vez entonces el tren ya no sea solo un fantasma que recorre la poca memoria que aún subsiste allí.
Anolaima, Anapoima, Tena, San Antonio del Tequendama, Cachipay, Quipile componen, además de los municipios mencionados, una provincia que, desde el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, el Ministerio de Comercio, Industria y Comercio, y la Gobernación de Cundinamarca, nos hemos propuesto entender para contribuir a una transformación que no será suficiente solo a través de la cultura y el turismo pero que quizás, poco a poco, vaya creando una red de intereses y curiosidad entre quienes viajan desde un apartamento en Bogotá, a una finca en algún lugar de la tierra templada. Curiosidad porque en cada uno de estos municipios hay inmensas posibilidades y juntos conformarían una red potencial de cultura y turismo capaz de movilizar no solo nuevas ideas sobre cómo habitamos los territorios bioculturalmente sino cómo tejemos nuevas-viejas formas de economías populares a través de sus plazas de mercado por donde circulen sus productos y no se haga necesario viajar a Bogotá para aprovisionar y regresar a vender; a través de la educación, como se propone a través de una alianza entre la Alcaldía de Viotá, la Federación Nacional de Cafeteros, el Sena y los Ministerios de Culturas y Educación para que funcione allí una Universidad en el territorio, una casa de la cultura, una escuela de oficios asociados a la promoción del café, y que está en conversaciones entre las instituciones para aprovechar la infraestructura de la federación que se encuentra en desuso. O para fortalecer las salas de ensayo de los grupos de teatro, las bandas municipales, los grupos artísticos, los guías y vigías del patrimonio para que, como ya ocurre con algunos empeños en municipios como La Mesa, se aprovechen mecanismos de circulación y promoción intermunicipal entre estos diez centros urbanos: restaurantes como Mestizo, en El Colegio, como puntales de una verdadera puesta en marcha de una Escuela Itinerante de Artes y Oficios tradicionales asociados a la gastronomía; las bibliotecas públicas como verdaderos centros de conocimiento y reunión de los jóvenes; la puesta en marcha de un centro Batuta para esta provincia; el fortalecimiento de la ruta y el reconocimiento de las pinturas rupestres en una suerte de cartografía que ya comenzó, a través del Instituto Colombiano de Antropología e Historia y el Instituto de Cultura y Turismo de Cundinamarca en algunos espacios sagrados como la Laguna de Salcedo.
Con la Gobernación, además, el Ministerio ya suscribió un convenio para compartir y usar el viejo Palacio de San Francisco, sede de la gobernación como un centro cultural y de formación en inteligencia artificial y tecnologías al cual puedan regresar, ahora simbólicamente, miles de campesinos y habitantes de la provincia y del departamento.
Con la suscripción de un convenio entre el Invías, la Policía Nacional y el Ministerio de Culturas, la Estación de la Sabana será la nueva Escuela Nacional de Artes y Oficios, y el tren que dejó de llegar a la ciudad volverá a conectarnos simbólicamente para recordar esos viejos rieles que no pueden seguir inconexos.
La corresponsabilidad gubernamental es definitiva para que hechos como los ocurridos con el Varón del Sol en Soacha tengan dolientes más allá de las valientes comunidades que han denunciado y permanecido vigilantes ante la depredación que han decidido emprender los urbanizadores piratas llamados tierreros. Las madres de Soacha, que llevan un año y medio trabajando con artistas, arquitectos, curadoras y funcionarias del Ministerio de las Culturas ya terminaron el diseño colaborativo de lo que ellas consideran debe ser el acto de reparación tras las decisivas intervenciones y reconocimientos del presidente Gustavo Petro: un parque a la vida que contenga un útero subterráneo y así la semilla que les fue arrebatada de manera brutal por un gobierno que quiso contar sus victorias en cuerpos inocentes. El lugar que han elegido para construirlo, con la inversión de este gobierno es, precisamente, esa estación de la Sábana.
Hoy se quiere insistir, como hace 126 años, en que no es posible un acuerdo nacional que se propone una y otra vez con elocuencia, pero sin obsecuencia. Quizás valga la pena recordar que, en La Liberia, la vieja hacienda de esta provincia, se firmó uno de los acuerdos de paz de ese cruento enfrentamiento que causó tanto dolor a los colombianos. La guerra ha durado más de mil días.