
Kim Thúy.
Kim Thúy y la historia de 'Vi: una mujer minúscula' en el éxodo hacia la soledad
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‘Vi - Una mujer minúscula’, de la escritora vietnamita Kim Thúy, publicada por Editorial Periférica, es una de las bellas maneras de escribir el tiempo. Su forma de narrar la vida y la muerte, tan sencilla pero a la par tan desgarradora, producen en el lector un sinnúmero de afectaciones en las que inevitablemente caerá página tras página.

Por: Mauricio Palomo Riaño
En esta novela convergen los temas capitales de la literatura. La vida, la muerte y el amor se confabulan en una narrativa breve, pero trascendente. Su narración del enamoramiento es divina, encanta porque los registros poéticos salpican la prosa en cada recodo.
Una narradora mujer que obedece claramente a un registro autobiográfico en una novela de la vida de la misma Kim Thúy. La historia de sus padres, el cómo conectaron, su narración en primera persona y un desarrollo histórico que se percibe a propósito de la devastadora guerra de Vietnam surcan esta historia que no es otra cosa que la del éxodo, el exilio, la migración realmente necesaria, la utopía del regreso, los desencuentros y la vida misma y sus encrucijadas, novela arquetípica que no necesita estar situada en determinada época histórica para que se vuelva espejo de tinta para los solitarios.
En las migraciones o desplazamientos forzosos algo o alguien valioso siempre se nos queda por el camino, los cuestionamientos duros ante la pérdida. En la novela, el lector asistirá a fuertes testimonios desde esos éxodos y no le quedará difícil el recontextualizarlos en su propio territorio, porque el lugar de enunciación en esta obra parece volverse universal. Pero también opera el contraste, sucede que como hay lugar para las desgracias, también lo hay para hacernos cada vez más humanos y esta es una luz bonita que uno se construye leyendo la novela de Thúy.
Una imagen poderosa recorre el texto: nos salvamos, sí, pero a veces solo para enfrentar algo peor. Se desmonta la promesa ingenua de que toda salvación lleva a un destino mayor. No siempre hay luz tras la oscuridad. Hay personas a quienes nunca les entra el sol por la ventana.
Se me quedó en el corazón Vi. Está en mi burbuja. En el sentido que este lado del mundo le da a esa palabra: el espacio personal. El drama de los refugiados en países que no les pertenecen, la tensión entre el arraigo y la extranjería. El amor como vehículo de vida y muerte. Lo íntimo y lo brutal. El que pertenece cuando le conviene y desaparece en el mismo gesto. La metáfora de los que están y no están.
Los libros salvan, hay pasajes en esta novela que muestran cosas lindas a este respecto, la metaliteratura haciéndose presente, el cómo podemos conquistar desde la sonrisa, lindas también las citas de Víctor Hugo y de Géraldy; romanticismo puro y duro. Pero lo más potente está en las palabras de la propia Thúy, que escribe:
"Mis libros me han protegido de los reproches... Sin ellos quizá no habría visto lo sublime en sus ojos, las mejillas tiernas de esa cara que me llega en imágenes, también me han dado el valor frente al rechazo y me han hecho entender que nos podemos quedar boquiabiertos cuando nos gustan las palabras de quien nos responde. Ella me intriga... Su sonrisa me robó el corazón de inmediato”.
Hay una potencia en la semántica en muchas páginas de la novela que no dejan pasar al lector inadvertido, el discurso de la madre a la hija, duro, brutal, por ejemplo. Es una novela que tiene un ritmo rápido y se lee de la misma manera con que seguramente Thúy tuvo la intención de que se leyera, por eso su escritura. Esta agilidad en narrativa la considero un logro sobresaliente. Unos fragmentos analógicos maravillosos, ese híbrido de naturaleza y humanidad, si es que no viene siendo lo mismo. La gente que se preocupa por ser triunfadora sentirá el vacío en esta frase: “A menudo el éxito anuncia una desgracia”. Sabe uno que lo mejor es seguir siendo común.
Uno de los mejores cierres que he leído en la literatura, al diablo lo conservador, estoy contigo Vi, el lector seguramente también.
“Una esposa bella pertenece a los demás (…)” ¡Qué cita más genial! A veces la soledad nos está signada. La emancipación, esa suerte de seguridad que nos asegura que todo nos está vedado en la convivencia. El anhelo de ser libre se impone y, cuando intentamos resignificarnos nos damos cuenta de que el camino que nos han trazado es el de la soledad. Como leí alguna vez en algunas páginas ‘Y el amor, el amor no es más que un invento de los poetas, así como el recuerdo de la luz es un invento de los ciegos’.
