'La habitación de al lado': la fría película de Pedro Almodóvar que quedó debiendo
7 Noviembre 2024 12:11 pm

'La habitación de al lado': la fría película de Pedro Almodóvar que quedó debiendo

La cinta llegó a Colombia luego de ganar el León de Oro del prestigioso Festival Internacional de Cine de Venecia. Nuestro periodista Juan Francisco García analizó por qué la película no superó las expectativas.

Por: Juan Francisco García

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Para La habitación de al lado, la más reciente película de Pedro Almodóvar, su primer largometraje en inglés, el director español escogió como protagonista a Tilda Swington (Martha), una reportera de guerra que, a raíz de un cáncer terminal, ha decidido ponerle fin a su vida pacíficamente. El drama se completa con Jenny Moore –Íngrid–, amiga de vieja data de la protagonista y con la que esta se reencuentra para que la acompañe a atravesar el umbral de la eutanasia. 

La película llegó a carteleras colombianas como la ganadora del León de Oro del Festival de Venecia, en donde al terminar su proyección el público y la crítica aplaudieron, de pie, durante 17 minutos. ¿Es La habitación de al lado una de las mejores películas del maestro español? fue una de las preguntas que flotaron en el ambiente en el estreno del largometraje. 

Tilda Swinton en La habitación de al lado
Tilda Swinton en La habitación de al lado. Créditos: @theroomnextdoormovie

Definitivamente no lo es. Es verdad que La habitación de al lado tiene la indagación psicológica, psíquica, espiritual, anatómica que tienen las mejores películas del director español. Así como es cierto que aborda un tema espinoso como lo es la eutanasia sin caer en el melodrama ni en la manipulación maniquea y efectista. Almodóvar es cada vez más un maestro elegante y sobrio al que le sale por instinto escapar de la frivolidad y el espectáculo.

Su más reciente película, si la medimos bajo su termómetro narrativo, es seria, sublime y poética. Ir a verla es confrontarse con los temblores de la muerte cuando esta toca a la puerta de forma inminente; con la soledad, la nostalgia, el desconcierto y el patetismo de saberse finitos, frágiles y amarillentos. Se pregunta también sobre lo milagroso y esquivo de la amistad y de la confianza en el otro cuando ya no hay nada que ofrecerle. Y, finalmente, como tantas veces en Almodóvar, indaga sobre las grietas y los abismos entre una madre y su hija. Todo esto se ensambla con una mezcla justa de crudeza, contención y humor negro. Sería atrevido decir que es una película fallida. 

Sin embargo, cuando salí de la sala de cine, me gobernó esa sensación incómoda que viene después de ver una historia que no logró llegar nunca a su cumbre. El temor a la muerte –la indagación central de la película–, el dolor psíquico y ontológico de caminar por el sendero desangelado de las enfermedades terminales, no entró nunca en mi sistema. Fuera de su idioma y de su tierra, Almodóvar rodó una película fría, como la Nueva York en la que empieza. Ni siquiera la virtuosa actuación de Swington, que a lo largo de la historia oscila entre este mundo y el otro hasta convertirse en un fantasma, logra estremecer y meter al espectador en ese temblor sin nombre de tener los segundos, los atardeceres, los abrazos y el canto de los pájaros, contados. 

Martha e Íngrid en La habitación de al lado
Martha e Íngrid en La habitación de al lado. Créditos: @theroomnextdoormovie

Quizá es porque el rompecabezas del guion funciona más prolíficamente de lo deseado y no tiene fisuras ni sorpresas; quizás es porque el personaje de una reportera de guerra del New York Times nos resulta muy ajeno e infértil; quizá es porque la casa en la que la protagonista decide ir a morir –una casa de lujo en Madrid– es excesivamente elegante y moderna; o porque ni la amistad, ni la ruptura entre madre e hija, ni el temor de morir y de ver morir, ni el débil tufo a thriller a causa de los peligros legales del suicidio asistido se desarrollan a profundidad y no se llega nunca al corazón de sus preguntas y de sus dolores. Los temas de La habitación de al lado, me parece, quedan en el aire, como sugerencias que al final son inofensivas. 

La muerte, pienso ahora que regreso a la película, nos excede y nos aterra de tal manera que, para hablar de ella desde un ámbito realista, como lo buscó Almodóvar en su más reciente filme, hay que ser tenazmente verosímil. No patinar sobre sus temblores ni dejar cabos sueltos en sus cavilaciones. Ir hasta el núcleo del temor y el vértigo que suscita. De lo contrario, como pasa en La habitación de al lado, el riesgo es que el espectador no termine nunca de entrar en la historia. Que durante las dos horas de proyección se sienta a salvo.  

 

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