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"Los muertos nos guían en los sueños": Inti Jacanamijoy
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CAMBIO habló con el director de 'Los sueños viajan en el viento', hermosa película colombiana que está desde hoy en salas.
Los sueños viajan en el viento es una conmovedora carta de amor de 78 minutos que Inti Jacanamijoy le hace a su abuelo José Agustín. Es también un íntimo ejercicio catártico sobre el destierro y la orfandad materna: el testimonio estremecedor y poético de un adulto mayor que por fin se saca del cuerpo el dolor de la ausencia de su madre. Y la sugerencia certera y poética del poder que tienen los sueños para conectarnos con los muertos y su guianza. Es una película sobre ese otro mundo que le sigue a este, más allá de la enfermedad y la carne.
CAMBIO habló con el director para seducir a los lectores a ver la película.
CAMBIO: ¿Dirías que esta película nació de un sueño lúcido o de una pesadilla?
Inti Jacanamijoy: De un sueño lúcido. Fue un sueño impactante pero lúcido que duró una noche. No fue repetitivo. Después tuve varios sueños en los que fue apareciendo la figura de mi bisabuela llamándome y diciéndome que tenía que ir y que todo iba a estar bien durante el rodaje.
CAMBIO: ¿Cómo es tu relación hoy con ese mundo, con ese otro mundo que le sigue a este y que en la cosmogonía a la que apela la película se llega después del segundo entierro?
I.J.: Hacer esta película me permitió sobre todo tomar mucha más conciencia del mundo espiritual y de que hay algo más allá de lo que nos rodea y podemos percibir. Al acercarme a mi familia y a todos estos territorios, entré en contacto con conexiones muy fuertes y reveladoras. Me ayudó a entender un poco la fuerza espiritual que hay en La Guajira. Al final, lo que propone esta película es permitirse… abrirse a experimentar la muerte, los sueños, el mundo espiritual desde un lugar distinto.
CAMBIO: ¿Cómo?
I.J.: La muerte no como un final trágico sino más bien como un regreso al origen; una posibilidad de volver al vientre de la madre y encontrarse con un amor muy profundo… en niveles personales me permitió integrar la fuerza de la herencia indígena que tengo y que no había estado tan presente en mi vida, pero que definitivamente me ha marcado mucho.
CAMBIO: ¿Y la relación con los muertos cambió?
I.J.: Sí. Después de hacer esta película sé que los muertos están ahí y que se comunican con nosotros; en los sueños los muertos nos guían y nos protegen, aunque un poco depende de nosotros: de si estamos dispuestos a escucharlos y permitir que ese mundo espiritual nos hable.
¿Sientes que para poder sentir y comunicarse con la presencia de los muertos y recibir su guianza hay que tener como en tu caso, un arraigo indígena?
Yo siempre digo que esta película obviamente está atravesada por el contexto de mi familia, que tiene una herencia indígena; pero que sobre todo explora algo muy humano que nos llama y nos conecta a todos. Todos tenemos un abuelo, a todos, de alguna forma u otra, nos asusta la muerte. Creo que a todos nos es posible acercarnos al ámbito espiritual. Lo que he entendido es que para los pueblos indígenas lo espiritual no es algo que está allá sino acá, en cada uno de nosotros.
Y que cada uno puede encontrar momentos y espacios para sintonizarse con lo espiritual. En mi caso pasó por sentarme junto a mis abuelos, allá en la Sierra Nevada. Lo que me interesa es que los espectadores se suelten, que se permitan una muerte simbólica y tengan así un viaje sensorial y espiritual.
CAMBIO: ¿Te consideras un director indígena?
I.J.: Siempre me he resistido a categorizar esta película como cine indígena. Primero que han querido categorizar esta película como cine indígena. Primero, pues porque yo no vengo de ese contexto puramente; crecí en Bogotá, me eduqué en el Liceo Francés, fui a estudiar a Francia: realmente nunca viví en el territorio, no hablo la lengua y no conozco de primera mano las luchas y el significado de vivir en esas tierras...
Siento que más bien soy una persona que respeta mucho el cine indígena y el cine que se está haciendo desde los territorios, así como sus luchas para poder contar sus historias y ser vistos y escuchados. Soy muy consciente de la diversidad narrativa que hay en Colombia. Por mi educación y mis vivencias no soy más que un cineasta colombiano.
CAMBIO: ¿Cómo fue la reacción de tu abuelo al ver la película?
I.J.: Mi abuelo la vio porque organizamos una función en Valledupar con toda la familia, pues por razones de salud no pudo ir a la premier en el FICCI. Fue muy gratificante verla en familia. La película es principalmente una celebración a la vida de mi abuelo, y así fue recibida. Además, como aparecen dos tías que ya murieron, verla juntos nos permitió conectarnos con ellas, llamarlas, fue muy emotivo.
Mi abuelo quedó muy agradecido... Siempre digo que esta película es una carta de amor hacia él.
CAMBIO: ¿Cómo fue tratar el tema de la ausencia de la madre, que normalmente se explora desde la vulnerabilidad de la infancia pero casi nunca desde la vejez?
I.J.: Lo de la ausencia de la madre es algo que mi abuelo había mantenido en silencio. En la función familiar en Valledupar, muchas tías y mucha gente de mi familia dijeron que, aunque conocían la historia, nunca se la habían preguntado a mi abuelo. Era como un mito o un cuento. Mi abuelo nunca se había permitido expresar ese dolor, lo llevaba en silencio. Así que generó mucha nostalgia, pero también una catarsis; la catarsis de poner en relieve que a pesar de sus 94 años extraña a su madre. Y que la ha extrañado desde que se la arrebataron a los 9 años.
CAMBIO: Viendo la película sentí que los planos que haces de tu abuelo son muy cerrados, y eso permite verlo en detalle, como si fuera un territorio más, un paisaje… ¿es una película deliberadamente intimista?
I.J.: Sí, totalmente. Justamente eso es lo que nosotros buscamos: que se sintiera el peso de los años, el peso de su mirada. Siento que la mirada de mi abuelo es muy evocativa y que da cuenta de que él está… en otro espacio. A pesar de estar ahí, está en una ensoñación. Así que sí, para mí y para el director de fotografía, Álvaro Cabiedes, era fundamental que se sintiera que estábamos ahí con él, en ese preciso instante, muy de cerca. Por eso el formato 4-3; por eso la cámara tan cerca, interrumpida y en mano.