‘La sociedad hace a las mujeres unas exigencias a menudo agobiantes’: Piedad Bonnett
Piedad Bonnett.
Crédito: Andrés Bo
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Piedad Bonnett acaba de publicar ‘La mujer incierta’, un texto autobiográfico que, a la vez, reflexiona desde su experiencia sobre diversos temas tales como la educación , el matrimonio, la maternidad, el cuerpo y la violencia de género.
Por: Eduardo Arias
Aunque ya lo había hecho en su poesía y, de alguna manera, a través de algunos personajes de sus novelas (y, por encima de todo, en su libro Lo que no tiene nombre, donde cuenta su experiencia personal tras la trágica muerte de su hijo Daniel), Piedad Bonnett decidió reflexionar acerca de ella misma y el resultado es La mujer incierta, un retrato autobiográfico, un libro valiente. No es fácil desnudar el alma en un texto autobiográfico, sin personajes alter-ego que le permitan hacerlo de una manera más velada, sin decir lo que quiere decir en primera persona.
En La mujer incierta ella expone sus temores, sus vergüenzas, sus dudas e inquietudes, las que ha vivido y las que todavía la marcan en su edad ya madura. Temas que siguen siendo de una u otra manera un tabú tales como la educación, el matrimonio, la maternidad, el cuerpo y la violencia de género. También afloran en estas páginas la ansiedad, el miedo, la rebeldía, las ansias de libertad y las obsesiones que impulsan el proceso de la escritura.
De manera no lineal y con los datos mínimos necesarios de fechas, nombres de personas y de lugares, recorre su vida no tanto como la ha vivido sino como la ha sentido. Es un relato en el que sale a relucir su pasión por los libros, la literatura y la palabra escrita, ya que de manera permanente cita a autores que la ayudan a completar de forma certera sus reflexiones sobre ella misma y los sucesos de su vida que ella considera necesario rememorar o sobre los que considera que es importante reflexionar.
Es un libro a ratos duro y conmovedor, directo, en el cual también aparecen el humor y la ironía, dos rasgos más que evidentes de su personalidad que a ratos es avasallante. Pero también es un reclamo directo y sin anestesia (ni militancias) a las injusticias que ha debido padecer en su condición de mujer. Piedad Bonnett asume de manera frentera que es una mujer que aún cuida a sus padres ancianos siendo ella misma una persona que está envejeciendo.
Es honesta cuando señala que lo escrito no es un retrato absoluto. Quedan resquicios que no se revelan, asuntos que de pronto la memoria ya no registra o que el inconsciente ha borrado. Como señala al comienzo de la obra en su mensaje al lector, “lo subjetivo, lo íntimo, sólo me interesan en el marco de la experiencia colectiva, del yo dentro de la circunstancia social e histórica. La que aquí habla, pues, es una mujer de una generación que aspira a iluminar, desde la singularidad de sus vivencias, cómo nos determinan el origen, la política, la educación, la religión, el género, el momento. Y que se pregunta por el papel de la libertad, el azar y el destino en cualquier vida".
Piedad Bonnett nació en Amalfi, Antioquia, en 1951, donde pasó parte de su infancia. Estudió Filosofía y Literatura en la Universidad de los Andes y cursó una maestría en Teoría del Arte y la Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia. Su obra literaria es bastante profusa. Nueve libros de poesía, seis obras de teatro y las novelas Después de todo (2001), Para otros es el cielo (2004), Siempre fue invierno (2007), El prestigio de la belleza (2010), Donde nadie me espere (2018) Qué hacer con estos pedazos (2022), y Lo que no tiene nombre, publicada originalmente en 2013 y reeditada el año pasado con obras de su hijo Daniel. Ha ganados varios premios y distinciones. El último fue el Premio Iberoamericano de Poesía Reina Sofía, el pasado lunes 3 de abril. CAMBIO habló con Piedad Bonnett acerca de las motivaciones que la llevaron a escribir y publicar La mujer incierta.
CAMBIO: ¿Cómo llegó usted a dar el paso de escribir una autobiografía reflexiva, además de valiente?
Piedad Bonnett: Los temas se le imponen a un escritor de una manera oscura pero también imperiosa y en general persistente. A principios de la pandemia, cuando todavía no entendíamos nada, pero nos enfrentábamos al horror del aislamiento y a la posibilidad del contagio e incluso de la muerte, se me vinieron a la mente muchos recuerdos de mi relación con mi cuerpo, con la enfermedad, con el miedo, y empecé a tomar apuntes. Pero luego los dejé y escribí durante dos años Qué hacer con estos pedazos. Sin embargo, durante ese tiempo fui decantando mentalmente lo que quería hacer: reflexionar, a partir de experiencias biográficas – porque en realidad nunca quise hacer una autobiografía propiamente dicha- sobre la época que me tocó en suerte, sobre la educación que recibí y sus tabús, y sobre la idea de masculinidad que marcó la vida de tantas mujeres de mi generación. Como toda escritura es aventura, hallazgos, por el camino fui derivando hacia otros lugares y otras reflexiones: el trabajo, la vocación, el amor, la maternidad, el matrimonio…
CAMBIO: ¿Qué tan fácil o difícil fue para usted enfrentarse a sí misma?
P. B: Más que difícil, yo diría que fue una experiencia muy intensa, y muy exigente. A veces perturbadora. Porque no se trataba de indagar en mi memoria buscando la verdad, sino las emociones que me traían los recuerdos y el sentido de traerlos a colación. Y tratar de desmontar mis propios mitos, esos que construimos para protegernos. Por supuesto hubo cosas que fueron duras de decir, porque en eso consiste: en ahondar en lo incómodo, a veces abriendo las heridas. Lo que fue más difícil fue ir encontrando la ilación. Establecer las relaciones que la narración propiciaba, a instancias de los vaivenes de la memoria, y sin forzarlas ni caer en discursos ni en moralismos.
CAMBIO: ¿El hecho de ser mujer ha marcado su vida tanto personal como profesional y como escritora? De ser así, ¿de qué manera o maneras?
P. B: Sí. Sobre todo porque la sociedad hace a las mujeres unas exigencias a menudo agobiantes. No plegarse a esas exigencias ciegamente implica enfrentarlas con una mirada crítica y dar pequeñas batallas cotidianas. Pero tampoco quisiera dramatizar. Creo que ser mujer no ha sido un obstáculo muy grande en el terreno de lo profesional.
CAMBIO: ¿Qué relación tiene esta obra con su anterior trabajo como poeta, dramaturga y narradora?
P. B: Con la dramaturgia, muy poco. Con la narrativa un poco más. La relación es sobre todo con mi poesía, a través de la cual he expresado, desde siempre, un mundo más íntimo.
CAMBIO: ¿Existe alguna relación entre ‘La mujer incierta’ y sus dos últimas novelas, en particular con ‘Qué hacer con esos pedazos’?
P. B: Donde nadie me espere no tiene mucho que ver con La mujer incierta. Donde nadie me espere es el último coletazo de Lo que no tiene nombre, una historia que habría podido ser la de Daniel. Entre Qué hacer con estos pedazos, que es una novela, o sea ficción, y La mujer incierta si puede haber una relación: en los dos libros me intereso vivamente por la condición femenina, y en los dos hablo de abusos de poder masculinos. Siempre he pensado que muchas veces un libro engendra el siguiente, aunque suelo darme cuenta de ello a posteriori.
CAMBIO: ¿Algún tema o etapa de su vida le costó más trabajo plasmarlo en el texto?
P. B: No especialmente. Aunque siempre es difícil hablar de la experiencia propia, las verdaderas dificultades fueron literarias. Cómo relacionar. Qué callar. Decidir cuáles eran los hilos conductores. Y la última parte, aquella en la que hablo de lo que es envejecer. Temía perder intensidad o tensión.
CAMBIO: ¿Las personas de una u otra manera involucradas o mencionadas en el texto de ‘Una mujer incierta’ se han manifestado, le han hecho algún comentario?
P. B: No hasta ahora. Mis padres ya no pueden leerme. Algunos apenas estarán leyendo. Y unos cuantos de los que pueden reconocerse ya han salido de mi vida.