
Foto: La ex comisionada de la Verdad Lucía González, directora de Batuta hasta este martes, ha sido promotora de importantes proyectos de cultura y de paz.
Crédito: Archivo particular de Lucía González
Lucía González se despide de la dirección de Batuta
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En entrevista con el escritor Santiago Espinosa, Lucía González, ex comisionada de la verdad y directora nacional de Batuta hasta este martes 24 de junio, afirma: “Tengo una enorme frustración por las decisiones del gobierno frente a entidades como Batuta”. Además, habla de paz y del papel de la cultura.
Por: Santiago Espinosa

Muchos la conocimos por la Comisión de la Verdad, en la que tuvo un papel protagónico, al lado de su presidente, el padre Francisco de Roux y de los demás comisionados. Lucía González recorrió el país escuchando los testimonios de las víctimas y de los victimarios, participó en foros y conversatorios virtuales y recalcó siempre la importancia de la cultura en la construcción de la paz. “La transformación que necesitamos es cultural o no es”, dijo en alguna ocasión. Y hasta se ganó un regañó descomedido de uno de los hijos del expresidente Uribe, cuando la comisión entrevistó a su padre en su finca de Rionegro. Todos reconocen en ella una voz autorizada para hablar de cultura y de paz, especialmente ahora que se inicia un tercer pico de violencia en el país. Lucia González se venía desempeñando como directora nacional de Batuta, pero ha decidido dar un paso al costado después de dos años y de que la entidad sufrió una reducción presupuestal por parte del gobierno de más de 10.000 millones de pesos.
¿Qué pasará con Batuta?
Santiago Espinosa: Hace unos días se lanzó masivamente la campaña “Colombia abraza a Batuta”. Cuéntenos sobre esta iniciativa. ¿Cuál es la situación financiera de Batuta?
Lucia González: Hoy tenemos un reto: no quedarnos quietos frente a la reducción del presupuesto público que ha tenido Batuta. Sabemos que somos importantes para los niños, niñas y jóvenes de este país, porque lo que hace Batuta importa en la vida de ellos y de sus comunidades. Sabemos que muchos de ellos todavía viven en medio de la guerra y otras violencias, que tienen sueños y enormes capacidades, y Batuta, como proyecto de formación musical, les ayuda a formarse como seres humanos, y a ser más orgullosos de lo que son y de sus comunidades. Para poder continuar con la tarea abrimos esta campaña, que apela a la solidaridad de los colombianos.
S.E: Batuta es un referente en el país. Pero explíquenos: ¿Qué hace Batuta? ¿Cuáles son sus programas? ¿Cuántas personas se benefician de estos proyectos musicales?
L.G: Batuta es un proyecto nacido en el 91, por idea de la entonces primera dama Ana Milena Muñoz de Gaviria, que tomó como ejemplo de la Red de Orquestas de Venezuela. Desde ese entonces se conformó una entidad privada sin ánimo de lucro -la Fundación Nacional Batuta-, con participación del gobierno y el sector privado. Esa figura permanece en la actualidad. En el transcurso de estos años Batuta se ha extendido a todos los departamentos, llegó en el 2024 a 24 mil niños, niñas y jóvenes, todos ellos de comunidades con muy pocas oportunidades: 92 por ciento de ellos son de estratos 1 y 2, y el 54 por ciento son víctimas del conflicto armado. Actualmente tenemos 13 orquestas y 136 centros musicales, en los que se trabaja desde la iniciación musical hasta la configuración de coros y ensambles, con músicas propias y universales, y con un acompañamiento psicosocial que es muy importante. Hemos podido medir el desarrollo emocional y cognitivo que logra este proceso formativo, y algo fundamental, que él nos ayuda a prevenir su reclutamiento en los territorios en disputa. Estos niños y niñas construyen horizontes de vida.
S.E: ¿Es verdad que solo trabajará con Batuta hasta este mes? Sería una pérdida muy grande para el sector…
L.G: Sí, Santiago. Es muy triste para mí también. Dejar el compromiso asumido con lo que se ama y con lo que se cree, es duro. Pero me voy con el convencimiento de haber dado todo de mí en este corto tiempo. Espero que haya servido y, sobre todo, que ayude a la sostenibilidad integral de Batuta. Yo seguiré trabajando por Batuta… Y del sector no me voy porque hace parte de mis pasiones, de mi misión de vida, lo dije en la Comisión de la Verdad: la transformación que necesitamos es cultural, o no lo es.
S.E: ¿Por qué tomó esa decisión? Muchos pensamos que este programa de orquestas era una prioridad para el gobierno actual…
L.G: Se juntan muchas cosas, personales y laborales. No puedo negar que tengo una enorme frustración por las decisiones del gobierno frente a entidades como Batuta y el Sistema Nacional de Música Sinfónica. Pero Batuta continúa trabajando en programas del Ministerio de Culturas y otros aliados como Ecopetrol, ICBF y empresas privadas.
S.E: Queda la tranquilidad de que Batuta continúa con su labor. Lucía, usted ha trabajado toda la vida entre la cultura y la búsqueda de la paz ¿Cuáles son esos maestros o referentes que recuerda con especial gratitud, y por qué?
L.G: Muchos. Mi madre me enseñó muchas cosas. Me puso los mejores libros en las manos y me enseñó el valor del arte. Me inspiró desde muy pequeña el “Señor” del Nuevo Testamento, que era amigo de María Magdalena, sacó los mercaderes del templo y prefería estar en las orillas y amar a todos. También el colegio fue determinante, la vocación de servicio era el espíritu que nos guiaba. Tú bien sabes lo importante que es la formación básica para instalar los valores en el alma de los niños y jóvenes. Tengo que hablar de Francisco de Roux, por supuesto, y de mis otros compañeros de la Comisión de la Verdad. Y luego están muchos teóricos, entre ellos Zygmunt Bauman y Martha Nussbaum, pero mis grandes maestros han estado en la conversación y observación de nuestras comunidades; en la cercanía con las víctimas y los responsables, ellos y ellas son el síntoma de todo lo que nos falta por ser y por hacer como país y como comunidad.
S.E: “Desconfía de un alma que no se emocione con la música”, decía Shakespeare en El mercader de Venecia ¿Qué podemos aprender de la cultura en un país tan violento como el nuestro? Entiendo que el programa de Batuta nació con este mismo espíritu, dar a los jóvenes otras alternativas.
L.G: Así es. Quienes hemos tenido la fortuna de formarnos en el arte, desarrollamos percepciones y sentimientos, gustos y ocupaciones que elevan nuestra forma de vida. Batuta cree en esto, y cree en el poder transformador de la música. Por ello también hay que celebrar que el Ministerio de las Culturas, junto con el Ministerio de Educación, estén empeñados en llevar el arte a todos los establecimientos educativos a través del programa Artes para la Paz. Colombia ha avanzado enormemente en este campo. Ahí está mi esperanza. “El Plan Nacional de Cultura 2024-2038, para el cuidado de la diversidad de la vida, el territorio y la paz”, y los proyectos que hoy se desarrollan desde el sector público y las comunidades, de verdad ponen en valor todo esfuerzo que se haga desde las artes y las culturas para reconocer, por fin, la riqueza de la diversidad de este país, y trabajar desde ahí por la construcción de unos valores que nos permitan reconocernos como pares y aprender a vivir en paz. Batuta ya venía trabajando por este propósito desde hace muchos años.
S.E: En estos días, con el atentado a Miguel Uribe Turbay y la violencia de Cali, muchos nos hemos devuelto a los peores momentos de los 80 y 90. ¿Cuál es su lectura de la situación actual? ¿Qué mensaje le daría a los niños y a las niñas?
L.G: Es muy frustrante que, como sociedad, no hayamos avanzado hacia la convivencia. Tenemos muchos retos aún para logar una sociedad en paz, y estamos reclamando la responsabilidad del otro, pero no la propia. Si cada uno de nosotros se convierte en gestor de paz, de paces, así me gusta llamarlas, desde la misma cotidianidad, podemos avanzar como país. Cuidar la palabra y ser ejemplo es el mayor de los retos en estos tiempos. Pero como nación, tenemos que hacer todo lo que sea posible para reducir la inequidad. A los niños, no les pediría nada, a los mayores que sean conscientes del ejemplo que son para ellos.
S.E: En el informe de la Comisión de la Verdad aparecen unas recomendaciones para la no repetición de la violencia. ¿Cómo estamos frente a estas recomendaciones?
L.G: Hay avances en las recomendaciones. En parte por la coincidencia con el proyecto de gobierno. Se avanza en la Reforma Rural, en la transformación de la Fuerza Pública, en el desarrollo de proyectos para los territorios históricamente excluidos, y en los lineamientos del Ministerio de las Culturas, que reconocen, valoran y estimulan las artes y los saberes de este país rico y diverso. Lamento que el Ministerio de Educación no recoja las recomendaciones, porque en la formación de nuestros ciudadanos está la posibilidad de la paz. Dijimos que todo el currículo debería estar inspirado en la formación de ciudadanos para la paz, que ese no era asunto una cátedra Los colegios tendrían que incluir el reconocimiento de los otros, especialmente de nuestras comunidades étnicas, ausentes en los contenidos curriculares; y deben educar a nuestros jóvenes en la deliberación. Hoy esto es un faltante que agrava la situación y alimenta la polarización. También dijimos que es necesario que la educación incluya el conocimiento del conflicto armado, para que las distintas generaciones puedan entender qué nos pasa como sociedad y para que estos hechos tan dolorosos no se repitan.
S.E: Hablemos de los acuerdos de paz. Hace unos días pasaba por el Museo de la memoria y pensaba que no estuvimos a la altura de la paz.
L.G: No terminamos de comprender como sociedad la importancia de vernos en el espejo, de reconocer nuestra historia para leer en ella lo que nos determina, para bien y para mal, y lo que ha significado para el país la persistencia de la violencia. Yo digo que hay un daño en la cultura del que es necesario ser conscientes. Lo que dices de El Museo Nacional de la Memoria, y la pérdida de horizonte, ya por años, del Centro Nacional de Memoria Histórica, dan cuenta de esa falta grave, pero lo que es más grave aún que no levantemos la voz frente a ese desprecio por la memoria.
S.E: Pensando en una educación para la paz, si pudiera cambiar algo del sistema educativo en Colombia, ¿qué cambiaría?
L.G: Hay un cambio urgente pero tal vez imposible: que todos nos formemos en la educación pública y no haya educación de primera y de segunda. Que nos eduquemos juntos, reconociéndonos en la diferencia. Y que se incluya, como dije antes, el reconocimiento y valoración de otras culturas, de las comunidades étnicas de este país, de otras ideologías y religiones, para que deje de ser una educación de y para blancos, castellanos y católicos.
S.E: ¿Qué consejos le daría a la actual ministra de cultura, Yannai Kadamani Fonrodona?
L.G: Escuchar y acompañar a las comunidades. Eso ya lo viene haciendo. Y valorar los procesos históricos que son un bien público, que son un capital social que ha significado un enorme esfuerzo colectivo, y que son, además, un referente para muchos otros países.
