
Mario Arrubla y Estanislao Zuleta: las paradojas de una fructífera amistad y el itinerario generacional de la nueva izquierda en Colombia
Reflexión y anṕalisis a propósito del libro ‘Hombres de ideas. Entre la revolución y la democracia’, de Sandra Jaramillo.

Por Hernán Darío Correa
"¡Oh artificiosísimo Theuth! A unos les es dado crear arte, a otros juzgar qué de daño o provecho aporta para los que pretenden hacer uso de él. Y ahora tú, precisamente, padre que eres de las letras, por apego a ellas, les atribuyes poderes contrarios a los que tienen. Porque es olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. (…) Apariencia de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos, que no verdad. Porque habiendo oído muchas cosas sin aprenderlas, parecerá que tienen muchos conocimientos, siendo, al contrario, en la mayoría de los casos, totalmente ignorantes, y difíciles, además, de tratar porque han acabado por convertirse en sabios aparentes en lugar de sabios de verdad". (Sócrates, en Platón, Diálogos, Fedro o de la belleza)
Estas palabras de Sócrates en su diálogo con Fedro, inmortalizadas por Platón, uno de los grandes referentes de Mario Arrubla y Estanislao Zuleta, dos figuras intelectuales y políticas del país, condensan una de las paradojas de sus vidas, relacionadas con la tensión entre la escritura y el lenguaje oral en la tarea pública, la cual, en este libro producto de la última cosecha de títulos editados por Juan David Correa, se detalla en sus itinerarios y sus aportes dentro de una generación que sembró las bases de la nueva izquierda y al mismo tiempo del pensamiento crítico en campos tan amplios como la política, la historia, la economía, la crítica del arte y la literatura, y las búsquedas de la acción política y cultural.
La paradoja de Zuleta se podría resumir como su lucha por medio de la seducción directa de su palabra ante auditorios y seguidores de sus conferencias y conversaciones, pero ejercida con el propósito de llevar a su interlocutor a un estado que es lo contrario del ser seducido, consistente en asumir la conciencia crítica de su propio modo de pensar. Arrubla, en cambio, le apostó a la escritura de ensayos, cuentos y una novela, y a mantener una tarea como editor de libros y revistas como Estrategia, Cuadernos Colombianos y Al Margen, y asumió un temprano retiro de la vida pública después de haber publicado su famoso libro sobre el subdesarrollo colombiano, uno de los más reeditados de la historia del ensayo en el país.
Otra paradoja de sus vidas la constituyen la hondura y el curso de su amistad y de sus afinidades electivas en medio de sus “contrastes”, y el destino de su relación abocada a un distanciamiento durante décadas: “Varias podrían ser las categorías para definir, en la lógica de contrastes, estos dos intelectuales: el Arrubla economista, el Zuleta psicoanalista; el escritor versus el orador; el editor y traductor en contraste con el maestro y afamado conferencista; el especialista y el universalista; incluso: estructuralista contra humanista. En otro sentido, podríamos decir el Arrubla aislado y en autoexilio versus el Zuleta que insiste en armar grupos y que se sostiene enraizado en el territorio nacional; intelectual empresario versus anti-institucionalidad radical; nihilismo o contra-escuela; pesimismo de la razón y optimismo de la voluntad, versus “principio esperanza”; figura esquiva al ojo público que se opone al intelectual apasionado por los auditorios”.
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Sus vidas discurrieron en la forma de una aguda y profunda producción conceptual en medio de los espacios urbanos más disímiles, tales como cafés, bares, librerías, universidades, tertulias, grupos de estudio y sus casas.
No sobra en todo caso recordar que estas tendencias en cada uno fueron precisamente eso, porque en diferentes momentos se alternaron e incluso colaboraron en la escritura de la revista Estrategia; y que, en cualquier caso, sus biografías personales se entrelazaron con las de toda una generación intelectual, combinando lo que Jaramillo precisa como afinidades electivas, dentro de estructuras de sentimientos y el juego diferencial del carisma, que los llevó a compartir gestos como la temprana renuncia a la escuela, con una diferencia importante entre ellos: “Zuleta tomó esto como un posicionamiento más general que afectó los destinos de otros, (y entendió) la disciplina académica como una amenaza propia de la especialización y la división del trabajo en una sociedad capitalista productora de alienación”. En cambio, Arrubla se movió dentro del campo “del intelectual especialista que surgía con la nueva historia”, así “ello no implicara una opción para él mismo”. Pero ambos, dentro del Grupo Estrategia, construyeron su propia respuesta a su coyuntura histórica con la propuesta de una ‘nueva’ cultura política que vinculara más decididamente la teoría y la práctica, a la que juzgaban escindidas. Para ello transitaron su propia experiencia de partido, y atravesaron la tentativa de ‘profesionalizarse’ como dirigentes”.

Pero en todo caso sus vidas discurrieron en la forma de una aguda y profunda producción conceptual en medio de los espacios urbanos más disímiles, tales como cafés, bares, librerías, universidades, tertulias, grupos de estudio y sus casas, y los propios de la lucha social, apelando a conferencias y charlas, periódicos, revistas, libros, impresos y volantes, a través de los cuales se gestó la nueva izquierda, así definida por su oposición a la hegemonía soviética en el panorama mundial, y por sus dinámicas mundiales de “renovaciones de tipo cultural, intelectual y teórico, mientras que las latinoamericanas se vinculan a procesos político organizativos en los que primaron opciones armadas en diversas variantes, es decir, prácticas extra-institucionales y abstencionismo. De esta forma se generó una suerte de distinción conceptual entre la nueva izquierda cultural y la nueva izquierda política…”.
En cuanto a las figuras generacionales que hicieron parte de esos espacios y aventuras intelectuales, se narran en este libro y se hacen los perfiles o se ubican los proyectos de personas como Alberto Aguirre, Raúl Alameda, Gonzalo Arango, Mario Arango, Socorro Castro, Eduardo Gómez, Yolanda González, Jorge Gaitán Durán, Jorge Orlando Melo, Camilo Torres, Gerardo Molina, Humberto Molina, Ramiro Montoya, María del Rosario Ortiz, Francisco Posada, Marta Traba, entre muchos otros.
“Los frutos del Proyecto Estrategia no nacieron en lo inmediato, como la impaciencia de los jóvenes Arrubla y Zuleta esperaba, pero fue la síntesis que consolidó su afinidad electiva, (la cual) se conservó más allá de la separación definitiva de ellos, (…) hacia el año 1968”. En esta separación se revelaron los nudos generacionales más apretados por las lógicas dominantes en el país: la falsa oposición entre la lucha armada y los derechos humanos, como una fatal contradicción en nuestra historia, en el contexto trágico de la prolongación y degradación de la guerra; los partidos y las guerrillas como formas organizacionales, con todo el peso de los modelos vanguardistas, iluministas y de idealización de sí mismos y de los sujetos sociales a los cuales se propusieron representar; y los marcos conceptuales del marxismo, y las concepciones estrechas e instrumentales del pensamiento crítico.
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"El ejercicio activo de hacer memoria llevó a que el nombre Estanislao Zuleta se anclara a sentidos como ‘democracia’, ‘paz’, ‘derechos humanos’, ‘diálogo’, ‘pensamiento’; sentidos tan propios del racionalismo humanista como generales, o sea, poco históricos”.
En ese contexto, en este libro se revelan otras paradojas. Los vacíos de atención en su primera juventud sobre el alzamiento guerrillero de los llanos y la profundidad de las luchas sociales durante la década olvidada de los años veinte, renovados en las luchas de los braceros del río Magdalena de comienzos de los años cuarenta, quizá revelan que sus énfasis conceptuales del primer momento no les permitieron mirar con dimensión histórica las dinámicas y lo que aquellas luchas expresaban de potencialidad y radicalidad popular, y los llevaron a sus complejas apuestas político existenciales cuando empezaron a concretar su pensamiento en medio del contexto del auge de la lucha armada de comienzos de los años sesenta, a pesar de sus búsquedas de la acción política como intelectuales del compromiso que eran. En efecto, sus miradas y sensibilidades estuvieron, al parecer, centradas en los efectos del estallido del 9 de abril de 1948 y de la Violencia subsiguiente, y en las que veían como precarias condiciones subjetivas populares: “Junto con Lenin, Zuleta también se preguntaba: ‘¿podemos nosotros en el momento actual llamar a semejante asalto (-el ‘decisivo en lo militar’-)?’. La opción que veían era la de una organización partidaria ‘capaz de promover, dirigir y coordinar las luchas reivindicativas y conducirlas sistemáticamente más allá de los planteamientos reformistas hacia una lucha revolucionaria’: una ruta para ‘racionalizar’ el ‘odio’ que se había instalado en las masas con el baño de sangre de la Violencia de los años cuarenta, sobre la cual había avanzado el capitalismo colombiano (Zuleta, Estrategia 2, ‘Introducción a un debate sobre la política revolucionaria’, 1963). Y Arrubla, muy pronto concluyó: “‘La tragedia que vivió nuestro pueblo en estos años de ascenso de la burguesía nacional revistió dimensiones tales que nada en adelante podrá curar por completo sus heridas. Los crímenes más viles pusieron fin a la existencia humillada de centenares de miles de colombianos. Eso no podrá ser borrado ni siquiera en el caso de que nuestro pueblo aprenda a asimilar su dolor, a cambiarlo por un odio mortal y a elevar su pasión, sin dejarle perder un solo gramo, al plano racional de la lucha de clases”.
Unos años después, al final de su vida, Zuleta empezó una revisión a fondo de los conceptos en torno a los derechos humanos y la democracia, de los enfoques estructuralista y humanista, y de la acción, dentro del pensamiento crítico: “’Las tradiciones de la izquierda han estado determinadas por el marxismo, tanto entre nosotros como a escala mundial, y el marxismo no es un pensamiento democrático’. Así irrumpía Estanislao Zuleta para dar comienzo a una charla dirigida a los guerrilleros del M-19, en mayo de 1989, (en vísperas de) que ese grupo guerrillero dejara las armas y el oficialismo se abriera a una constituyente que sembraría las bases de un nuevo pacto nacional. Con una palabra fuerte, Zuleta, el intelectual, se decantaba por la opción de paz y democracia elegida por los guerrilleros. (Se trataba de otra de sus) intervenciones como asesor de las Naciones Unidas para la Consejería de Derechos Humanos de la Presidencia de la República, (las cuales dieron lugar a) un libro de ensayos que favoreció el desplazamiento de sus ideas hasta posicionarse como ‘maestro de la democracia’, casi un año antes de su fallecimiento, en febrero de 1990”, cuando “comenzaron las resignificaciones póstumas de su figura. Así, el ejercicio activo de hacer memoria llevó a que el nombre Estanislao Zuleta se anclara a sentidos como ‘democracia’, ‘paz’, ‘derechos humanos’, ‘diálogo’, ‘pensamiento’; sentidos tan propios del racionalismo humanista como generales, o sea, poco históricos”.
Arrubla, por su parte, fallecido casi 30 años después, en Boston, reafirmó su autoexilio, pero también su compromiso, escribiendo y orientando a otros. Así, mantuvo su magisterio y la Revista Al Margen casi hasta el final de sus días. “No renunció al humanismo en su posicionamiento intelectual, pero tampoco se negó a ver los cambios políticos y epistemológicos que se operaban. No intentó una síntesis, sino que armó una coexistencia, es decir, resolvió su propia tensión intelectual a través de registros narrativos paralelos. Por un carril iría el Arrubla de Las Palabras de Sartre con sus giros reflexivos y sus apuestas literarias; por otro carril sería mediador para la nueva ola de profesionalización de las ciencias sociales”.
En todo caso, ambos fueron fieles a sí mismos, hasta el final: “Esas variaciones no son óbice para reconocer (…) una gravitación en la que palpita el estilo. Jorge Luis Borges en su biografía de Tadeo Isidoro Cruz concluye: ‘Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es’”.
Por todo ello, la consistencia de su compromiso y su incidencia, siempre reactualizados frente a los problemas contemporáneos, en todo caso nos hacen celebrar este libro con el cual por fin se empieza a recobrar críticamente su memoria; y recordar al mismo Sócrates:
“Pero mucho más excelente es ocuparse con seriedad de esas cosas, cuando alguien, haciendo uso de la dialéctica y buscando un alma adecuada, planta y siembra palabras con fundamento, capaces de ayudarse a sí mismas y a quienes las plantan, y que no son estériles, sino portadoras de simientes de las que surgen otras palabras que con otros caracteres son canales por donde se transmite, en todo tiempo, esa semilla inmortal que da felicidad al que la posee en el grado más alto posible para el hombre. Pero el que sabe que en el discurso escrito sobre cualquier tema hay, necesariamente, un mucho de juego, y que nunca discurso alguno, medido o sin medir, merecería demasiado el empeño de haberse escrito, ni de ser pronunciado tal como hacen los rapsodos sin criterio ni explicación alguna, y únicamente para persuadir (…). y en cambio cree, efectivamente, que en aquellos que sirven de enseñanza, y que se pronuncian para aprender -escritos, realmente, en el alma- y que, además, tratan de cosas justas, bellas y buenas; quien cree, digo, que en estos solos hay realidad, perfección y algo digno de esfuerzo y que a tales discursos se les debe dar nombre como si fueran legítimos hijos en primer lugar porque lo lleva dentro de él y está como originado por él, dejando que los demás discursos se vayan enhorabuena. Un hombre así, Fedro, es tal cual, probablemente, lo que tú y yo desearíamos llegar a ser”.
Hombres de ideas. Entre la revolución y la democracia. Los itinerarios cruzados de Mario Arrubla y Estanislao Zuleta: los años sesenta y la izquierda en Colombia.
Sandra Jaramillo,
Bogotá, Ariel, 2023.
374 páginas.
