Mauricio Bonnett, el cineasta colombiano que documentó a Mario Vargas Llosa
15 Abril 2025 12:04 pm

Mauricio Bonnett, el cineasta colombiano que documentó a Mario Vargas Llosa

De izquierda a derecha: Marcela Cúneo, Patricia Llosa, Mario Vargas Llosa y Mauricio Bonnett, en el parque Primrose Hill de Londres.

En los primeros años del siglo XXI, el cineasta y escritor colombiano Mauricio Bonnett, junto con su esposa Marcela Cúneo, realizaron dos documentales cuyo protagonista fue Mario Vargas Llosa. Desde entonces mantuvieron una muy cercana amistad.

Por: Eduardo Arias

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Mauricio Bonnett es un cineasta y novelista colombiano que vive en Londres desde mediados de los años 80. Al comenzar este siglo tuvo la oportunidad de trabajar con Mario Vargas Llosa como codirector (junto con Marcela Cúneo, su esposa peruana) en los documentales Paraíso en la otra esquina (2003) y Mario Vargas Llosa, la biografía (2004). Bonnett, después de “un abortivo intento de estudiar arquitectura en la Universidad de los Andes” (como él dice), viajó a Nueva York a estudiar cine, que era lo que de veras quería hacer, y después a Londres con un préstamo de Focine (el equivalente al Proimágenes de hoy). “Como me gané una distinción en guion decidí seguir por ahí, ante todo como editor, al tiempo que desarrollaba proyectos de documental con mi esposa, Marcela Cúneo”. Entre ellos están los dos que hicieron con Vargas Llosa. “Solo después de esa experiencia fue que yo me atreví a empezar a escribir mis propias novelas”. En efecto, Bonnett ha publicado las novelas La mujer en el umbral (2006), El triunfo de la muerte (2010) y Cinco versiones de Adriano (2015). CAMBIO habló con él de su relación laboral y también de su amistad con Mario Vargas Llosa.

CAMBIO: ¿Qué lo llevó a trabajar con Mario Vargas Llosa?

Mauricio Bonnett: Un productor brasileño, Roberto Viana, nos propuso hacer un pequeño documental sobre Mario aprovechando un congreso sobre su obra en Lima. Ni cortos ni perezosos, aceptamos de inmediato.

CAMBIO: ¿Cómo fue el proceso para llevar a cabo los documentales?

M.B.:
El rango original del documental que Roberto tenía en mente era muy estrecho: teníamos que aprovechar el congreso para entrevistar a expertos y amigos de Mario, y crear un documental a su alrededor. Tedio puro, en otras palabras. Sin embargo, después de que Mario nos concedió una entrevista de una hora que terminó durando cuatro, nos dimos cuenta de que la puerta se había abierto para hacer algo más profundo, más largo y más detallado. Y así fue: Mario nos recomendó a todos sus amigos, familiares y a expertos en su obra, no nos puso límite alguno y ahí empezó una saga que duró al menos cuatro o cinco años y produjo dos documentales.

CAMBIO: ¿De qué manera o de qué maneras trabajaron ustedes en el desarrollo del proyecto?

M.B.:
Con la colaboración de Mario y Patricia, su esposa (la llave maestra para llegar a Vargas Llosa), y la generosidad de Roberto Viana, todo fluyó de la mejor manera. Para aquel entonces yo ya había leído o releído toda la obra de Vargas Llosa y nos dedicamos a explorar en detalle la relación entre su vida y sus novelas, que es muy estrecha. Por consiguiente, después de la entrevista original, organizamos otra que se concentró exclusivamente en su obra. Además, Mario había ido a Perú no solo para participar en el congreso, sino para volver a visitar Uchuraccay, en Ayacucho, un lugar en el que, años atrás, un grupo de periodistas había sido masacrado por indígenas locales que los habían confundido con guerrilleros de Sendero Luminoso. Mario había liderado la investigación que exoneró a los indígenas y esa experiencia fue fundamental en su vida y en su manera de entender el “Perú profundo”. Lo mejor fue que permitió que lo siguiéramos en ese viaje. Fue allá donde nos contó que se iba a Tahiti a investigar la novela en la que ya había empezado a trabajar, Paraíso en la otra esquina, y yo, de manera irresponsable, le pregunté si estaba dispuesto a que filmáramos otro documental sobre esa investigación. Para nuestro asombro, accedió. Llamamos a Roberto Viana a su oficina en Sao Pablo y nos dio vía libre.

Tahití
En Tahití, durante el rodaje del documental Paraíso en la otra esquina.

CAMBIO: ¿A cuáles lugares viajaron juntos?

M. B.: Paraíso en la otra esquina cuenta de manera paralela las historias de Gauguin y su abuela, la fabulosa protofeminista Flora Tristán, ambos personajes complejos y ávidos trotamundos. Para seguir sus pasos tuvimos que viajar a Tahití, las islas Marquesas, París, Bretaña, Burdeos, Arles, Londres, Madrid y otra vez al Perú. Esos largos viajes juntos ofrecían dos posibilidades: o nos odiábamos a muerte o nos hacíamos amigos. Por fortuna ocurrió lo segundo.

CAMBIO: ¿Pudo conocerlo en instancias distintas a las estrictamente laborales?

M. B.:
Sí, pero la verdad es que los viajes de trabajo no lo parecían. Nos la llevamos tan bien que gozábamos incluso cuando las cámaras rodaban, y eso por no hablar de las noches de descanso. Recuerdo con particular placer las noches en Hiva Oa, la isla de las Marquesas donde Gauguin está enterrado. Habíamos comprado, de paso por el aeropuerto de Santiago de Chile, una botella de whisky de malta que 'dosificábamos' como gotas de ambrosía para beber durante los largos atardeceres frente al Pacífico en las que Mario nos mataba de la risa con un flujo constante de anécdotas, producto de una vida vivida a fondo y rodeado de personajes fascinantes.

CAMBIO: ¿Al terminar el proyecto mantuvieron el contacto?

M. B.:
Sí, de ahí en adelante nos vimos a menudo cuando ellos venían a Londres o cuando nosotros íbamos a Madrid… hasta que su largo desliz con Isabel Preysler lo marginó de todos sus amigos y hasta de su familia.

parís
En París, en el apartamento de Mario Vargas Llosa.

CAMBIO: ¿Cómo definiría usted a Mario Vargas Llosa, tanto como escritor y cómo persona?

M. B.:
Mario solía decir que Flaubert le había enseñado que la falta de genio solo podía compensarse con el trabajo arduo y la disciplina. Era una exageración, por supuesto, porque nadie puede escribir una novela como Conversación en La Catedral solo a punta de trabajo. Sin embargo, él afirmaba no tener ni la facilidad ni el don de otros escritores que admiraba, y que para poder escribir sus libros tenía que esforzarse sobremanera. Sea como fuere, entre su prolífica obra, hay al menos cuatro o cinco novelas que son obras maestras y otras muchas excelentes, no importa de que manera llegó a ellas. Como persona, una vez penetrada la coraza que lo protegía de intrusión y la lambonería, era un gran amigo y un hombre generoso. Ya lo extrañamos.

Amarcord

 

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